Chuuya III
La de los casetes y la lluvia.
No había peor día que ese. _____ regresaba a su casa después de la escuela. En uno de los días con el peor clima del año. Llovía a torrentes y para su desgracia ella debía caminar mucho para llegar a su hogar. Llevaba la cabeza encogida, los pasos como zancadas, las manos en los bolsillos.
En sentido contrario venía Chuuya, cubierto con un paraguas más ancho que sus propias ganas de vivir, cubriéndole el cabello, el sombrero y su carísima ropa. El maldito de Dazai se había encargado de quitarle los frenos a su automóvil y por supuesto, dejarle un bellísimo mensaje en el parabrisas tallado con una pintura imposible de quitar.
—Maldito día asqueroso —dijeron los dos al unísono, en diferentes puntos de la calle. Sin conocerse.
____ llevaba sus lentes en la mano, detestaba estar ciega, sobre todo en los días lluvioso. A penas podía distinguir la parte del suelo en la que pisaba. Y eso era porque estaba mirando al suelo fijamente.
Así como así, ambos chocaron el uno con el otro. _____ levantó la cabeza, los cabellos se le pegaron mojados al rostro. Entrecerró los ojos.
—Lo siento, ¿No te moje? Perdón si lo hice, vivo por aquí cerca. Puedo traerte algo.
—Estoy bien —____ se sobresaltó por el tono de su voz. Un chico.
—Ah... Lamento hacer una pregunta tan tonta, pero ¿Eres un chico? —Chuuya frunció el ceño. Después se pasó la mano por la cara. Extendió la sombrilla para cubrirlos a ambos.
—Si... umh. ¿Qué tan lejos queda tu casa?
—Es un taller de automóviles. No sé si lo hayas visto.
—Sí, de hecho, voy para allá. Te lo pasaste —la chica soltó un quejido. ¿Por qué esas cosas tenían que pasarle a ella?
—Ahg, ¿Dices que vas para allá? —ambos empezaron a caminar, ___ trataba de no pegársele mucho a Chuuya, porque no quería mojarlo y porque ella no tenía idea de quien era él. Aunque la sombrilla no permitía mucho espacio personal.
—¿De dónde vienes?
—Ah, de la Universidad. ¿Qué fue lo que se averió?
—Se le rompieron los frenos y el parabrisas quedo manchado de pintura.
—Oh. Por cierto, me llamo ____. Gracias por brindarme la sombrilla.
—Chuuya. Mucho gusto.
—Siento haber chocado contigo. Mis lentes se mojaron y no veo nada.
—No te preocupes —hubo un silencio incomodo—. ¿Qué estudias?
—Derecho.
—Interesante. Eres joven y emprendedora —____ rio. Chuuya levantó una ceja.
—¿Qué es tan gracioso?
—Es que, no soy tan emprendedora como parezco. Y tampoco tan joven.
—¿Qué edad tienes, entonces?
—Veinte.
—Tengo veintidós, así que eres joven y pareces ser emprendedora —la castaña se encogió de hombros. El chico le resultaba buena onda a pesar de no alcanzar a identificarlo.
—¿Tú estudias? —hubo una negación con la cabeza.
—Trabajo.
—¿En qué? —el silencio se prolongó—. Está bien si no quieres decirme. Lo entenderé.
—Lo siento. Pero no es un oficio del que pueda hablar mucho.
Ambos llegaron al taller, _____ salió cagando ostias a su habitación.
—¡Gracias Chuuya! Hola papá, hola Toby — ____ subió a su habitación, aspirando el olor a aceite en el camino.
Ella bajó rato después a saludar y con un pequeño regalo de agradecimiento para el chico. Esa vez ya tenía los lentes puestos, lo primero que vio fue un automóvil muy lujoso, su padre se estaba encargando de encerarlo. Ella se preguntó a quién pertenecería. Lo segundo en lo que se fijo fue en el chico que estaba sentado, ella recordaba perfectamente haber visto una perfecta cabellera pelirroja, la cual en primera instancia había confundido con una chica. _____ estuvo a punto de tropezar con los escalones. Es guapísimo. En seguida la invadió un sonrojo. No era posible que semejante hombre la hubiese visto totalmente desmadrada. La chica apretó el regalo que llevaba en la mano y bajó con el chico.
—Eh... —_____ se pasó un mechón del cabello detrás de la oreja—. Quizá te parezca un regalo algo inusual, pero es algo que tiene significado cuando te conocí. Gracias.
La chica extendió la bolsa, Chuuya la recibió, pero no husmeo en ella.
—Está bien, fue un gusto conocerte —Chuuya se levantó. Fue a recibir el automóvil y se perdió. Entre la lluvia.
El regalo que ____ le había dado a Chuuya era un casete.
"Porque cuando te conocí supe que esta música te gustaría"
Y en efecto, cuando Chuuya llegó a su hogar y destapó la bolsa, se encontró con un bellísimo casete. Para suerte de él, en su casa tenía una grabadora que reproducía ese formato. Así que, sin pensárselo dos veces reprodujo el casete, y la música que estaba allí le maravillo, tanto como la chica.
Sin embargo, Chuuya no volvió al taller, y no porque no quisiera, sino porque en la mafia estaban pasando por momentos muy complicados que podrían desencadenar en guerra, y él no quería poner en ningún tipo de peligro a la chica. Lo que sí estuvo haciendo fue mandar casetes con música cada quince de cada mes, porque ese había sido en día en que se habían conocido. ____ había estado investigando la dirección de donde provenían los paquetes. Sabía que eran de Chuuya pero no sabía de dónde venían. Como un admirador.
Y luego los casetes dejaron de llegar, ____ se preocupó. La ausencia de que los casetes faltaran le pegó tan duro a la chica que estuvo a muy poco de hundirse en tristeza. Pero no se rindió, empezó a buscar y a buscar. Indagó hasta lo más profundo. Solo para encontrar la dirección del chico. Y cuando la tuvo, no dudo en ir a verlo.
Sin embargo, lo que se encontró no fue lo que esperaba. Cinco enormes edificios con hombres armados a cada puerta. Y, además, en el edificio más grande parecía haber un parche, como si hubieran derribado parte de él y luego lo hubieran reconstruido con material diferente. La chica estaba a punto de reunir coraje para ir a preguntar por ese lugar cuando del edifico más grande vio salir a un pequeño pelirrojo caminando.
—¡Chuuya! —el chico volteó totalmente aterrado. El azúcar le bajo—. Creí que no te encontraría.
—____ ¿Q-qué haces aquí? Sera mejor que te vayas.
—¿Qué? ¿Por qué? Quiero saber que es todo esto.
—Te dije que no podías saber de mi trabajo... no puedes estar aquí. Es peligroso.
—¿Por qué? Quería verte... dejaste de enviarme casetes —Chuuya bajó la cabeza.
—Lo hice. Es peligroso.
—¡Chuuya! Si solo me dices que es peligroso voy a asumir que trabajas asesinando personas o que eres un criminal —Chuuya se quiso encoger en su propio lugar, y por una vez en su vida deseo ser más pequeño.
—Tienes que irte —Chuuya puso sus manos en los hombros de ____. Ella se separó automáticamente.
—No me voy a ir, no, hasta saber porque es peligroso.
—Okey, te lo diré, pero no aquí y no ahora. Mañana, te envió un mensaje con la dirección —el semblante de ____ se relajó. Ella asintió y dejó un delicado beso en la mejilla del chico.
La chica se fue.
Al día siguiente se vieron en una plaza. Él ya estaba allí cuando ella llegó.
—Chuuya —la chica lo saludó con un beso en la mejilla—. Hablemos.
Chuuya asintió, él estaba sentado de piernas y brazos cruzados, tenía la mandíbula tensa y los ojos oscuros. Tenía miedo, estaba asustado. Dios, ¿Qué le diría? ¿Se iría? ¿No era eso lo mejor?
—Dime, ¿Eres un criminal? —a Chuuya solo le salió un débil "sí"—. Entiendo.
La chica lo abrazó.
—No importa. Si tengo que correr peligro por estar contigo, no importa —Chuuya aceptó el abrazó—. Así que, por favor. Sigue enviándome casetes.
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