CAPÍTULO IV

"Sarah... ¡Sarah!"

Su bonito nombre, el cual siempre le había gustado, mencionado entre sueños por una voz femenina pero indescifrable le hizo abrir los ojos.

Después del descanso más reparador que en lo que llevaba de su vida tuviera, Sarah despertó así a un nuevo día en el subsuelo, aún sin saber a ciencia cierta qué horas eran, pues el cielo aquella vez se encontraba bañado de una diversidad de colores entre malva, violeta y oro sin que pudiera alcanzar a distinguir si se trataba de un amanecer o atardecer, tal como había notado que ocurría a veces durante su primera estancia en el lugar y que le recordaba de cierto modo a las auroras boreales. No se acordaba para entonces de lo que había soñado pero no importaba tampoco a su consideración, pues el solo hecho de volver a estar allí ya era el más bello sueño.

-¡Increíble!- exclamó conteniendo el aliento al observar el paisaje desde la vista privilegiada que ofrecía la ventana -Debemos estar en una bifurcación invisible del Universo o algo así- con alegría se dijo para sí y luego se apresuró al armario para ver si había algo con lo que vestirse para posterior bajar a explorar el castillo, pues tenía toda la intención de disfrutar cada segundo que se le permitiera estar allí como si de unas vacaciones se tratara. Y tal como lo imaginó, Jareth no le falló en cuanto el código de vestimenta al cumplirle su sueño, puesto que el ropero estaba lleno a reventar de los más variados y hermosos vestidos, elaborados con las más finas telas y todos de su talla. Había desde modelos veraniegos y vaporosos a elegantes y brillantes. Ella después de mucho mirar como si se tratase por mucho de su mejor experiencia de compra, se decidió por uno de tonalidad azul pastel estilo princesa y se recogió la mitad del cabello en la parte de atrás con un delicado lazo de seda a juego que así mismo encontró dentro de una delicada caja con decoraciones medievales encima de un tocador precioso con bordes de oro.

Quedó como una muñeca, como ella misma lo reconoció admirando su apariencia en el espejo, y aquel outfit que tanto adoró lo complementó con unas ballerinas azules con incrustaciones de pedrería que estaba segura eran zafiros, que halló en una deslumbrante zapatera al abrir la otra enorme puerta del armario. En definitiva todo perfectamente ubicado para dejar impresionada a cualquier mujer.

Como por algún radar mágico que les indicara que ya se encontraba despierta, vio entonces ingresar a un grupo de pequeñas elfas llevando un carrito de comida con los más variados manjares para desayunar que iban desde avena hasta un omelet acompañado de salchichas alemanas, junto con una diversidad de panes recién horneados, mermeladas, patés, quesos, frutas, mientras que para tomar había para elegir batidos, jugos, yogúres, leche, chocolate y el infaltable café por supuesto.

-Mejor que un desayuno continental- Sarah se dijo maravillada

Más cuando las elfas dispuestas a asistirla como damas de compañía reales (lo que le causó mucha gracia) notaron que ya estaba vestida y arreglada, se pusieron nerviosas y tristes creyendo que habían fallado en su servicio y que por ende serían despedidas.

-Lo sentimos mademoiselle, su majestad nos ordenó que no la despertáramos hasta la mitad de la mañana- se excusó la que parecía la líder de ellas. Más Sarah sorprendida y encantada de lo amables que eran se encargó de explicarles que estaba todo bien, que era ella la que había decidido levantarse temprano y que además había disfrutado como nunca al descubrir aquel ropero mágico por sí sola, y en agradecimiento además por sus atenciones les invitó a que pasaran todo ese día con ella paseando por los alrededores.

Jareth después de todo no le había prohibido nada, diciendo que era su invitada y dejándole el reino a su disposición, consideró. Así que ese primer día decidió comportarse como toda una turista y de tal forma en compañía de su nuevo grupo de amigas y de muchos más que consiguió hacer en el camino al salir del castillo, al bordear unas verdes tierras aledañas al laberinto que antes no había notado; aprendió sobre la historia, razas y costumbres que había en el reino, pasando uno de los mejores días de su vida. Un día muy divertido en resumen, en el que perdió la noción del tiempo y en el que a pesar de tener que cenar sola después y de no ver para nada a Jareth, se dio cuenta al irse a dormir exhausta que más alegría así era el único remedio que necesitaba.

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El siguiente día comenzó parecido. Solo que una vez que sus damas de compañía (a quienes en esa ocasión sí les permitió que le ayudaran a arreglarse) le dejaron como princesa en un vestido vaporoso color rosa pálido, éstas le dijeron que ese día tendría que almorzar obligatoriamente con el rey. Sarah consciente de que era lo justo y en especial en vista que por lo de la tarde anterior él no le había reclamado nada, acordó que estaría en el comedor puntual.

Así que llegada la hora y ya sin miedo de estar de nuevo frente a Jareth, habiéndose convertido su antiguo miedo de alguna forma en una especie de inexplicable emoción por verlo; de lo más feliz bajó sola a su encuentro.

Le tocó recorrer entonces varios corredores y descender por largas escaleras sin ninguna guía, todos vacíos, donde el reinante silencio era únicamente interrumpido de cuanto en cuanto por susurros del viento que parecían voces hablando en la lejanía. Sin embargo, se encogió de hombros ante aquello creyendo que quizá era parte de la magia reinante en el lugar y sin darle importancia decidió ponerse a admirar a detalle las decoraciones que encontraba al paso y que en un principio no creía existieran dentro de aquel a simple vista lúgubre palacio, así hasta conseguir llegar sin perderse al gran comedor.

Una vez allí para completar su sorpresa encontró un gran banquete servido con tapaderas de cristal para que se pudiese ver lo que había dentro de cada bandeja. Un mar de delicias terrenales, cada una mejor que otra y de todos los sabores. Sarah pudo reconocer bien todos los platos, siendo que la mayoría eran extrañamente a su gusto. Una casualidad que quizá no lo era tanto, según para sus adentros analizó.

La mesa era larga y al inicio de ella encontró una pequeña pero elegante tarjeta negra con letras cursivas, y doradas al igual que los márgenes, que rezaba: "Sírvete lo que quieras".

No habiendo entonces impedimento para empezar a comer y en vista de que no había nadie y ya habían pasado más de veinte minutos de la hora citada, no se dio tiempo a pensarlo dos veces y tomando un plato vacío y unos cubiertos, permitiéndose ya confiar en el monarca a totalidad porque su corazón se lo pedía, siguió la cordial orden allí escrita, sirviéndose un poquito de las varias presentaciones para conseguir probarlas todas.

Y casi una hora después, ya saciada luego de comer varios manjares como en servicio de buffet, Sarah agradeciendo al aire consciente de que alguien o quizá varios entes invisibles debían estarle vigilando en aquel gran salón, se levantó a proseguir con sus aventuras, decidiendo que para ello se encaminaría a recorrer la parte baja del monumental inmueble en esa ocasión, intuyendo que su sexy anfitrión debía hallarse por allí ocupado y queriendo descubrir que estaba haciendo.

Por lo tanto, luego de dar con una parte más formal en cuanto a la arquitectura del palacio y sobre todo impecable en comparación con el resto de las avejentadas estructuras, llegó hasta un gran portón de madera en el lado izquierdo de un amplio pasillo, donde notó que detrás se escuchaban voces y llevada por la curiosidad se arriesgó a fisgonear por el antiguo picaporte de la puerta.

Lo que vio allí fue algo así como una reunión de trabajo normal, en la que varios sujetos de pie alrededor de un escritorio debatían algo. Eran personas feys, tal como los que habían estado en el baile de máscaras, incluso creyó alcanzar a reconocer algunos de ellos, y cuando el grupo se despejó un poco, alcanzó a observar con claridad quien presidía la reunión cómodamente sentado. Su melena rubia alborotada le acompañaba hasta en sus eventos más importantes, pensó Sarah con ternura sin poder evitar reír.

-¡Jareth sí trabaja!- pensó además en voz alta a causa de la sorpresa, al oír que alguien mencionaba sobre los derechos de los gnomos y de algunas otras razas de habitantes de Underground.

Más sus palabras y risitas aún esbozadas sin querer fueron un error que alertó a algunos de los presentes sobre su no requerida presencia en el lugar, quienes girándose hacia la puerta mal encarados se lo dieron a conocer de inmediato a su líder.

-Al parecer esta reunión no está siendo tan privada después de todo- protestó alguien

-Me temo que su joven huésped Alteza se interesa por los temas políticos concernientes a Palacio- otro directamente le chismeó

-¡Pero estos son asuntos gubernamentales, qué falta de respeto!- un tercero se quejó

Para colmo todos se abrieron de la mesa para permitir que su jefe pudiera constatar lo que ocurría y de tal forma Sarah se encontró de frente a esa sobrecogedora e imponente mirada que era capaz de dispararle el corazón a mil por hora.

Asustada y avergonzada de ser descubierta y sobre todo por quedarle mal a Jareth siendo éste tan hospitalario con ella, se enderezó y retiró rápidamente de aquel sitio lo más veloz que le permitían sus piernas...aún a sabiendas de que con probabilidad el llamado de atención por su inoportuno comportamiento no tardaría en llegar.

Sólo paró de correr en cuanto se vio en un hermoso jardín lleno de flores aledaño al castillo, en el que no reparara antes, y al empezar a recorrerlo se dio cuenta que como todo lo relacionado a Jareth se trataba también de un laberinto.

-¡Original!- expresó con tinte sarcástico por ende, al tiempo que trataba de mostrarse lo más normal del mundo y todavía recargada de energía mientras empezaba a avanzar por entre aquellas paredes cubiertas de diversos tipos de flores. Empero de repente, como un indicativo de que todavía no se encontraba en óptimas condiciones físicas, percibió que de manera inevitable comenzaba a bajársele la presión. Un recordatorio también para sí misma de que aún en aquel territorio fantástico no debía descuidarse de las recomendaciones que le dieran los doctores.

Lo atribuyó sin embargo principalmente a su nerviosismo y a su estado de agitación debido a la inesperada carrera, por lo que agradeciendo encontrarse en el camino una banca de parque de bonito estilo barroco, tomó asiento un momento hasta conseguir serenarse de nuevo. Más el mágico cielo de diferentes colores súbitamente comenzó a tornarse de un oscuro grisáceo, y de alguna manera que no se alcanzaba a explicar, no tardó en intuir que el carácter del rey tenía que ver en todo en eso.

-¡Oh no!- se dijo alarmada en cuanto vio un rayo celeste cyan expandirse entre las nubes, pero en cuanto se levantó para volver adentro del castillo previendo una tormenta se dio cuenta horrorizada que las altas paredes de arbustos floridos habían cambiado cerrando el camino por el que llegara.

Tal como había ocurrido una vez, volvía a suceder y se reclamó en su interior el no haberlo tenido en cuenta. Se volvió entonces despacio hacia el otro lado y se encontró de cara de nuevo a uno de esos corredores interminables de pesadillas, igual o más sombrío que los que se hallaban en los inicios de la gran estructura cual fortaleza más allá de la Ciudad de los Goblins, y palideció... porque esta vez por lo visto le tocaría recorrer aquellos tétricos parajes de noche.

Las cosas allí sí comenzaron a ponerse extrañas.

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Continuará...

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