Fyodor | Dazai

A petición de: mitzyleon

Advertencia: mención del suicidio.

— ❦ —

Y vivieron felices para siempre. Pero ¿Quien dijo juntos?

Estabas sentada a las afueras de una cafetería, esperando tu orden, lo típico, un café moka con leche light. Llevabas ya una hora, jugueteando con tu celular.

Finalmente tras una larga espera la orden llego. Miraste al mesero directo a los ojos, este te guiño un ojo a lo que tu jefe rápidamente respondió con una descarga eléctrica. Miraste el café, un pájaro volando se dibujaba en la superficie de la espuma; le diste un largo trago al amargo café y agarraste tu bolso. Allí estaba la orden.

Portabas el cabello (negro con rayas grises naturales) amarrado en una coleta, lentes de sol cubriendo tus ojos azules/verdes y ropa para el trabajo. Estabas consciente de tu belleza y te gustaba explotarla de vez en cuando, sobre todo en el trabajo pues te gustaba la idea de hacerte ver como un ángel y en realidad ser un diablo por dentro. Aunque tú estabas aliada con dios, de diablo cargabas muy poco.

Como única arma llevabas uno palillos de metal cruzados en tu cabello a modo de accesorio y una daga en la muñeca derecha atada en un listón de cuero en plan muñequera. Sabias de antemano que nada malo sucedería por lo que te limitaste a llevar eso.

Fuiste a la parte trasera del establecimiento y te metiste en una puerta que solo ustedes conocían, la cual te dirigía a los antiguos túneles de la mafia, aquellos que ya no se usaban. Bajaste las escaleras hasta que estas no dieron para más, entonces diste vuelta a la derecha.

— ❦ —

Estabas a pasos de tu destino, tras la caída de uno de sus planes, tanto Fyodor como tú se habían vuelto el doble de cautelosos. El secuestro del protegido del Presidente había sido un éxito, la ruptura del sistema informático de toda la Agencia y la casual desaparición del Departamento de Habilidades Especiales llevaron a la Agencia a un estado de decadencia pero seguían sin levantar bandera blanca. Llegaste a tu destino, una oficina subterránea con placas de atracción magnéticas instaladas.

«Ten cuidado con Dazai» te dijo Fyodor antes de partir definidamente.

En la habitación no había nada —salvo la entrada que resultó ser un conducto de aire—, ¿Qué que estabas haciendo allí entonces? Pues ibas a jugar con la gente de la Agencia, de manera literal.

Te sentaste a mitad de la habitación, con las piernas cruzadas. Arriba tuyo debería estar empezando un enfrentamiento de la Agencia contra algunos peones de Fyodor, supuestamente al derrotarlos dejarían paso libre a donde tenían al niño de la Agencia. Grave error. El techo tembló, lo que te indico tu hora de actuar. Levantaste ambas manos e hiciste la cabeza hacia atrás, después moviste las manos atrás, adelante, abajo, de muchas maneras. Mientras una sonrisa se dibujaba en tu rostro.

Fyodor les había enviado presentes de San Valentín a nombre a nombre de varia gente que la Agencia conocía, todos los presentes resultaban ser cosas materiales que se ponían y que llevaban escondidas un metal. Tú habilidad llevaba por nombre banquete de los oscuros, rarito el nombre. Consistía en el control absoluto del metal, es decir que si tu presa llevaba algo metálico puesto tú podías hacer lo que te viniera en gana. Por eso arriba estaba la doctora Yosano, Kunikida y Kenji siendo movidos arriba y abajo, a un lado y a otro.

Estabas tan concentras jugando que te sorprendiste al oír la voz de Fyodor en tu oreja, tanto así que diste un respingo y con ello la mano derecha que controlaba a Kunikida se vino abajo, junto al hombre. Oíste el golpe en el techo.

—Ey _____ ¿Todo bien? —te hablo en ruso. Sonreíste, te encantaba cuando hablaba en su idioma natal.

—A la perfección ¿Y tú?

—Anémico —te echaste a reír, sabias que la anemia no era para reírse pero también sabias que Fyodor lo decía a broma—. ¿De qué te ríes?

—De-de nada —te limpiaste una lágrima con el dorso de la mano, lo cual provoco mandar a volar al niño granjero.

—Dime —hubo un momento de silencio—. ______ tienes que salir de allí ya.

Escuchaste su voz en alerta y bajaste las manos. Te levantaste y te deshiciste de un palillo mientras que con la mano derecha sujetabas firmemente la daga. Ya era muy tarde para correr, la única salida la bloqueaban dos chicos. Uno salio tras otro.

Es Dazai pensaste al verle. Primero salio Atsushi, el subordinado del chico. Se te lanzo encima con las garras del tigre, afortunadamente lograste rodar, lanzaste el palillo al aire y lo comenzaste a controlar con la mano izquierda. Con la derecha estabas apoyándote para moverte pero resultaba ser muy difícil.

Viste al castaño de frente mientras pegabas un salto sobre su cabeza y caías detrás de él. Hubo un segundo de vacilación en su mirada maliciosa, tú no lo notaste, estabas demasiado ocupada en esquivar al chico. Las piernas de Dazai flaquearon.

Logro componerse justo a tiempo, en el momento que tú pasabas a su lado fugazmente y este te tomaba del brazo, atrapándote y desactivando tu habilidad. Soltaste una maldición, con un movimiento de cabeza tiraste tus lentes y con tus lentes se fue el comunicador. Lo aplastaste con el tacón, le dedicaste una mirada de tristeza, sabias que en manos de aquel hombre tu escapatoria sería imposible, no morirías y eso era aún peor.

Fyodor te dejaría morir, como a todos aquellos que fallaban en sus misiones y si lograbas salir de allí también morirías a manos del ruso. Suspiraste. Al carajo. El peliblanco, Atsushi, desactivo su habilidad y se puso al lado de ambos.

Dazai ágilmente te despojo de tus armas, te diste cuenta e hiciste como que no. Tratar con Dazai por sí solo no resultaría tan difícil, era idéntico a Fyodor y tú podías decir orgullosa que conocías a Fyodor mejor que nadie. Se conocían de años.

—Muy bien señorita _____ hay que irnos —te sonrió. Una sonrisa extraña... en tu opinión. Es decir, no era cualquier sonrisa, no una sonrisa mala o altanera, de aquellas suyas. Era una sonrisa genuina, que conquistaría a cualquier chica. Le sacaste el dedo corazón con una sonrisa. A Dazai le brillaron los ojos.

Dazai se metió en el conducto del aire, Atsushi te obligo a seguirlo y Atsushi fue al final. Tú en medio de los dos. Ibas arrastrándote perezosa. Salieron a los túneles y de los tuéneles a la parte trasera de la cafetería. Era de noche. De nuevo, te posicionaron en medio de ambos.

El castaño te llevaba de la mano, y Atsushi con las manos listas por si se te ocurría hacer alguna estupidez. Que por obviedad y porque Dazai lo sabía no harías. Un auto paso por ustedes, por tercera vez ibas en medio de esos dos, cada uno pegado a la ventana, Dazai estaba seguro que si te dejaban sola atrás saltarías de la ventana sin dudarlo. Cosa que sí, habías pensado. Dazai se puso de lado y te amarro con unas esposas.

Estaba muy cerca de tu rostro, claro que se excusaba con amarrarte bien ¿Qué tanta ciencia tenia poner unas esposas? Cuando paso las esposas por tu cara roso "accidentalmente" tu rostro, una sonrisa se posó en un su carilla. Hiciste la cabeza para adelante y golpeaste la frente de Dazai, este se hizo para atrás.

—Auch, me dolió ¿Sabes? —se pasó una mano por la frente y de después por el cabello. Lo acomodo y se recargo en el asiento, hiciste lo mismo. Al cabo de un rato los tres llegaron al edificio de la Agencia, tú ya lo conocías por fuera.

Antes de salir Atsushi te planto una bolsa negra en la cabeza, para que no vieras. Te condujeron hasta el piso de la Agencia y te obligaron a entrar en una habitación. Escuchaste pasos y la puerta cerrarse. A continuación te sentaron en una silla y te volvieron a amarrar, esta vez con un lazo. Una mano delgada y tibia te quito la bolsa. La luz te encandilo por lo que cerraste los ojos hasta que te acostumbraste, Dazai era el único en la habitación.

Bufaste.

¿Por qué el? Maldita sea mordiste tu labio con furia.

A pesar de Fyodor y Dazai compartían la misma mentalidad ya eran muy diferentes por si solos. Aun con sus diferencias presentes notaste a Dazai raro. Parecía nervioso, o como si hubiese algo que quisiera hacer y no pudiese ¿Te quería matar? Hablaste antes de que él lo hiciera.

—No gastes saliva preguntándome donde esta Fyodor o tu amigo detective porque no te lo voy a decir —decir que estabas tranquila se quedaba corto, siempre te habías caracterizado por tener la habilidad de mantenerte firme y cuerda en las peores situaciones. Te olvidabas por completo de los sentimientos, podías controlarlos sin problemas. Dazai no paraba de sonreír y no dejaba de mirarte, ni tu a él. Y no por su notorio atractivo sino porque te caía para la mierda, una muy grande.

—A vamos, vamos ya lo sabía. Me presento... —lo callaste.

—Dazai Osamu, ex ejecutivo de Port Mafia y actual detective. Veintidós años. Ahorrémonos las absurdas presentaciones —su sonrisa se ensancho aún más.

—Tan inteligente como se te describe, Kita _____, vicepresidenta de las Ratas en la Casa de la Muerte. Veinticuatro años —asentiste con la cabeza, si, esa eras tú. Al mirarse notaste el vacío en sus ojos, iguales a los de Fyodor.

—En efecto, suicida ¿Qué procede? —preguntaste con inocencia a pesar de que sabias perfectamente lo que seguía. Te iba a torturar. O no.

Saco las manos de sus bolsillos y se acercó a tu silla, desato la cuerda. Se puso frente a ti y te ayudo a levantarte. Ya no sonreía. Te saco del cuarto y notaste como no había nadie, probablemente se estaban recuperando, te tomo por los hombros y de esa manera te fue guiando hasta la salida. La calle estaba desierta, los faroles eran la única iluminación y Dazai se veía sumamente sombrío entre la sombra.

En frente tuyo había un auto, el mismo que te trajo. Dazai abrió la puerta del conductor con una mano y con la otra te dio pequeños empujoncitos. Lo miraste desconcertada ¿Qué no iba a matarte? ¿O te llevaría a un lugar lejano para jugar contigo como era debido y tú ibas a conducir a tu propia muerte?

—No soy bueno manejando. Mi casa queda lejos —te dijo, hiciste una mueca de entre duda y sorpresa. Rodaste los ojos y te subiste a la camioneta sin rechistar. Dazai paso su cabeza al frente tuyo e inserto las llaves, tu nariz rozo sus cabellos castaños, la camioneta rugió. Al toque pisaste el pedal y pusiste las manos al volante, bloqueando la salida de Dazai.

En el jalón la cabeza del chico se fue hacia adelante y su labio choco contra parte de volante, haciéndolo reventar. Estabas como cabra loca al manejar, te saltabas altos y frenabas de manera estrepitosa, te llevabas las curvas a la ligera. Dazai iba súper pegado al asiento, aferrándose al cinturón de seguridad y con una expresión que distaba de ser relajada. Los ojos te brillaban de gusto, de euforia. Frenaste en seco cuando Dazai te lo dijo, te mantuviste firme pero Dazai se fue para adelante.

Antes de que se golpeara y la bolsa de aire saliera, pusiste una mano y lo aventaste contra el respaldo del asiento. Estabas muriendo de risa.

El chico bajo de la camioneta con paso tambaleante pero cuando te abrió la puerta y te ayudo a bajar parecía completamente repuesto, te tendió una mano, la otra la mantenía detrás de la espalda. Su sonrisa no se hizo esperar. Bufaste, pegaste un salto del sillón y te bajaste por si sola. Emprendiste la marcha, dejando al suicida consternado.

Le gustabas, no iba a negarlo. En el segundo que te vio se sorprendió bastante, no se esperaba que un sentimiento le llegase así en medio de una misión. Aunque lo acepto rápido haría lo que fuese para conquistarte y de paso sacarte lo que necesitaba, después ya se haría cargo de que te quedaras en la Agencia con él. Plan perfecto.

Lo seria de no ser porque Fyodor no se quedaba de brazos cruzados, esa vez no. Ni esa, ni las que fueran necesarias para sacarte de allí y volver a estar juntos. Y el único problema radicaba en que tu no sabías de lo uno ni de otro, por lo que un plan ya estaba surcando tu cabeza. Escaparías de ambas cosas, de Fyodor y de Dazai, de los dos demonios. Dazai te seguía pisándote los talones.

Subieron hasta el último piso del edificio, un conjunto de apartamentos. Mejor para ti. Una vez en la puerta Dazai se te adelanto, abrió y te dejo pasar. Sorprendentemente la casa estaba bien recogida, más de lo que esperabas y olía a menta. Pasaste al interior medio nerviosa. Llevabas buena parte de tu vida durmiendo en los subterráneos.

—Ponte cómoda ¿Ya comiste...? Ah no, no lo has hecho —hablaba solo pues tú ya comenzabas a inspeccionar la casa y buscabas una ventana por la que pudieras ejecutar tu plan, la única ventana por la que cabías era la del cuarto del chico.

—No tengo hambre —murmuraste una vez que regresaste a la sala. Dazai te miro inquisitivo al mismo tiempo que te admiraba con la mirada, te sentías intimidada. Fyodor también te miraba igual, como si tuvieras algo especial.

—¿Segura? —asentiste, te parecía sumamente raro que te propusiera comer. Quizá te envenenaría o puede que te estuviese dando esa atención para que abrieses la boca—. Bueno, te traigo algo para dormir.

No te pregunto, solo se fue y regreso con una playera de pijama común y corriente. Tu seguías en la misma posición, con las manos esposadas y escrudiñando con la mirada todo el lugar. Se puso la camiseta en los hombros te quito las esposas, tú te dejaste. Una vez suelta te sobaste las muñecas y tomaste la playera.

—Por halla está el baño —señalo detrás de ti. Te diste la vuelta y entraste en el cuarto, Dazai observo tus caderas y trasero moverse bajo ese apretado pantalón de cuero. Adentro tampoco había ventanas, solo la puerta. Te deshiciste de tu chaqueta y tu blusa, te pusiste la playera y notaste que te colgaba a los muslos por lo que también te quitaste aquellos molestos pantalones y los tacones que ya te tenían cansada. Te pusiste las manos en la cintura, no te quedaba mal. Saliste con la ropa atravesada en el brazo y los tacones en una mano, Dazai te los arrebato y te puso de nuevo las esposas. Revolviste tu cabello.

—¿Y ahora? —preguntaste. Dazai te invito a sentarte. Accediste.

—¿No me dirás dónde están? —pusiste expresión cansada.

—¿Otra vez con eso? No, no te lo diré —Dazai se puso frente a frente contigo, recargo su barbilla en la mano.

—¿Por qué? Sabes que sea como sea Fyodor te matara, me digas o no —suspiraste cerrando los ojos en el acto. Tenía razón.

—Lo comprendo, pero si te digo estaría traicionando a Fyodor y yo no haría eso, Fyodor lo sabe. No me importa si me mata o no. ¿Por qué no solo me matas tú también? No te voy a decir hagas lo que hagas y lo sabes.

La expresión del chico se ensombreció.

—¿Por qué estás tan segura de que te matare? —él no deseaba que pensaras así de su persona. Soltaste un resoplido, comenzabas a cansarte de aquella situación, querías ejecutar tu plan lo antes posible.

—¿Para que más me quisieras? Solo de peón, y yo no estoy dispuesta a ser peón de otra persona que no sea Fyodor —sentenciaste con la mirada fija en suelo, hasta el momento no te habías dado cuenta de que sin Fyodor carecías de razones para vivir. Trabajabas para Fyodor, no con Fyodor.

—No puedes pensar de esa manera acerca de ti —comento, se levantó de sillón. Su rostro dibujaba abatimiento.

¿Y si no podías dejar de pensar de esa manera? Todo el mundo siempre te había tratado de esa manera (eso creías) y tú lo aceptabas sin rechistar. Como la mala, como el títere, el juguete. Te levantaste del sillón.

—No voy a discutir por idioteces, dime donde voy a dormir y mañana hablamos —excusas, no hablarían. Nunca más.

—Conmigo, vas a dormir conmigo.

—Bien —caminaste hasta la habitación y entraste en ella, no era la primera vez que dormías con un hombre. De hecho todos los días dormías con Fyodor, en la misma cama, cobijados hasta las orejas. Cerraste con pestillo antes de que Dazai entrara —sospechabas que tenía llave—, te acercaste a la ventana y sacaste la cabeza, diez pisos. Sacaste el primer pie.

Estabas decidida a suicidarte, no te quedaba mucho, no tenías familia, ahora tampoco trabajo. No abrirías la boca, te matarían en ambos lados. Una caída rápida. Sacaste el segundo pie y te paraste en la orilla, tomaste aire y saltaste. Unas manos fuertes te atrajeron al interior de la habitación, te pego a su pecho y no te soltó. Pataleaste.

—¡Suéltame idiota! —Dazai lo hizo pero solo para cerrar la ventana. Te giraste, hecha una furia—. ¿¡Que te pasa eh!? ¿¡Que no es más fácil así!? ¡Ni siquiera te vas a manchar las manos!

Dazai no se inmuto. Te tomo de las muñecas y te volvió a pegar a su pecho, intentaste separarte, sin éxito, Dazai tenía mucha más fuerza de la que aparentaba.

—No quiero que hagas eso. No puedes suicidarte, no hasta que ambos estemos comprometidos y podamos cometer suicidio doble —te quedaste inmóvil y te pusiste a reír como histérica, al separar un poco tu cuerpo del suyo noto como lagrimas recorrían tus mejillas y se mezclaban con tu risa. Te soltó con una mano y te limpio las lágrimas manchándose las manos de agua mezclada con mascara de pestañas y delineador. Sin querer Dazai había tocado una fibra de tu sensibilidad, una de las pocas fibras, fibras delgadas y frágiles que se quebraban al mínimo toque.

No era la primera ni la última vez que llorarías por situaciones así, odiabas tener corazón, que tu espectro sentimental se quebrara de tal manera. ¿Qué sucedía dentro de ti? Se preguntaba Dazai, no lo sabía. Eras complicada de leer, una de las razones por las que llamabas su atención. Nunca nadie te había prestado tal atención (salvo Fyodor pero tu pensabas que era porque te necesitaba para sus planes), para ti el suicidio era algo como una forma de distracción para todos tus malos pensamientos, sabias que nunca daba resultado pero lo seguías intentando por si existía la vaga esperanza de que sirviera de algo.

—¿Por qué lloras? —te pregunto, dejaste de reír. Te recostó en la cama, se puso a tu lado y se cobijaron.

—Déjalo, ahorrémonos problemas —dijiste, tus lagrimas no paraban de fluir. Dazai no estaba dispuesto a demostrar muchos sentimientos, en parte porque no quería y en parte porque no sabía cómo hacerlo en aquellas situaciones por lo que lo único que hizo fue abrazarte y susurrarte «No» en la oreja.

No dormiste, no podías. Mirabas al techo, ignorando la presencia de Dazai. En el techo se dibujaban varias imágenes. Ya no podrías robarle el gorrito a Fyodor y juguetear con el tiempo que quisieras, tampoco podrías escuchar cómo te tocaba el violonchelo. Absolutamente nada.

—¿No puedes dormir? —murmuro contra la almohada. Negaste con la cabeza.

—Sufro de insomnio —soltaste.

—Yo también.

—Lo sé, estabas acostumbrado a trabajar de noche y dormir de día que se ha vuelto un hábito irremediable —Dazai levanto la cabeza—. ¿Qué?

Una risilla se escapó de su garganta.

—Me siento tan desnudo a tu lado, tu sabes muchas cosas acerca de mí y yo no sé nada de ti —giraste tu cabeza en su dirección.

—Fyodor sabe mantener sus cosas en secreto —te diste la vuelta dándole la espalda. Él se pegó a tu cuerpo.

—¿Eres una cosa eh?

—En teoría, mi vida está en sus manos —estuvieron hablando de trivialidades aquella noche, no durmieron en lo absoluto, ambos llevaban unas ojeras terribles a la Agencia. 

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