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La gran academia Hillosert tenía estilo de un castillo viejo, después de todo era un castillo en Italia. Era demasiado grande, cada representante de cada país llevaba una bandera. Yo era el único que había de Venezuela. Era el único de la facultad venezolana, por lo cual tenía demasiado espacio, y mucho que limpiar. Una punzada amarga me recorrió por el cuerpo y se quedó allí hasta la hora de la cena. Las demás facultades comiendo unidas, y yo bajo la luna, solo, extrañando a mi madre, extrañando a mi padre, los ojos se me llenaron de lágrimas pero las negué. Después de desempacar, ese sentimiento no se marchó, después de estar solo en el piso, en aquella habitación, solo me quedó llorar. Me quedé pensando toda la noche al respecto del vuelo y lo lejos que era estar de mi familia.
Esa misma madrugada alguien golpeó la puerta. Me desperté y me quedé sentado en la cama. No iba a abrir. No conocía a nadie, me podían meter un puñal y morir desangrado. ¿A quién coño le iba a importar matar a un Venezolano?, para el mundo éramos una plaga.
—Buenas noches venezolano, te habla una italiana, la cual va entrar así que espero no te de pena -La puerta tuvo dos golpecitos y se abrió sin mucho esfuerzo, la cosa ya no pintaba bien. Una italiana alta de pelo rizado, rojo, sonrisa enmarcada por una cara hermosa, y unos labios que cantarían las melodías más maravillosas jamás entonadas —, ay bambino bambino, ¿eres el único de tu facultad? -Estaba perplejo, una italiana, era de Italia, no era la vieja Carmen que limpiaba la casa la que acababa de entrar a mi cuarto. La miré de pies a cabeza y subí mi cobija a más no poder para intentar ocultar mi cuerpo regordete.
—Si señorita, soy el único.-Ella asintió y trancó la puerta del cuarto, tenía una chaqueta deportiva negra con una franja que se extendía desde su hombro hasta su muñeca con el color de la bandera italiana.
—Bien, yo voy a beber ya que este es mi lugar secreto y tú lo invadiste a cambio te dejo verme las tetas si no dice nada -Se abrió la chaqueta y dos botellas de vino bajaron a sus piernas, no llevaba sostén así que dos perfectos senos se revelaron ante mí. Me quedé viéndolos con recelo, como si un muerto de hambre estuviera viendo un manjar de dioses, había visto tetas antes, es decir, no era un fanático a limpiar la manivela pero tampoco era que estaba tan sucia que digamos, pero era la primera vez que las veía tan cerca y no por error. -, anda, si tenemos un chico de verdad justo aquí, segura ya se te debe haber puesto dura- Empezó a reírse y se llevó la botella a su boca, tomó varios tragos. La verdad es que si me había excitado. Era la primera vez que veía senos tan redondos y rosados, eran demasiado preciosos, provocaba llevárselos a la boca.
— ¿No te da pena?- pregunté sin apartar la mirada de su pecho.
— ¿El estar borracha o de mostrarte las tetas? – preguntó viéndome, esos ojos era un café dulce que me quitó el sueño.
—Supongo que ambas.
—Eres gordo, un chico gordo como tu tendría miedo hasta de bañarse en una piscina sin camisa, yo puedo disfrutar de mi cuerpo sin tener miedo de ser aceptada socialmente, pero tú eres un caso aparte- Ella dio justo en el clavo, arrugué un poco la cara, metí mi mano en el bóxer y me acomodé el miembro. Me levanté y fui al otro lado de la habitación, busqué entre mis gabinetes otra cobija y cuando la tuve, se la puse entre hombros.
—Hace frio italiana, ten cuidado, puedes hacer lo que guste.
Justo allí empezó la razón por la cual estoy contando esto. La italiana se quedó a beber, se tomó una botella y media. Luego se fue del cuarto.
A la mañana siguiente empezaron mis clases. Después de una maravillosa semana siendo la base de muchas miradas, me di cuenta de que mis notas siguieron siendo las mismas. La academia se encargó de ponernos un facilitador académico. Eran más de 20 materias que ver, no solo castellano, matemáticas, química, física, biología. También tenían idiomas como italiano, francés, clases de cocina, clases de jardinería, clases de ganadería y muchas más. Es decir que no tenía ni la menor puta idea de lo que estaba haciendo, sabía hacer arroz y poner el agua para la pasta, pero como hacer sushi era otro nivel, y de porque también sabía según la facultad de España que si pones salsa de soya en tus bolas, vas a sentir el sabor en la boca. Literalmente la receta se me fue al carajo pensando en eso.
Mis notas estaban por el suelo, pero la verdad es que no sabía porque estaba allí. Es decir. No tenía buenas notas, no tenía buen promedio. No tenía nada. Las personas iban y venían. El facilitador empezó a darme clases los domingos por la mañana. Hasta que se dio cuenta de que no era el método correcto. Iba ya dos semanas y tuve a otra facilitadora. Una estudiante de un año mayor que yo. Antonella Vermillete.
— ¡Buongiorno mío bambino!- La italiana que se había metido a mi habitación se hizo presente con un paquete en la mano durante el almuerzo.
— ¿Qué hacéis aquí?- Apreté la mandíbula, ese domingo hacia algo de frio y yo estaba con una franela de Caramelos de Cianuro y un jean oscuro, era lo único que me mantenía en estado normal, pero la verdad parecía Rodolfo con la nariz roja.
—Mío bambino he venido a traerte un obsequio de la academia- El paquete voló de sus manos a mi pecho. Curioso, abrí el paquete, era una chaqueta igual a la de ella, pero en el hombro tenía los colores de mi bandera y cada una de las estrellas.
—Está vergataria…, gracias- Le di una amable sonrisa, la cual ella correspondió.-, soy Arturo, pero puedes decirme Arthur.
—Arturo. mío bambino, yo seré tu maestra hasta que tengas buenas notas- La sonrisa se me esfumó.-, y más te vale enderezarte mi niño, si empiezas a fallar te castigaré, mañana tienes que entregar un trabajo en clase de matemática, si no lo entregas, te enseñaré a la mala.
¿Castigarme?, ¿con qué?, ¿un pedazo de pan viejo?, ¿o iba a tirarme una botella de vino vacía?
Obviamente el trabajo, no lo entregué, así que estaba descansando el patio, mi barriga subía y bajaba con forme a mi respiración, ese gesto me daba una paz increíble, que casi siempre me hacía dormir, todo estaba calmo hasta que sentí su pie en mi entrepierna.
—Ay bambino bambino, sacaste 34 puntos de 100, si quieras para pasar el trabajo, debemos trabajar- Cargaba una bota militar y yo jean negro, mi cuerpo se contrajo al verla, sobre todo al sentir su pie.
— ¿Podeís quitar el pie de mis bolas?- Me cubrí el rostro, una chica me estaba tocando. Mejor una italiana, algo fuera de serie para mí. Ella amablemente quitó su pie y me ayudó a levantarme. Me llevó hasta mi cuarto para recoger mis útiles pero eso no pasó. Me empujó a la cama, caí boca abajo. Intenté levantarme pero puso su pie en mi cuello, juro que quise moverme, pero sentí un extraño miedo que me dejó inmóvil mientras ella metía su mano debajo de la cama y sacaba una vara de madera liza. Casi podía recordar a mi madre yendo a buscar un cinturón. Esto era algo peor.
—Pa pa pa, quieto, te lo advertí, te dije que iba a castigarte, no te levantes- El miedo recorrió mi cuerpo-, si te mueves, si gritas, será peor.- Cerré los ojos con fuerza, entonces sentí mi jean bajar junto a mi ropa interior. Tensé mi mandíbula para no gritar, las lágrimas se formaron en mis ojos entonces hubo el primer azote. ¡Zas!, la madera golpeó mis nalgas, negué, mi cuerpo siempre ha sido de tés clara. Ahora iba a ser rojiza por culpa de una loca.
—Para…- Recibí otro azote con la varita de madera, y otro y otro más fuerte, me eché a llorar como niño pequeño.
—Yo te voy a cambiar, serás una bestia andante.-Sus uñas pasaron por mi piel calientes, gemí por la sensación, cuando sentí que se había detenido, noté la razón de seguir ese camino, mi miembro estaba más duro que nunca.
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