𝑐. chapter twelve. (FINAL)
Capítulo doce.
"Bajo la capucha roja"
Natalie se sentía desorientada, su corazón latía con fuerza y, aunque quisiera cojear por la herida que tenía en su pierna, no debía hacerlo, porque no sentía dolor, no sentía nada en general. Sus manos estaban sobre su pecho, dónde la bala que provino de aquella arma en manos de Jason acabó con su vida, pero allí no había sangre, no había dolor... Se sentía como un alma rondando en algún lugar entre la vida y la muerte. Estaba en la línea intermedia de sus decisiones y las consecuencias. Perdida en un lugar donde el silencio reinaba. Cuando miró a su alrededor, solo pudo deducir que estaba en una cueva, cuya única salida estaba bañada por una luz blanca brillante que parecía prometer las respuestas a todas sus preguntas. Por lo que decidió avanzar con cautela, sus pasos resonaban en el vacío de aquella cueva. Se dejó llevar por la curiosidad y la intensidad llamativa de aquella luz que la obligó a entrecerrar los ojos mientras se adentraba en ella.
En cuánto logró atravesar la luz, sintió un fuerte dolor en su pierna, el mismo dolor agudo que le provocó el impacto de la flecha de Roy. Bajó la mirada y, para su sorpresa, se encontró lastimada, había un pequeño charco de sangre que se formó debido a la herida. Una brisa fría agitó sus cabellos... ¿castaños? Parecía que el tiempo había pasado y ya no tenía el tinte negro. Cuando las preguntas estaban por desarrollarse en su cabeza nuevamente, levantó la mirada para encontrarse con la imagen de un paisaje casi desierto, si no fuera por la gran carpa que estaba a unos cuantos metros de distancia.
Su corazón se aceleró y la angustia llenó su pecho al leer el cartel iluminado en la entrada del circo. ¿Cómo era posible?
—El Circo Haly... —susurró para ella misma, teniendo que tomar una bocanada de aire antes de comenzar su caminata para llegar a el. Había perdido sus colores, teniendo solo matices grises que la pusieron triste, como si se estuviera mezclando con la nostalgia que representaba el circo, la historia que había dentro de aquella carpa.
Se encontró frente a la entrada con las manos temblorosas y la respiración entrecortada, sin embargo, siguió adelante, avanzó paso tras paso hasta que por primera vez en su vida pudo observar el circo por cuenta propia, y no era capaz de soportarlo. Las gradas se extendían vacías, como si estuvieran esperando su presencia solitaria. En el escenario, los focos iluminaban a unos trapecistas que realizaban acrobacias deslumbrantes, volando por el aire con sonrisas en el rostro. Lo que dejó a Natalie sin aliento fue ver a los artistas: los Grayson Voladores. Reconoció a su padre, a su madre y a su hermano Dick, realizando el espectáculo con una habilidad que parecía desafiar a la misma gravedad. Su corazón se llenó con una mezcla de alegría y dolor al verlos, recordando con intensidad el amor y la pérdida que había experimentado la vez que observó el vídeo de su presentación por primera vez.
Ella se acercó, con las lágrimas rodando por sus mejillas mientras observaba el espectáculo con veneración, deseando con todo su ser poder abrazarlos una vez más. Pero lo que hizo fue sentarse en una de las gradas, admirando lo que ocurría en el escenario, solo para ella, estaban volando en el aire, realizando acrobacias que solo ella estaba viendo en ese momento.
¿Estaba viva? ¿Estaba muerta?
No le importaba ahora.
—Son buenos, ¿verdad? —a su lado, la voz de Dick se escuchó fuerte y clara. Ella sonrió, girándose para verlo y darle un suave asentimiento de cabeza. Él mantuvo su vista en el escenario, y el control remoto que estaba en su mano derecha le llamó la atención, así que redireccionó su mirada y ahora, dónde anteriormente estaban sus padres y el mismo Dick actuando en vivo, se transformó en un simple video que se proyectaba desde las gradas más altas. Ella no le dio importancia y continúo mirando el vídeo, con una sonrisa en el rostro y la mano de Dick acariciando la suya.
—Los mejores —murmuró, y Dick soltó una risa nasal. Ambos se vieron a los ojos por breves segundos. —¿Por qué me muestras esto? —preguntó saboreando una lágrima. Dick levantó su mano y apartó con su pulgar una que estaba por caer por sus barbilla, luego le regaló una sonrisa triste.
—Porque aquí empezó todo tu dolor —contestó—. Y debes sanarlo, Natalie, curar tus heridas si quieres volver.
Aquello la hizo fruncir el ceño. ¿Volver? ¿Volver a dónde? Por más que le causara tristeza este lugar, no podía quejarse, no teniendo con ella la imagen de sus padres actuando frente a sus ojos. ¿Qué otro lugar podría obsequiarle aquello?
—¿Volver? —inquirió confundida. Dick asintió con la cabeza y suspiró.
—La muerte de nuestros padres es un dolor que a toda costa has querido igualar con el mío, pero nunca lo harás, hermana, porque tú no pudiste conocerlos como yo lo hice, tú no sentiste como su amor era arrebatado de ti por una muerte injusta —comenzó. Y sus palabras estaban perforando el corazón de Natalie, pero a pesar de lo crudas que se escuchaban en sus oídos, la voz de Dick no ejercía más que un tono suave y su mirada era sincera. No tenía intenciones de lastimarla. —No tienes que exponerte a situaciones que puedan dejarte con ese daño psicológico. No tienes que ser Robin para saber cómo me sentí yo.
Natalie tragó saliva. Sintió un escalofrío bajar por su espina dorsal cuando observó en el escenario la viva imagen de sus padres nuevamente, saltando de un trapecio a otro. Algo no estaba bien. No había una red de seguridad que les garantizaba salir vivos de allí.
—Tenemos que ayudarlos, la cuerda... —dijo con desesperación, pero no podía moverse de su asiento. Dick la sostuvo de los hombros con fuerza, y la obligó a mirarlo a los ojos.
—No es tu culpa, Natalie, que Rachel pueda entender lo que es perder a una madre frente a tus ojos, no puedes evitar que ella comprenda mi dolor —las lágrimas comenzaron a bajar por las mejillas de la castaña—. Tú eres mi hermana, tú llevas mi sangre en tus venas.
—¡La cuerda se va a romper, Dick! —gritó, su labio inferior temblando, tenía el corazón desenfrenado.
—Tienes que dejarlo ir. No tenemos mucho tiempo.
Nuevamente, un dolor punzante le perforó la pierna, y Dick abrió los ojos con sorpresa al ver el charco de sangre de nuevo. La herida era más profunda, justo como la recordaba, el dolor era intenso, casi insoportable, pero ella se levantó, ignorando los llamados desesperados de Dick. Sentía que a cada paso que daba, su pierna se desgarraba un poco más. Pero necesitaba seguir adelante, anhelaba llegar a tiempo. Salvarlos.
—¡Mamá, papá! ¡La cuerda! —les gritó, su garganta dolió por el esfuerzo. Ellos no lograban escuchar sus gritos, sus súplicas, como si aquello fuese a provocar alguna diferencia en lo que ya estaba escrito en el destino de los Grayson. Pensó que podría tomar el lápiz y reescribir la profecía, curar esa herida que quemaba en su corazón y la atormentó toda su vida.
La cuerda se cortó, y su madre y padre cayeron al suelo para tomar la mano de la muerte. Cayó de rodillas, con las lágrimas mojando sus mejillas frías. Frente a ella tenía el cuerpo sin vida de su madre, y no pudo ver su rostro, no pudo reconocer a la mujer que le dio la vida, y aún así, la tomó entre sus brazos para aferrarla a su pecho, mientras lloraba desconsoladamente. No entendía que estaba ocurriendo, porque estaba viviendo todo de nuevo. Era un circulo de dolor que la azotaba una y otra vez.
La pesadilla fue peor cuando al alejar el cuerpo de su madre, no era ella quién estaba entre sus brazos. El traje de Robin tenía la R partida en pedazos, y cuando miró su rostro, cuando vio sus ojos fríos y el antifaz roto, soltó un grito desgarrador, alejándose del cuerpo de Jason como si este quemase en sus brazos. Detrás de ella se escuchó una risa, fría, fuerte y maniática. Se burlaba de su dolor, se alimentaba con cada pieza de su corazón roto. Natalie se arrastró hacia atrás. ¿Cuándo iba ha alejarse de él? ¿Cuándo dejaría de sentir que el aire desaparecía de sus pulmones cada vez que siquiera era nombrado?
—¿Ya no es tan bonito con el rostro partido en dos, huh, pequeña Robin? —su voz le provocó náuseas.
—¿Qué le hiciste? —preguntó con la voz rota, cargada de ira y dolor. Miró el cuerpo de Jason y luego a la figura que salía de las sombras.
El Joker rió y limpió la palanca entre sus manos. Sus guantes verdes se mancharon con la sangre carmesí de Jason.
—Un par de ajustes, no te preocupes, el chico quedará como nuevo en el pozo de Lázaro. ¡Ah, vamos! Tenía que divertirme un poco. ¿No quieres que retomemos nuestra cita?
Ira. Eso fue lo que sintió luego.
Se levantó y se abalanzó sobre el Joker, proporcionándole un fuerte golpe en el rostro que lo obligó a dar un pasos atrás. Pero no fue suficiente para que mostrara algún miedo. Este soltó una risa y, de un momento a otro, golpeó a Natalie con la palanca en sus manos. Ella cayó de rodillas al suelo, con su nariz sangrando y palpitando por el golpe que se le fue proporcionado sin piedad.
—¿No te dijo Dickie que debías superarlo para poder regresar, muñeca? —una voz distorsionada reemplazó la fría del Joker, y Natalie se tensó. —No te culparía, sin embargo, si no quisieras hacerlo. Puede que no sea un pensamiento popular, pero no todo el mundo quiere estar vivo.
El apodo que salió de aquella voz la hizo girarse a ver el cuerpo de Jason de inmediato, pero ya no estaba allí. Entonces levantó la cabeza y un hombre con un traje negro y una chaqueta roja, a quién no podía verle el rostro porque llevaba un casco del mismo color, le apuntaba con un arma directo al pecho.
Natalie entreabrió los labios.
—¿Quién eres? —preguntó en un murmullo, pasando su mirada temerosa por el cuerpo del sujeto. Él ladeó la cabeza y avanzó un paso para hincarse frente a ella.
—Te diré lo que ocurrirá —dijo ignorando su pregunta—: algunos van a llorar, otros se sentirán culpables. Yo, por ejemplo, sentiré que el corazón se me desgarra cada día de mi vida, y viviré con la culpa de haber asesinado al amor de mi vida. —Sus palabras descolocaron a Natalie, y las imágenes de una plaza y la figura de Dick en un traje azul pasaron por su cabeza mientras lo escuchaba hablar. —Voy a querer meterme un tiro por la cabeza cada mañana, y voy a repudiar el traje que descansará en algún lugar de tu viejo departamento. Me retiraré y seré un miserable a tiempo completo. Pero, si decides volver, lo más probable es que desde ese momento, también tenga miedo de mirarte a los ojos, porque yo fui el responsable de que algo se rompiera entre nosotros, y no importa cuánto te ame, ni cuánto tú me ames a mí, no vamos a poder estar juntos de nuevo, pero sentiré un poco menos de dolor si estás viva. Entonces, muñeca, ¿Qué prefieres?
Cómo si no quisiera realmente una respuesta a su pregunta, la figura de aquel hombre se levantó y la apuntó de nuevo con su arma. Ella no supo que responder, su mente quedó en blanco, privada de algún pensamiento o recuerdo que le diera una mano para tomar esa decisión.
—Demasiado lenta.
Y disparó. Sin darle más tiempo, sin dejarla pensar con claridad. Él simplemente apretó el gatillo y la bala se incrustó en su pecho. La tortura no fue suficiente ante él, porque lo que hizo después fue quitarse el casco y mostrarle a Natalie que quién le estaba arrebatando la vida, era nadie menos que Jason Todd. Un detalle en particular llamó su atención: el mechón blanco que se mezclaba con el negro azabache. Se sintió traicionada por el chico que amaba, herida más allá de algo físico.
Detrás de ella, unos brazos la tomaron para impedir que su cabeza se golpeara contra el suelo. Era Dick.
—Lo lamento, Natalie —susurró, cerrando los ojos. —No tuve que haberte dejado. Lo siento.
Natalie soltó una pequeña risa y cerró los ojos, respirando con dificultad. Le parecía imposible la forma en que esas palabras lograron funcionar como pegamento para que las piezas de su corazón se unieran nuevamente, irónico y estúpido.
O, simplemente, eso fue lo que siempre necesitó. Dick tenía la mirada puesta en sus ojos, sus manos le brindaban caricias en su brazo, intentando tranquilizar el dolor que por un segundo le causó esa bala. Estaba pidiendo disculpas de forma genuina. Y tuvo la sensación de haberlas escuchado antes, pero ahora se sentían diferentes.
Mantuvo los ojos cerrados, y en su mente algo se removió. Entonces lo supo.
Rachel.
Natalie sintió que el aire se iba de sus pulmones, desesperadamente tomó una bocanada para recuperarlo. Al abrir sus ojos, estaba allí, en medio de la mansión Wayne. Lo primero que vio fue la figura de su hermano, caminando de un lado a otro, hasta que la vio reaccionar y sin pensarlo dos veces, tomó a Natalie y le dio un fuerte abrazo. Ella comenzó a sollozar, agobiada, débil por la reciente experiencia. De algún modo, también feliz de estar de vuelta, a pesar de conocer las consecuencias de ello.
—Oh, Dios mío, ¡funcionó! —exclamó Gar, uniéndose a ese abrazo, dónde también participó Conner Kent y Rachel Roth, todos con una sonrisa en el rostro.
Natalie Grayson estaba viva.
Ponerse al día luego de haber estado muerta por horas, era algo que ni en sus pesadillas Natalie imaginó tener que pasar. De vez en cuando, su mano acariciaba su pecho, con el miedo de estar imaginando su regreso y que, al tocar aquella zona, sus manos se mancharían con sangre, y la cruel verdad la azotaría de golpe. Sus pensamientos eran confusos y su visión se nublaba. Pero estaba bien, con sentimientos encontrados y, aparentemente un par de secuelas, pero bien. Estaba en casa. No podía recordar mucho de lo ocurrido antes de su muerte, agregando más lagunas mentales de las que ya de por sí tenía. Por otro lado, recuerda el dolor provocado por ese impacto, y como poco a poco su esperanza de vida se alejaba de su alcance. Recordaba el rostro de pánico que tenía Jason.
Aunque su corazón le exigiera a gritos verlo, no podía. No precisamente porque él apretó el gatillo. El hecho de que estuviera dispuesto a asesinar a Dick, le impedía hacerlo. Después de todo, tal vez, ella no lograba entender a Jason para nada.
Dick Grayson la esperaba afirmado sobre el marco de la puerta, con los brazos cruzados y la mirada puesta en cada movimiento que realizaba. La pelinegra terminaba de empacar sus cosas con lentitud, todavía sintiéndose un poco mareada.
—Todavía estás a tiempo de cambiar de opinión. Dejaré el traje por un tiempo, puedo cuidarte hasta que estés mejor —declaró Dick, avanzando unos pasos hacia su hermana. Su cabello negro estaba húmedo tras haber salido de la ducha hace un par de minutos, llevaba un suéter morado con unos jeans de mezclilla rotos en las rodillas. Se veía muy bonita.
Natalie le regaló una pequeña sonrisa y negó con la cabeza. No podía aceptar lo que proponía si quería seguir adelante por cuenta propia. Y mucho menos permitirá que su hermano detenga su vida por ella.
—Ya te lo dije, Gotham necesita a Nightwing, a los Titanes. Últimamente Bruce va y viene —bromeó, ganándose una sonrisa por parte del castaño.
Dick le había contado que Jason y Roy trabajaron juntos para recuperar la mansión, mientras que Rachel, Starfire y Blackfire, se encargaron de llevar el pozo de Lázaro a la ciudad para revivir a las personas que murieron por las bombas que detonó Jonathan. «Lluvia púrpura», le dijo Dick. Y le causó un poco de gracia que le haya puesto así luego de que ella estuviera dentro de aquel pozo que la regresó a la vida. También le contó que Bruce había regresado. Y para sorpresa de Natalie, también lo hizo la chica que acababa de tocar la pared tres veces antes de adentrarse a la habitación.
Donna Troy.
—¿Todo bien? —inquirió, dándole un leve asentimiento de cabeza a Dick antes de acercarse a Natalie y darle un fuerte abrazo. —¿Cómo te sientes?
—Como si un pozo sucio me hubiera devuelto a la vida —suspiró con falsa tristeza. Donna chasqueó la lengua y le revolvió el cabello. —Espera, yo tengo una explicación, ¿Cuál es la tuya? —se cruzó de brazos, mirando expectante a la amazona. Ella apretó los labios y ladeó ligeramente la cabeza.
—Es una larga historia. Por cierto —miró a Dick— felicidades.
—¿Por qué? —inquirió el castaño, alzando ambas cejas.
—Por encontrar a Nightwing.
Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de Dick. A Natalie casi le brillaban los ojos al verlos allí junto a ella, como una vieja tarde en la mansión años atrás, a diferencia de que su relación con Dick no era tan deplorable como en ese entonces. Y ambas volvían de la muerte, debía agregar. Seguro estarían riéndose de esto años después, ahora todavía había mucho que procesar.
—¿Estás lista? —La voz de Roy llamó la atención de los presentes, y todos se giraron a verlo. Natalie notó que Donna se tensó ante la presencia del castaño, y Roy apartó la mirada para carraspear y darle un asentimiento de cabeza a Dick como saludo. Eso si que era una sorpresa.
Los hermanos Grayson fruncieron el ceño y se dieron una mirada.
—Si... —Natalie tomó su maleta y entrecerró los ojos. —Oigan, ¿ustedes dos...? —no pudo finalizar de formular su pregunta, debido a que Roy caminó hasta ella y tomó su maleta de forma brusca para cargarla el mismo, impidiéndole que saciara su curiosidad.
—Ya, vámonos —le ordenó con voz dura. Cuando Roy abandonó la habitación, fue Donna Troy la que recibió las miradas expectante de los hermanos Grayson. Sin embargo, cuando Natalie estaba a punto de volver ha hablar, la amazona también resopló y salió detrás de Roy.
—Vas a tener que explicarme esto, Donna —se burló Dick, saliendo junto a su amiga.
—¡Yo también quiero saber! —exclamó Natalie, quedándose atrás para buscar el bolso que tenía dentro del armario. —¿Dónde diablos dejé mi teléfono? —gruñó, observando toda la habitación para encontrar el aparato, sin embargo, al tocar el bolsillo trasero de su pantalón lo sintió allí. Suspiró y se puso el bolso sobre el hombro. Le dio una última mirada a la habitación y tragó saliva.
Todavía no se iba de Gotham y ya comenzaba ha sentir la nostalgia de dejar atrás la ciudad. Pero sabía que lo mejor era alejarse por un tiempo, y Star City siempre supo cómo acogerla y hacerla sentir en casa. Sonrió. Al parecer, Roy Harper sería quién la ayude ha superar su trauma de nuevo.
Decidida, salió de su habitación y la cerró con seguro. A paso firme caminó por los pasillos de la mansión, observando cada detalle para grabárselo en la memoria y recordarlo cada vez que extrañase su hogar. Cuando finalmente se encontró en la entrada, se detuvo al ver a sus amigos reunidos allí. Starfire le dio una sonrisa amable, y lamentó no haber tenido el tiempo suficiente para conocerla mejor, su hermana, Blackfire, también le dio una sonrisa, a su lado se encontraba Conner Kent, quién mantenía la cabeza gacha, como si sintiera vergüenza de mirarla a los ojos, Rachel ya comenzaba a sollozar.
Luego estaba Garfield Logan. Natalie sintió las lágrimas bajar por sus mejillas y sin pensarlo dos veces soltó el bolso para acercarse a él y darle un fuerte abrazo.
—Oh, vengan aquí —su mirada se posó en Conner y Rachel, quienes de forma inmediata se acercaron para darle un fuerte abrazo.
—¿Somos los Titanes dos punto cero, verdad? —cuestionó Rachel, haciendo reír al resto. Se separaron del cálido abrazo y pusieron su atención en Natalie.
—Los jóvenes Titanes, suena mejor.
—Me gusta ese —la voz de Dick detrás de ellos los hizo sonreír.
—Los jóvenes Titanes, entonces —aseguró Gar, asintiendo con la cabeza, dejó dos palmadas en el hombro de Conner. —Superboy, Raven, Beast boy, Arrow y...
—Robin —finalizó Jason, tomando por sorpresa a los presentes. El muchacho salió de la mansión acompañado de Bruce y Alfred. El corazón de Natalie comenzó a latir desenfrenado, en su estómago las mariposas revolotearon como si estuviera viéndolo por primera vez, su respiración se cortó por breves segundos y, está tan segura que incluso sus pupilas se habían dilatado. Jason se veía triste, con los ojos apagados, pero ante los ojos de Natalie, seguía siendo tan lindo como recordaba. Oh, Jason, su Jason.
—Jay...
Él se acercó con la mirada en el suelo, y le extendió un pequeño sobre.
—Tal vez las palabras no expresen lo que siento en este momento, pero realmente espero que puedas leer esta carta cuando no esté presente —murmuró. Y le dio un toque fugaz en la mejilla antes de alejarse de allí, dejándola con el aire atrapado en la garganta y el corazón acelerado. Ella no fue capaz de emitir palabra alguna.
—Ya es hora de irnos —le avisó Roy, afirmando en el vehículo de Dick. —¿Seguro no te molesta? No es como si te lo fuese a devolver.
—Me duele en el alma tener que darte las llaves a ti, pero está bien —bromeó, suspirando.
Luego de una última despedida y un par de lágrimas, Natalie finalmente abrazó con fuerza a Dick y se subió al vehículo junto a Roy. Por breves segundos su mirada chocó con la de Alfred, su padre.
—Estamos a cuarenta minutos de Star City, la despedida es un dramatismo, ¿lo sabías? —Natalie rió ante las palabras del castaño que encendió el vehículo. Ella se puso el cinturón de seguridad y se encogió de hombros, dándoles una última mirada de despedida a los chicos. —Aunque debo admitir... que le dije al chico Kent que Star City estaba en otro continente, tal vez por eso estaba tan triste.
—¡Roy! —lo regañó Natalie, negando con la cabeza. Este rió y el trayecto dio inicio.
Con las manos temblorosas, Natalie decidió abrir el sobre que le entregó Jason, recordando apenas el roce de sus dedos cuando lo tomó.
Suspiró antes de leer la carta.
«Querida Natalie.
Desde que Bruce me dio la oportunidad de ser alguien más, de ser Robin, he vivido con el miedo de mostrar a Jason Todd, el niño que dormía sobre cartones y comía del basurero. Incluso cuando conocí tu corazón, y sabía que, quizás, podrías amar quién era yo realmente, vivía con el miedo constante a que en cualquier momento te dieras cuenta de que jamás podré ser suficiente para ti. Quiero que sepas, que realmente, si me lo hubieses pedido, hubiera dejado el manto de Robin para ser simplemente Jason, o quien quiera que tú quisieras. Maldición, muñeca, haría que Gotham se consuma en su mierda si eso te hacía feliz.
La cuestión es, que lograste amarme a mí, al niño asustado, al imbécil errante, a Jason Todd. Y yo fallé. Apreté el gatillo y jamás voy a perdonarme por ello, no me importan las circunstancias en las que ocurrió, porque a final de cuenta, fui yo quién te quitó la vida.
Pienso que seríamos muy buenos juntos, pero algo rompí entre nosotros. Sin embargo, y desde el fondo de mi corazón egoísta, espero que algún día podamos encontrarnos de nuevo. No tiene que ser pronto, ni en esta vida, solo... algún día, en el universo y forma que sea. Porque te amo, Natalie Grayson, como jamás he amado ni amaré a nadie.
Siempre tuyo, Jay.
El chico que amaste a toda costa. El chico bajo la capucha roja.»
FIN.
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