II

Me encuentro comiendo algo en un bar a las afueras de la aldea Oculta de la Neblina. Hace más de una semana que estoy viajando, buscando un lugar donde quedarme. El último fue un orfanato lleno de niños —los cuales odio— en donde me ofrecí de voluntaria con tal de tener un lugar donde dormir y no estar totalmente sola.

A medida que viajas te das cuenta de lo pasajeras que son las relaciones con la gente, jamás anhelé volver a reencontrarme con alguien que haya conocido en los últimos diez años. O quizás sí, una o dos personas como mucho.

No me quejo, la hospitalidad de algunas personas es increíble, me sorprende que sean así con desconocidos. Es decir, podría ser una asesina en serie y aún así hay familias que me han hospedado en sus casas y me han dejado descansar en la misma habitación en la que duermen sus hijos. Es terriblemente imprudente pero gracias a ellos es que sigo viva.

Perdí la cuenta del tiempo que hace que no vuelvo a casa. Es que, para ser sincera, ya no es mi casa desde que estoy yo sola. Simplemente es el lugar en donde guardé las pertenencias de mamá.

No importa, estoy disfrutando de un delicioso ramen en un bar bastante decente. El lugar es sereno y está decorado con una tématica natural, dejando flores y árboles pequeños a la vista de los clientes que vienen a disfrutar de su comida.

Pero, de pronto, algo invade el silencio e interrumpe mi diálogo interior y mi bendita paz. Todos los clientes comenzaron a murmurar demasiado fuerte y, eso, mucho peor que los gritos desesperados, me irrita. Por lo que me volteo para ver cuál era el centro de la atención de todo el comedor.

— ¿Es esa organización que están intentando localizar? — escucho decir a una mujer adulta mientras yo miraba la escena.

Dos hombres encapuchados vestidos en túnica negra con nubes rojas.

— Son Akatsuki — comenta otro joven un poco atemorizado.

He perdido la cuenta de la cantidad de veces que he escuchado nombrar a "Akatsuki" desde que emprendí viaje hace unos meses. He incluso cuando paraba unos días a descansar, en todos lados estaban presentes. Se ve que estaban siendo personas relevantes en estos últimos tiempos.

Por lo pronto, pude observar que un shinobi a unos metros de mí se levanta con aires de lucha para declararle la guerra a estas dos personas, junto a otros dos ninjas que lo imitaron.

— Ustedes — el shinobi señala exasperado — ¡Los voy a matar! — grita y saca un kunai. Los dos miembros de la organización tan temida deciden sacarse la capucha para descubrir su identidad. Sin embargo, uno de los ninjas atrevidos posa la mano en el hombro del compañero que le había declarado guerra a esos dos Akatsuki.

— No creo que sea lo más conveniente, Shan. — intenta detener a su amigo con una expresión preocupada. Era claramente un ninja sensitivo. Reí por lo bajo sin poder evitarlo, era una situación bastante ridícula. Como si tres conejos quisieran hacerle frente a dos tigres.

Por supuesto que recibí la atención de los tres jóvenes que estaban haciendo el espectáculo.

— ¿Acaso estás a su favor? — me mira con desprecio y me amenaza con el kunai. Yo simplemente lo miré con indiferencia.

— ¿También pelean con mujeres que están comiendo ramen? — se burla uno de los Akatsuki con una voz masculina y rasposa, pero no lo suficientemente intimidante. Lo que si fue intimidante fue cuando dejó a la vista su increíble espada. Dirijo la mirada hacia él ya que había acotado al respecto y me levanto de mi lugar con el tazón de ramen en la mano con la intensión de retirarme.

— Perdonen, amigos. No soy payaso como para ser parte de este circo. — comento para salir del lugar y sentarme en una roca a unos metros del lugar.

Vuelvo a encontrarme con mis pensamientos.

¿Ese era...

— Uzumaki Abby — escucho desde mis espaldas.

No hay dudas. Es él. Jamás había oído una voz tan inconfundible como la suya, más que esa misma. No hay chances de que pueda ser otra persona y no sé si quiero voltearme para comprobarlo. No sé si quiero que sea, o que no sea.

Estuve varios minutos debatiendo conmigo misma si debía echar un vistazo o no mientras observaba pensativa el fondo del tazón que debía de devolver, pero a más tardar, una silueta apareció frente a mí. Así que alcé la mirada para quitar toda duda de mi cabeza.

– Uchiha Itachi – sonrío con nerviosismo – Realmente no creí que la vida nos haría coincidir nuevamente luego de tantos sucesos inesperados, ¿eh? – río aún nerviosa.

Cuando yo era pequeña y vivía en la aldea de la hoja, Hiro y Mikoto eran íntimas amigas. Por lo tanto yo era una gran amiga de Sasuke. Pero jamás lo fui de Itachi. Jamás crucé palabra con Itachi. Estaba perdidamente enamorada de él aún siendo una niña. Me cuidaba como a una hija, y yo no tenía un padre. Él era todo lo que yo necesitaba en ese momento. Es tan extraño e incómodo volverlo a ver.

Él chico se sienta a mi lado y me observa atentamente.

— Lo último que supe de ti fue que abandonaste la aldea cuando asesinaron a Hiro, lo siento. — agacha la cabeza en forma de pesar.

— Yo no supe nada de ti luego de que asesinaste a tu clan — le comento algo aturdida.

— Eso...

—  Tendrás tus razones — lo interrumpo, no quería oír explicaciones por miedo a ser decepcionada — Te conozco lo suficiente y a esta altura de mi vida prefiero dejar todo a mi imaginación antes que seguir desilusionándome por asuntos que no me conciernen.

Itachi asiente dándome la razón — Has crecido — sonríe. Me sonrojé levemente.

— No me quedó opción. — reí sarcástica.

— Hace meses te estamos buscando — comenta mientras toma una vara del suelo y empieza a juguetear con ella entre manos.

– ¿Estamos? – alcé una ceja. ¿Quién me busca? Si no me conoce ni Dios.

— Akatsuki — puse los ojos en blanco. Los únicos que faltaba que me buscaran. — También algunos shinobis tienen la orden de capturarte por ser un posible peligro luego de la muerte de tu madre, considerando que fuiste tú quien se quedó con todas sus pertenencias importantes. Y se conoce que Hiro tenía varias cosas demasiado relevantes que podrían significar un riesgo.

— Todo está aquí ahora — señalo mi cabeza con mi dedo índice.

— Si, Abby. Ese es el problema — acomoda un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja. – Necesito una respuesta rápida pero no puedo aceptar un no como decisión final. – se para en el lugar. Yo suspiro e imito su accionar.

— No tengo nada más importante que hacer. — sonrío con cierta melancolía. Él me devuelve la sonrisa.

—Te has convertido en lo que nunca hubiese querido que fueras.

En ese momento sale su compañero del bar riendo y gritando groserías a los ninjas que se encontraban dentro. Nos mira buscando una señal de que ya podíamos marcharnos e Itachi y yo asentimos al mismo tiempo en modo de aprobación para luego comenzar el viaje a una de las guaridas.

— Así que tu eres Abby — me inspecciona con cautela uno de los pocos miembros que presenciaba la guarida en el momento de mi llegada.

— ¿Cuánto crees que valga? — le pregunta uno sentado en un sofá a unos metros de nosotros.

— Va a valer tu cabeza si la tocas — escucho a Kisame decir de paso que va entrando – Porque Itachi no te tendrá piedad, Kakuzu.

Mi cabeza ya era un lío, pero aún así me iba a esmerar por prestar atención a cada conversación así luego no debería tener que socializar mucho para aprenderme los nombres de los demás. Osea que el grandote que parece un ovillo de soga se llama Kakuzu.

— Va a salirte humo se las orejas — comenta Itachi serio. Detesto a las personas que bromean con seriedad, sin embargo, podía hacer una excepción. — No te preocupes, voy a presentarte a todos una vez que vayan apareciendo.

— Soy Hidan — me extiende la mano quien anteriormente me analizaba muy de cerca — No seas tímida — insiste con impaciencia.

— Ya sabes mi nombre — estrecho su mano. Él alza una ceja y me mira burlón.

— Bastante creída la nueva — lo miro con recelo — Es broma linda, no te lo tomes muy a pecho. – me dice y me rodea con su brazo la cintura. Yo respondo con cara de asco y él me suelta ofendido.

Kakuzu se ríe de él en su lugar. – No tienes suerte, Hidan. Hablas demasiado.

— Si, Hidan. Demasiado — reafirmo lo dicho por su compañero. — ¿Dónde puedo dejar mis cosas, Itachi? – le pregunto a mi conocido el cual estaba buscando algo en un escritorio lleno de documentos.

— ¿Te animas a ir sola? Estoy algo ocupado.

— Claro — me acerco a él para recibir las indicaciones.

— Sigue el pasillo y es la quinta puerta a la derecha. No hay nada, ni siquiera una cama. Pero ya arregláremos cómo pasarás la noche, tu sólo deja tus cosas ahí.

Son diez puertas en total. Bastante separadas la una de la otra, por suerte. Porque nunca serví para la convivencia, –irónico, ¿no?– y la mía era la del final a la derecha. Sin embargo, al estar a una distancia bastante larga unas de las otras, el pasillo se volvía increíblemente largo y, en el rincón de todo, había una puerta más que captó mi curiosidad. Pero estaba harta así que no era momento.

Di con mi puerta y abrí...

la de la izquierda.

— Al final si tenía una cama — me digo a mí misma al entrar y ver una habitación medianamente decente. — Aunque es un desastre — digo al ver una montaña de acolchados y cobijas. Entonces me deshago de mi enorme bolso sobre la misma con fuerza, ya que estaba harta de cargarlo. Y fue en ese instante en el que escuche a alguien quejarse del dolor.

— En la que seas Tobi te juro que te mato — dice una voz ronca por el sueño.

De entre el montón de porquerías se levanta un chico somnoliento con un cabello rubio muchísimo más cuidado que el mío, ojos azules y brillantes y la cara de culo más grande que vi en mi vida. Él, al caer en cuenta de la situación luego de varios segundos, adquiere un semblante confuso y se refriega los ojos para volver a mirarme, para sonroja por completo.

— ¿Eres esa chica que iban a traer? — me mira absorto.

Solté un suspiro, tomé mi bolso nuevamente y salí de la habitación exhausta para dirigirme a la puerta de enfrente.

— No respondo lo obvio — dije riendo. Volteé para despedirme y el rubio de la otra sala me dedicaba una mirada de molestia por mi vaga contestación.

Podría llevarme bien con algunos de acá.

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