Escenario VI.I
Novia mexicana.
🥀Akutagawa
Tu pareja y tú iban a recoger a la primaria a tu hermano, un castroso niño de once años, con el cabello castaño y los ojos del mismo color. Al salir, lo primero que hizo fue mirarte con fastidio y no dirigirle la palabra a Akutagawa, tu hermano decía que daba miedo, y ni siquiera había visto, su habilidad.
—¡Quiero ser narco! —te gritó, rápidamente le soltaste un golpe en la cabeza, algunas personas que iban por allí se les quedaron viendo, entre ellas, identificaste a tus gloriosas vecinas. Malditas viejas chismosas.
—¿Qué es un narco? —te preguntó Akutagawa en japonés, para que el niño no pudiese entender.
—Umh, son como ustedes, pero pendejos y ellos se dedican más que nada a las drogas y prostitución.
Tu chico asintió, eso tenía sentido.
—¿Y tu hermano quiere ser eso? —suspiraste.
—El imbécil lo dice de broma, ser narco es un camino supuestamente fácil, no hay que estudiar, pero hay que ser muy inteligente y saber cuidarse, tú sabes.
—Deja de hablar chino, con tu novio chino.
Volviste a golpear la cabeza y este se quejó.
—Cuando sea narco, no te comprare la casa que quieres —el chico te sacó la lengua antes de entrar corriendo a la casa.
Era de noche, cuando los disparos comenzaron, Akutagawa estaba visiblemente alterado, y se mostró confundido al verte, tan serena, leyendo algo.
—____ ¿Qué carajo?
—¿Qué? —oíste los disparos—. Oh, cálmate. Son los vecinos arreglando sus diferencias. Ya se me hacía raro que no hubiera una balacera en toda la semana. A esto, se le llama "levantón". Así que, mantén la calma, estamos acostumbrados a la agresividad.
Akutagawa se dejó caer al sillón, Chuuya le había dicho que se iba a meter en una ciudad de locos, y no mentía. ¿Cómo es que, exactamente, en un lugar donde habitaban niños, pasaban esas cosas? Ellos solían armar escándalos, en los barrios bajos, no lastimaban inocentes. Pero bueno, ciudad de loco, al fin de cuentas.
🥀Chuuya
Eras una mujer, una señorita, con bonitas curvas, lindo rostro, carismática y amable. Con buena educación, y un vocabulario muy decente. Eras el estereotipo de mujer, excepto por un pequeño detalle.
—¡__-_____! —el pelirrojo se incorporó y te miró, sonrojado, mientras tu reías.
Segundos atrás, tu novio se había agachado a recoger un papel que se había caído de su mano, y tú, al ver su trasero, no pudiste evitar darle un repegón. Al empujar su trasero con tu pelvis, se había tambaleado y levantado.
Reíste por su expresión, otra de esas veces, él se había agachado a amarrarse las agujetas, y tú, empujaste su cabeza hacía en suelo con tu mano mientras emitías un sonido de beso. Chuuya no entendió, y te pidió que le explicaras, entre risas.
—¡JAJAJAJAJA! —te agarraste fuertemente el estómago al ver la mueca de chico, y te imaginaste otra escena—. Demonios, Chuuya.
De no ser porque a la hora de la acción, te tocaba abajo, podrías decir que eras la activa.
Esa vez, entraste al baño, Chuuya se estaba secando el cabello, iba con el torso descubierto y una toalla a la cintura.
—Paco Gerte —dijiste, antes de arrebatarle la toalla y salir corriendo, llevándote sus pantalones y bóxer también.
Chuuya soltó la secadora, y miró la puerta, tratando de descifrar que habías dicho. Los albures de México no eran nada nuevo para él, pero tú, tenías uno para cada ocasión.
—Paco... Gerte —sopesó las palabras, y entendió—. ¡Oí, _____! ¡Vuelve!
Se había imaginado algo que no debía, o tal vez sí, porque tú no te enterarías.
Chuuya salió corriendo por ti, estabas sentada en la sala, con la toalla y su ropa. En cuanto lo viste, tu vista se dirigió a sus ojos, y con una sonrisa le dijiste.
—No es lo mismo la verdura, que verla dura.
Chuuya se ruborizó, a pesar de ir tapado con las manos, se notaba, sobre todo, porque sus dos manos no podían tapar, eso.
🥀Dazai dark era
—Espera aquí —le dijiste a Dazai, él asintió, y tu papá le cerró la puerta en la cara.
—¿Andas con ese chino?
—Cállate Juan, tú eres de Huetamo, descendiente de narcos. ¿Qué te estas quejando del chico? —era tu mamá—. Aunque sí, debo admitir que tiene cara de asesino serial, y bueno, ni se diga de sus vendas.
Suspiraste, no habías podido quitarle las vendas, al menos, te habías deshecho de su traje de mafioso y de su mirada muerta.
—Es bueno —les dijiste, y estuvo a punto de salirte "en la cama", pero te callaste.
—Está muy flaco, ¿Segura que come? —esa era tu abuela, encargada de la cocina.
Negaste con la cabeza, todos habían estado esperando a que tu novio viniera, pero no podía por su "trabajo" de empresario sumamente ocupado.
—Si esa chingadera con cara de asesino serial no responde mis preguntas, lo terminas y lo mandas a comer perros —ibas a protestar, sin embargo, tu madre ya había abierto la puerta y dejado pasar al castaño.
Todos se sentaron en la mesa, Dazai los escrudiñaba a todos con la mirada, haciendo que, de cierta manera, pusiera incomodos a tu familia.
—¿De dónde vienes hijo?
—Japón —respondió, seco y frío. Mierda, pensaste.
—Que muchachito tan serio —murmuró tu abuela, dándole una cálida sonrisa y dejando su plato en la mesa. Dazai se lo agradeció, brindándole una sutil y diminuta sonrisa a la mujer.
—¿Trabajas? —ese era un dato que le había dicho a tu padre, pero, lo estaba poniendo a prueba. Dazai asintió—. ¿En qué?
—Ma... manejo una empresa.
Las preguntas continuaron, rápidas, concretas. Y las miradas de tu padre, taladradoras. Dazai se fue por la noche.
—¿Y qué tal...? —preguntaste, nerviosa.
—Mientras no encuentre cadáveres en mi cochera, puedes quedártelo. Tampoco quiero que coma perros en la casa.
—¡Papá! ¡Es de Japón!
—Es lo mismo.
🥀Odasaku
—Niños, niños. ¿Dónde están las flores que les encargue? —tus pequeños llegaron con las flores, nube y cempaxúchitl. Tú llevabas las veladoras, y habías hecho hasta lo imposible por conseguir un poco de ese curry que tanto le gustaba.
—Mamiii, ¿Nos cuentas como se conocieron? —te preguntó el más pequeño, Alex, con los ojos de Oda y tu cabello negro, Yui asintió, la más grande, con tus ojos y el cabello de Oda.
—Bien —respondiste, mientras preparaban el altar.
—Ay no —te quejaste en voz alta, al ver, que, en efecto, te habías perdido. Te sentaste en una banca y estuviste allí, hasta que un joven se te acerco.
—¿Está perdida? —asentiste—. ¿Qué dirección busca?
Le diste la dirección, y este te llevó. Era un restaurante, sin pensártelo, lo invitaste a comer como agradecimiento, y porque, estaba guapo.
—Muchas gracias —te inclinaste, no hablabas muy bien japonés, pero podías aplicar todo lo visto en animes—. Esperó volver a verlo.
—¿Te quedaras aquí?
—Unos meses, vine a trabajar —Oda asintió, y se ofreció a acompañarte hasta tu casa.
Allí, lo citaste al día siguiente, para agradecerle correctamente, y bueno, ¿Quién se iba a perder la oportunidad de salir con alguien guapo y buena persona? Era una joya, comparado con los de tu país.
Empezaron a salir, a verse, luego, te dijo en lo que trabajaba y no te incómodo. Era un mensajero, no un asesino. Poco después te llevó a conocer a los niños, y más tarde, terminaste embarazada de Yui. Formalizaron su relación y el jefe de la mafia los aceptó sin problemas. Ango se convirtió en el padrino de Yui, dos años después, te volviste a embarazar. Todo marchaba perfectamente bien... hasta que...
—¡Ta-da! —dijiste, dejando ver el altar completo. Lo que más llamó la atención de los niños fueron las fotos con otros niños y la otra, donde, aparecían, Dazai, Ango y Oda.
—¡Padino Datai! —gritó Alec, mirando la foto—. ¿Poque Datai usa eso?
Señaló las vendas de su ojo. Sonreíste. Cuando Alec nació, poco después de que Oda muriera, Dazai se quedó como su padrino y lo primero que el pequeño hizo cuando lo vio, fue jalarle la venda del ojo.
—Era decorativo.
—¿Papá va a vernos hoy? —asentiste, casi llorando. Cuanto lo extrañabas. Sentiste un jalón en tus pantalones, tus hijos se habías arrebujado en tus piernas y escuchaste algunos sollozos. Los abrazaste y te soltaste a llorar, también.
🥀Tachihara
—¿Quieres? —le dijiste a tu chico, extendiéndole un churro de mota con vainilla.
—¿Qué es?
—Mota —Tachihara levantó una ceja—. Es droga, anda, no pasa nada.
—¿De dónde lo sacaste? —echaste una calada al cigarro antes de hablar.
—¿La mota? Me la vendió el Kevin, y las canalas, en el centro.
—¿El Kevin? —le tendiste el cigarro, él lo acepto y le dio una calada.
—Esta, umh, pasable —te dijo, dándote el cigarro de vuelta—. Entonces, ¿Quién es el Kevin?
—El Kevin y El Brayan, son aquellos individuos, que mantienen al barrio en completa paz.
—¿Los jefes de manzana? —explotaste en risa.
—Nah, son los rateros de cuadra.
Tu novio asintió. En la otra esquina, recargado en un poste, estaba El Kevin, un peliblanco de ojos rojos, con un traje rojo. Te acercaste y lo saludaste, la chocaron y le diste el cigarro, como parte de su saludo.
—¿Y este?
—Es mi novio, Ban —te inclinaste hacía adelante y le arrebataste el cigarro.
—Ah, eres tú, el mocoso del que no se cansa de hablar —golpeaste con fuerza su cabeza cuando rodeo a tu novio y le sacó la cartera.
Tachihara reaccionó inmediatamente y lo tiró al suelo. Ban rio, y le dio la cartera al chico. Tachihara se quitó.
—Bueno, bueno. ¿Fumas? —Tachihara asintió, Ban sacó varias cajetillas de cigarro y se las ofreció—. Lucky Strike de pepino, son los mejores.
—¿Quéeeee? Malboro, eso sí es calidad —le arrebataste los cigarros a Ban.
—Ey, dame eso si no vas a pagarlo.
—Vamos Ban. Vuelvo después con el dinero —el peliblanco negó—. ¿No confías en mí? ¿Cuándo has visto que me he ido por lo cigarros y jamás regresado? ¿Tengo la cara de mi padre acaso?
Tachihara te arrebató rápidamente los cigarrillos. Te quejaste.
—Oí, ya has fumando suficiente —Ban recibió los cigarros y se los embolso.
—Exacto, además, le quite este paquete a Meliodas, si se entera me va a matar.
—¿Le tienes miedo al Brayan? Todo un collón.
—Cierra la boca, en fin, si quieres, mañana te espero, a la misma hora, en el punto.
🥀Hirotsu
Iban en el transporte, y tú ibas dormida. Dormida en serio. El veterano no tenía ni idea de a dónde demonios iban y tampoco podía entender como eras tan irresponsable para quedarte dormida. Iba inseguro, pues la gente se bajaba y bajaba y luego subía y así, y pasaban por tantos lados. Abarrotes azteca, salida Charo, el Bicentenario, San José. ¿Dónde estaban?
De pronto, escuchó un pitido, y el camión frenó en seco, puso una mano en tu pecho para que no te fuera para adelante.
—¡PINCHE PENDEJO! ¿¡QUÉ NO VES EL PUTO ALTO?! Pendejo de mierda —y allí estaba el chofer, pitando.
—¡No llevas animales! —gritó una señora, que iba en la parte de atrás. El chofer la ignoró.
—¿Qué pendejo? ¿Muy vergas? Bájate de tu pinche carrito puñetas y ven y házmela de pedo en mi cara, cabrón, a ver si muchos huevos tienes —Hirotsu estaba sorprendido por la capacidad de un mexicano, de convertir una simple oración en un insulto con más insultos. Y también estaba sorprendido de que no te hubieses levantado.
El hombre te movió ligeramente, ni siquiera te moviste, parecías muerto. Pasaron por lo que parecía ser un mercado de bastantes cosas, dulces, frutas, chiles y especias por mayoreo y menudeo, y entonces, así como así y como si no te hubieses dormido, te levantaste, maniobrando entre la gente levantada, y tocaste el timbre mientras le hacías una seña a tu esposo de que se levantara.
Pero el camión no se frenó, por lo que, molesta, agarraste aire y gritaste.
—¡Bajan! —y el camión freno de golpe, tanto que Hirotsu se tambaleó y no alcanzó a bajar, lo notaste y gritaste—. ¡Que bajan cabrón!
El camión volvió a frenar y Hirotsu bajó, sintiendo que era la peor de sus misiones.
—No descanse nada —dijiste, estirándote.
—¿Qué? Ni siquiera te despertaste cuando el chofer empezó a gritar —abriste la boca.
—¿Hubo pedo? Mierda.
—¿Cómo, como sabias que nos teníamos que bajar aquí? —sonreíste.
—Es una habilidad que desarrolla el pobre, nunca la entenderás —palmeaste el hombro de tu esposo, mientras caminaban hacia, ¿Un club nocturno? No espera.
—¿Sirenas?
—La casa de al lado —dijiste, riendo—. Pero, tengo pases VIP para las sirenas, si quieres, puedes ir a divertirte.
🥀Mori
Estaba en México, los narcos habían llegado con ellos, hicieron tratos, y luego México lo había traicionado. Así que, con todo y todo iba a desmantelar sus redes. Lo primero fue deshacerse de su fuente más grande de economía. Las prostitutas.
Todas ellas estaban sentadas en una habitación, con las cabezas tapadas y mantas encima.
—Que sepan, si no dicen una sola palabra, se podrán ir. Y, en caso de decirla, las encontraremos y les ira peor —aquello era mentira, eran una mafia respetada, y además Kouyou no permitiría eso.
Una a una, se fue yendo, a sus hogares. Al final, solo quedó una, joven, bonita, esbelta. Mori le sacó la capucha y la miró. Cabello negro y ojos verdes.
—Pasa al siguiente taxi —pero la chica no se movió—. Pasa al...
—No tengo casa —respondió—. Ni familia.
Técnicamente, aquella mafia de narcos era su familia.
—¿Posees alguna habilidad? —la chica asintió—. Pues bienvenida a la mafia.
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