Kunikida
A petición de: s_x_m_u
¿Hasta cuando vamos a dejar de fingir que no nos queremos comer?
La ventisca arrullaba la campana de viento, dando un ligero sonido entre la castidad del silencio mental de Kunikida, apreciaba muchos los días en los que la Agencia entera se iba temprano pues él podía darse un respiro del estrés, calor, Dazai, gritos, mucha acción, más Dazai y claro, más allá de Dazai, esa mocosa enfadosa que tomaba demasiada confianza y lo abrumaba.
Era incluso peor que el castaño en si mismo, con decir eso es más que suficiente. Alteraba su paz, rompía sus planes, siempre estaba hablando e ideando cosas nuevas, se movía mucho —muy hiperactiva—, más contacto físico del que él toleraba, apodos tontos, insultos descarados, de solo verla quería golpearla o ponerle una cinta en la boca y amarrarla a una silla. Pero bueno, era un buen día para estar pensando en cosas que claramente le estresaban; mejor concentrarse en su trabajo y el presente.
Cuando hubo acabado, se dio cinco minutos para analizar su entorno y a si mismo, una especie de meditación luego terminó de acomodar las cosas que estaban fuera de lugar o que le provocaban cierto disgusto y finalmente, se marchó a casa, asegurándose de que todo estuviera cerrado y nadie dentro. Tomó la ruta accesible, con menos tráfico, para llegar a casa, y para su desgracia se topó con un embotellamiento. Se pasó las manos por el largo cabello y se recargo en el asiento, a esperar.
Observó a los alrededores en busca de algo para perderse mientras avanzaba poco a poco hasta que su vista intuyó una persona que lo hacía estar al límite. Todos sus sentidos se erizaron, y por inercia se puso tensó, la chica, esa, ________, estaba parada esperando a alguien o algo. Kunikida no se dio cuenta de que estaba cogiendo su celular para llamarla hasta que tuvo la pantalla pegada a la oreja.
—Kunikida-kun ¿Qué te trae esta desalentadora pero animada noche?
—¿Qué estás haciendo?
—Espero un taxi —respondió ella; Kunikida vio como sus ojos se movían de un lado a otro buscando el dichoso taxi y como también, se estaba muriendo de frío. El rubio suspiró audiblemente y bajó la ventanilla, el aire le pegó con fuerza volando sus cabellos para atrás y hasta él tembló.
—Te llevó, estoy a tu frente.
La de cabellos __________ se giró buscando al rubio y su auto, al encontrarlo, lo saludó y corrió hasta este para subirse rápido al asiento trasero antes de que avanzara y quedara aplastada.
—Kunikida —canturreó ella—, no creí que me fueras a invitar a tu auto.
—Hace frío, agradece.
—Oh, disculpa, no sabía que estabas de malas como para hablarme así.
Hizo una mueca despectiva justo frente al espejo, para que el más alto la viera. Detestaba querer hablarle bien y ser amable, brindarle confianza y él se pusiera todo arisco y no aceptara que simplemente era su personalidad y que tal vez, solo tal vez, podría dejar de ser un poco insensible con ella. Rodó los ojos en lugar de suspirar y se cruzo de brazos, viendo la ventaba todo el camino. Solo eran compañeros de trabajo después de todo. Arribaron en su hogar, y si las muecas hablaran, se habría notado que Kunikida solo deseaba que se bajara del auto lo más pronto posible.
"Si tanto me detestas, no tiene sentido ser amable"
En el fondo de su burbuja, algo repiqueteo contra el cristal y lo sacó de inmediato del trance. Apretó los dientes, giró la vista y se encontró con los ojos de la muchacha, no parecían tan juguetones como siempre. No es como si le importara, de todos modos. Volvió a su trabajo, ignorando el perfume que destilaba la fémina con fuerza, eso, hasta que por accidente (un accidente real), Kunikida golpeó en el tobillo a la chica, haciendo que se doblara un poco hasta casi caer. Cuando Kunikida no se disculpó, los nervios de _______ explotaron.
La Agencia no pudo ni saber el contexto porque de inmediato ambos compañeros —enemigos— se empezaron a gritar sus verdades.
—¿¡Por qué debería disculparme si tú no lo haces!?
—¡Lo siento! ¡Pero si alguien no me tratara como la mismísima mierda, tal vez yo no sería tan grosera!
—¡Eres demasiado fastidiosa! ¡No me puedo llevar bien contigo si eres así!
—¡Entonces no me hables, no me dirijas la palabra! ¡Eso dime! ¡Solo tienes que decirme que me odias o que no quieres hablarme! No quiero estar esperando como una idiota una respuesta que nunca llegara.
Doppo estuvo a punto de replicar, cuando la puerta de la oficina azotó fuertemente en su cara, separando a los opuestos por una puerta y pared. Estaban seguros de que Kunikida iría a pedir perdón o algo por el estilo, sin embargo, el hombre se fue a su silla volviendo a lo suyo. Si no estuviera tan molesto, si no tuviera tanto orgullo, si sus sentimientos no estuvieran tan revueltos, podría hablar.
La burbuja de Kunikida se cerró durante al menos tres semanas, mantenía su postura, el ceño fruncido, los constantes gritos a Dazai y sus misiones perfectas, nada del otro mundo y nada ni nadie podía perturbar la calma dentro de su burbuja, a veces ni el mismísimo Dazai y eso ya estaba preocupando hasta al presidente; nadie estaba dispuesto a decir nada en absoluto por privacidad y porque, siendo sinceros, nadie era lo suficientemente cercano a la vida o mente del idealista como para saber tratarlo. Y no, la super inteligencia de Ranpo y Dazai no servía en esos casos (o no se querían hacer responsables). Fuese como fuere, llegó ese día.
El día en que _______ encontró su primera coincidencia con él. Fue, sumamente sorprendente; resultaba que Kunikida tenía un gusto muy peculiar por el té, al igual que ella y se encontraron en la cafetería, en esa cafetería, habiendo tantas en Yokohama. Levantó la vista oyendo la campanita, vislumbro el cabello dorado y le traje pulcro, incluso entre tantos olores percibió el perfume que siempre llevaba. Madera y ¿Canela? Fuese como fuere, hizo una mueca de disgusto y volvió a su té. Ignoró su presencia, ignoró todo a su alrededor y se concentró en el libro que llevaba entre manos así como disfrutar del cálido sabor del té en su boca en medio de una tarde fría, adoraba la paleta de colores que se formaba a su alrededor.
El mundo imaginario en el que estaba metida se volvía cada vez más interesante y no existía manera de que algo la interrumpiera pues se estaba metiendo en la vida de los protagonistas, hasta que el olor se intensifico y alguien se sentó a su frente. _________ bajó el libro de su rostro y miró al hombre. Era Kunikida.
Apretó los dientes, no podía ser cierto, de todas las cafeterías de Yokohama a él se le ocurría ir y sentarse en su mesa.
—Disculpa —murmuró, el rubio sacó la cabeza del libro. Ambos se miraron.
Uno totalmente pasmado.
La otra con expresión cansina e indignada.
Tenía que ser una broma. Por alguna razón a Kunikida le parecía terrible la idea de compartir mesa con la chica a la que antes le había faltado al respeto por un arranque de estrés que ella misma le ocasiono y su orgullo no estaba dispuesto a disculparse como tampoco a compartir mesa. Sin embargo, antes de que pudiera levantarse de la mesa, ella lo hizo, cogió la bolsa y se fue de inmediato. Olvidando el libro.
Cierto rubio no reaccionó hasta que oyó la campana agitarse cuando se cerró la puerta. Miró el libro abierto con notas y rayones en sus páginas, el té a medio beber con algunas hierbas dentro y eso fue una gran revelación para él. Miró el lugar vacío que había dejado con su libro y té allí y el olor extraño que le dejo, era como, estar viendo a otra persona. ¿Le excéntrica y enfadosa ________ estaba en una cafetería leyendo en silencio? Creía con todas sus fuerzas que esos no eran sus ambientes, ella podía vivirla en fiestas rodeada de cuerpos sudorosos con luces a su alrededor, sustancias ilícitas y escándalo. Ese era el tipo de ambiente en el que la imaginaba, como si fuera un animal que se pudiera catalogar. Sacudió la cabeza y volvió a lo suyo, mañana le devolvería el libro.
Pasó toda la noche analizando las paginas del libro, había dobladillos en algunas, marcas en otras señalando capítulos o frases, incluso palabras que parecía no entender, algunas anotaciones o exclamaciones de acuerdo con lo que pasaba en el libro. Era como ver a una persona nueva y eso le asustaba.
La segunda vez que pudo ver algo nuevo en ella, fue cuando por falta de personal y por la combinación de sus habilidades ambos tuvieron que llevar a cabo una misión juntos y aunque ninguno estuvo de acuerdo, trabajo era trabajo. ________ se movía como un gato, demasiado rápido, demasiado ágil, demasiado todo, no era fácil de atrapar y eso le facilito el trabajo a Kunikida, pues mientras ella distraía al resto, él se encargaba de los archivos, eso, hasta que oyó un repentino grito. Giró en seco para ver a la chica en el suelo, ella no era quien había gritado sino la mujer detrás de ella, Kunikida estrechó los ojos. _______ se había interpuesto entre la navaja y la mujer y no era cualquier mujer sino la asesina en serie que los había metido en tantos problemas. Si Dazai estuviese allí la habría dejado morir sin dudarlo, el rubio gruñó volviéndose a las dos mujeres pues una estaba a punto de matar a la otra.
Incluso antes de llegar, ________ manipuló su sangre para envolver el cuello de la asesina y desmayarla, luego, ella misma se desmayó por la perdida de sangre. Kunikida fue quien terminó la misión pero gracias a la muchacha el camino le había quedado libre de intervenciones así que pudo conseguir los archivos y llevarse a las dos chicas, una a la enfermería, otra a la cárcel. Estaba sentado al lado de la camilla, a la espera de que _______ despertara para agradecerle el no dejar que mataran a la asesina.
Tosió ligeramente alertando al más alto, que la miró en silencio hasta que se recompuso, entonces le ofreció un vaso con agua. Tal vez, tenía una muy mala impresión de ella, porque Atsushi múltiples veces recalcaba la amabilidad de esta y que transmitía buenas vibras fuese a donde fuese, incluso si se estaba muriendo por dentro hacía todo lo posible por ser el apoyo del resto y se dejaba de lado a si misma. Que fuera excéntrica, hiperactiva y agarrara confianza muy rápido no significaba que fuera mala persona, solo que Kunikida la veía así.
Conforme los días se llevaban sus palabras en la corriente de aire y mecían sus emociones como marea al barco, las cosas comenzaron a fluir cual río. Kunikida invitó a la chica a comer y a donde ella quisiera para disculparse por lo que desencadeno su pelea y mala —más mala— relación. Fue sorprendente para él cuan educada se comportó, incluso le pedía permiso para jalarlo de la manga y llevarlo a lugares nuevos que nada más ella conocía. El rubio no andaba por los centros todos los días así que más de una vez se encontró yendo a lugares totalmente desconocidos y que daban buena pinta —excepto uno que otro, que parecía barrio mexicano—.
Cuando ella sonreía se le figuraba a una niña pequeña, y no en el mal sentido, sino que era como ver el brillo especial que tienen las personas cuando algo les emociona o están felices, ese que desaparece incluso en los adolescentes al llevar una vida tan llena de exigencias que opaca sus sueños, su sonrisa y emoción era como una pequeña luciérnaga en medio de un campo oscuro y desolado. Por un momento, olvidó toda la presión que ser adulto le sentaba encima de los hombros y se dejó llevar por las ocurrencias, olvidándose de sus horarios, de si podía llover o no, de que sus cincuenta y ocho requerimientos existían.
—Kunikida-kuuuuun —Dazai respiró en su oído rompiendo la burbuja de ensoñación del rubio—. Borra esa sonrisa, da miedo.
—¿Perdón? —dijo con tono amargo, volviendo a su característica faceta seria y malhumorada—. No estaba sonriendo.
—Ajam —el chico se rio entre dientes silbando un poco, miró a Kunikida de reojo—. Soy Kunikida-kun y estoy enamorado de mi peor enemiga. Blah, blah, corazones y amor, blah, blah.
El otro lo miró como si fuera un imbécil —es decir, como siempre lo miraba—, se talló los lentes revoleando los ojos. No estaba en absoluto enamorado, eso obstruiría su trabajo y su vida en cuestión. Tampoco era que Dazai fuese muy inteligente para leerle el rostro apenas conocerlo, era un idiota y solo le atinaba a algunas cosas por azares del destino.
—Entonces, ¿No te importa si la invito a salir?
—En absoluto, haz lo que quieras —se encogió de hombros, daba igual, si él se fijaba en ella, ella no se fijaría en él. Estaba seguro de que prefería a un chico como Dazai, que fuera igual de extrovertido. Sacudió la cabeza, volviendo al trabajo.
—¡Buenos días Kunikida! —La muchacha llegó por atrás, rodeando sus hombros con los brazos y recargando el mentón sobre su cabeza al mismo tiempo que observaba lo que tenía el rubio en la computadora—¿Qué tal todo? ¿Quieres salir a comer más tarde? Yo pago.
Escuchó una risita ahogada de su parte y supo sin verla, que estaba sonriendo con los ojos cerrados, porque así sonreía ella. Hubo un tumbo en el pecho del más alto.
—¿No ibas a salir con Dazai? —respondió.
—Lo rechace, no estoy interesada en su persona. Me interesa alguien más —se despegó del hombre yendo a su propio escritorio a terminar el trabajo del día anterior y chismear con Atsushi y Kenji sobre lo más reciente del día. Kunikida le lanzó una mirada leve, ¿Quién podría ser?
¿Atsushi? No, estaba con Lucy.
¿Tanizaki? En absoluto.
¿Ranpo? No, casi se sacaban las trenzas el otro día.
¿El presidente? Ni viéndolo desde la perspectiva de un loco.
Entonces, tenía que ser alguien de fuera de la Agencia, mientras no fuera de la Mafia o alguna organización enemiga, Kunikida podía vivir en paz con eso.
—Mocosa, vamos a comer —le dijo, tomando sus cosas. A _________ se le iluminó el rostro de inmediato, sonrió en amplio y asintió repetidas veces, Kunikida casi podía verle una cola moviéndose como animal y la lengua de fuera. Tuvo que taparse el rostro para evitar el sonrojo que le invadía.
________ le preguntó que se le antojaba pero la dejo decidir y gracias a esto, ella lo arrastro a otro lugar desconocido del Yokohama. Es como si conociera todo Japón. Mientras comían ella le contaba porque pensaba que tener una rana de mascota ayudaría a mejorar su calidad de vida y que esta se comería los bichos, luego le dijo que tal vez deberían considerar cambiar el sistema de organización de la Agencia y le explicó punto por punto él porque, luego se puso a tararear una canción y a jugar con la comida. Resultaba que la lechuga se llamaba Patricia y el brócoli Fausto, entonces el filete se llamaba Felipe y Felipe quería a Patricia pero Patricia estaba comprometida con Fausto quien la engañaba y maltrataba por lo que Felipe estaba decidido a hacerle ver la realidad a Patricia. Y al final, ______ envolvió a Fausto en Felipe y se los comió.
¿Cómo es que esta tonta me puede gustar?
Ambos partieron a casa, cuando ella bajó del auto del mayor le dejó un beso en la mejilla con el que Kunikida soñaría toda la maldita noche. Se despidió y entró a su hogar, el rubio hundió la cabeza en el volante, imposible. No podía ser que le interesara.
Dio por terminada su vida cuando checó que no cumplía con... bueno, nada, absolutamente nada de sus requerimientos. Suspiró frustrado y se metió la comida a la boca. Era su descanso, se suponía no tenía que estresarse. Oyó el ruido de la puerta, alzó la cabeza para ver a _______ entrar y sonreírle, se sentó a su lado. Kunikida no tuvo que decir nada pues ya sabía que iba a hablar, pero no lo hizo, en su lugar, miró al vacío. Le dirigió una mirada extrañada, estaba muy quieta.
Encogiéndose de hombro se recargó sobre la silla y cerró los ojos. Necesitaba respirar un poco. Claro, lo habría hecho, de no ser porque sintió el aliento inmediato de alguien contra su rostro y el roce de algo contra sus labios. Abrió los ojos de golpe solo para toparse con el rostro de _______ a milímetros suyos a un paso de besarlo, pero entonces ella pudo sentir el sobresalto porque abrió los ojos y se alejó de inmediato. Agarró sus cosas y corrió fuera de la oficina antes de que siquiera él pudiera procesarlo. ¿Lo había querido besar?
Kunikida se pasó los dedos ligeramente por los labios.
Tenía que ser una broma.
la revivia, buenassssssssssss. nomás avisando que sigo vivo y que estoy escribiendo un fanfic de Hanma xd
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top