CAPÍTULO III
Después del accidente, Sarah sentía que nada en su vida volvería a ser igual. Deprimida los días y las noches le parecían a veces demasiado largos u otras demasiado cortos. Siempre estaba cansada pero se decía que debía ser normal debido al periodo de convalecencia. Así la mañana posterior a su encuentro tan especial con Jareth, en el que consiguiera hablar de nuevo con él, comenzó a sentirse no segura a ciencia cierta si la experiencia vivida había sido onírica o real.
Con todo, con una sensación de ilusión en el corazón, se acostó en su cama al anochecer esperando de una u otra forma volver a verlo, permitiéndose ahora sí experimentar libremente todas aquellas emociones reprimidas por él que se negara en el pasado.
-No te quiero olvidar- repitió para sí misma sin ya importarle que pudiera oírla, pues únicamente con su presencia en cuestión de minutos había sido capaz de volverla a hacer sentir viva, y con esa tristeza que produce el amor cuando es anhelado pero también imposible, abrazó a su almohada disponiéndose a quedarse dormida, sólo que entonces al moverla y antes de cerrar sus ojos, se percató que algo transparente salía deslizándose por encima de las sábanas. Una orbe de cristal de esas que él manejaba y que una vez le había ofrecido pero que no había podido aceptar... Un indicativo de que en sincronía también estaba pensando en ella... y sobre todo que le reiteraba su propuesta, pues era su regalo.
Sonriendo en esa ocasión lo aceptó y tomándola entre sus manos se animó a mirar en el interior.
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No supo bien si se quedó dormida o cómo fue el proceso, pero de lo siguiente que se percató fue que se encontraba acostada en un lugar diferente, en una cama mucho más cómoda, amplia y señorial que la suya. La cual cubierta de transparentes cortinas y un techo endoselado con acabados artísticos daba a entender que pertenecía a alguien muy pudiente, al igual que la inmensa habitación que alcanzaba a ver.
-¿Esto es barroco?- se preguntó con curiosidad en medio de su inicial asombro, después de incorporarse sobresaltada. El lugar olía a dulce incienso de pino y también a fragancia de hombre, entre amaderada y cítrica. Enérgica. Lo que le llevó a intuir enseguida dónde debía encontrarse. Con probabilidad en la propia recámara del rey de sus sueños -Pero qué...-
Y fue entonces cuando notó una silueta moverse cerca del lecho, en medio de la oscuridad sólo brevemente interrumpida por la luz de varios cirios encendidos en el lugar y de una enorme luna que se divisaba a través de la ventana. Una silueta que con una risa suave se aproximó a la cama, confirmándole entonces que sus suposiciones eran ciertas.
-¿Eres tú, no es así?- Sarah repitió casi las mismas palabras de la noche en que lo conociera –...Rey de los Goblins- Sólo que en esta ocasión la causa de su nerviosismo era diferente.
-Bienvenida Sarah, bienvenida de nuevo a mi reino- él no tuvo complicaciones en contestar
Ella inquieta debida a la impresión de escuchar de nuevo y sin más preámbulos su voz, se removió un poco entre las sábanas justo un instante antes de que las largas cortinas del mosquitero fueran entreabiertas entonces por el dueño del lugar.
-¡Jareth!... es decir su alteza, Rey de Underground...- dejando a un lado su expresión de asombro, saludó de inmediato con algo de timidez y sintiéndose boba, al tiempo que evitaba mirarle a la cara debido a la vergüenza de que le hiciera aparecer de repente allí y en su bata de dormir para variar, como notó. Un asomo de indignación que comenzó a formarse en su interior y que le hizo querer apartarse incomodada.
-Si me vuelves a llamar por mi nombre será mucho mejor preciosa. Pensé que ya habíamos roto el hielo- expresó sin embargo el apuesto hechicero tomando asiento frente a ella y logrando con sus acogedoras palabras que fuese olvidando de a poco el enojo y se atreviese a sostenerle la mirada. Pudiendo así Sarah volver a contemplar bien su anguloso y hermoso rostro. Quedando de verdad fascinada.
-¿Sorprendida de estar aquí?- él quiso saber, sonriendo de esa forma tan arrebatadora que era como su marca personal y Sarah sonrojada tuvo que asentir, sin poder dejar de pensar en el halago con el que le había llamado.
–Le agradezco... Te agradezco Jareth por permitirme estar de nuevo aquí... conociendo sobre mis problemas...- tomando aliento así para conducirse frente a él con esa debida familiaridad que le reclamaba, consiguió expresarse, aun como cuando en los viejos tiempos trataba de esquivarle de tanto en tanto el enigmático contacto visual. Él al notarlo, en respuesta esbozó una traviesa media sonrisa.
-De nada- correspondió, gesticulando junto a ello una galante reverencia con la cabeza que a ella todavía más le asombró, no acostumbrada a disfrutar de su lado amable –Y bien, ahora que debes estarte preguntando en el porqué apareciste aquí de esta forma, te recuerdo que fuiste tú quien lo deseaste antes de quedarte dormida. Sólo rememóralo- Jareth también se explicó y ante aquello ella no pudo argumentar nada.
-¿Pero esta es... la habitación real?- tuvo que consultar buscando maquillar su pregunta de incomodidad para que no pareciera tan directa.
-Te preocupa saber si esta es mi habitación, querrás decir- no obstante le corrigió enseguida él sin poder evitar reprimir otra sonrisa y como la vio enseguida bajar la mirada vulnerable, continuó expresándose con mayor consideración -Quizá te sientas un tanto vulnerada por la manera en que te traje de vuelta aquí, pero esta habitación es sin lugar a dudas una de las mejores del castillo y considero que te la mereces siendo mi huésped de honor. Y no, no es mi habitación. Es la recámara para huéspedes selectos si saber eso te deja más tranquila- no se complicó en explicar.
-Oh, ya veo- opinó Sarah francamente aliviada y luego de ello procuró sentarse más derecha y preocupada con decoro de que la delicada sábana de seda que la arropaba no dejara apreciar mucho el escote de su camisón, así éste no fuera muy grande, sólo que entonces Jareth para casi terminar de conseguir paralizar su corazón le llevó dulcemente una mano a la mejilla mientras proseguía hablándole bajito, como la vez en que le preguntara durante su primer encuentro si todos los actos que hiciera no habían sido generosos.
–No sabes cuánto me complace Sarah que hayas elegido refugiarte en mi territorio para escapar de tu vida cotidiana. Serás bienvenida aquí todo el tiempo que desees- y en ese instante con aquella magia que parecía correrle por las venas y vibrarle en el aura, le hizo aparecer cual mago del mundo real impresionando a niños, una bola de cristal en lugar de una moneda de detrás de su oreja izquierda, logrando robarle una pequeña sonrisa. La primera genuina en aparecer en su rostro en semanas.
Él por su parte, al darse cuenta que había conseguido su objetivo de impresionarla, comenzó una vez más a realizar sus malabarismos con el claro objetivo de entretenerla, haciendo rodar la esfera de cristal por el dorso de su mano y luego por su brazo. Aquella habilidad que se le daba tan bien y que era como un pequeño complemento de su inmensa magia.
Hizo girar así la orbe en su mano durante unos segundos más hasta colocarla a la altura de los ojos de ambos, donde ella pudo distinguir bien de tal forma una escena que se desarrollaba en el interior... La de una pareja con vestuario medieval bailando sin dejar de contemplarse con amor el uno al otro. Una escena parecida al baile que compartieran también una vez los dos.
-¿Son mis sueños?- Sarah de tal forma movida por la curiosidad se atrevió a preguntar, recordando de repente a totalidad lo último que había visto antes quedarse dormida y llegar allí -... ¿O nuestros sueños?- pluralizó, necesitando despejar esa duda que de repente también asomó a su corazón.
Al instante, antes de proferir una respuesta, fue el mítico rey quien bajó la mirada
-Mi sueño sería que quisieras quedarte de forma permanente...- confesó, disparando de inmediato los latidos de ella, que de forma inevitable de nuevo se sonrojó. Motivo por el que él con ternura procedió a buscar su mano por encima de la sábana para tomarla entre las suyas, en tanto Sarah, segura de que con claridad podía advertir su nerviosismo e inclusive escucharlo, no pudo más que cerrar los ojos concentrándose en sentir su caricia al tiempo que se percibía además bajo el escrutinio de su intensa mirada; y Jareth percibiendo el efecto que le causaba se atrevió a deslizar entonces su enguantada mano más hacia arriba, subiendo primero por su brazo y luego por su hombro y cuello hasta volver a alcanzar su mejilla, ocasionando que en el trayecto se le erizara la piel, provocándole secretos estremecimientos.
Aquello. Una pequeña y clara muestra ya sin tapujos de todo el placer que él podía brindarle si tan sólo se lo pedía. Sarah lo comprendió y al abrir de nuevo los ojos le contempló en silencio por lo mismo, asombrada. Por lo que Jareth todavía divirtiéndose, no conforme con el pequeño éxtasis que le proporcionara, le tomó la mano donde había empezado todo para llevarla hasta a sus labios, besándosela galantemente.
- ...Pero todo será por tu libre albedrío, primor- retomando el tema que dejara pendiente, esta vez lo concluyó –Ya no tienes de que preocuparte-
Algo ante lo que ella, habiendo sido víctima con anterioridad de su crueldad, no pudo más que agradecer.
-...Gracias- le repitió en un susurro sin lograr vencer del todo aún su frialdad enfrente de él, mas el rey respetando para completar su asombro sus modos de actuar, con un asentimiento de cabeza que reiteraba que dejaba por sentado todo lo platicado entre ambos, prefirió marcharse.
-Me retiraré para que duermas bien querida- con cordialidad expresó -Nos vemos cuando amanezca-
Ella sólo asintió mientras le veía levantarse, pero ni bien pudo descorrer las cortinas para desearle por su parte "buenas noches" también, él ya había desaparecido. Dejándola como de costumbre con las palabras en la boca.
"Siempre tiene que ser así" se dijo en su interior mientras se levantaba y caminaba hacia la ventana que quedara abierta, desde donde lo único que alcanzó a ver fue a un blanco búho con partes plateadas y oscuras en sus plumas elevándose hacia la luna, que allí en Underground se veía el doble de grande.
Suspirando, se quedó así en soledad apreciando la preciosa y suntuosa alcoba de huéspedes llena de acabados de estilos medievales, en tanto trataba de apaciguar el nerviosismo y las emociones que le viajaban desde el corazón a todo el cuerpo.
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Continuará...
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