Yosano

Especial Halloween pt. 8

Grata compañia

El pelinegro se acercó cargando el artefacto en sus manos, con una expresión seria.

—Megumi, eso no fue lo que te pedí —objetó _______.

—Me dijiste que era azul. Este azul.

—¡Pero no es una cubeta! —ladró el joven, señalando con enojo el pescado que el novato sostenía en sus manos.

—Si le abres la boca se convierte en una cubeta automáticamente —Megumi se encogió de hombros y tiró al pez por la borda, el animal se perdió entre la negrura que el mar y el cielo tenían para ofrecerle.

A su lado, el marinero _______ trataba de no sucumbir al estrés que Megumi empezaba a causarle. Tras años de servirle a la corona, era no era ni su primera ni su ultima embarcación, y tampoco la última vez que se iban a enfrentar a las tormentosas aguas nocturnas de octubre. Por mucho que quisiera quedarse a compartir chocolate caliente y ver películas con su hermano, el horario no lo permitía, y ______ naturalmente accedería a cumplir cualquier pedido que la corona tuviera.

Megumi se quedó a su lado, montando guardia esa noche.

Tras la zarpar, _______ sacó un cigarrillo y se lo fumó mientras sus ojos se perdían en el manto oscuro bajo sus pies. Una hora o dos le tomo acostumbrarse al movimiento oscilante de las olas, bailaban con los peces que habían empezado a surgir del fondo. _______ temía más por encontrarse con un tiburón que con una de las míticas leyendas.

_________ se dirigió a la parte delantera del barco, a patrullar los alrededores en busca de barcos pescadores o piratas. Pronto, descubrió que le había dado sueño y para despejar su pereza, se fue al timón, corriendo al chico que lo llevaba en mano.

Se dieron las tres a.m. y _______ no podía estar más aburrido, esa noche, ni siquiera los barcos piratas habían aparecido con la intención de asaltarlos y eso que siempre debían estar prevenidos porque la mercancía que trabajaban era de la corona y para el pueblo.

—¡_______! —gritó Megumi apareciendo repentinamente entre la oscuridad.

Él, sinceramente, no alcanzaba a ver más allá de un metro.

—Hay algo gigante chocando contra el barco —comunicó el joven, apartándose los cabellos de la cara. La humedad siempre le apelmazaba los cabellos.

________ rodó los ojos.

—Megumi, te he dicho que no todo lo que se mueve en el agua es un pez.

—Es que... —El pelinegro vaciló, pero terminó por jalar al capitán hasta el borde—. Mire.

Subiendo y bajando con las olas, algo —una mano o una aleta—, se aferraba con fuerza a una de las cuerdas que colgaban del barco. La poca luz no permitía establecer mucha relación con la imagen dada, solo los ojos expertos como los de _______ notaron las escamas moradas brillar contra la luna. No hubiera estado alterado, de no ser porque del torso para arriba, no había escamas, ni aletas, ni branquias, sino una cintura perfectamente humana y unas manos tan largas y delgadas que lo dejaron estupefacto. Su mente no lo aceptó tan rápido como su subconsciente, pero lo siguiente que supo fue que estaba agarrando la cuerda y subiéndola con todas sus fuerzas.

Megumi quedó al ver la creatura frente a sus ojos. Su primera impresión era la de un pez, pero eso no era un pez, sin embargo, no dijo nada y miró a su capitán vacilante. _______ alzó una mano para pedirle que se callara y mirara.

El sonido de una aleta repiqueteando contra la madera del barco sonaba sobre los fuertes golpes de las olas. Una mano se estiró al costado de esa cintura y con ello se fueron los ojos de los marineros, observando como una herida terrible amenazaba con desmayar a la mujer. La sangre caía mezclándose con el agua y dejaba a Megumi sin aliento. _______ se encontró a si mismo acercándose a la mujer.

—¿Me dejas...?

Ni bien terminada la frase, Yosano le pegó un manotazo e hizo lo posible por alejarse de los humanos. ________ retrocedió e hizo que Megumi también lo hiciera. Ambos mantenían sus ojos expectantes a lo que esa fría noche llevaba como resultado.

Una sirena.

Ni más ni menos.

—Lo sentimos —declaró lentamente el joven capitán—. Podemos dejarte marchar, pero...

________ señaló la herida como quien señala a un perro lastimado. Yosano puso mala cara y suspiró. Se llevo la otra mano al cabello y sacudió la cabeza, deshaciéndose del agua que se le había acumulado en él, después señaló a Megumi acusadoramente. El capitán entendió e hizo al novato retirarse para dejarlos solos. Entonces Yosano soltó una sarta de palabrerías tan larga como su cola.

—Déjame ir —ordenó ella.

El chico la miró con seriedad, indispuesto a moverse del lugar que portaba —tapando el paso de Yosano—, suspiró y dio la media vuelta, se metió a su camarote y no tardó en salir con un botiquín de primeros auxilios, pero cuando buscó la silueta de Yosano, no la encontró donde estaba, sino detrás de él.

La sirena se irguió sobre su aleta y se lanzó contra el hombre, derribándolo con un aletazo en las piernas. Yosano se montó sobre su espalda y le apreso los brazos con una habilidad casi maestra, luego, tomo su cabeza y la estampo contra la madera del barco.

—¿Qué crees que haces? —gruñó él.

Yosano no tardó mucho en examinar su alrededor, topándose con el botiquín de emergencia y entrecerrando los ojos en el proceso. Sí, podría tratarse de un intento por curarla, pero Yosano sabía de antemano que todos los botiquines contaban con agujas y medicamentos letales para su especie, porque por supuesto, uno siempre puede encontrarse una bestia mítica en medio de sus viajes. Tendría que confiar en su instinto.

Y su instinto le decía que lo soltara.

Así que lo hizo.

_________ se recuperó lentamente, contando cada movimiento dado para no asustar a la sirena. Tal fue su cuidado, que olvido por completo el botiquín, hasta que recordó y visualizo la herida de la mujer. Recogió el botiquín y lo abrió con cuidado, extrajo algodón, alcohol, gasas y vendas. Yosano estaba recargada contra el borde, respirando agitadamente mientras se llevaba una mano a la herida, intentando detener el sangrado, sin éxito alguno.

Vendo lentamente la herida, procurando no tocar de más a la sirena, y con calma se alejo de ella para visualizar por completo su trabajo. Yosano observó las vendas y frunció el ceño, estiró la venda con expresión despectiva.

—No sabes vendar —puntualizó la chica—. Pero gracias.

—No sé si lo notas, pero soy marinero, no doctor.

—Yo soy doctora —declaró estirando la cola de glamurosas escamas moradas.

Decir que _______ quedó como estúpido admirando la cola, era poco —además de que siempre estaba haciendo el estúpido—. La luna se reflejaba en ellas como lo harían en una pieza de porcelana o de oro, logrando un tono tan galáctico que bien podrías perderte en la inmensidad de sus colores. Había tonos plateados en las orillas, que combinaban a la perfección con los morados oscuros de sus aletas. Un movimiento de la cola, saco de su ensoñación a ________.

—Estoy asustado e intrigado —________ se rascó detrás de la nunca, donde los cabellos se le rizaban por la humedad—. Sera mejor que te vayas, si mi tripulación sale y te ve, correrás peligro.

Yosano asintió, irguiéndose sobre su cola.

—Me llamo Akiko. Y estoy segura de que nos veremos otra vez.

—Lo que digas princesa. No estoy interesando en conocer sirenas.

—No te pregunte si estabas interesado —gruñó ella, haciendo movimientos elocuentes con la mano—. En nuestro reino, cualquier humano que tenga la dicha de observar a una de nosotras o en tu caso, convivir sin ser arrastrado por nuestro canto a la muerte, esta condenado a ser visitado por esa sirena hasta la muerte de uno de los dos.

El chico abrió y cerró la boca, atónito.

—Pero... ah...

—Eso es todo lo que compartiré contigo —exclamó ella y luego se tiro de cabeza al mar.

________ corrió a la orilla para observarla sumergirse al manto negro que impulsaba su barco, la aleta brilló en la oscuridad y se hundió bajo el agua, dejando una estela de luz como único recuerdo de esa noche.

—Joder... 



Buenas a todes.

Serían tan amables de decirme sus pronombres pq quiero dejar de traerles como todas o todos jeje.

Les amo mucho ⁽⁽◝( ˙ ꒳ ˙ )◜⁾

Estoy enamorada de Megumi👁️👄👁️✨

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