𝑐. chapter eight.

Capítulo ocho.
❛ Robin & Robin Girl ❜

La pareja de justicieros se encontraba agotada luego de una larga noche de patrullaje. Y en cuanto entraron a la casa, dejaron atrás aquella fachada para regresar a sus vidas como Natalie Grayson y Jason Todd. Dos chicos enamorados que disfrutaban la compañía del otro mientras se encontraban alejados de los problemas de San Francisco. Ninguno había hablado sobre lo ocurrido en la Torre de los Titanes, los dos tenían el mismo miedo de arruinar la estabilidad que tenían en esos momentos, por lo que preferían dejar el tema de lado.

Natalie soltó su cabello negro y dejó salir un suspiro cansador de sus labios antes de dejar su arco sobre la isla de la cocina y buscar algo de comer. Con el dinero que les sobró del viaje a Starling City, pudieron realizar una compra decente al menos para ese mes. Regresar a la Mansión Wayne no estaba a discusión, ya que Jason no se sentía cómodo en volver, y Natalie no quería que Bruce la interrogara o que Dick llamara para saber cómo estaba. Por otro lado, Alfred continuaba siendo cómplice de los dos chicos que no tenían idea de lo que estaban haciendo pero le aseguraban que estaban bien.

Luego de sacar la comida de la despensa, caminó hasta el microondas y la dejó allí.

Jason se asomó en la cocina ya sin su traje de Robin, solo una camiseta negra y un buzo de algodón. Sonrió al verla de brazos cruzados esperando a que la cena estuviera lista. Sin pensarlo dos veces caminó en su dirección y dejó un beso en la mejilla de la menor.

—Hola —murmuró, parándose frente a la muchacha para acariciar su mejilla con ternura, expresando un agradecimiento silencioso por tenerla allí junto a él. La menor sonrió y susurró un "Hola" antes de envolver sus brazos alrededor del cuello de Jason y dejar un beso en sus labios que removió los sentimientos del pelinegro.

—Tienes el labio roto —mencionó ella con el ceño fruncido, preocupada incluso por las mínimas cosas que pudiesen provocar algún dolor en Jason. Éste humedeció sus labios y saboreó el sabor metálico de la sangre, luego se encogió de hombros.

Cuando la comida estuvo lista, Jason se apartó y tomó dos platos junto a los utensilios mientras ella sacaba la comida del microondas. Se dirigieron al comedor y Natalie se sentó a un lado de Jason.

—Estaba pensando en tener otro traje. Ya sabes. Este tiene un murciélago en el pecho. —Jason frunció el ceño y masticó la comida.

—¿Qué tiene de malo? Eres de la familia del murciélago.

—Pero no quiero vivir siempre en la sombra de Batman, Jay. Tampoco de Robin Girl. Quiero una identidad... mía.

Había estado pensando en ello desde que dejaron San Francisco. Y anhelaba forjar su propia identidad. Estaba cansada de vivir bajo la sombra de un título que la definía solo por la relación con Batman. Necesitaba emprender un camino nuevo para descubrir quién era realmente, qué podía hacer. Quería tener su propia voz en el mundo de la justicia. Explorar nuevas habilidades, también.

—Deberías hacerlo, entonces —la apoyó Jason. Tomó la mano de Natalie y dejó un beso sobre esta. —¿Has trabajado en algo?

Ella asintió con la cabeza y se levantó para buscar algo entre el desorden qué tenían en la sala de estar. Minutos después llegó con una hoja en mano y la dejó sobre la mesa. Jason de inmediato la tomó y observó el diseño que había dibujado la chica, sorprendido.

—El problema es el color, todavía no lo defino —comentó acercando su silla a la de Jason. Éste se llevó el tenedor con los fideos a la boca mientras pensaba en algo.

—¿Rojo? —Propuso. Ella negó con la cabeza y bebió de su vaso con agua.

—No pretendo ser la copia en Gotham de Arsenal —rezongó con una sonrisa. —Sin embargo, a ti te quedaría el rojo. —Jason alzó las cejas.

—¿Qué? ¿Quieres que formemos nuestros propio grupo? —bromeó. La pelinegra soltó una risa.

—¿Tú y yo en un grupo? No, demonios. ¿Quién sería el líder? ¿Cuál sería el nombre? Ya sé: The Robins. —Jason la observó agitar sus manos como si estuviera revelando algún tipo de cartel. Una sonrisa boba se formó en su rostro. —No, ya sé. Tengo uno mejor —carraspeó, como si estuviera a punto de revelar la mejor propuesta del mundo. Jason alzó las cejas, esperando el gran impacto. —Outlaws. Por supuesto, la primera regla es no tener batirelaciones. Identidad propia, bebé.

—Ya. ¿Cuál sería mi nombre entonces? ¿Blue J? —dijo recordando la vez en que fueron en busca de Dick y se encontraron en aquel ascensor y ella le había dado unos horribles ejemplos de nombres con los cuales podía reemplazar Robin.

Natalie le dio un pequeño empujón.

—Claro que no. Es horrible.

La mirada de la menor se desplazó por todo el lugar, pensando en algún nombre que pudiera llegar a ser una buena opción. Su mirada se posó en una sudadera roja de Jason y sonrió.

Red Hood —murmuró.

—¿Red Hood? —cuestionó Jason, riendo.

—Suena bien, ¿no?

—Suena a una variante de Black Mask, muñeca. O una mezcla de Robin y Hood. Robin Hood.

Natalie cubrió su boca con ambas manos para reír.

—Podríamos irnos a Blüdhaven, seguro y ahí tendremos trabajo —continuó Jason, con la mirada puesta en el perfil de la chica que ahora miraba su plato de comida casi vacío con una sonrisa brillante en el rostro.

En un momento de silencio y plena comodidad, sus miradas se encontraron. Jason se acercó con determinación y dejó un corto beso en los labios de Natalie, pero para ninguno fue suficiente, aquel suave roce de labios no era lo que necesitaban en esos momentos. La intensidad de sus sentimientos creaba una tensión palpable entre ellos, una necesidad en sus cuerpos que no habían experimentado antes.

Jason regresó a los labios de Natalie con más rudeza y pasión, provocando un pequeño jadeo de sorpresa por parte de la menor. Ésta no tardó en seguirle el ritmo, moviendo sus labios contra los de Jason con la misma intensidad.

—Quiero esto para siempre, muñeca —susurró, apartándose de Natalie con la respiración agitada y el corazón acelerado.

Jason la miraba con veneración, la amaba más que a nada en el mundo, y se sorprendía de lo mucho que su corazón podía querer a alguien, se asustaba de amarla de esa manera: como jamás amó en su vida. Escuchó alguna vez que Bruce sería capaz de dejar el manto de Batman por Selina, y en su momento le pareció algo estúpido y débil. Jason sentía que ser Robin le daba magia, por lo que no sería capaz de dejar el manto por alguien.

No obstante, ahora lo entendía. Comprendía lo que era que alguien te revolviera el estómago, te cambiara los ideales con una sola mirada. Ahora Jason amaba, tal vez, más de lo que debería, pero no se arrepentiría jamás de lanzarse al vacío con la esperanza de encontrar en la oscuridad a Natalie para guiarlo a la luz.

La cuestión era, ¿Natalie haría lo mismo por él? ¿Sería ella capaz de saltar a la oscuridad con él?

A la mañana siguiente, luego de salir de la ducha, Natalie caminaba por los pasillos de la casa hasta encontrarse a Jason en la cocina. Una sonrisa se formó en su rostro cuando los recuerdos de la noche anterior vinieron a su cabeza.

—¿Qué preparas? —le preguntó sonriente. Jason levantó la mirada.

—Tu futuro.

Natalie alzó las cejas y se acercó al muchacho para ver lo que tenía sobre la mesa.

—¿Mi futuro son salchichas con cebolla, col y... queso? —cuestionó tomando un col para comerlo. Jason negó con la cabeza, sus ojos mantenían un brillo que, a pesar de las veces en que se encontraban en situaciones como esas, no había visto jamás.

—No, no, no, muñeca. Tu futuro soy yo preparándote el desayuno, almuerzo y cena.

—Bueno, muchas gra...—Jason la detuvo cuando estuvo a punto de tomar de lo que había en la mesa. Su ceño se frunció y observó al chico rodear la isla de la cocina para tomar la bandeja y detenerse frente a ella.

—Quiero preguntarte algo primero. Natalie Grayson, ¿Te gustaría... probar mis hot dogs orgánicos, de pastura, y libre de hormonas?

Ella rió al verlo arrodillarse. Negando con la cabeza tomó un hot dog y le dio un mordisco, saboreando la comida bajo la atenta mirada del pelinegro.

—Está delicioso, Jay —confesó.

De pronto, el teléfono de Natalie comenzó a sonar en sus bolsillos. Le entregó el hot dog a Jason y éste le dio una mordida, sacándole una sonrisa a la menor. No obstante, cuando tomó su teléfono y observó la pantalla, se tensó de pies a cabeza.

Luego de haberse ido de San Francisco, Natalie había mantenido contacto con Gar. El chico simplemente le preguntaba cómo estaba y si necesitaba algo, ella contestaba que se encontraban bien, y luego la comunicación se cortaba hasta el otro día. También Dick le había enviado un par de mensajes que ella prefirió no contestar, por supuesto, una vez le dijo que estaban bien y que no se preocupara. Pero entonces, repentinamente, los mensajes de ambos chicos se detuvieron. Hasta que la noche anterior, un mensaje de Donna llegó al teléfono de Jason diciéndoles que los Titanes los necesitaban.

Y ahora, tenía mensajes de Rachel. Quién también le decía que necesitaban ayuda. Aquello la preocupaba. La forma repentina en que Dick y Gar dejaron de enviarle mensajes le causaba un mal presentimiento.

—¿Qué? ¿Es Roy? —quiso saber el pelinegro, dejando la bandeja a un lado, ahora su ceño estaba fruncido. No había sido difícil notar lo tensa que se había puesto.

—Es Rachel. Dice que Gar está en problemas, que nos necesitan a todos —murmuró, leyendo los mensajes.

Jason soltó una risa sin gracia.

—No, al carajo. Los Titanes pueden arreglárselas solos. No aceptaron nuestra ayuda antes. —Se encogió de hombros, restándole importancia.

Natalie frunció el ceño.

—Nos necesitan ahora —dijo ella con firmeza. El mayor negó con la cabeza, y su mirada se perdió en algún lugar.

—Debe ser Dick que quiere manipularnos. Como una especie de prueba.

—No creo que Dick juegue con la vida de Gar, Jason.

—Creo que ambos sabemos lo mentiroso que puede llegar a ser, ¿o no? —Su insinuación hizo que Natalie bajara la cabeza. —Oye, muñeca. Olvidémonos de esta mierda. Desayunaremos y vamos a dar una vuelta. Te lo aseguro, ellos están bien, solo es Dick que quiere joder con nuestra estabilidad.

Natalie negó con la cabeza y suspiró. Sabía que confesarle a Jason qué había mantenido contacto con Dick iba a causar un daño en su orgullo y lo más probable es que finalice en una discusión que se estaba ahorrando desde entonces, pero mentirle no era una opción. Quería estar bien con él, ir a San Francisco y luego regresar para continuar finalmente con su vida en paz.

—Jason, no tengo idea de lo que pasó en la azotea el día en que nos vinimos, pero Dick está preocupado por ti —declaró, acercándose al chico. Éste negó con la cabeza y rió.

—¿Qué, son amigos de Facebook ahora? —bromeó, pero el silencio de Natalie lo hizo fruncir el ceño. Encendió todas sus alarmas y le hizo entender lo que estaba ocurriendo. Por inercia, dio un paso atrás. —Dijimos "No más Titanes" —le recordó. —Pero estuviste hablando con Dick.

Natalie bajó la mirada, y sintió el pecho apretarse del dolor. Un horrible sentimiento de culpa la invadió.

—Sí —admitió. —Y con Gar. Pero repentinamente dejaron de enviarme mensajes y...

—¿Por qué estás aquí? —preguntó de pronto, a la defensiva. —Dick te lo dijo, ¿no es así? Te contó lo que ocurrió en la azotea.

Ella negó con la cabeza he intentó acercarse a Jason. Él se mantuvo estático en su lugar, de brazos cruzados y el ceño fruncido. Sus ojos azules brillosos por las lágrimas que comenzaban a acumularse. Estaba herido.

—Dick no me dijo nada, Jay. Él solo...

—Qué estúpido fui... —murmuró, negando con la cabeza. —¿Planeaste todo esto con él? ¿Qué te dijo, huh? ¿Te pidió que vinieras a cuidar al idiota inestable? ¿Acostarte conmigo era parte del puto plan?

Natalie miró fijamente a Jason, sus ojos cargados de dolor y molestia. Estaba sacando conclusiones estúpidas basadas en las inseguridades que tenía, y quería alejarla sin siquiera darle la oportunidad de explicarle las cosas. Le dolió, porque sabía que si Jason pensaba eso, entonces jamás iba a perdonarla, incluso si nada de lo que decía fuese verdad. En su cabeza se encontraba ya instalada la imagen de una traición.

Y estaba en su derecho, tal vez.

—Dick no tiene nada que ver, Jay. Estoy aquí porque te quiero —expresó, intentando disipar los malos entendidos.

Jason rió nuevamente.

—Discúlpame si no te lo creo, pero eres una Grayson, después de todo.

Sus palabras ardieron en su corazón. Las lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas al igual como ocurría con Jason.

—¡Te di todo, Natalie! ¡Te conté todos mis secretos! —Ella se exaltó, y un nudo se formó en su garganta, no era capaz de pronunciar palabra alguna, demasiado consternada por la forma en que Jason le gritaba.

Se limpió las lágrimas he hizo un fallido intento por acercarse a él, pero cuando sus manos tocaron su cuerpo, él se apartó, rompiéndole el corazón en mil pedazos.

—Cometí un error, lo sé. Y eso te hizo daño. Lo lamento, Jay. No volverá a pasar. Solo necesito que hablemos...

—Vete a la mierda. Eres una maldita mentirosa, igual que Dick. Me usaste, ¿para qué, huh? ¿Qué querías probar con esto? ¿Qué puedes estar a la altura de Dick? ¿Querías que viera lo bien que puedes cuidar de quienes están rotos y así, quizás, te daría la atención que has estado buscando de él por años?

Natalie se mantuvo en su lugar, recibiendo el impacto de las afiladas palabras que le decía Jason.

—Me lastimaste, muñeca. Y, seamos honestos. Esto iba a ocurrir tarde o temprano, porque nunca podría haber llegado a ser tu prioridad. Siempre saldrás corriendo detrás de Dick. No importa cuanto daño te haga, cuántas veces te mienta, irás a salvarle el trasero cada puta vez que te lo pida —murmuró con la voz rota.

—Jay...

—Terminamos —dijo esta vez con firmeza, incluso la ira se notaba cargada en esa frase.

Ambos quedaron sumidos en un incómodo silencio, las palabras no dichas resonando entre ellos. Jason se alejó con pesar, dejando atrás una relación que, aunque llena de emociones intensas, se desvaneció entre la desconfianza y la necesidad de seguir adelante. Las palabras de Jason resonaron en la habitación, dejando cicatrices emocionales mientras se enfrentaban a la dolorosa realidad de un amor perdido.

Natalie permitió que las lágrimas bajaran por sus mejillas como gotas de agua caliente, derramándose sobre la suavidad de su piel, marcando un camino de dolor que seguramente iba a permanecer por un largo tiempo.

Verlo salir por la puerta fue el broche de aquella ruptura. El final desgarrador que acababa con la relación de Natalie Grayson y Jason Todd.

Ninguno esperaba que aquella fuese la última vez que podrían reconocerse como Robin y Robin Girl.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top