Rampo

Advertencia: Asesinato grotesco.

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Hasta la muerte.

Siempre observaba a alguien en la otra calle, a veces detrás de sí. Era siempre la misma silueta, delgada, baja, de cabellos cortos. Una mujer, sin lugar a dudas.

La verdadera cuestión es ¿Quién es? Y ¿Por qué siempre me sigue?

En efecto, aquella mujer lo seguía. Siempre que salía a la calle. La había intentado interceptar mil veces, hacerle preguntas o algo pero siempre que su plan estaba llegando al final, al maldito desenlace ella desaparecía. Así, de la nada y Ranpo se frustraba, porque sus planes y predicciones nunca fallaban, nunca. Ella era un maldito fantasma.

Un día como otro andaba por la calle con Atsushi y Kunikida, a lo lejos avisto una bellísima vitrina de dulces que lo llamaba a desfalcar su sueldo en ello. Y sin pedir la, porque siendo el gran detective de Yokohama no necesitaba pedir permiso a nadie, camino con apuro a la tienda. Atsushi y Kunikida lo siguieron con aires desesperanzados, esperaban, aunque resultaba improbable, que Rampo no sucumbiese a sus antojos.

El mayor ingreso al establecimiento muy entusiasta, saludo a la muchacha del mostrador y esta se hizo cargo de dictarle las múltiples ofertas. Sin mucho más empezó a recorrer pasillo por pasillo agarrando tanto como le fuera posible y haciendo las cuentas mentales de cuantos yenes tendría que pagar por todo y cuanto le quedaría para la semana. Todo esto lo iba amontonando en manos de Atsushi y Kunikida, en una de esas vio de reojo a la misma mujer caminando serena por la acera. De la nada dejo caer el paquete que llevaba entre manos y corrió a la salida, saco la mitad del cuerpo y observo la acera, esperando encontrar a la mujer que tanto le intrigaba. Sin embargo, al salir se encontró a si mismo mirando una acera vacía. Es que eso no podía ser cierto.

Regreso con fatiga a terminar sus compras, le pidió a Kunikida que pagase por él y finalmente volvieron a la Agencia. El motivo de su salida no había sido más que capricho del detective por buscar un nuevo caso que fuese digno, con toda la desilusión del mundo se dieron por vencidos al ver el atardecer caer.

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Aquella noche, de regreso a su casa con el presidente, se estuvo cuestionando a si mismo sobre la mujer. No sabía nada de ella, pero si estaba seguro de que lo seguía o estaba tratando de llamar su atención.

Tuvo que esperar hasta estar en la intimidad consigo mismo para poner al ataque toda su habilidad. Lo único que llegaba a tener en concreto es que media como mínimo un metro con cincuenta, de cabello cobre teñido, posiblemente de un barrio rico —por la ropa que llevaba— y nada más. En todo el tiempo que llevaba sabiendo de ella no había logrado reunir una imagen ni mucho menos un perfil completo de ella, simplemente la fémina no se dejaba ver, ni aunque la fuera a sorprender.

Frustrado se puso sus ropas de dormir y se tiro en la cama, del lado derecho se encontraba un ventanal que cubría una gran parte de la pared y el cual daba para la calle. En un despiste suyo rodo por la cama y se puso de lado, entonces pudo avistar una imagen horrorosa que lo hizo estremecerse y salir corriendo fuera del cuarto. En la ventana, con ambas manos en el cristal se observaba a la chica. El rostro bañado en sangre, con graves moretones y el rostro rígido y pálido propio de un muerto, y esto no fue lo que asusto a Rampo, no cuando en muchos casos había visto cosas peores, sino que él vivía en el cuarto piso y la ventana no tenía balcón. Otra cosa que alcanzo a ver antes de salir corriendo cual gallina fue la boca de la mujer moverse y sin poder evitarlo le leyó los labios.

"Ayuda".

Se quedó estático en la puerta de su habitación, tratando de encontrarle alguna explicación al asunto. Muy por encima de las anomalías de Yokohama, eso no era de su plano, bien lo sabía solo que no quería aceptarlo. Tardo media hora en aplacar su pesar y miedo y regresar al cuarto. Esa noche no pudo dormir, cerro la ventana y no volvió a darle la cara a la ventana.

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La mañana siguiente estuvo de lo más productivo, tanto así que todos se sorprendieron y se preguntaron si iba a llover dinero. De hecho, en la Agencia lo notaron con demasiado ánimo. Igual y nadie le prestó atención una vez que se acostumbraron a su nuevo estado de ánimo. Estuvo todo el día pegado a los periódicos y cuando los termino de ojear estuvo a punto de jalar consigo a Atsushi para que lo llevara a la estación de policía.

—Rampo-san —hablo Tanizaki recorriendo su silla al escritorio del chico. Rampo ignoro al chico y fue por Atsushi, pese a eso Tanizaki no se detuvo—. La policía tiene un nuevo caso.

Y como si hubieran gritado: "¡Dulces gratis!" Rampo se giró en un dos por tres y solicito la dirección del caso. Tanizaki se la dio sin el menor rechiste, el detective se llevó consigo al pobre de Atsushi y lo obligo a medio correr. Llegaron al lugar quince minutos después. Era un lugar público, un restaurante para ser específicos.

La víctima se hallaba dentro del horno de la cocina, estaba doblada en tres partes y no la habían movido hasta que llego Rampo. Al principio no pudo verle el rostro y eso le provocó cierta impaciencia que Atsushi noto. Los policías se dedicaron a sacar el cuerpo y extenderlo por una lona en el suelo, la brutalidad del crimen le revolvió el estómago a los policías y a Rampo mientras que Atsushi tuvo que salir unos segundos a tomar aire. A parte de estar doblada en tres por alrededor de un día mostraba heridas de abuso físico.

Tenía la nariz rota, había moretones por todo su rostro y uno de sus ojos se hallaba engrapado de los parpados. Llevaba consigo la ropa puesta y limpia, sin embargo más moretones y cortes se hacían muy visibles tanto en brazos como piernas, en la pierna derecha un camino de grapas se abría paso desde la rodilla hasta el dedo de en medio del pie y sin embargo, no fue esto lo que hizo a Rampo tambalearse y querer salir huyendo despavorido. No, fue el rostro de la chica. Era el mismo rostro que había visto en su ventana y llevaba la misma ropa cara que él había visto, era ella. La mujer que lo seguía desde atrás o al otro lado de la banqueta.

—Dios santo, es horrible —murmuró el jefe de policías. El hombre levanto la vista al cuerpo tembloroso del detective—. Es por esto que lo llamamos pero no esperábamos tal cosa...

Rampo se tragó todo el remolino que traía atorado en la garganta y estómago y saco sus lentes del bolsillo. Se los puso con las manos sudorosas y uso Ultradeducción. Apenas supo quién era el culpable dejo de lado cualquier pensamiento acerca del crimen, tenía miedo.

—Ya está —dijo más para sí mismo que para los policías.

—¿Quién es? —inquirió el jefe, inclinando levemente el cuerpo hacia adelante.

—Está aquí, en el restaurante y quiere que lo atrapen —el chico señalo sobre la barra de la cocina a una persona que tomaba una bebida de lo más tranquila.

El jefe de policía dio la orden y de manera inmediata dos de sus oficiales fueron a arrestarlo. El hombre empezó a reírse a carcajadas mientras lo esposaban, Atsushi miraba todo aterrado, Rampo no despego sus ojos del hombre y antes de que aquel hombre dejara el establecimiento conecto mirada con el azabache y entonces sus risas alocadas pararon. La mirada se le ensombreció y una sonrisa de oreja a oreja se le pinto en el rostro.

Bye, bye _____-chan.

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—Se llamaba ____, no lo entiendo. ¿Por qué yo? —Rampo se encontraba solo en las oficinas de la Agencia y hablaba consigo mismo.

Era tarde, Rampo había vuelto de la estación de policía después de saber los motivos del asesinato.

Diversión.

Odiaba más que nada en este mundo escuchar a los criminales decir eso. ¿Cómo podían divertirse torturando un alma inocente? ¿Cómo? Y una chica, sonaba aún más despreciable. El chico revolvió su cabello color noche y dejo de preguntarse porque un fantasma lo estaba acosando. Estaba más que claro que ella quería que resolviera su caso pero, el cuerpo; el asesinato se había realizado la noche anterior y esa mujer llevaba cosa de un mes siguiéndolo. ¿Era una habilidad? Necesitaba averiguarlo.

Se levantó y fue a la computadora del mayor Tanizaki. La encendió y se puso a buscar el archivo de _____. Encontró lo que quería en la primera página.

"Habilidad: estrella de Olimpo.

Consiste en poder representar hologramas de sí mismo en diferentes partes del mundo. Se usan con la intención de conseguir información."

Y entonces, aquella última aparición no era un holograma. No, aquello si era un fantasma.

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Rampo miraba la ventana de su piso sin ganas, contando estrellas y comiendo dulces.

Hubo un golpeteo en el piso que lo hizo girar la cabeza. Encontró a la muchacha de cabello cobre sentada en su cama con los ojos cerrados y las manos en el regazo. Rampo se puso pálido pero no se movió. La chica abrió los ojos y el azabache sintió que esa mirada plateada le atravesaba el corazón.

—Gracias —su voz fue aterciopelada, Rampo la sintió como una suave caricia en la mejilla y quiso escucharla de nuevo.

No fue capaz de pronunciar una sola silaba y solo observo como la figura de la chica se desvanecía con un destello. 

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