CAPÍTULO VII

Al segundo sitio donde Jareth le llevó al día siguiente fue a un amplio (ahora sí) museo al cual se ingresaba por una entrada lateral del castillo. Allí reposaban asombrosamente los regalos hechos al reino por representantes o visitantes de otras tierras, genuinos tesoros, algunos de piedras preciosas no conocidas en el mundo real, así como copias originales de los mejores pintores, escultores y artistas humanos.

Sarah estaba tan maravillada que no podía dejar de dar vueltas como una mariposa en plena primavera, fascinada por todo lo que veía alrededor. Queriendo estudiarlo todo.

Él le condujo después a la gran biblioteca del castillo. Una estancia que yacía justo en la zona central de la antigua fortaleza y se extendía cerca del ala izquierda de la edificación como si se tratara de mismo corazón del edificio. Era enorme, y allí, entre textos de los dos mundos, de diversas lenguas y sobre los más variados temas, se creyó por unos momentos Belle, la del cuento de La bella y la bestia, sólo que su príncipe travieso de seguro podía enojarse si ella se atrevía tan sólo a mencionarle aquella comparación.

-Todo esto es increíble- en algún momento tuvo que detenerse a confesarle

-Y aún hay más- él por su parte orgulloso le respondió, sorprendiéndola más todavía y llevándola de la mano hacia el fondo de aquella importante estancia, ambos llegaron hasta una pequeña pero elegante puerta que al abrirla les dio paso a un laboratorio. El laboratorio científico personal de Jareth y también el lugar secreto donde practicaba la magia, lo que le volvía su sitio más preciado, como no tardó en compartirle.

El lugar tenía también cuadros preciosos y una gran ventana con una hermosa vista por la que entraba la luz del sol.

Sarah corrió a asomarse un momento y pudo contemplar así mientras aspiraba el aire fresco, la Ciudad de los Goblins, el gran laberinto a los pies del castilo y además la interesante geografía del Subsuelo compuesta por llanuras, valles, montañas de diferentes colores y ríos de agua plateada que se apreciaban en la lejanía. La tarde estaba cayendo ya pero las fórmulas químicas embotelladas dentro de la recámara junto con los últimos rayos de luz del día le daban un brillo e iluminación especial al curioso lugar.

-Así que este es tu pequeño rincón de sueños- se atrevió a comentar, recordando con nostalgia como de feliz se sentía también en la comodidad de su habitación unos cuantos años atrás, cuando todo su mundo se remontaba a sus juegos, peluches y disfraces y la vida le resultaba más fácil.

-Este es el lugar donde me refugio para imaginar encontrarle solución a los problemas de este mundo- él sin problemas le contó y acercándose a ella que entonces había fijado la vista en una extraña piedra ovalada cuyas tonalidades variaban de un momento a otro como si estuviese formada de arco iris, tomó la gema de la base donde se encontraba en su enguantada mano para aproximársela –Puedes admirarla pero no tocarla- le advirtió

Sarah de inmediato se estremeció con su cercanía tal como sucediera en aquella ocasión cuando le había enseñado el laberinto por primera vez, más tal como aquel día con valentía no se retiró, prefiriendo disfrutar de las mariposas en el estómago que se le producían con su proximidad, y refugiándose en la total confianza que ahora sentía, permitió que procediera a explicarle de que se trataba. No tardando así en enterarse con asombro de que aquello era por lo que se habían suscitado las cruzadas y sinfines de búsquedas en la antigüedad.

-He aquí la fuente de poder que podría arreglar muchos de los problemas de tu mundo, pero en los que yo no estoy autorizado a inmiscuirme debido a las reglas que existen en el universo- con la sabiduría de un buen profesor le compartió.

-¿Es... lo que creo que es?- Sarah preguntó por todo entre extrañada y emocionada, sin poderlo creer, aun cuando se encontraba en un reino donde la fantasía en sí era la realidad -La piedra...-

-La Piedra Filosofal, la misma- él corroboró como leyéndole el pensamiento -Hay canteras aquí llenas de este mineral, por lo que después de todo Underground dejaría de ser un sitio seguro y un paraíso si tuviera libre ingreso a él toda la humanidad- analizó

-La verdad es que somos una plaga- ella se encargó de reconocer sin poder dejar de contemplar maravillada la mítica gema brillando ante sus ojos. Luego él la volvió a colocar en el pedestal, excusándose por no permitirle tocarla.

-Me temo que sin una debida protección cariño, su sobrenatural composición podría causar daños en tu hermosa piel -

-No hay problema, sólo con haberla podido contemplar, con saber que existe, para mí es más que suficiente- Sarah con sencillez opinó ante su amable explicación, y entonces él sonriendo y habiéndole confesado previamente ese día que la confianza que tenía con ella no la tenía con nadie más, tuvo una idea divertida.

-Pero hay otros materiales que en cambio no puedes tocarlos más que con tus manos desnudas- le contó en tanto procedía a retirarse los guantes para luego de manera inmisericorde lanzarle un poco de un material brilloso de color dorado parecido a la escarcha decorativa, que había dentro de una pequeña vasija de barro como una porción lista para agregar a algún experimento.

-¡Ay! ¡Qué es eso!- exclamó Sarah sorprendida, esperando empezar a estornudar de un momento a otro creyendo que era una especie de polvo, más aquella brillantina desapareció de inmediato sin ocasionarle el menor daño, siendo absorbida por su piel.

-¡Polvo de hadas!- exclamó él ante la visible inquietud de su rostro, y se alejó enseguida divertido sabiendo que ella querría aventarle otro poco. Tal como Sarah no dudó en hacerlo. Sus risas terminaron así de iluminar el lugar, ayudados por el arte de la magia que predominaba en el aire y los cirios se encendieron de súbito causando en ella una mayor impresión.

-¿Esto me permitirá volar?- tuvo que consultar de tal manera y él fue de lo más franco

-No, pero te proporcionará una dosis adicional de alegría que te durará a lo largo de lo que queda del día-

-De acuerdo- expresó ella riendo mientras continuaban con el juego hasta que un cuadro en una esquina de la habitación cautivó su atención, teniendo por ello que detenerse para observarlo a detalle.

En la pintura se observaba la sala de una casa aparentemente de la ciudad de Venecia en el mundo real, porque como si fuese una extensión del laboratorio mismo con su ambiente medio oscuro y afuera el atardecer, desde un ventanal del cuadro podía observarse un canal con góndolas y a lo lejos la imponente Plaza de San Marcos con su emblemático campanario. Esto mientras en primer plano se apreciaba a un pequeño niño rubio llorando al cuidado de un fey con el cabello igual de alborotado que el de su anfitrión sólo que de una tonalidad un tanto más gris. La ambientación del cuadro databa además de siglos atrás en épocas humanas, pero ella entendía que el tiempo de vida para los seres mágicos no corría igual en ambos mundos.

-¿Quién...?- quiso consultar sobre el modelo y la procedencia de la pintura pero antes de que terminara de formular bien la pregunta, Jareth ya se había acercado para responderla sin problema alguno.

-Siempre he considerado que no es mi mejor retrato- comentó

-¡Es un cuadro del mundo real!- Sarah exclamó impactada, con decenas de inquietudes adicionales en un instante viniéndosele a la cabeza -...Pero eso quiere decir entonces...que tú- lo miró empero, no atinando por cual empezar.

Él sin embargo, entendiendo el porqué del grado de su curiosidad no tuvo reparo en despejárselas.

-Aquel sujeto era mi padre. Antiguo monarca de Underground y de sus alrededores- comenzó a contarle –Alguien a quien le gustaba tal como a mí escaparse al mundo real en busca de aventuras y emociones... Un día, en medio de sus gustos traviesos y sofisticados, conoció a una hermosa joven perteneciente a la aristocracia italiana, de la cual se enamoró perdidamente, y su corto pero intenso romance dejó un fruto que fui yo... Más como mi padre no podía quedarse a vivir en la realidad siendo un fey de raza pura, luego de que mi madre dio a luz se las arregló para reclamarme enviando a sus súbditos por mí. Me arrancó así de sus brazos para hacerme partícipe del mundo que también me pertenecía por derecho... y heredé así su trono... junto a su tedio y soledad...- con un halo de tristeza le compartió -Volví cuando tuve uso de razón a buscarla a ella, al ser que me dio la vida... pero me enteré de su fallecimiento poco después de mi desaparición, a causa de la pena...-

Sarah guardó silencio durante todo el rato que él habló, tan sólo escuchándole desahogarse por fin de esa perenne melancolía que le ensombrecía el alma al tiempo que no dejaba de contemplar su propio retrato. Sintió su pesar como si fuera suyo y entendió de pronto la razón de toda su rebeldía al igual que muchas otras cosas, empleando en sí misma una gran fuerza para no llorar.

-Eres mitad humano- comentó a modo de conclusión, estupefacta, y entonces ya sin importarle lo que pudiera él pensar, buscó su mano para apretarla en señal de apoyo y compasión, la cual luego levantándola palma con palma junto a la suya se dio su tiempo para observar comprobando que la piel de cada uno no era muy diferente, que por sus venas corría sangre igual, humana, y aquello fue como encender una chispa en su corazón, conmoviéndola, dejándole saber cuán adentro de sí ya lo llevaba –¿Qué edad tienes Jareth, Rey de los Goblins?- necesitó averiguar.

-Mucha más que tú mi querida Señorita Williams- fue no obstante la respuesta indescifrable de él para molestarla, aunque no con eso hizo ademán alguno para romper la deliciosa cercanía de esos momentos entre ambos. Ella no insistió respecto al tema puesto que bien intuía se trataba de casi medio milenio por la época de la pintura, más sí se atrevió a plantear otra interrogante que le parecía fundamental

-¿Un híbrido podría vivir en la realidad sin que le afectase... y con su apariencia humana?-

El animago mirándola con suspicacia se apartó entonces un poco

-Sólo si a partir de llegar ajustase su reloj vital al normal... ¿Por qué quieres saber eso Sarah?- respondió demandando conocer también el motivo de su curiosidad. Ella de tal modo dio su punto de vista con toda la confianza que él le había otorgado y agradeciendo por igual la que había depositado en su persona.

-¡Porque mereces felicidad Jareth! Mereces volver al mundo real si quieres, no sólo encadenarte a seguir en una rutina que no te satisface. ¿Por qué no vuelves y te tomas un tiempo para encontrarte, para descubrir lo que en verdad quieres continuar haciendo en la vida, para hacer lo que te gusta? ¡Como unas vacaciones!...- le planteó ideas -Yo podría llevarte a conocer muchas partes- y al final de buena gana le ofreció.

-Sarah...- él sólo pudo en esos instantes pronunciar su nombre embelesado por la energía de su juventud y ella dándose cuenta, dejó de contenerse ya y abandonándose a sus impulsos se arriesgó a abrazarlo. Se apretó a su pecho sintiéndose en total empatía con él y pareciéndole increíble el nivel de complicidad que se había forjado para esas alturas entre ambos y que no quería que terminase nunca, y así mismo reparó en lo natural que se le estaba volviendo el regalarle demostraciones de cariño, debiéndose quizá en parte a lo adictivo que le resultaba su piel en contacto con la suya. Un hechizo que le había caído de manera sobrecogedora desde que la invitara a bailar en el ballroom durante su aventura en el laberinto.

Para Jareth por su lado, aquel gesto fue la mejor recompensa por buen comportamiento que obtuviera en su vida y se lo hizo saber al aprisionarla entre sus brazos enseguida con delirio, fascinado con su cercanía en cuerpo y alma. Alucinado de sentirla.

-Sarah, mi preciosa Sarah... lo único que deseo, lo que más quiero en esta vida es a ti. Estaba tan acostumbrado a un ritmo de vida en que lo tenía todo pero tú me cambiaste. Me enseñaste a valorar a quien se ama. Me enseñaste el verdadero significado del amor- tampoco sin ya poder contenerse le confesó y de tal forma, en cuanto ella se hubo separado un poco para observarle impresionada, le retuvo el fino rostro entre las manos y como un derecho que ella mismo le había otorgado posó sus labios sobre los suyos en un beso que desde el principio fue hambriento y demandante. Sarah en tanto, dejándose llevar por la estupefacción al igual que por su vigorosidad se abandonó a él, sintiendo que al final de cuentas se lo debía. Todo mientras era absorbida en un remolino de pasión provocado por la majestuosa sensualidad y encanto del mítico monarca.

-Te necesito... te necesito tanto- le susurró Jareth entre suspiros sujetándola de la cintura y en un impulso levantándola para sentarla sobre una de las mesas de sus experimentos, dejándola entonces casi a su altura para proseguir besándola a su antojo.

La situación se tornaba ardiente y Sarah lo tenía presente. Con Jareth ya posicionado entre sus piernas que se ocupaba de resbalar sus labios por su cara y su cuello acariciándole al tiempo las mejillas con devoción, casi no podía pensar con claridad y se dijo luego que de seguro hubiese la situación con probabilidad pasado a mayores de no suscitarse en ese rato un llamado a la puerta urgente.

-¡Majestad, majestad! ¿Se encuentra ahí dentro? El embajador de Las Tierras Altas está aquí para entrevistarse con usted como acordaron- notificó desde afuera un emisario goblin.

-¡Demonios!- el rubio rey con frustración maldijo por lo tanto. Más Sarah aprovechó al instante para bajarse de la mesa y acomodarse la ropa, con precaución de que alguien pudiera entrar, en tanto reconocía para su sorpresa aquella voz.

-¿Es Hoogle?- preguntó en voz queda sabiendo que se podía morir de la vergüenza si su amigo, el enanito, la encontraba ahí a solas con el rey y encima después de lo que acababa de acontecer.

-Tu gran amigo, el mismo- contestó con fastidio Jareth -Es mi secretario, ¿no lo sabías?- le informó también con cierto desprecio, algo que le recordó a Sarah sus antiguos celos. No continuó diciendo nada por lo pronto pero en lugar de ello se apresuró a colocarse al costado de un aparador de utensilios para que el gnomo no la viera cuando se le atendiera.

El rey mientras tanto se enfocó en la puerta que obedeciendo a sus poderes mentales de telequinesia se abrió sola.

-Su Alteza, ya está todo preparado como ordenó y todo listo también para el baile en honor a Sarah. Nuestra ganadora del laberinto- como buen discípulo estando en presencia de su amo o maestro, informó

-Bien, porque quiero cabeza hueca que todo sea perfecto- concordó Jareth retomando nuevamente toda su actitud de pedantería -Recuérdale además a tu esposa, la estilista, que a las siete se presente en la habitación de huéspedes junto a sus damas de compañía para ayudarle a prepararse- cruzándose de brazos así, ya pasándosele lo contrariado, expresó, y sin ya importarle además que su agasajada se enterara de la sorpresa que había estado planeando brindarle –Y respecto a lo del Embajador de Las Tierras Altas dile que en un momento me reúno con él-

-De acuerdo, su majestad, con permiso- acordó Hoogle y luego se retiró.

Sarah no obstante, sólo salió de su escondite en cuanto se hubo percatado de que se volvía a cerrar la puerta

-Lo siento, debo actuar así puesto que un rey siempre merece respeto- antes de que ella pudiera acotar algo, él se explicó, develando así la causa de su acostumbrado comportamiento. Ella por todo sólo movió la cabeza con ternura, dejándole saber que ya no lo consideraba importante y que además lo entendía.

-¿Fiesta sorpresa?- fue lo siguiente que preguntó, prefiriendo enfocarse en otra cosa. Él le sonrió ya sin enfado.

-Así es mi amor, es mejor que lo sepas con tiempo así eliges con calma el vestido de gala que prefieras lucir para deslumbrar esta noche. Tendrás todas las ayudantes que quieras, empezando por la señora Harold-

-Querrás decir Hoogle- ella le corrigió entretenida en tanto ambos volvían a acercarse –Y la verdad así como no sabía que se había vuelto tu secretario, tampoco sabía que tenía esposa- con gracia analizó

-¿En serio? ¡Qué ingenua eres!- Jareth le dijo para molestarla al igual que para coquetear con ella mientras se ocupaba de acortar de nuevo la distancia entre sus rostros hasta que sus bocas volvieran a rozarse. Sólo que ambos estaban conscientes entonces de que por lo pronto no podían excederse –Amor mío...- sin embargo él le suplicó - Por favor quédate a mi lado y ayúdame a terminar con esta espantosa soledad-

Sarah embelesada por la esperanza que veía dentro de sus ojos así como por la manera en que había comenzado a llamarle "Amor", no supo en esos momentos que responder

-Jareth, yo...-

-Está bien, no me digas nada ahora, tan sólo medítalo. Luego de la fiesta, ahí estará bien. Ahora tengo que irme mi vida. Tú ve tranquilamente a arreglarte. Nos veremos dentro de unas pocas horas-  él profirió así colocando un dulce beso en su frente, a lo que ella únicamente asintió admirando lo organizado que era aunque no lo pareciera. Un indicativo de todo el universo que aún tenía para descubrir dentro suyo y que de seguro conseguiría seguir deslumbrándola.

De tal manera, el monarca de leyendas anteriormente tan cruel y travieso al que había logrado enamorar y estaba ayudándole a cambiar, se despidió momentáneamente de su lado... sólo que reconociéndose perdida se dio cuenta al instante de su retirada cuánto comenzaba a extrañarlo.

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Continuará...

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