XIV
— ¿Qué mierda estás haciendo? — bufé mientras me safaba de su amarre, y él se volteó rápidamente.
Ya había anochecido y a duras penas podía percibir sus rasgos faciales, pero estoy segura de que no está contento. Muy pocas veces he visto a Itachi actuar de manera impulsiva o insensata. Quería golpearlo, pero también estaba tan sorprendida que no sabía cómo reaccionar al respecto.
— Viniste aquí con un objetivo, Abigail. Y estoy completamente seguro de que ese objetivo no era jugar a las escondidas con un idiota — su tono no era alto, pero si era duro. Jamás nadie se había dirigido a mí de esa forma antes, y esta no sería la excepción, así fuera él.
— ¿Perdón? — mi voz salió un poco más aguda por la rabia que empezó a recorrerme en todo el cuerpo — Hice mi trabajo. Es más, no sé qué mierda de trabajo es el que me dieron. ¿Qué hago aquí? ¿Paso el rato? Es una misión absurda a la que me asignaron simplemente para que parezca que sirvo de algo — hice una pausa y lo miré esperando una respuesta que no llegaba, así que me volteé frustrada. — ¿Cuál es el verdadero motivo por el cuál me reclutaron, Itachi? ¿Lo sabes y no puedes decírmelo? ¿O ni siquiera te lo has preguntado? — agrego, esta vez más calmada.
Vuelvo a voltear para ver a la persona que había marcado severamente varios años de mi vida, y me cuestiono a mí misma si todo aquello que sentí sigue estando ahí.
Él da un paso hacia adelante, saliendo de una absurda sombra que lo cubría y exponiéndose a la leve luz de la luna. Su semblante era serio.
— Aún no puedo decírtelo — comenta acercándose cuidadosamente, ya que se percató del recelo en mi rostro — ¿Desconfías de mí? — pregunta entornando los ojos.
— No lo hago — dije sin dudarlo, reafirmando mi postura — No es que no confíe en ti.
Ambos nos mirábamos fijamente, y por un segundo creo que nuestras mentes conectaron. No necesité explicarle nada, ni él necesitó preguntarme algo. Todo quedó resumido en un gesto facial.
— No es seguro hablarlo en cualquier lado — susurró más cerca de mi oído.
— Ya nos las arreglaremos — digo con mi sonrisa cómplice más sincera.
No estábamos del todo solos.
Estuvimos varios minutos, hundidos en nuestros pensamientos quizá. En varios momentos casi me atrevo a interrumpir el silencio y preguntarle por qué divagaba tanto, pero no lo hice. Y creo que jamás podré romper ninguno de esos silencios suyos.
— ¿Por qué estabas con Deidara? — vuelve en sí y su semblante cambia automáticamente a como estaba antes. Yo doy un gran suspiro al escucharlo.
— ¿Por qué no? — pregunto indiferente, restándole importancia.
— ¿Te gusta? — insiste.
— No sé — respondo.
— Respóndeme bien — sigue insistiendo.
— Nop — respondo nuevamente.
— ¿Ya no me quieres? — pregunta. Sus palabras resonaron en mi cabeza casi causando una enorme migraña — ¿Ahora quieres a Deidara? — vuelve a insistir.
— Qué preguntas ridículas — bufé. El nerviosismo en mi rostro y mi voz era fácil de percibir, en especial para alguien que me conoce hace tantos años. Al darse cuenta de eso, pude ver una pequeña sonrisa engreída formarse en su cara. — No asumas nada, inútil — agregué, aún algo tensa.
— ¿Sabes, Abby? Tengo que decir que siempre temí pensar en ti de esta forma dado a que hace muchos años atrás eras como una hermanita para mí. — dice mientras toma asiento en el suelo. Yo repetí su acción, haciendo que quedáramos frente a frente. — Para ser sincero, detesto admitirlo ahora mismo. Así que me gustaría que hicieras como si yo... nunca... eso.
Quedé mirándolo fijamente algo aturdida.
No entendía absolutamente nada, y me perdí desde que dijo: "¿Sabes, Abby?".
Me sentía estúpida y todo me daba vueltas.
— No lo recuerdas todo, lo sabes, ¿verdad? — dijo esta vez en un tono más bajo. Lo miré entre horrorizada y sorprendida, con los ojos abiertos de par en par. Nuevamente resonaron esas palabras, causando un espantoso dolor de cabeza.
Todo alrededor me aturde.
***
Narra Deidara
Ni bien desaparecieron entre las sombras de los árboles, no me tomó ni dos segundos decidirme en ir tras ambos. Si, debo admitir que aún no puedo pensar claramente porque ni siquiera terminé de entender lo que pasó con Abby allá abajo, y es en lo único que puedo pensar y parezco un idiota, pero de ninguna manera Itachi se la va a llevar a ningún lado.
Aunque, de todas formas, sentí como alguien me sostuvo con fuerza antes de dar el primer paso.
— No te cansas de intentarlo, ¿eh? — pregunta Kisame con aires de victoria en su tono de voz. ¡Ja! Si él supiera...
— ¡Suéltame! — bufé a la vez que lo empujé con fuerza, logrando desprenderme de su agarre — Ustedes dos no saben nada... — dije para luego dar la vuelta y emprender camino a buscar a Abby.
Kisame me siguió, pero ésta vez ya no insistía en detenerme. No hizo ningún comentario al respecto, ni tampoco ninguna broma, ni tiró ninguna indirecta o lo que sea. Pero su silencio era muy extraño y me ponía bastante incómodo.
Ya habíamos recorrido una buena parte del camino y parecíamos estar cerca, y todo aquél tiempo él estuvo callado con una sonrisa irritante en su cara.
— ¿De qué te ríes? — lo miro alzando una ceja. Él sólo se limitó a encogerse de hombros sin cambiar su expresión.
No fue sinó cuestión de minutos lo que me tomó entender la situación.
Sus voces se escuchaban tan cerca que podría localizarlos fácilmente y sin necesidad de esforzarme en lo más mínimo, y yo que quería alejarla de él, casi me lanzo a correr.
Pero me detuve.
— ¡Oh! Te preocupa que haya olvidado algunas cosas — su voz sarcástica sonó por todo el lugar, por lo que pude descifrar que no estaba ni más ni menos que cruzando un par de arbustos más. Pero al oírla así, como si estuviera a punto de estallar, preferí sólo escuchar.
— Estate atento, rubia — dice Kisame y procede a darme una fuerte palmada en la espalda, como si me estuviera dando sus consolencias.
Ambos nos dedicamos a escuchar atentamente.
Aunque si hubiera sabido antes lo que iba a doler, no lo hubiera hecho.
— Es verdad, Itachi. Yo olvidé casi la mitad de mi vida. Pero para nada me olvidé de todo lo que a ti respecta — ella hablaba en un tono como de... ¿frustración? y me intrigaba saber a dónde se dirigía esa conversación — Es por eso que creo que todavía te quiero por más que haya estado años intentando no hacerlo.
— ¿Y entonces por qué te vas con él? — ésta vez, sonó la voz de Itachi. Y esa pregunta fue la que más captó mi atención.
Yo también deseo saberlo.
— No lo sé — eso fue todo lo que salió de ella.
Tal vez soy un imbécil por tener las expectativas demasiado altas a tan corto tiempo en que la conozco.
Pero no es la misma persona que pasó la noche conmigo la que está allí hablando con Itachi.
A veces, quiero guardarla en mi bolsillo.
Narra Abby
La tensión en el ambiente había comenzado a ser peor, e incluso muy molesta. No creo estar disimulándolo, y me duele el estómago de los nervios.
Quisiera que deje de mirarme tan fijo mientras me hace preguntas estúpidas.
— ¿A qué quieres llegar con todo esto? — le pregunto exhausta. Ya creo que estoy dando pena, me doy por vencida.
Me hubiera gustado que esto se haya dado de una forma distinta, más normal. Como, por ejemplo, haber tenido un padre presente que me hubiera cuidado cuando mamá murió, y que Itachi jamás haya cometido semejante genocidio. Entonces, yo habría seguido yendo a visitar a su familia; habría cenado con ellos, merendado con ellos, festejado cumpleaños con ellos —como era de costumbre cuando íbamos con mamá— y dejando que me consuelen por la pérdida de Hiro. Después de varios años, yo sería mayor y él habría roto con Izumi, entonces me aprovecharía de su amarga y penosa situación amorosa para consolarlo e insistir hasta que mi amor sea correspondido.
Si, eso hubiera sido ideal.
— ¿Por qué me niegas tanto? — su voz me saca de mis pensamientos. Lo miré confundida ante su pregunta.
¿Que lo niego? ¿Con qué cara me está diciendo esto? Qué irónico.
— Eres tú el que me negó a mí en un principio — respondí, ya sin ánimos de hablar. No veo ningún fin en esta conversación.
— Está bien — dice finalmente para luego dar un gran suspiro en señal de cansancio — Entonces, ¿puedo hacerte una última pregunta?
Vacilé varios minutos ante ello, tratando de imaginarme o intuir qué sería lo último que diría.
Lo miré fijamente, tratando de descifrar algo, cualquier cosa que me diera un indicio. Pero él no me miraba devuelta, ya que tenía su vista puesta en sus manos mientras jugaba con ellas, como si estuviera nervioso. Fue ahí cuando me di cuenta que su actitud era distinta a la de siempre, y que la conversación ya había sido demasiado larga, lo que no ocurre a menudo últimamente, a menos que sea una charla de consuelo.
Di una gran bocanada de aire, y me preparé como pude para lo próximo que venía.
— Adelante — dije haciendo un ademán con la mano, en señal de permiso.
Y de pronto pude ver una vez más aquella expresión suya que pensé que jamás en la vida iba a tener la oportunidad de contemplar una vez más.
Como si todo hubiera hecho marcha atrás.
— ¿Por qué no intentamos... algo? — dijo muy bajito, pero de manera que lo pude oír.
— ¿Cómo? —me limité a decir.
— ¿Qué? — alza su vista para verme — ¿Cómo qué?
— ¿Intentar qué? — le pregunté ingenua.
— ¿En serio no estás entendiendo?
Dolería ilusionarme con cosas que yo misma me imagino, y que son lo menos probable que vayan a pasar. Prefiero una buena explicación, pero esta situación me tiene tan consternada que no me sale hablar con claridad.
Al final, Itachi estaba por seguir, lo que creo que era una aclaración de lo que quiso decir anteriormente. Pero fue interrumpido.
— ¡Hasta que los encontramos! — escuchamos aquella voz tan conocida, y se aparece saliendo de entre unos arbustos junto a Kisame, quien no parecía muy contento por lo sucedido y hasta intuyo que intentó retenerlo sin éxito — Se han escondido muy bien, ¿acaso interrumpo algo?
— Lo siento, no pude... — dice ahora Kisame, intentando dar alguna explicación a Itachi. Yo volteé a verlo, pero su rostro se ha vuelto inexpresivo como de costumbre con la llegada de aquellos dos.
— Si, interrumpes muchas cosas. — le dice Itachi evidentemente frustrado, pero éste es ignorado por Deidara.
— ¡Abby! Qué bueno que estás bien, me preocupé bastante — actuaba de manera extraña, y de algún modo inquietante, ya que no parecía estar tranquilo.
— ¿Estás bien? — pregunté poniéndome de pie para verlo más de cerca — No parece...
— ¿Cómo no voy a estarlo? Estoy de maravilla. Gracias a ti, porque no puedo dejar de pensarte.
Todos quedamos mudos y sorprendidos ante esas palabras, aunque algunos parecían más molestos que otros. Y esos dos se miraban con furia.
— Deidara — lo llamé, lo que hizo que volteara la vista hacia mí — ¿Qué te pasa?
No sólo actuaba raro, sino que pude descubrir un poco de preocupación en su expresión. Y sus movimientos eran rápidos, como si estuviera esperando de que algo vaya a pasar.
Quizá era normal y tenía sus motivos, pero me angustiaba verlo así de todas formas.
Kisame e Itachi ahora se acercaron, y el primero le está susurra cosas al otro. Me dió cierta desconfianza por lo que ya había pasado anteriormente. Es decir, en parte es verdad que está mal lo que hice. No fue buena idea escaparme. Pero hay algunas cosas que no me terminan de cerrar...
¿Cuál sería el problema realmente?
— ¿Podemos irnos? Por favor — otra vez, sus palabras fueron rápidas. Como si se hiciera tarde para algo. Y sus ojos —que, mierda, me gustan mucho— demostraban cierta pizca de tristeza.
Si, era bastante preocupante.
Lo dudé varios segundos, pero terminé cediendo. Lo que sea que lo tenga así me intriga y quiero alejarlo lo más antes posible. Eché un vistazo a mis otros dos compañeros, quienes me observaban esperando una respuesta. No hizo falta dárselas, ya que comencé a caminar hacia el lado del pueblo y miré a Deidara para que me siga, cosa que hizo.
Me pregunto si Kisame le habrá dicho algo a Deidara que lo hizo ponerse de esta forma.
— ¡Abby! ¿No se te olvida algo? — me gritó el mismísimo Kisame, ya a unos pocos metros de distancia en los que él se había quedado atrás.
— Luego te lo pueden alcanzar, no importa — comenta el rubio a mi lado, ansioso por alejarse de ellos.
— Sal conmigo, Abby — escuchar eso me hizo parar en seco.
Fue tan repentino, y sonó tan cerca, que no me lo esperé.
Pero al parecer era la única que no se lo esperaba, porque los demás lo sabían demasiado bien.
Lo pude ver en la cara de Deidara.
Lo pude ver en la de Kisame también, incluso estando a una distancia considerable.
Hasta las hormigas en el piso lo sabían.
Pero yo no.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top