ranpo
│││ 彡 ➥TW: fem oc!, leer con fondo negro.
a petición de: gojoteamo
moon soulmates
Sonaba una canción en la radio, ella bailaba con la oscuridad como espectador y acompañante, moviendo su cuerpo por la habitación apagada. Esa noche no había luna, podría ser que estuviera triste como ella lo estaba, quizá solo un poco. "¿Bailando con un fantasma de nuevo, Moon?" solía preguntar su abuela solo para picarle un poco los nervios. Pensaban que estaba un tanto chiflada pero ella le contaba sus historias a la luna. A aquella que nunca le juzgaba y estaba sobre el cielo todas las noches para oírla, sin moverse.
Moon solo podía confiar en la luna, porque esta nunca la abandonaría.
Comenzaba a creer que ella también necesitaba un descanso, pues esa noche se ausento. Tal vez tuvo una cita y decidió que Moon podría esa noche sola, tal vez simplemente no estaba porque no quería estarlo. No la culpaba, todos necesitaban un descanso de vez en cuando. No se desanimó y prendió la radio, cogió a la oscuridad de las manos para dar vueltas sobre la habitación mientras la luz de su ventana se proyectaba fuera.
Siempre se preguntó si sus vecinos odiaban el hecho de que permanecía con la luz prendida hasta la madrugada, no los conocía, salían temprano y volvían tarde, a veces, no volvían.
Tal vez algún día podría encontrárselos.
Dio vuelta al cartel de Cerrado por Abierto, tarareó una melodía difusa mientras se movía a la caja, tendría que pasar un rato leyendo y tomándose su bebida para finalmente entrar en acción y acomodar la nueva mercancía en los estantes. El gato naranja que vivía en la librería juzgaba constantemente sus movimientos y los de los clientes al entrar lo que le causaba gracia.
—Chamoy —llamó Moon arrastrando las cajas a los pasillos de la librería—, cuida la puerta.
El gato le maulló en respuesta sacándole una sonrisa a la muchacha.
Largó consigo la escalera para subir a los estantes altos, limpiar y disponer las nuevas ediciones, solo podía pensar que era maravilloso. Deseando desde pequeña trabajar en una librería oculta en las calles de Japón mirando por el ventanal la ajetreada vida mientras ella bebía algo rico y leía un buen libro, sintiéndose a su paso. Estaba bien.
Excepto por una cosa.
Toda su vida le dijeron que encontraría a su alma gemela, como ya sabes, las películas. Moon pensaba que era tonto, tenía veinticinco años y estaba tan sola como un garbanzo abandonado podría estarlo. Sinceramente consideraba que su única alma gemela era la luna, no sentía que podría ser alguien más. Nunca intentó buscarla, sabía que de hacerlo no podría parar hasta dar con ella. Mejor no meterse en un lío como ese.
Pero estaba triste, solo un poco. ¿Qué si nunca la encontraba? Y su madre decía que lo haría porque nadie se quedaba sin su destinado y también le preguntó cómo podría saber quién era; le preguntó a muchos que ya tenían a su alma gemela y la respuesta era siempre la misma: lo sabrás cuando este frente a ti.
Eso volvía el asunto todavía más tonto.
Sonó la campanilla. Moon asomó su cabeza castaña, apenas vislumbro una cabellera azabache zambullirse en los pasillos aledaños. Se movió por la escalera metiendo y sacando libros. Tuvo que bajar en diversas ocasiones por más libros, la mayoría de ellos reimpresiones de Best Sellers muy bien vendidos. Libros fantásticos.
—Disculpa —Moon pegó un brinco sobre la escalera tambaleándose y estabilizando la escalera al mismo tiempo. La voz detrás de ella no volvió a dirigirle la palabra hasta que se calmó.
—Perdón —susurró—. ¿Busca algún título en específico?
Moon bajó de la escalera, finalmente se dio la vuelta para encarar a la persona.
—Sí, el que traes en la... —Ranpo se calló. Sus orbes esmeraldas rodearon el cuerpo ajeno varias veces buscando una extraña necesidad por grabarse hasta el misero detalle que encontrase. Solo pudo pensar que algo andaba mal con él, el pecho estaba doliéndole y pareciera a punto de sufrir un ataque cardiaco—...mano.
Moon no respondió, confusa ante un tironeo mental por querer liberarse de ese estúpido trance latoso en el que sus pies estaban atornillados al suelo y su boca se negaba a responderle con coherencia. Se mordió la mejilla provocándose a si misma. Puso una mueca en su intento fallido de sonrisa alzando la vista al chico vestido de café frente a ella.
—Toma —murmuró atrayendo la atención del otro de un golpetazo. Volviendo a la realidad, Ranpo cogió el libro sin detenerse a mirarlo, demasiado ausente en la figura frente a él—. ¿Solo eso?
—Eh- sí- Digo, no —el ojiverde se soltó un golpe mental, vago intento de volver en sus cinco sentidos. Sentía la mente adormecida y el cuerpo igual, como quien es incapaz de moverse tras tratar de despertarse—. Seguiré viendo.
Aquella chica de ojos agua marina oscura lo siguió hasta perderle la pista en el siguiente pasillo, parpadeó cual tonta y optó por ignorar el extraño suceso. Algo que no pudo hacer Ranpo, quien paso al menos quince minutos en el mismo pasillo examinando los títulos de política como un desquiciado por nulo que fuera su interés, parecía mantenerlo despierto del trance, como decía. Si se lo preguntaban, sí, saber las reformas de Churchill era un buen pasatiempo.
Encontró muy desagradable volver a la caja, evitó la mirada ajena enfocándose en el juzgón gato naranja, sí el hablase gato estaría seguro de una cosa: ese gato juzgaba profundamente su uniforme.
Las cosas no mejoraron para ninguno de los dos después de ese encuentro, Moon lo ignoró con todas sus fuerzas mientras le seguía contando a la luna sus pensamientos y su vida y en una de esas ocasiones le habló de aquel chico y su curioso trance como una alteración en su cotidianeidad, a fin, no lo consideraba importante.
Volvió a bailar con la oscuridad, volvió a preguntarse si sus vecinos se molestaban por la luz y volvió a quedarse sin respuesta.
Ranpo sabía que era una estupidez, encontrar atractiva a la persona que vivía en el complejo de en frente, esa que hablaba todas las noches a la nada por el balcón, que permanecía dando vueltas por la habitación con una canción filtrándose hasta su triste departamento. Nunca se había detenido a pensar en el enamoramiento, algo como eso no podría servirle de nada en la vida, la gente estaba todo el tiempo repitiéndole lo bueno que era ¿Podría detenerse a pensar en amor cuando lo único que creía necesitar eran elogios y aprobación? Algo como, necesito saber que sirvo de algo. Tal vez su baja autoestima algún día se cansará de lo mismo y lo dejará.
Detenerse a pensar en algo tan banal como el amor, no lo entendía, no del amor romántico. La gente decía que encontraría a su alma gemela y que sabría cuando la encontrara. Era absurdo. Si tenía que enfocar su mente en alguien para apaciguar el mar dentro de él llamándolo a descubrir el amor, la enfocaría en su vecina. Que hablaba largo y tendido, que bailaba sola y dudaba de que durmiera. Solía levantarse a las tantas de la madrugada a buscar un refrigerio nocturno y siempre estaba la luz encendida. Golpeaba hasta su habitación por lo que solía dejar la cortina ligeramente corrida, incapaz de dormir completamente a oscuras, la luz de esa chica siempre estaba allí.
Dedujo que trabajaba de noche, tal vez, que solo se hacía tonta.
Ni siquiera le había visto la cara. No sabía ni su nombre. Solo conocía su voz y su silueta pequeña y curvilínea danzando en las cortinas que se movían con el viento.
No quiso saber quién era por lo inútil del caso —porque sentía miedo de terminar colgado a una silueta con voz—, hasta esa noche. Llegaba tarde de la Agencia como casi todos los días, se desvestía y arrojaba a la cama con pereza. Y la voz de ella llegaba entre las diez y diez y media. Esa noche no fue la excepción.
Se relajó para escuchar que cosas nuevas o tontas decía. A veces hablaba puras estupideces y Ranpo sopesaba seriamente que era lo atractivo en eso. Sin embargo, esa noche la escuchó hablar de su día en el trabajo y cuando los hechos coincidieron con su entramado suceso de la mañana se atragantó con la saliva y todo el sueño se despidió de su cuerpo. Era la coincidencia más estúpida en su vida.
Se levantó y corrió la ventana en silencio para salir al balcón. Allí estaba ella. Recostada en las barandas del balcón con la cabeza echada al cielo. No necesitaba iluminación alguna para identificarla aunque solo la hubiese visto una vez. Su cabello castaño destellando rubio y el cuerpo curvo y llenito que tenía. Fuera de los estándares, y llamativo.
Oficialmente estaba perdido.
Mantuvo el silencio un largo tiempo. Es decir... ¿Cómo podría? ¿Cómo podría hablarle?
Moon pensaba que era una alucinación suya, pues de repente veía la sombra de un hombre recargado en el balcón de su vecino que solía perderse pasadas las doce, cuando ella terminaba su charla con la luna. Podría estarse volviendo loca.
Lo creyó. Hasta que la luz del balcón se encendió una noche pasadas las doce. Ella estaba bailando en su habitación y se detuvo al verla, asomó la cabeza curiosamente para sorprenderse a sí misma viendo al chico de ojos esmeralda arrellanado en su sillón leyendo el libro de fantasía que había comprado.
Oh vaya.
—Oye —clamó Ranpo provocando un sobresalto en la chica—. Tu libro tiene un defecto.
Moon emergió por completo, mirándolo. Era una sorpresa total.
—¿Qué... qué defecto? —bueno, allí estaba. Su timidez floreciendo.
—Dice que es la mejor historia de fantasía nunca vista —siseó—, pero yo veo puro romance. No me gusta el romance.
—¿En qué capítulo vas? —se atrevió a susurrar. Ranpo se levantó del sillón y se acercó a la orilla.
—No te oigo, habla más fuerte —replicó. Moon apretó los labios.
—¿En qué capítulo vas?
—Ah. En el prólogo.
Moon pensó que era estúpido.
—Y luego yo le dije que no podía ser ninguno de ellos, y le presenté al contrabandista ¿Lo ves? Nadie puede igualarme —prorrumpió Ranpo estirando sus brazos al aire esa madrugada.
Hace unas semanas que las charlas nocturnas con la luna y las escuchas tardonas de una silueta con voz habían sido sustituidas por charlas entre los vecinos. Se acurrucaban en sus sillones, a veces con una taza de té, a veces con una manta o un buen libro. A veces solo ellos y su deseo insaciable de abrir la boca para saber que el otro los oía. A veces solo ellos y sus ojos verdes moviéndose para buscar al otro en el balcón, desilusionándose si no lo encontraban, a veces buscando los labios del contrario, tan adictivo verlos moverse que se preguntaban cómo se sentirían sobre ellos.
Moon pensaba que era ridículo sentirse así. Ranpo creía que un sentimiento como ese era inútil.
Pero ninguno podía dejar de encontrarse en el balcón en las madrugadas, ninguno podía dejar de sonreír como estúpido al oír al otro confiados en que la oscuridad no los traicionaría y dejaría al descubierto sus tontas reacciones.
Quizá estaban confiando mucho en la oscuridad para ocultar sus secretos y en la luna para callar lo que veía.
—Ya veo... eres muy inteligente —Moon sonrió sin poder ver la enorme sonrisa de Ranpo del otro lado.
¿En qué momento había terminado de esa manera?
—Por supuesto que lo soy y tú —tú eres muy bonita.
—¿Y yo? —Moon ladeó la cabeza.
—Te pareces a la luna.
—¿Cómo es eso? —preguntó moviéndose más cerca de la baranda.
—Me gusta la luna —dijo él.
—A mí también —respondió ella.
Y ninguno supo lo que el otro quiso decir.
Me gusta la luna, pensó Moon mientras recorría los pasillos de la librería y revisaba que todo estuviera en orden, era silenciosa, estrecha, siempre permanente. Las cosas no cambiaban allí dentro, eso incluía a Chamoy y Moon, pero esta última sentía un sentimiento de cabeza en su vida. Adoraba su vida tranquila, jamás podría imaginarse haciendo lo que otras personas hacían. La policía, los comerciantes, la gente con un auto yendo y viniendo, personas como Ranpo. Tan movidos y ajetreados, tan intensos que ella temía no poder seguirles el paso.
En la librería nada se movía. Las historias permanecían. Los finales eran los mismos. Moon estaba bien allí.
—Boo —Moon brincó con un chillido y se apartó de golpe echando las manos adelante.
Enfocó las esmeraldas frías y el oscuro petróleo de su cabello, el café humeante de su traje y la porcelana de su piel. Exhaló, su corazón taladraba de buena manera. Pensaba que la librería estaba bien, pero pensaba que Ranpo también podría estar bien.
—¡No hagas eso! —riñó señalándolo. Ranpo se echó para adelante.
—¿Hacer qué?
—Asustarme.
—Quiero un libro —susurró él. Moon sintió las palmas hormiguearle, creyó necesario tocarlo.
No lo hizo.
—¿Cuál?
—Cualquiera de romance —replicó acercándose a ella. Retrocedió un paso y Ranpo dio otro.
Su espalda golpeó la escalera así que no tuvo más pasos para retroceder, él levantó su mano y la puso sobre su mejilla. Llevó su pulgar al lóbulo de su oreja y su meñique a la comisura de sus labios. Se sentía bien, no lo apartó. Cogió un mechón de su cabello, fascinado por los destellos dorados en su castaño, lo llevó detrás de su oreja con cuidadosa calma. No tenía prisa.
—A-ah, a ti no te gusta el romance —susurró Moon desviando la vista.
—Oh, te acuerdas.
Ella asintió.
—Tampoco me gustaba mucho la luna —se encogió de hombros—. Ahora sí.
Moon finalmente se atrevió a levantar la cabeza, lo miró, buscando sus ojos. Emanaban algún nerviosismo oculto bajo capas de fingida confianza, pensaba que estaba mal. Ocultar tanto bajo confianza que no había allí, era tan... distinto. ¿Por qué ocultaba ese miedo a la inferioridad? No lo entendía, le gustaría entenderlo.
—Se honesto ahora —le dijo, agarrando un valor que no tenía.
—Jamás te mentiría.
—¿Por qué te gusta la luna?
Ranpo mostró una sonrisa descarada. Lucía tan tranquilamente nervioso.
—Porqué es más interesante de lo que pensé. Me gusta oírla y verla bailar —hubo un escozor en sus dedos, tan peligrosamente cerca de su cintura. No quiso pensarlo porque podría arrepentirse así que las puso allí, sintiendo como sus dedos se amoldaban a la carne.
Estaba bien. Ya no pensaba que el romance fuese tan estúpido.
—Así que me viste hacer el ridículo —rio Moon, bailando con la oscuridad en su habitación. Bueno, sí estaba un poco loca.
—Todos los días —confesó uniéndose a la risa. Sin embargo, se calló.
No estaría contento con solo eso, necesitaba un poco más de Moon. Había estado mucho tiempo grabándose sus facciones a la luz de la luna para permitirse desperdiciar algo así. Sería estúpido de su parte. Recogió sus manos de su cintura provocando la atención de la contraria. Atrapó su rostro entre sus palmas simplemente permitiéndose hallar más secretos en su piel, un lunar pequeño en la nariz, tal vez la curvatura de su ojo agua marina. Comenzaba a creer que ese color era antinatural. Pero algo tan bonito solo podía pertenecerle a ella.
—¿Ranpo?
Sus belfos sobre los de Moon. Hubo un peligroso corte de aire en la chica que le tomó un segundo. Presionó sus labios como respuesta y se quedaron allí. No creían encontrar algo más interesante. La sensación de sus labios mordisqueados con un toque tan obvio a su bebida favorita podría convertirse también en la de él. Moon no vio la necesidad de pensarlo.
La respuesta estaba desde el principio.
—Eres tú —murmuró contra sus labios—. El alma gemela que tanto esperaba.
Ranpo emitió una risa sorda.
—Y tú la mía.
—¿Quieres esto? —preguntó. Se separó para buscar sus ojos.
Un brillo tan hermoso.
—Lo anhelo Moon —se hundió sobre ella. Su cabeza en su cuello, la nariz de Moon golpeando su nuca con su respiración.
—Te quiero Ranpo.
—Y yo a ti, Moon.
uncanny | wuserpoe
facts: a ranpo el gustan los cuentos fantasiosos y no puedo dormir completamente a oscuras.
intente una faceta de ranpo distinta a la que suele mostrar siempre, a veces olvidamos que tiene 26 y no es un niño. en conclusión, quise hacerlo ver como lo que es. un hombre.
me gustó mucho escribir este one-shot<3.
velita para que ranpo este bien.
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