𝑐. chapter five.

Capítulo cinco.
❛ Dañado ❜

NOTES: Recuerden votar para que el siguiente capítulo se demore menos en ser escrito!!

Natalie observó al chico internado en la enfermería de la Torre, mientras que sus pensamientos vagaban en lo sucedido la noche anterior. Al parecer, el chico que yacía en la camilla conectado a las máquinas, había salvado la vida de Jason.

Pero en esos momentos, Conner no era una de sus tantas preocupaciones.

—Lo lamento —murmuró la pelinegra, bajando la cabeza con vergüenza. Kory, al otro lado de la camilla, levantó la mirada del desconocido para observar a la pelinegra que jugaba con sus manos—, por haberles mentido. Ir allí solos fue estúpido.

La Tamariana sonrió.

—No eres tú quien debe dar explicaciones, Natalie. Y estabas preocupada por Jason, lo entiendo.

A pesar de las palabras de Kory, la angustia de su pecho no desapareció. Y no había podido dormir, porque al llegar a la Torre, Jason había ido directamente a su habitación para permanecer allí sin hablar con nadie. Esa era la cosa que tenía a Natalie preocupada, con la cabeza ideando ideas erróneas que jugaban en su contra. Quería acompañarlo, mostrarle que no estaba solo, pero no podía hacerlo si Jason no se lo permitía. 

—¿Está estable? —Inquirió Dick, entrando a la enfermería junto a Dawn.

Con él tampoco había hablado desde lo ocurrido con Deathstroke.

—Por ahora —contestó Dawn. —Lo que sea que le dispararon, dejó algo. Algún tipo de toxina.

—Quizá deberíamos llevarlo al hospital —propuso el castaño. Natalie negó con la cabeza y se volteó a verlo.

—Tiene habilidades especiales. Creo que está más seguro aquí —sugirió, colocando un paño húmedo sobre la frente del chico. —Deberías llamar a Bruce. Él tiene conocimiento de estas cosas. Quizá sepa quién es. —Dick bajó la mirada. —Oh, y dile que tenía una camiseta con el símbolo de Superman. Solo... por si acaso.

La mirada de Dick se perdió en algún lugar, y pareció ausente por unos segundos. Natalie frunció el ceño y se dio una mirada con Kory y Dawn al notarlo tan... desconectado de la realidad.

—¿Dick? —lo llamó la morena.

—Llamaré a Bruce —se apresuró a decir el mayor, saliendo de su trance.

—¿Viste a Jason? —Quiso saber Dawn.

—Estoy en eso.

Natalie dejó el paño húmedo que antes pasaba por el rostro del chico a un lado. Les dio una mirada a las mujeres presentes y caminó a paso rápido para alcanzar a su hermano. Dick permitió que caminara a su lado en silencio, hasta que la necesidad de Natalie por establecer una conversación con él fue más grande. Necesitaba saber que ocurría en la cabeza de su hermano, saber si podía ayudarlo. 

—¿Estás bien? —Inquirió con cautela. Dick se giró a verla y forzó una sonrisa que no convenció a la chica.

—Claro.

Mentía. Pero Natalie no dijo nada al respecto, tal cual parecía, Dick no era abierto a contar cómo se sentía, y no lo culpaba. Ella alguna vez también prefirió ahogarse con sus pesares. Lidiar con las emociones no era una clase que podías tomar con Bruce Wayne, después de todo.

Llegaron a la sala de entrenamientos y de esta provino una música desconocida, muy lejos de tratarse de alguna suave melodía de The Fray. Se adentraron y la pelinegra sostuvo la respiración unos segundos al ver a Jason entrenar. Su cabello negro se encontraba húmedo por el sudor, revelando sus rizos que solía planchar desde que se puso el manto de Robin.

—¿Estás bien? —Le preguntó Dick, deteniéndose a una distancia prudente del muchacho, él podía empatizar con el deseo de permanecer solo. Y Natalie reprimió las ganas colosales de correr hasta él y darle un fuerte abrazo, cuyo propósito quizás alejar los malos recuerdos no era, sin embargo, ella solo quería que Jason entendiera que no estaba solo. Que podía romperse, no iba a juzgarlo.

—Todo bien —contestó el pelinegro, sin despegar los ojos de la bolsa de boxeo que golpeaba con violencia. 

Dick revisó la hora en su reloj de muñeca.

—Ya es muy tarde. Deberías relajarte —le sugirió. La noche había caído nuevamente.

—No me quiero relajar, estoy bien —rezongó Jason, fingiendo desinterés.

La verdad era que no había comido en todo el día, los recuerdos de aquella caída lo atormentaban, y dormir definitivamente no era un opción, porque era donde se encontraba más vulnerable y todo regresaba a él de golpe, para demostrarle que no era irrompible con aquel traje como él pensaba. Dormir era caer al abismo de malos sueños que lo acompañaban sin querer soltar su mano.

—Jason. Sufriste una caída espantosa... —dijo Natalie, llamando la atención del pelinegro que acabó los golpes para girarse a verla. Su corazón se aceleró, no por el esfuerzo que realizaba en ese momento. Había evitado a la chica Grayson durante todo el día, y tenerla en frente de nuevo le quitaba el aliento. A veces le sorprendía lo bonita que se veía todos los días.

Verla era como el rayo de sol que deslumbraba en medio de la tormenta.

—Fue alucinante. ¿Cómo se vio de tu ángulo? —Su pregunta desconcertó por completo a la chica. No podía creer que estuviera restándole importancia de esa manera. Casi muere y ahora estaba intentando usar su faceta despreocupada para cubrir sus miedos.

—Aterrador —murmuró Dick, provocando que ambos jóvenes rompieran el intenso contacto visual que mantenían.

—Qué bueno que Conner estaba ahí —ironizó Jason, enfatizando en el nombre del recién llegado. Natalie entrecerró los ojos.

—Lo siento —murmuró Dick. Jason lo ignoró. —¿Seguro estás bien? —Insistió.

—Dejen el teatro. ¿Por qué no me dicen lo que quieren decir? —Espetó el pelinegro, dejando atrás la faceta despreocupada para mostrarse irritado y a la defensiva. —Solo di que es mi maldita culpa por haber salido solo, Dick. Que fue irresponsable haber hecho que Natalie y Gar se separaran de mí.

Natalie negó con la cabeza y avanzó unos pasos, hasta que Jason le hizo una señal para que se detuviera allí. Ella tragó saliva, sintiendo un peso en el pecho.

—Jason, no fue tu culpa —se apresuró a decir. —No es lo que pensamos.

—Quiero estar solo —acotó, regresando su atención a la bolsa de boxeo. Dick se acercó a su hermana para darle un apretón en el hombro y llamar su atención. Con un movimiento de cabeza le indicó que salieran de allí.

—Descansa —se despidió Dick, esperando a que Natalie saliera primero.

Se sentía exhausta sin siquiera haber realizado algún tipo de actividad física, su estómago dolía por el hombre, pero no era capaz de pasar bocadillo alguno. Estaba preocupada por la forma en que se comportaba Jason, por como insistía en encerrarse en esa burbuja donde nadie más era capaz de entrar. Quería ayudarlo, necesitaba ayudarlo para poder estar bien nuevamente, para que en su cabeza no rondaran malos pensamientos, para que la culpa por no haberlo podido detener la dejara en paz.

La tensión en el lugar cada vez era más palpable, y el nerviosismo se apoderó del cuerpo de Natalie cuando visualizó a los tres Titanes cenando en el comedor. El asunto de Conner había prolongado la charla pendiente que tenían con los chicos, quiénes en cuanto Dick pisó el comedor con Natalie detrás de él, iniciaron sus reproches.

—¿Qué fue ese acto de Houdini? —comenzó Hank, parado a un lado de la mesa. Su mirada se dirigió al recién llegado.

—¿Qué? —inquirió DIck, dejando su chaqueta sobre la isla de la cocina. Natalie se paró a su lado.

—Con Deathstroke. ¿Ahora desaparecen sin dejar rastro?

—¿Vas solo sin nadie para negociar, Dick? —recriminó Dawn. —¿Sin apoyo? ¿Cómo fuiste tan irresponsable de arrastrar a Natalie a eso? ¿Pensaste en que Deathstroke pudo haberla capturado también? Es una niña, Dick. Es tu hermana.

—¿Podemos no hablar ahora? —Pidió el mayor, pero rápidamente suspiró para retractarse. —Me equivoqué, lo sé.

Natalie esta vez dio un paso al frente y miró a los Titanes.

—Oigan, tengo diecinueve años, creo que soy muy capaz de tomar mis propias decisiones. Yo quise ir, nadie me obligó —reconoció. Pero Hank negó con la cabeza.

—A ti jamás se te hubiera ocurrido mentirnos para salirte con la tuya, Natalie. Eso es algo que Dick haría —rezongó, dándole una mala mirada al recién nombrado. —¿Hay algo que estás ocultando, Dick? ¿Algo que ver con Deathstroke, quizás?

—No hay nada —espetó el castaño, notablemente frustrado. —Fue solo un error táctico. Yo me encargaré —dijo tomando su chaqueta para alejarse.

—¿Adónde vas? —inquirió Natalie, con el ceño fruncido.

—Volveré luego.

—¿Nos dispararon y tú te vas? —preguntó Donna, negando con la cabeza. Pero Dick ya había desaparecido.

Por la reacción que había tenido su hermano ante la pregunta de Hank, supo que mentía. Definitivamente había algo que no les estaba contando.

...

Natalie tomó una gran bocanada de aire antes de tocar la puerta de la habitación de Jason, sosteniendo entre sus manos una bandeja con comida recién sacada del microondas. La música resonaba fuerte dentro de aquellas cuatro paredes, así que maniobró para sostener la bandeja con una mano y poder tocar nuevamente la puerta con su mano libre.

En el quinto intento, Jason abrió la puerta.

—Arroz con huevo frito y jugo de naranja. Le pedí a Donna que comprara dos porciones, así podríamos cenar juntos. Ojalá hubiera preparado todo yo, pero no soy muy buena cocinando, Alfred no me dejaba acercarme demasiado a su cocina —balbuceó. Jason miró los platos de comida sobre la bandeja de madera y luego a la chica que sonreía con nerviosismo.

—No quiero ser un idiota, bonita, pero... —Natalie lo detuvo.

—Si me dejas entrar, consideraré esto como nuestra primera cita —negoció. Jason bajó la cabeza, ocultando una sonrisa. Ante las palabras de la muchacha, no pudo negarse y se hizo a un lado para dejarla pasar. —Por cierto, ¿Qué demonios estás escuchando?

—Música, claramente —se burló. —¿Crees que puedes poner algo mejor?

Ella asintió, y dejó la bandeja sobre la cama para dirigirse hacia la caja donde Jason guardaba sus vinilos y allí se concentró en buscar alguno que fuera de su agrado. Una sonrisa se formó en su rostro al ver que el chico guardaba un vinilo de The Fray, eventualmente. Por lo que no tardó en tomarlo y colocarlo. Casi de inmediato, Look after you comenzó a sonar. La pelinegra se volteó esperando encontrar alguna sonrisa burlona de Jason, pero solo lo encontró mirando por la ventana.

—Una vez tuve que bailar esto en clases de primaria. Ya sabes, esas actividades aburridas de todos los años. ¿Jay? —lo llamó al percatarse de que el chico no le prestaba atención, y que su mirada se encontraba perdida entre los edificios cercanos a la Torre. El montón de luces iluminaban la ciudad en la oscuridad, y la luna aportaba con su brillo natural.

Se paró a un lado del chico y agitó sus manos frente a su rostro. Éste reaccionó, casi asustado.

—¿Qué?

—¿Estás bien? Parecías... —se detuvo, y tomó el rostro de Jason entre sus manos. El mayor bajó la mirada, sin querer hacer contacto visual con la chica. No quería que lo viera vulnerable.

—Natalie yo... Creo que deberías irte, realmente quiero estar solo.

—Te quiero, Jason —soltó de pronto, bajando sus manos del rostro del chico. Dio un paso atrás, asustada por la reacción que podría tener. —Y me refiero a ti, a quien eres bajo el traje, bajo toda esa fachada de chico malo que se lleva el mundo por delante. Realmente lo hago. Y no quiero... —se detuvo cuando su voz se cortó. El labio inferior de Jason comenzó a temblar, sus ojos se llenaron de lágrimas. —No me alejes, ¿de acuerdo? Tuve suficiente con mi hermano.

Sin terminar de procesar las palabras dichas por Natalie, Jason se dejó llevar por el montón de emociones que sintió en aquel momento, y sin pensarlo demasiado, estampó sus labios contra los de ella, casi en desesperación, como si sus labios fueran a curar sus heridas internas, esas que escondía en lo más profundo de su corazón. Movió sus labios contra los de ella con anhelo, con amor.

Ella lo apartó, teniendo como primera intención hablar con él. Comunicarse. Jason quiso volver a besarla, pero ella la detuvo, sabiendo que solo estaba usando ese momento como distracción. Y cuando el muchacho entendió que no tenía otra alternativa, dio un paso atrás.

—Estoy dañado, Natalie. Roto de por vida. No quiero lastimarte, que mi veneno te afecte a ti —se sinceró. —Arruinar cosas es lo mío, no quiero que tu seas un efecto colateral de ello.

Natalie lo siguió hasta la cama y se sentó a su lado, con su cuerpo apuntando completamente en su dirección. Y Jason continuó.

—No es fácil ser el reemplazo de Dick, necesitaba mostrarles por qué Bruce me escogió, pero... sinceramente, ni siquiera yo sé por qué lo hizo —murmuró, con la mirada en el suelo.

—Jason, debes dejar de intentar ser Dick. Bruce te escogió para ser Robin.

—¡Oh, vamos! Todos en esta puta Torre me ven como nada más que el segundo Robin, el mal reemplazo de Dick. Y estoy seguro que Bruce hizo lo mismo. No intentes buscar un lado positivo porque no lo hay —espetó.

—Está bien, lo siento. No hablaremos más del tema si no quieres —dijo con voz suave, regalándole una pequeña sonrisa.

Jason bufó y regresó a un lado de la chica para dejar un beso en la mejilla de esta.

—Gracias, muñeca —susurró, ahora dejando más besos que acabaron por hacer reír a la menor. —Quiero que sepas algo... no dejaré que él te lastime de nuevo.

—¿Qué? —Inquirió confundida, perdiéndose en la infinidad de los iris azules de Jason.

—El Joker —Natalie se tensó. —Pagará por lo que te hizo. Si tengo la oportunidad de ir y hacerlo pagar, la tomaré, me importará una mierda lo que piense Bruce. Te juro, muñeca, que no volverá a hacerte daño.

Natalie le regaló una sonrisa forzada. Esperando que aquellas palabras no sean más que promesas del momento, porque no soportaría la idea de que él pudiera herir a Jason por su culpa. Por el momento, permitió disfrutar de las palabras del chico.

Ambos acabaron cenando entre risas y besos robados. Sin percatarse que el caos los vigilaba de cerca.

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