VII

Dos manos se apoyan con presión en mi espalda haciendo que mi postura se encorve ligermante.

A mi vista podía percibir un vestido de ceda blanco que cae hasta un poco más arriba de mis rodillas, bastante suelto; los pies descalzos, lastimados y sucios con tierra, como si hubiera estado escapando de algo.

Mi respiración está agitada y el corazón está a punto de salirme del pecho. Mi estómago se revuelve en un gran ataque de desesperación.

Dijiste que ibas a sacarme de aquí, y ahora estás encarcelándome devuelta. Me mentiste; me prometiste que me ibas a ayudar porque deseabas con todas tus fuerzas verme libre, duela lo que te duela. Al final solamente me ataste a tu ideal de libertad. No me diste vuelo, me hiciste la jaula más grande.

Te detesto.

Puedo sentir las lágrimas recorriendo mis mejillas una tras otra, como si no fueran a acabar nunca.

Me hiciste creer que te amaba, cuando no sé cómo se siente amar —ahora puedo decir con convicción que no te amo, que me aferré a vos depositando mis ilusiones pero jamás te amé, porque no estoy segura de que el amor duelta tanto—; lo peor es que lo sabías bien. Verme huir para ser feliz jamás estuvo en tus planes.

Ahora me arden las muñecas de tanto intentar deshacerme de tu agarre, y aparte de eso creo que, aún antes de haber querido, ya me han roto el corazón. Fuiste lo único en lo que podía depositar la escasa esperanza que tenía.

"Te amo tanto que no te puedo dejar ir" —me dijiste en un sollozo.

Luego me volteaste para quedar sobre mí. Pensé que ibas a intentar convencerme de no escapar como acostumbro; que me mirarías con ternura y con el mismo semblante blando con el que me viste a la cara cuando me juraste que me ibas a sacar de esa habitación; pero tus ojos me decían que hasta aquí había llegado la mentira.

"Pero sí aún así vas a insistir en correr de mí, prefiero que seas sólo mía en mis recuerdos." —tu voz sonó descolocada. Todo mi cuerpo se erizó, podía jurar que mi alma sintió cómo todo lo que creías que era amor se desbordó, deshaciendo tu cordura. Estabas al límite, y yo, estaba entregada al destino. Nací en el caos, y era el caos el que me deparaba.

"Voy a intentar de convencerme que lo estás haciendo por compasión" —fue lo último que te dije antes de que me apuñales en el pecho. Después de eso, cargaste mi cuerpo inerte y lo estrechaste entre tus brazos, llorando entre lamentos que ahora ya no eran más que palabras vacías.

Desperté de una punzada en el corazón, creí haber estado a punto de morir.

Pero no, y ya me estaba acostumbrando, es la quinta vez en la semana. No cesan desde la otra noche. Cuando Deidara me dejó en mi habitación creí haberme quedado dormida, y muchas horas después me miré en el reflejo del pequeño espejo que guardaba, y me encontré con un rostro pálido y unas ojeras acentuadas. Al principio, me convencía a mí misma de que no eran más que pesadillas sin sentido, que iban a terminar en cualquier momento, pero a raíz de eso fueron empeorando. Eran sueños más lívidos; comencé a percibir sentimientos que no eran míos -como miedo y angustia-; los dolores eran reales, los golpes, el ardor en mis pies y mis muñecas, el calambre en mis piernas. Juro que he fallecido al menos cuatro veces en estas cuatro noches. No salgo de mi cuarto desde que comenzaron, mi aspecto es lamentable y me da pena que los demás me vean así. Todo esto está generando en mí un terrible desgaste de energía, que repercute en mi salud física. Siento como si fuera a desmayarme con tan sólo caminar hasta la cocina -aunque no tenga otra opción una vez que es madrugada, para ir buscar algo de comer y no someterme a un estado aún peor-.

Sé que no es lo correcto y que afuera se deben estar preguntando qué me ocurre, pero prefiero enfocarme en recobrar la tranquilidad antes de enfrentarme a ellos y mí misma. No puedo exponerme a más sentimientos. Cargar con lo que estoy viendo todos los días es como cargar con el pesar de muchas personas más, lo que haría que cargar con lo mío pueda revalsar el vaso.

Ya han venido a tocar mi puerta y a hablarme desde el otro lado. Ya les dije que estoy bien, pero que necesitaba un rato sola. Incluso Deidara vino a disculparse si es que la culpa de que yo no salga es de él. Pero no le afirmé ni le negué nada, simplemente hice oídos sordos. No sé si considero peor que piense eso, o que sepa lo que me está ocurriendo. En el caso de que todos se enteren, estoy segura de que no van a evitar indagar al respecto. Sasori también vino a ofrecerme una tacita de té, que dejó reposar a un lado del marco de la puerta -le estoy muy agradecida porque mi estómago me exige que lo llene con algo-. Itachi es quien más veces ha tocado y hasta se ha quedado varios minutos recostado contra la madera, hablándome sin esperar una respuesta -lo que me trajo nostalgia, ya que hacía lo mismo cuando éramos pequeños-; e incluso Konan vino para comentarme que bajo cualquier contratiempo puedo confiar en ella para lo que necesite.

Fuera de eso, la marca en mi vientre estaba comenzando a darme una leve molestia conforme pasa el tiempo aquí encerrada.

Narra Deidara

— La chica Uzumaki no sale de su habitación desde que Kisame delató a Itachi — comenta Hidan en la mesa mientras la mayoría de nosotros almorzábamos algo.

— Kisame delató a Itachi — repite Konan lentamente, analizando las palabras - ¿Delatarlo en qué? - frunce el ceño.

— Todo quedó inconcluso — acota Sasori mientras servía una infusión en su taza.

— Yo la vi fuera de su cuarto - comenta Itachi tratando de esquivar la culpa.

— Sólo sale porque si no ingiere nada va a morir desnutrida - le responde Kisame. — Creo que deberías ir a hablar con ella una vez más... ya sabes. Tener una conversación — agrega haciendo énfasis en la última palabra como si la misma tuviera un significado oculto. Revoleé los ojos ante ese comentario.

— No creo que Itachi le interese a Abby en lo más mínimo — habla Sasori demostrando convicción y alza la vista para mirarme.

El silencio se hace en la mesa y todos pasan a observarlo como si hubiera soltado una blasfemia. Incluso Konan que no tenía ni la menor idea de lo que estaba pasando lo miró alzando una ceja, como si hubiera dicho la estupidez más grande.

— ¿Qué? — bufa el pelirrojo por el peso de todas las miradas sobre él.

Kakuzu y Hidan se miran divertidos y el segundo suelta una pequeña risa reprimida - ¿En serio? - le pregunta a Sasori, quien ahora lo miraba irritado - Está claro que ella está loca por nuestro amigo - dice y posa una mano en el hombro de Itachi, que lo mira con apatía.

— Siempre lo está mirando. — acota Kakuzu.

— Y es muy graciosa cuando no puede articular palabra cuando él le habla — dice Kisame con un tono burlón. Lo peor es que todo lo que estaban diciendo era una cruel verdad. Bueno, cruel para mí. Supongo que mi contrincante lo considera una gran ventaja.

— Desconozco la situación y no confío en ustedes para representar los sentimientos de alguien más — confirma Konan encogiéndose de hombros, haciendo que varios de los que se encontraban opinando se molesten un poco por su arrogancia.

El pelirrojo los mira con disgusto y se da por aludido porque, conociéndolo bastante bien, no es una persona que disfrute de discutir. Es más, es demasiado impaciente e intolerante como para compartir una charla con alguien que no ve las cosas de la misma manera. Así que por lo general sólo se resigna y hace oídos sordos.

Yo me limito a tomar mi café y llevarme una tostada a la boca. No tenía ni idea de qué había pasado luego de la otra vez, simplemente la devolví a su habitación y nos dimos las buenas noches. Pero Abby no salió más de allí y no sólo me preocupa sinó que también hace que me sienta culpable. Estoy con un dolor de estómago asqueroso desde que ayer por la mañana fui a tocar su puerta pero ni siquiera me dirigió la palabra a través de ella.

Llevé una mano a mi frente y sentí cómo la mirada de Konan se posaba sobre mí.

— ¿Qué sucede? ¿Estás bien? — me pregunta en un tono más bajo y acercándose para no interrumpir la conversación de los demás.

— Nada, solamente me duele la cabeza — me limito a decir. Ella asiente y vuelve a la discusión que predominaba en la sala.

— No sé qué tienen en la cabeza — habla Tobi que hasta hace un momento sólo se permitía mirar de un lado a otro prestándole atención a los participantes, como si fuera un torneo de ping-pong. — Últimamente ha estado muy pegada a Deidara-senpai, ¿no creen? — comenta en un tono más alto haciendo que lo mire con rechazo. Aunque ciertamente fue el único que no dijo nada chupándole el culo al idiota del Uchiha, así que lo perdono por ser un estúpido —pero, al menos, un buen estúpido—.

A diferencia de mí, Itachi quedó pasmado en su lugar cuando escuchó el comentario de Tobi. Alzó la vista hacia él, entornando los ojos de manera amenazante, observándolo con odio. De inmediato el otro tonto se escondió detrás de mis espaldas.

— Es él — me señala con el dedo — No soy yo, es él a quien buscas, ¡sería estúpido que me hagas algo a mí cuando nunca crucé palabra con ella! ¿No? — insiste. Volteo hacia él, pero antes de que pudiera tomar medidas ante su ridículo comportamiento, Pain aparece en la sala.

Cuando Pain hacía presencia era porque estaba ocurriendo —o estaba a punto de ocurrir— algo con suficiente relevancia. Así que todos esperamos expectantes a que el líder tome asiento con ansias de saber qué dirá.

Él llega a la mesa y Konan se pone de pie y se ubica a un lado como escolta. Al cabo de unos segundos, apareció Zetsu, que era el único que faltaba.

— ¿Dónde está el nuevo miembro? — su voz era demandante y era claro que exigía la presencia de Abby. Sin embargo, también era evidente que ya estaba al tanto de la situación y que esto no era ni más ni menos que un método para que hagamos algo al respecto. ¡Increíble! Si cree que nuestro esfuerzo no es suficiente, que haga algo él. Imbécil. Cada vez que voy a mi habitación puedo sentir la impotencia de tenerla tan cerca pero no poder sacarla de ahí y pedirle explicaciones.

Itachi agachó su cabeza intentando esconder su pena, lo que me pareció ridículo. En todo caso yo soy el causante de que ella no esté aquí, no él.

¿Acaso estás orgulloso de eso, idiota? digo para mis adentros. A veces puedo llegar a ser muy irritante. Entiendo por qué el maestro Sasori a veces no me tiene la suficiente paciencia.

Luego de varios minutos de silencio y espera, Pain vuelve a hablar.

— No sé de quién es la culpa; sí habrá ocurrido algo sumamente grave o si no debería haber confiado en ustedes para que la instruyeran... — empieza a hablar y suspira para acumular la paciencia que parecía estar perdiendo — pero ni siquiera es una regla de la organización, sinó algo básico y de público conocimiento, que hay que ser responsables al momento en el que programamos una reunión. — finaliza. Todos prevalencían mudos a pesar del tono brusco y exigente con el que se dirigía a nosotros. — Entonces, ¿alguien tiene una explicación de por qué su compañera no se encuentra presente? — insiste.

— Iré a buscarla — habla Itachi desganado para retirarse de la mesa en busca de la chica aislada — Pero no te puedo prometer nada — agrega a la vez que desaparece por el pasillo.

Claro que me hubiera encantado ofrecerme a ir yo, no lo duden. Pero no puedo caer en el fracaso de ser ignorado dos veces, al menos en la misma semana. Mucho menos después de haberla besado tan repentinamente el otro día, cada vez que lo recuerdo siento un tornado de emociones en mi estómago. Al principio, no hacía más que sonreír y sonrojarme de la nada mientras hacía cualquier cosa, pero luego comencé a preguntarme... ¿y si la hice sentir incómoda? O tal vez no le gusto.

Debe ser horrible ser besado por alguien que no te gusta.

Quizás imaginó que era Itachi.

Parece que lo hago a propósito, adoro autoboicotearme. Qué genio soy.

— Va a tardar un buen rato — comento — El otro día intenté sacarla de allí y no fue un éxito precisamente. — Pain asiente como si ya lo diera por sabido.

— Mientras tanto, voy a informarlos de algo breve. — dice, acto seguido aclara la garganta — Itachi ya lo sabe. El hecho del por qué ella está acá aún cuando no le hemos asignado todavía ninguna tarea importante, es porque esconde un potencial ciego que proviene de toda una generación de personas en su clan. — explica.

— Mujeres — aclara Konan y suelta un suspiro profundo que denotaba una leve molestia.

— ¿Un potencial ciego? — repite Hidan arrugando la nariz, tratando de entender lo que Pain intentaba decirnos.

— Quiere decir que no lo tiene precisamente bajo control - le responde Konan.

— No les voy a pedir que la observen, ni mucho menos que la entrenen, aunque no me molestaría si alguno de ustedes tiene la predisposición para hacerlo. Les voy a pedir que averigüen todo lo posible acerca de sus descendientes y la historia de su familia. Hagan exclusivo énfasis en eso — hace una pausa para observarnos uno por uno lentamente — No hay otras opciones, no podemos tenerla fuera de Akatsuki para cuando llevemos a cabo el plan ya que podrían intentar ponerla en nuestra contra, lo que podría significar una gran desventaja. Pero tampoco podemos improvisar sobre la marcha. Debemos estar bien preparados.

— ¿Tan peligrosa puede llegar a ser esa niña escuálida? — pregunta Kakuzu, a lo que Pain responde asintiendo.

— Todo depende del contexto. — finaliza. Todos asienten en símbolo de aprobación. ¿La historia de Abby? Puede ser interesante.

Si tan solo me hablara.

Luego de unos minutos todos comenzaron a levantarse uno por uno, retirándose de la sala. Finalmente quedé sólo yo con mi libreta de anotaciones, intentando enfocarme en tener nuevas ideas para mis esculturas de arcilla explosiva -claramente fracasé.

El lugar siempre fue bastante absurdo y silencioso, jamás tenemos conversaciones interesantes más que cuando hablamos de misiones o grandes leyendas del mundo shinobi -lo que no estaba ocurriendo últimamente porque todo estaba en pausa-. Sin embargo, desde que Abby había llegado, el ambiente había cambiado un poco gracias a que tenemos a alguien con una nueva historia. Nadie sabía nada, pero todos estaban interesados por indagar en lo más profundo. Sé que gran parte de eso es gracias al hecho de lo raro que es que entre a Akatsuki una persona que no maneja ninguna clase de jutsu. Si tuviera que ubicarla en un lugar, a pesar de la pelea del otro día, diría que es el miembro más vulnerable.

Debo asumir que la mayor causa de la atracción que siento hacia ella no es ni más ni menos que gracias a la intriga que me da saber quién es.

Me recuerda a alguien...

— ¡Deidara-senpai! — suena desde mis espaldas aquella voz tan irritante. Volteo y lo miro con cara de pocos amigos. — ¡Itachi-san entró a la habitación de Abby! ¡Es increíble considerando que tu no has podido ni siquiera hablar con ella! — exclama para acto seguido acercarse a mí y rodearme con su brazo — Le van a robar la chica, senpai. — agrega.

— ¡Ja! — río con sarcasmo — Como si me importara... ¡como si ese idiota fuera mejor que yo! — digo intentando convencerme a mí mismo. Tobi me observó con compasión, cosa que me enfureció. — ¡¿Qué?! — bufo.

— ¿No le da intriga saber qué está pasando allí adentro? — intenta persuadirme.

¿A quién voy a engañar? Lo hizo muy bien.

Me pongo de pie para dirigirme hacia la habitación que se encuentra frente a la mía. Sin embargo, la puerta permanecía cerrada con llave como antes, sólo que esta vez se podían escuchar las voces de los dos participantes. Con cautela, apoyé uno de mis oídos en la madera fría para escuchar con mayor claridad, mientras que Tobi me admiraba ansioso de saber qué pasaba allá adentro.

Creo que estoy enamorado de escuché. Si, claro, era obvio.

Me alejé de la puerta y la admiré por varios segundos con la intención de despejar mi mente y pensar con más claridad qué medidas tomaría sin acabar haciendo una escena.

— ¿Qué va a hacer ahora, Deidara-senpai? — comenta Tobi en voz alta. Mi mirada cayó sobre él, con odio.

Imbécil.

Lo tomé por un brazo y lo metí en mi cuarto, para prevenir posibles problemas. Al cabo de unos minutos, sentí la puerta de enfrente abrirse y por la cerradura observé como estos dos se despedían. Una vez que Itachi desapareció y Abby volvió a su habitación, largué un suspiro de alivio.

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