4. ¡Calcetines!
-¡Sans! - se escuchó un grito en toda la casa - ¡Recoje tus calcetines en este momento!
Que mejor forma de empezar el día que con la interminable disputa entre los hermanos esqueleto.
Con flojera, el más pequeño de los hermanos bajo las escaleras hasta la sala, donde Papyrus lo esperaba impaciente.
-¿Qué hay? - lo saludó Sans con tranquilidad -.
-Tu sabes muy bien 'que hay' - le respondió su hermano haciendo comillas con las manos - ya he perdido la cuenta de todas las veces que he visto ese calcetín ahí, en el suelo.
-¿Ajá?
-¿¡Ajá!?, Ya sabes que no debes dejarlo aquí, arruina la hermosa estética que con mucho trabajo he logrado - le reclamo Papyrus posando dramáticamente -.
-Bueno, yo creo que combina bien con la estética - dijo bromeando Sans -.
-Pues yo difiero de tu opinión... Cómo sea, yo podría levantarlo pero, como bien sabes yo me encargo de alimentar a Rocky, cosa que es tu responsabilidad pero nunca haces, así que está vez te harás cargo tu.
-Ok lo haré.. - dijo Sans con tono de queja -.
-¡Perfecto! - respondió Papyrus emocionado mientras salía de la casa -.
-Lo haré... Algún día - terminó la frase Sans una vez que Papyrus ya no lo podía escuchar -.
Se sentó en el suelo al lado del calcetín y lo miro con desinterés.
-No entiendo que es lo que le molesta a Papyrus de este calcetín... A estado tanto tiempo ahí que se ha vuelto uno con la casa, ¡no puedo simplemente quitarlo!
Pasó su mirada por el resto de la casa, para luego volver a posarse en el calcetín.
-Es algo tan simple... Pero requiere tanto esfuerzo - dijo mientras bostezaba -.
El tiempo pasaba y Sans no se movía, solo miraba al techo pensativo.
-Incluso si lo muevo... - murmuró - probablemente termine deja do otro calcetín después, así que no tiene sentido, ¿cierto?
Y las manecillas del reloj se seguían moviendo sin parar.
Pero aún así, nadie sabía si el sol ya se había metido en el horizonte.
-Bueno, - dijo Sans levantándose al fin - tengo hambre, así que iré a Grillby's.
Camino con lentitud hacia la puerta y antes de salir le dirigió una última y solemne mirada al calcetín que yacía en el suelo.
-Meh, lo haré otro día -.
Y así fue como el calcetín siguió abandonado ahí. Por el resto de la eternidad.
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