The Beginning of the Disaster
El suave viento le traía una cierta tranquilidad que no podía encontrar en ningún otro lado que no fuese ese. Se encontraba en la cima de una de las montañas más altas de todo el lugar, y por los colores del cielo notó que no tardaría mucho en anochecer, pues la estrellas se estaban posando sobre el firmamento y la luz del sol se iba perdiendo poco a poco, y muy pronto la oscuridad recorrió las montañas y no hubo más luz que la que la luna brindaba. Luna llena. Sus rayos alumbraron con aquel brillo plateado los verdes pastos.
Shadow se quedó admirándola por un breve instante sintiendo la tranquilidad que ésta le brindaba, la paz que en ningún otro lado del planeta encontraba, hasta que sintió la tierra a sus pies sacudirse provocando que pusiera una rodilla en el suelo para no perder el equilibrio por completo y de pronto cesó. Se paró nuevamente, sin tomarle mayor importancia al asunto, después de todo los temblores son normales, más en las montañas en donde los derrumbes son algo común.
Dio el primer paso para iniciar su marcha y encontrar un lugar donde pasar la noche cuando sintió algo observándolo. Shadow se volteó con una mirada inquisitiva buscando entre la oscuridad qué era lo que podría estarlo vigilando. Vio a los adentros de la selva negra y sintió un escalofrío. Movió sus orejas atento de cualquier ruido... no había; ni grillos, ni aves, ni siquiera el crujir de las ramas que eran pisadas por los animales nocturnos de la zona. Movió sus ojos con lentitud, mientras aquella mirada invisible lo acechaba sin tregua alguna. –Debe de ser mi imaginación– se dijo a sí mismo para dar la vuelta nuevamente hasta que una pequeña luz lo hizo parar. Se volteó en dirección de aquella pequeña luz roja que se mira a la distancia, dos pequeño puntos rojos.
Dio un pequeño paso para acercarse cuando sintió la presencia de varías miradas a la vez, pronto varios puntos rojos aparecieron por todo su alrededor. –¡¿Quién está ahí?!– gritó en posición de ataque el erizo negro. Incontables risas parecieron resonar por toda la montaña –¿Qué demonios es eso?– pensó alarmado. Movió lentamente su pie hacia atrás viendo atentamente aquellos ojos resplandecientes cuando escuchó como aquellos seres parecían alborotarse por aquel inofensivo movimiento.
Le pareció escuchar miles de alas aletear rápidamente, y luego aquellos ojos empezaron a moverse a gran velocidad. Un zumbido insufrible lo hizo tapar sus oídos mientras miraba aquellos ojos rojos moverse por toda la espesura del bosque, no sabía qué hacer, tal vez era simples murciélagos inofensivos, o eso pensó hasta que sintió un dolor punzante en su costado izquierdo haciéndolo caer con una rodilla al suelo; un leve rasguño, nada serio, hasta que las demás criaturas empezaron por imitarlo y atacar. Sintió varios rasguños en su cuerpo provocando que moviera sus brazos en un intento de librarse de ellos, pero sin éxito alguno; así que hizo lo único que pudo en ese momento, correr y alejarse tanto como podía de ellos.
Shadow corrió por el bosque con muy poca visibilidad sintiendo aquellos seres muy cerca de él; casi podía sentir el respirar de ellos sobre su cuello. No entendía ¿cómo era posible que lo siguieran tan de cerca? él era demasiado rápido. Volteó a ver atrás y vio aquellos pequeños ojos rojos seguirlo de cerca sin intención de detenerse. Regresó su mirada al frente únicamente para chocarse contra algo y hacerlo rodar montaña abajo. Sintió las pequeñas piedras y ramas lastimarlo sutilmente mientras rodaba sin control alguno hasta que una enorme roca impidió que siguiera de largo. No estaba seguro con qué había chocado, pero fuese lo que fuese se había caído con él. El erizo negro abrió los ojos un poco aturdido y vio algo moverse entre la oscuridad. Lo tomó con fuerza y lo empujó fuertemente contra aquella enorme roca que yacía cual lapida en la mitad de la nada.
–¡¿Qué demonios eres y qué quieres de mí?!– gritó molesto.
–¡¿Qué rayos estás haciendo?!– gritó –¡Suéltame!– dijo forcejeando con él.
Shadow notó que sus ojos no brillaban como los de aquellos seres y entonces, con la poca luz que la luna irradiaba vio que delante de él se encontraba una murciélago de pelaje blanco y ojos azules. La soltó con brusquedad al percatarse de su error.
–¡¿Qué sucede contigo?!– gritó molesta, cosa que no duró mucho cuando escuchó aquellos aleteos nuevamente por las cercanías –...Están regresando– dijo la murciélago viendo al cielo negro.
–Silencio– comandó el erizo quien pegó su cuerpo tanto como le fue posible a aquella roca para no ser visto. Después de unos breves momentos de tensión, los aleteos parecieron alejarse.
–¿También huyes de ellos?– preguntó ella, pero sin respuesta alguna. La murciélago suspiró pesadamente y de reojo vio sus alas que yacían lastimadas por la caída –Será mejor que nos ocultemos– indicó la murciélago con seriedad –Ven conmigo– comandó caminando con un paso veloz, pero notó que el erizo negro no estaba dispuesto a seguirla. Detuvo su marcha para verlo sobre el hombro, deteniéndose por un breve momento –O quédate con ellos, tú eliges– habló sin interés empezando a caminar nuevamente. El erizo negro empezó a caminar tras de ella a una distancia considerable.
Se ocultaron dentro de un gran tronco vacío y mohoso, en la espera de que aquellos seres se marcharan. La murciélago se recostó suavemente sobre la madera semi podrida e intentó revisar sus heridas, pero no pudo ver nada, así que sólo se dedicó a descansar. Shadow vio una última vez al cielo y luego regresó adentro del tronco con la esperanza de no ser encontrado.
–Por cierto, soy Rouge, Rouge the Bat.
–Shadow– respondió sin emoción alguna con su vista en la entrada del tronco.
–Tranquilo, no creo que nos miren aquí, esperaremos al amanecer y saldremos.
–¿Sabes qué son?
–No, pero creo que serán más visibles en la mañana, además, necesito descansar– dijo para cerrar sus ojos.
–¿Cómo te topaste con ellos?
–Iba volando por las cercanías, haciendo mis cosas cuando vi unas luces extrañas a la lejanía, pensé que serían rubíes o algo así, así que me acerque. Mala idea. Cuando me acerque lo suficiente aquel resplandor rojo pareció verme y luego me atacaron. Volé tan rápido como, pero ellos me siguieron de cerca y empezaron a lastimarme provocando que cayera a tierra firme. Lo último que vi fue algo corriendo a gran velocidad y chocando contra mí provocando que rodara montaña abajo– explicó revisando sus dañadas alas –¿Qué crees que sean?
–No lo sé, pero sean lo que sean, son peligrosos y rápidos.
Las horas pasaron y pronto los rayos del sol empezaron por salir para bañar la montaña con su resplandor, dándoles a entender que era hora de salir y enfrentarse a aquellas extrañas criaturas. Salieron con precaución para dirigir su mirada al cielo, que estaba despejado. No se miraba nada a los alrededores y de nuevo los animales del área inundaron el ambiente de sonidos diversos. Se habían desvanecido.
–No lo entiendo, parecían millones en la noche– dijo Rouge con su vista en el cielo.
–¿Qué demonios habrá sido eso?
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Caminaba viendo las vitrinas de aquellas tiendas de ropa. Se reuniría con él esa noche y quería verse mejor que otras noches, pues esa noche confesaría sus sentimientos, esa noche sería el inicio de todo. Suspiró pesadamente. A pesar de que llevaba ya bastante tiempo como amigos, no sabía qué palabras usar para decírselo. Se vio en el reflejo de una de las vitrinas y se vio así misma con intensidad. –Tú puedes hacerlo Amy– se dijo a sí misma, y se regaló una gran sonrisa, una que pareció desvanecerse al ver un vestido rosa con blanco en aquella vitrina. Era el vestido más hermoso que ella había visto. Era un vestido arriba de la rodilla con los hombros destapados en un bello tono rosa pastel; sonrió emocionada, ese sería, sería el vestido perfecto para esa noche. –"Esta vez, sí se lo diré"– pensó con nerviosismo. Sintió como una pequeña sacudida a sus pies la hacía tambalearse, él tenía siempre ese efecto en ella o eso pensó hasta que lo que empezó como un ligero temblor pronto pareció convertirse en un terremoto. Amy sintió la tierra estremecerse con violencia y todo lo que había en aquella pequeña tienda de Station Square empezó a caerse al piso.
Caminó torpemente para sostenerse de un poste de luz y evitar caer al suelo. Amy vio como los enormes rascacielos se sacudían violentamente provocando que algunas de las ventanas se rajaran o explotaran lanzando los vidrios al suelo. Escuchó gritos y vio a la gente correr de un lado a otro. Para cuando creyó que no podría ponerse peor, el suelo a sus pies empezó a abrirse.
–¡Cuidado!– escuchó gritar viendo como una grieta se abría a la mitad de la calle cual rayo en tormenta.
Escuchó las tapas de los drenajes de aguas negras salir volando, vio a los hidrantes quebrarse y liberar el agua que contenían, y escuchó las alarmas de varios automóviles hacer sonidos diferentes, y luego, todo paró. Amy se encontraban en el suelo algo aturdida por lo que acababa de pasar, y con horror vio aquella escena de devastación y caos a su alrededor.
–¿Un terremoto?
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–No entiendo por qué teníamos que venir aquí, sabes que detesto venir a la playa– le recordó molesto sentando tan lejos del agua como le fue posible.
–Lo sé, pero necesitaba recoger un par de muestras para una investigación que estoy haciendo, además tú dijiste que querías hacer algo diferente.
–No me refería a esto; además, el día está muy nublado Tails– señaló mientras miraba las nubes grises aposentarse en el cielo.
–No tardara mucho más– dijo el zorrito.
El erizo azul se quedó con aquella expresión de aburrimiento y molestia en su rostro fijando su vista hacia el horizonte sin interés cuando divisó algo extraño a la lejanía. Algo que se formaba en la distancia. Sonic se puso de pie y siguió con aquella mirada inquisitiva.
–Tails... creo que será mejor irnos.
–¿Uh? ¿Por qué?- preguntó dirigiendo su atención al erizo azul.
–Porque creo que una ola gigante viene para acá.
El zorrito de dos colas volteó su cabeza a la dirección del horizonte y notó que lo que el erizo decía era cierto. Una ola gigante iba directo hacia ellos provocando que Tails se quedara paralizado al ver como ésta aumentaba de tamaño.
–¡Tails debemos irnos!– gritó el erizo azul quien tomó a su amigo por la muñeca y lo hizo correr hacia la dirección contraria.
Tails y Sonic habían viajado a una playa lejana en una isla apartada para tomar las muestras que el zorro necesitaba. Habían viajado en el Tornado Azul, razón por la cual Sonic se había unido en la expedición pues él nunca tenía oportunidad de visitar las islas, ya que no tenía medios para transportarse en el agua.
–¡Necesitamos llegar al avión!– gritó Tails corriendo detrás de él.
–Ja, no hay problema con eso– respondió con una sonrisa triunfadora para así aumentar la velocidad.
Llegaron al avión e inmediatamente Tails lo puso en marcha para despegar de aquella isla desierta. Una vez en el aire vieron cómo la gran ola arrasaba con todo lo que estuviera en su camino, provocando que la isla quedara sumergida bajo el agua, borrando su existencia de la faz del planeta.
–Y te preguntas por qué no me gusta el agua– dijo el erizo mientras miraba a la isla ser tragada por el agua.
—Esto me preocupa, la isla se encuentra cerca de donde vivimos. Si el maremoto no se la hubiera topado con este lugar tal vez ahora todo el valle estaría bajo el agua.
–Sí– murmuró el erizo azul aún impactado por lo que acontecía frente a sus ojos.
Llegaron a tierra firme con un poco de dificultad pues no había un claro lo suficientemente despejado como para aterrizar al Tornado Azul. Había maleza por doquier. Sonic bajó del avión intrigado por el desastre a sus pies. Agudizó su vista y vio ramas, hojas y tallos esparcidos a cientos de metros a la distancia.
–¿Qué pasó aquí?– dijo Tails al bajar del avión.
–Espérame aquí, ya regreso– comando el erizo azul.
–¡Espera, Sonic!
Sin embargo no se detuvo a petición de su amigo. Corrió por las praderas mientras, según como avanzaba, miraba cada vez más y más vegetación muerta. Los gigantescos sauces y robles yacían regados por todo el lugar, dificultándole un poco el correr; parecía como si alguien los hubiera arrancado de raíz para tirarlos después con violencia al suelo. Empezó a disminuir la velocidad mientras notaba no sólo ramas y hojas esparcidas, también, habían muchos objetos extraños esparcidos por los verdes campos, que ahora no dejaban apreciar su hermoso color.
Sonic inspeccionó el lugar para intentar identificar quién podría haber sido el responsable de tal calamidad. La imagen de Eggman se cruzó en su mente, ¿podría ser que en aquel breve momento que estuvo en aquella isla él atacara? Por un momento su mente empezó a divagar hasta que el sonido de unos gemidos de dolor lo regresaron a la realidad. Alguien estaba herido. Corrió en la dirección de aquellos sonidos y al hacerlo reconoció a alguien familiar
–¿Knuckles?– dijo un poco asombrado por verlo ahí levantarse con cierto esfuerzo para así quitarse los escombros y maleza que tenía encima. –¡Knuckles!– gritó una vez que la impresión pareció alejarse de él –¡¿Qué rayos pasó?!
Knuckles se levantó adolorido para luego escuchar una voz familiar, abrió los ojos lentamente y luego vio el rostro del erizo azul. –¿Sonic?– preguntó mientras con su mano sobaba su cabeza.
–¿Estás bien?– indagó mientras lo ayudaba a levantarse.
–Sí, nada de que preocuparse.
–¿Qué pasó?, ¿Por qué está todo así?, ¿Fue Eggman?
–¿Eh?, ¿Eggman? No, a menos que el haya aprendido a controlar la naturaleza. Fue un tornado.
–¿Un tornado?, ¿Estás bromeando?
–No, se formó de improvisto– dijo viendo a sus alrededores con cierta preocupación –La mitad de The Angel Island fue arrasada por éste.
La expresión del erizo azul cambió de una preocupada a una seria y pensativa, tornados y maremotos formándose al mismo tiempo era un indicador de que había algo mal, ¿pero qué?
–¿Pasa algo?– preguntó el equidna al ver el semblante serio de su amigo.
–No, nada aún... Vamos con Tails, debe de saber esto.
Caminaron en dirección a la casa de Tails, mientras en el camino Knuckles le contaba de cómo aquellas ráfagas de viento se habían formado muy cerca del altar de la Master Emerald, para cuando se había dado cuenta de lo que sucedía el tornando había estado demasiado cerca como para escapar. Lo último que se acordaba era que lo había lanzado con fuerza por las praderas. La mitad de su hogar había sido arrasado por el tornado.
–No te preocupes, The Angel Island se recuperara en un dos por tres– le sonrió el erizo azul mientras abría la puerta de la casa del zorrito.
–¡Sonic!– gritó Tails al verlo llegar.
–Hola Tails, ¿Qué pasa?
–¡Mira!– señaló para con un control remoto en su mano encender la televisión que yacía en medio de la sala.
–'Se han reportado diferentes daños en el área de Station Square, después del terremoto que....'*Click* '...El volcán del área de Green Hill ha causado devastación a su paso desde...'*Click* 'En otras noticia, se reportó un ola gigante de 15 metros que hundió la isla de Kioshi, después de...'– El zorrito vio con preocupación el televisor mientras le quitaba el sonido con un botón –Y esto sólo ha sido en los últimos dos días– habló con preocupación.
–Y aún no han reportado el tornado de The Angel Island– dijo Knuckles mientras miraba las imágenes del tsunami arrasar la Isla de Kioshi.
–¡¿Qué tornado?!– preguntó exaltado el zorrito.
–Un tornado se formó de la nada y se llevó a mitad de los árboles de la isla– explicó el equidna.
–Esto no está bien– habló Tails apagando el televisor –No es normal que tantas catástrofes pasen tan seguidas.
–¿Crees que sea sólo una coincidencia?– preguntó Sonic.
–No– respondió con seriedad –¿Recuerdas las muestras que estábamos tomando en la playa?
–Sí, cómo olvidarlo.
–Bien, según mis investigaciones esto sólo parece estar por empeorar– empezó mientras caminaba a su laboratorio, seguido por Knuckles y Sonic –Las placas tectónicas del planeta parecen estarse moviendo a una velocidad y fuerza alarmante, ocasionado estos desastres en diferentes partes simultáneamente. Lo que no sé es por qué está sucediendo.
–¿Crees que sea Eggman?– cuestionó Knuckles.
–No lo sé– respondió con un suspiro de resignación –De igual manera, no sé que tipo de loco invento podría tener para ocasionar tantos desastres a esta magnitud.
–¿Entonces qué propones?– preguntó el equidna –¡Que veamos como nuestro planeta es destruido por desastres naturales!
–¡¿Qué quieres que haga?!
–¡Tranquilos!– intervino el erizo azul –Creo que como primer paso debemos de descartar la fuente obvia de todo esto.
–¿Uh?
–Eggman.
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El caos había empezado por adueñarse de la mayoría de los ciudadanos. Todas las noticias y canales informativos anunciaban los desastres alrededor del mundo; ciudades desaparecidas, maremotos, volcanes y terremotos destruyéndolo todo. El pánico no era lo suyo, pero sin duda eso la dejaba intranquila, algo estaba pasando y no sabía qué era.
Fijó su vista al cielo azul y despejado, únicamente con el sol brillando en lo alto, el típico cielo de un día de verano. No había indicios de tormentas o nubes grises que indicaran alguna catástrofe, era como si nada pudiera salir mal, hasta sintió como un escalofrío recorría su espalda. El sol empezó a descender poco a poco, haciendo que el crepúsculo se acercara; pero era totalmente imposible, a penas serían las dos de la tarde ¿Cómo rayos el sol empezaba a ocultarse tan pronto? Ella no fue la única que notó eso, todos los seres que se encontraban afuera caminando por la ciudad como ella notaron este cambio y al igual que ella se quedaron de observadores viendo este fenómeno nunca antes visto. De repente el sol detuvo su marcha quedándose en el horizonte, pintando el cielo de colores naranjas y rojos. Se quedó contemplando el sol, esperando que siguiera con su ruta de descenso, pero parecía quedarse estático, a la mitad de todo.
–¿Qué demonios pasa?– se dijo a sí misma en forma de susurro.
–¡Blaze!– escuchó su nombre. La felina se volteó distinguiendo a un rostro familiar correr hacia ella. –¿Está todo bien?– preguntó con un tono de preocupación mientras llegaba casi sin respiración hacia ella.
–Hola Amy– saludó indiferente mientras de nuevo fijaba su vista al ocaso –Sí, es decir a parte de eso– habló señalando al crepúsculo –Sin contar eso, todo está de maravilla– respondió con sarcasmo.
Al igual que la felina de pelaje lila, Amy se quedo con su mirada fija en la estrella de luz amarilla que ahora yacía estática en el horizonte. Vio su reloj de muñeca y vio la hora "1:53 P.M" De nuevo vio el sol y en sus ojos la preocupación apareció, al igual que la mirada de todos aquellos que observaban el acontecimiento junto con ellas.
–El mundo se está poniendo de cabeza– musitó Amy llamando la atención de Blaze.
–¿Qué te trae por aquí?– preguntó siempre con su mirada serena y fija en el horizonte –Pensé que estarías arreglándote para verlo a él esta noche.
–Sí bueno, surgió un par de inconvenientes– respondió con cierto sonroje al recordar qué iba a hacer esa noche.
–¿No encontraste el vestido ideal?
–De hecho lo encontré– respondió viéndola fijamente
–¿Entonces?
–Blaze, en Station Square hubo un terremoto esta mañana, por eso quería saber si tú estabas bien.
–Aquí aún no pasa nada, sólo el sol que...– paró de hablar abruptamente.
Amy observó a la felina que de repente había cambiado su mirada indiferente por una de consternación, parecía que algo malo acaba de suceder. Amy vio hacia diferentes direcciones esperando encontrar algo malo cerca, pero la verdad era que no había nada, nada, aparte del extraño cambio en el sol.
–Bla...
–Las Sol Emeralds– musitó para luego salir corriendo.
–¡Espera Blaze!– gritó corriendo tras de ella.
La felina llegó a su hogar y buscó sus esmeraldas con desesperación. Amy entró detrás de ella aún llamándola por su nombre, pero sin respuesta alguna. –¿Blaze qué sucede?– preguntó la eriza. Blaze encontró aquellas gemas para verlas con horror; las esmeraldas yacían con un brillo tan opacó que parecían más piedras rojas que hermosas gemas.
–¿Qué les pasa?– preguntó la eriza rosa.
–Es el sol, algo anda mal con el sol. –explicó mientras sus adoradas gemas titilaban con la poca luz que aún tenían –Está matando la energía de las esmeraldas.
Amy vio hacia las ventanas de la casa y vio aquel atardecer estático. Las Sol Emeralds tomaban su energía del sol como fuente primaria y sin eso éstas morían, y ahora debido a que el mundo parecía estar al revés estaban en peligro. Vio a Blaze nuevamente, quien con una mirada decisiva tomó aquellas gemas y caminó hacia fuera.
–¡Espera!– gritó Amy nuevamente –¿Adónde vas?
–A salvar mis esmeraldas.
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