IV
Narra Deidara
Es tan raro que ver a esa chica me transmita un sentimiento tan nostálgico. Es decir, siempre he sido una persona mega sensible, —por supuesto, de lo contrario no podría considerarme a mí mismo un gran artista— pero nunca había experimentado un sentimiento tan a flor de piel. Y aún mas extraño, esa sensación la ocasiona un alguien. Una persona.
No.
Lo causa ella, nadie más que ella. Es exasperante ver su cara. Su cutis bien cuidado y sus leves ojeras, su cabello castaño oscuro cayendo desde sus hombros y balanceándose hasta llegar un poco más arriba de la cintura. Su sonrisa burlona diciéndome "¿otra vez desperdiciando el tiempo en hacer nada? Inútil". Es impresionante lo rápido que ha ganado confianza, más aún luego de haberla puesto en esa situación tan incómoda el otro día, ¿es que acaso no le molestó en lo absoluto? Quizás no sintió nada.
Cada vez que recuerdo lo imbécil que fui la otra noche pareciera que un remolino se sacude en mi estómago. Qué molesto. Esto es insoportable.
No la tolero más. Y el hecho de que como organización no estemos llevando al cabo tareas que requieran de tiempo y esfuerzo fuera de la guarida está haciendo que todos mis sentidos se vuelvan caóticos.
¿Se entiende? ¡Es desesperante!
— Buenos días — aparece desde el pasillo y me dedica una mirada somnolienta y una tierna sonrisa de recién despierta. Luego de eso se sienta a mi lado, lo que me permite percibir con demasiada facilidad su aroma natural. — ¿Qué hay para desayunar? — me pregunta con la voz aún algo ronca y deja caer su cabeza en mi hombro.
Voy a morir.
Voy a morir justo en este instante, y si es que no muero, estoy seguro de que al menos voy a volverme loco.
— ¿Estás bien? — agita una de sus manos frente a mis narices llamando mí atención.
— ¿Qué quieres comer? — pregunto.
— Wow — me observa algo perturbada y luego se levanta de su asiento. La miré bastante confundido tratando de descifrar qué es lo que intentaba hacer. Pero antes de que pudiera percatarme de algo, pude sentir sus suaves y cálidos labios sobre mi frente. — Qué raro. — comenta una vez se aleja unos centímetros, aunque aún así está más cerca de lo que puedo soportar. — Honestamente, por tu expresión y tus pintas diría que das la impresión de que tienes fiebre. E incluso pareciera que estás ardiendo. ¿Seguro que estás bien? Ni siquiera me has devuelto los buenos días.
Este podría ser el momento indicado para preguntarle qué opina acerca de lo ocurrido la otra noche, ¿no? O tal vez no pienso con claridad. ¿Qué se supone que le pregunte? "Hey Abby, ¿acaso te espanté?"
No. Imbécil. Claro que no la espantaste, de lo contrario no estaría aquí hablando contigo y siendo tan amable con ese semblante preocupado mirándome a tan sólo cinco centímetros de mi rostro.
Aunque estaría más tranquilo sabiendo que la espanté, en lugar de creer que no sintió nada después de que hice el ridículo de manera tan cursi.
Apoyo una mano en su cara y la alejo mientras escondiendo mi rostro impresentable con la otra.
— ¿Qu-
— No me gusta tener personas feas tan cerca — bromeo para sobrellevar la situación. — Soy alérgico.
— Ah, ¿de verdad? — podría decir que nunca me habían mirado de una forma tan malvada.
Abby corrió con violencia la silla que le dificultaba el espacio para llegar a mí de manera más cómoda y abrió paso para sentarse sobre mí y tomar café de mi taza descaradamente. Sus ojos brillaban con maldad. Podía ser totalmente inmadura y aún así...
— ¿Qué hacen? — aparecen en la sala Sasori y Tobi. El primero se queda mirando la escena con una mezcla de gracia y desagrado. El segundo...
— ¡Pero qué afortunado Deidara-senpai! — grita eufórico — Puede guiarme en su camino a la sabiduría, sabe. Me interesa saber cómo— no. No lo dejé finalizar y lo callé golpeándolo en la cabeza, si. Ya estoy lo suficientemente complicado.
Todavía no sale de encima mío.
Lo peor del momento es que Sasori se percata de todo.
— La tienes difícil, ¿eh, Deidara? — camina hacia la mesada para prepararse un café.
— ¿Por qué? — pregunta la señorita con una inocencia totalmente fingida y esa sonrisa burlona aún hace presencia en su lindo rostro. Es un parásito, entiende perfectamente todo.
Sasori y Tobi se dirigen a la salida y desaparecen de la sala, por lo que Abby y yo quedamos solos y a una distancia bastante escasa.
— Todavía no has desayunado — le comento con nerviosismo. Pero ella estaba absorta en sus pensamientos mientras jugaba con los bordes de mi taza y se mantenía apoyada con el codo en la mesa y su cara posada en su mano.
Doy un leve suspiro y me resigno. No es que fuera una molestia estar tan cerca de ella, podía divisar más perfectamente el aroma de su cabello y sus rasgos más pequeños.
— Sobre el otro día... — me dice. Toda mi atención recae en la chica que ahora me mira de reojo tratando de parecer desinteresada.
Pero sus pómulos se encuentran levemente enrojecidos, y yo sonrío descaradamente ante eso. Y ella alza una de sus cejas, pero acaba por restarle importancia.
— Cuando me tomaste de la mano y todo eso... — hace una pausa, parecía que estaba tratando de elegir correctamente las palabras — Quiero decir, no tienes segundas intenciones, ¿no?
?
Esta mujer está sobre mí, se adueña de mi desayuno, se hace la tonta y me pregunta si tengo segundas intenciones. Estoy casi seguro de que es a propósito.
— ¿Cuáles son tus conclusiones? — le pregunto esperando una respuesta racional. Pero su semblante se torna bastante pensativo y la espera me está poniendo más nervioso de lo que ya estoy. Así que decidí presionar las cosas un poco.
Tomo su cara entre mis manos y la acerco, hasta quedar frente con frente, mirándonos fijamente.
Pude sentir su calidez mezclándose con la mía, y estábamos tan malditamente cerca que incluso podía escuchar su respiración volviéndose pesada.
Hasta que se escucha el estruendo de la puerta siendo azotada brutalmente. Ambos saltamos del susto, pero ella acabó por ponerse de pie cuando vimos quién era la persona que había llegado.
— Perdón Abby, ¿te asusté? — la chica niega con la cabeza, esta vez con un nerviosismo auténtico.
Todo esfuerzo fue en vano.
— ¿Desayunaste algo? — le pregunta él con sumo cuidado. Ella murmura un "no aún" y dirige su mirada hacia la cocina para encaminarse hacia allá. — Déjame que te sirva algo de café — le dice y la despeina con ternura. Como si fuera un puto perro.
¿Por qué mierda ella no articula palabra?
Me levanto de mi lugar con una notable molestia y le echo un vistazo con disgusto justo en el preciso momento en el que ella me mira a mí, como si me estuviera pidiendo perdón sin decir nada.
Simplemente dejo la sala y voy derecho a mi cama.
Juro que no me hubiera resistido a besarla de ser por un par de segundos más.
Narra Abby
Deidara me toma el rostro con sus manos y me acerca lento y tortuoso cada vez más a él hasta que nuestras frentes se pegan.
Puedo sentir su aliento mezclarse con el mío, y estoy segura que la distancia que separa sus labios de los míos aún sigue acortándose de forma casi imperceptible. Pero un ruido violento hace que esa distancia aumente aún más que antes y arruina todo el progreso.
Quería asesinar a la primer persona que había pasado por eso puerta, cuando vi que...
— Perdón Abby, ¿te asusté?
Voy a matarte, imbécil. Creí que no podría haber sido peor hasta que vi tu cara seria e indistinta y dirigirte tus ojos exclusivamente a mí, y quizás —o tal vez fue mi imaginación— creí ver que me dedicaste una sonrisa casi inapreciable.
Y cuando ocurren estas cosas, sigo sin poder dirigirte una palabra, así que desee que no me hablaras más y fueras directo hacia otro lado. Pero eso no fue así.
— ¿Desayunaste algo? — me preguntó. Sentí que toda la sangre de mi cuerpo se dirigía a mi rostro e hice hasta lo imposible, con todas mis fuerzas, para evitarlo. Y a lo primero que acudí fue a mirar a Deidara para suplicarle silenciosamente que me ayudara.
Por favor, responde por mí.
Fue ahí cuando me di cuenta de la tensión en el ambiente.
Deidara miraba a su compañero con fuego en los ojos. Podría haberlo hecho volar ahí mismo si se le daba la oportunidad.
Sin embargo, Itachi no le dirigió la mirada. Es más, sus ojos en ningún momento se percataron de la presencia del rubio que hacía unos minutos atrás había estado a punto de besarme. Y, a todo esto, sería imposible que Itachi no haya visto esa escena.
No voy a mentir, me hice la estúpida huyendo a prepararme un desayuno del cual no tenía apetito. Cuando volteé a ver a Deidara, él me dedicó su cara de disgusto más grande antes de dejar la sala.
Me sentía mal. No sólo por la incomodidad que surgió ahora al final, sinó por lo que había ocurrido antes. La realidad es que todo comenzó siendo una apuesta con Hidan y Sasori luego de que comenzaran a reírse de qué tan virgen soy, y como no me creyeron cuando les negué, terminé en un aprieto ridículo.
"...— Tienes dos opciones: Deidara o Kakuzu. — me desafía Hidan señalándome con su dedo índice.
— ¿Kakuzu? — fruncí el ceño. No es que tuviera algún problema, es que temo que me mate.
— Es cierto Hidan, Kakuzu no es una buena opción — acota Sasori esta vez, pensando en su próxima jugada — ¿Pero sabes quién si es una buena opción? — sonríe con malicia y espera a que su compañero le devuelva una mirada cómplice.
— No me hagas esperar tanto.
— Uchiha Itachi."
Las decisiones que iba a tomar luego de esa conversación eran totalmente evidentes.
— Abby — llama mi atención mi compañero, que se encontraba preparándome alguna clase de infusión. Alzo la vista esperando que prosiga — ¿Estás interesada en Deidara?
Casi me da un infarto.
— Es un gran chico — digo bastante nerviosa.
— Si, pero... te interesa, ya sabes, ¿de esa manera? — continuaba indagándome aunque estaba totalmente concentrado echando azúcar al café. No me miró a la cara ni un segundo.
— El otro día miramos las estrellas juntos. Quiero decir, no lo invité pero apareció sin más. Me dijo que ya no tenía por qué estar sola — comienzo a divagar. Esta era mi penosa manera de evadir respuestas concretas. — ¿Por qué? ¿Deberías de preocuparte? ¿Hay algún motivo por el que debas estar al tanto? — y esta, mi manera de contra-atacar cuando me siento amenazada.
— ¿Tu qué crees? — me tiende la taza y yo la tomo con mis manos.
— De pronto... — golpeo el pocillo que me había entregado contra la mesada y miro a Itachi frustrada — todos están muy misteriosos. — sonrío sarcásticamente. — Pero cuando quieras decirme algo sin crear un gran enigma, puedes buscarme. De lo contrario, esperar a que tenga un buen día. Y un buen día hubiera sido hoy si no te aparecieras de la nada — finalizo.
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