Chuuya IV
A petición de:
Sxn_hee.
De entre todas las cosas que conozco, tú eres la más hermosa.
No conocía a ese idiota de nada, solo sabía que era su enemigo, y que, por tal, tenía que matarlo, o por lo menos, noquearlo para que la dejara hacer bien su trabajo. Prácticamente lo único que tenía que hacer era robar un poco de información para su beneficio. Información que estaba siendo transportada fuera de Yokohama y custodiada por el ejecutivo. La mafia portuaria planeaba deshacerse de la Yakuza, algo que SunHee, como miembro elite de la mafia no iba a permitir, además, si fallaba la iban a descomulgar y a cortarle el dedo meñique. Y eso era lo menos, iba a romper su código de honor.
Los Yakuza se habían vuelto enemigos de la Port Mafia antes de que SunHee entrase a ella. Debido a que era muy astuta y a su desempeño, ascendió rápidamente de puesto.
SunHee estaba observando al pelirrojo desde un barco, estaba en la costa, lista para disparar como la buena francotiradora que era. La bala no era específicamente para dañarlo, sino, para dormirlo, ya que esta contenía una toxina que se liberaría al mínimo freno. Todo parecía demasiado sencillo.
El objetivo se colocó en la línea de fuego, SunHee disparó y al mismo tiempo vio la bala detenerse a centímetros del cabello de Chuuya. Las toxinas se liberaron en un aire azulado, Chuuya tosió, pero alcanzo a regresar la bala de una patada, destruyó el arma con gravitones e hizo flotar a la chica. Oh por... SunHee activó su habilidad de golpe, estiró el pie y de un puntapié volvió a tierra. Sin embargo, se había sobrepasado, y el techo del edificio estaba colapsando por el golpe. SunHee miró hacia abajo, una caída de quince pisos la mataría sin duda.
No tuvo más tiempo de pensar porque el techo se derribó, en el acto sintió un dolor tirante en la pierna. Lo raro, es que no había herida. Ella suponía que era un efecto de su habilidad siendo usada con la Chuuya deteniéndola, fuese como fuese, no podía mover los pies y el dolor no disminuía. Cayó al piso, se quejó, vio sangre y al pelirrojo, y se desmayó.
SunHee estaba en el hospital, sola y sin manera de pagar. Era una desgracia, estaba sola en Yokohama, y si no tenía dinero en ninguna tarjeta, solo significaba que ya la había descomulgado. Solo faltaba volver a Tokio a que le cortasen el dedo y abandonase la mafia de manera oficial. Tampoco se podía mover, al menos, los doctores habían eliminado el dolor en las piernas, pero seguía invalida.
—Hola SunHee ¿Qué quieres de desayunar hoy? —la chica parpadeó, oh cierto, tenía que comer. De repente, estaba muy deprimida.
—Ah, lo que quieras. Hoy escoge el menú —su enfermera era muy buena, al menos eso era algo. SunHee le sonrió, ¿De verdad eso era el final?
Su enfermera se perdió entre la blancura del hospital, SunHee suspiró. Esa era la vida de una matona. Y su cuestión más grande era ¿Por qué no puedo caminar? Se estaba volviendo desesperante, muy frustrante para una persona como ella. Y todavía peor, seguro la Port Mafia la estaba buscando, para ella era mejor que los Yakuza la matasen, al menos, moriría en manos de sus jefes. Su enfermera entró de vuelta, llevaba una sonrisa (como siempre) y las mejillas medio sonrojadas, SunHee la miró sin entender su entusiasmo.
—¿Usted tiene novio? —SunHee casi se rio, claro, ya le gustaría.
—No ¿Por? —la enfermera no borró su sonrisa.
—Quizá quiera ver al joven —SunHee estaba a punto de gritarle que qué pasaba, cuando vio a la enfermera salir y entró un pelirrojo cono ojos azules. A SunHee se le bajó el azúcar. Te encontró. Estúpida, estúpida, estúpida.
Ella no detectó ninguna arma, una vez que lo escrudiño detenidamente, aunque, tampoco necesitaba una. Él era el arma. SunHee lo sabía, se había matado estudiando al ejecutivo, todo para que al final, un estúpido fallo en su fuerza la cagara.
—¿SunHee? —el pelirrojo se acercó con paso seguro, pero sus ojos titilaban. SunHee no supo identificar por qué.
—Sí...
—Tú... eh. ¿Qué demonios fue eso? —SunHee parpadeó, ¿Qué? ¿A qué se refería exactamente? Chuuya se quitó el sombrero—. Quiero decir, ¿A qué se debió ese ataque? Los Yakuza sufrieron un hackeo de información, nosotros aun no planeamos destruirlos y definitivamente, tampoco llevábamos su información fuera de Yokohama. Sin embargo, debido al ataque injusto que se me proporciono, tengo la obligación de ejecutarla.
SunHee se encogió en la cama, estaba sentada, al menos, con la espalda pegada a la pared y las piernas extendidas. Quería correr, gritar y atacar, pero no podía. Ni siquiera podía utilizar su habilidad, porque sus piernas eran el arma. La chica suspiró, mejor que la matase allí y ahora.
—Está bien, no me queda honor. Mátame aquí mismo —Chuuya negó con la cabeza y SunHee quiso jalarle el cabello hasta dejarlo clavo.
—Quiero que lo nuestro sea una pelea justa. Esperare a que se recupere —y sin más dilaciones, el pelirrojo se fue.
Al ver sus ropas negras y su cabellera roja perderse entre la blancura y pureza del hospital, SunHee se sintió vacía y abandonada. Hacía un buen rato que no veía otra cara que no fuese la sonriente enfermera.
segunda visita.
—Ey, ¿Ya comiste? —Chuuya se sentó en el sillón frente a la camilla de SunHee. La chica aún se preguntaba porque había vuelto a visitarla. O más bien ¿Con qué intención?
—No —SunHee estaba en la silla de ruedas, Chuuya la había puesto allí. Así ella tenía mayor movilidad y como no estaba en tratamiento, podía moverse.
Chuuya sacó algo de refresco y comida casera. SunHee lo observaba, casi quería sonreír, la visita de Chuuya había alegrado su día casi sin pensarlo. Durante toda la semana, ella había estado anhelando, de manera inconsciente que el pelirrojo volviera. Aunque fuera para matarla, no quería estar sola. Chuuya dejó a un lado la comida, se levantó y tomo a SunHee por la espalda, mientras pasaba su otra mano por debajo de sus piernas y la cargaba hasta dejarla delicadamente en el sillón.
En el lapso de esos segundos, SunHee apreció mil cosas del rostro de Chuuya. Por ejemplo, sus pestañas eran muy largas y gruesas, tenía una pequeña cicatriz debajo del ojo izquierdo y sus labios eran más gruesos de lo que aparentaban.
—Come —Chuuya le extendió la comida a la chica, ella sonrió. Ya no podía evitarlo, tal vez, ser una atendida no era tan malo.
quinta visita.
Chuuya la iba a visitar una vez por semana, SunHee no sospechaba nada de él y tampoco tenía porque hacerlo. El pelirrojo había sido completamente honesto al decir: "Vengo porque soy culpable de lo que te paso". Prácticamente venía a enmendar su error, eso, de una u otra manera golpeo el ego de SunHee, por un breve instante había tenido el pensamiento de que Chuuya iba a verla por algo más.
Esa vez estaban en la planta baja del hospital, Chuuya llevaba a SunHee en la silla, y como a los enfermos no se les permitía salir a las áreas verdes, no les quedaba más que mirar el paisaje por la ventana. En las últimas dos visitas, Chuuya le había llevado de comer recetas que él mismo preparada, también habían estado jugando juegos de azar, SunHee se sentía querida.
—¿Y luego? ¿Allí termina todo? —ambos habían agarrado la costumbre de contar anécdotas de sus vidas. Esa vez, SunHee estaba contando su entrada a la mafia.
—Síiiii, es bastante raro. ¿Y tú? ¿Cómo terminaste en la mafia?
Chuuya no dudo en contárselo, ella era de confianza y la única persona con la que convivía fuera de su mundo de sangre. Fue una historia larga, ya que la mitad de esta fueron quejas e insultos hacía Dazai.
—No creo que debas tomarle tanta importancia a él. Después de todo, solo fue un idiota que no supo valorar tu buen compañerismo. Y te quería, era molesto, pero te quería. Debe haber alguien más que ocupe su lugar. Dicen, los espacios vacíos que quedan en tu vida, pronto lo llenara alguien.
Chuuya se quedó callado, no quería admitir que SunHee era ese alguien que llenaba el espacio que había dejado Dazai. Porque no quería relacionar al idiota con SunHee, ella llenaba muchos aspectos de su vida.
decima visita.
Llevaban buen tiempo comunicándose por mensaje y llamada, todas las noches, sin falta, Chuuya llamaba a la chica para desearle buenas noches y hablar un rato. En las mañanas, cerca de las seis, cuando Chuuya se iba a correr, recibía varios mensajes deseándole buenos días y un día bonito. SunHee poco a poco estaba desarrollando sentimientos por el mafioso. Es que, ¿No podía existir hombre tan prefecto? Lo tenía todo, personalidad, cara, cuerpo, dinero, sustento, independiente, todo. SunHee casi se derretía en su presencia.
—SunHee —Chuuya entró a la habitación, traía la típica comida, y además un ramo de flores que dejo en el florero de la mesa de noche.
Se acercó y deposito un delicado beso en la mejilla izquierda de la chica. SunHee le sonrió, Chuuya se sentó en los pies de la camilla y acarició las piernas de la chica. Tenía el habito de hacer eso, y casi en la octava visita la enfermera le había dado permiso de ayudarla a bañarse, por supuesto, que el pelirrojo no miraba más allá, solo se dedicaba a mover a la chica con su habilidad cada de que fuera necesario. Eso facilitaba muchas cosas.
—¿Cómo has estado?
—Pues, lo normal ¿Y tú? —Chuuya sonrió.
—Tuve algunas discusiones con mi jefe, pero al final nos arreglamos.
—¿Qué paso? —SunHee se inclinó, tenía curiosidad.
—Le pedí que perdonara tu ejecución —SunHee abrió la boca—. Discutimos, pero al final cedió.
—¿Por qué?
—Porque, al final, no puedo permitirme asesinar a la mujer que quiero en mi vida.
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