chuuya
tw: fem!reader. diferencia de edad, chuuya (22), y/n (18-19). manipulación, acoso, gaslighting, manipulación emocional, abuso de poder, infracción a la privacidad grave, una parte no es consciente de nada de esto. Asesinato, codependencia. Chuuya manipulador, obsesivo.
a petición de: ARIAPINAR
Paso un largo tiempo desde ese día, al menos unos costosos años que lo arrastraron a la mafia, le revelaron tristes y encantadoras verdades y lo pusieron donde debería estar desde el principio. Sin embargo, eso no quiso decir que se alejara por completo, él ni siquiera se alejó en realidad, lo persiguió desde las sombras y se sintió como un degenerado más de una vez. reprochándose a sí mismo tristes y letárgicas palabras sin nada más que vacío en ellas, las consideraba una especie de castigo por la inmundicia que estaba cometiendo.
Pero no se sentía tan culpable como aparentaba.
Desde sus tristes quinces, atrapado entre la violenta llevada de las olas a su destino y sus cambios hormonales, hubo una fuerte constante en su etapa de cambio, una que tuvo que desaparecer cuando la mafia lo tomo de los hombros y lo guio. Esa constante estaba allí cuando llegó a la vida, cuando el sello de oscuridad se rompió y Rando lo soltó en la crueldad del mundo y la locura del monstruo dentro de él.
Y él no iba a perderla por mucho que las circunstancias pudieran ponerse contra su cuello y querer tajárselo, iba a tener lo que le pertenecía, porque nadie más iba a poder brindarle lo que él. Nadie iba a ser él.
Columpió sus brazos al lazar su cuchillo al aire una y otra vez, jugueteando con él sin prestarle la más mínima atención. El azul turbio de sus ojos permanecía fijo en las canicas humanas, perdidas en la desesperación y el terror, luchando por liberarse de la gravedad en su cuerpo, incapaz de mover un solo dedo sin que la ola roja lo obligara a permanecer contra el piso.
Chuuya hizo un puchero burlón.
—Perdóname por no dejarte ir —susurró mordaz inclinando su rostro con una florecida sonrisa de dientes filosos.
El hombre le gritó blasfemias que sonaron cuales melodías clásicas en oídos ajenos, Nakahara giró alrededor del civil, inclinándose cada tanto para brindarle una sonrisa tintada de sed de sangre al pobre idiota que se metía en su camino. Era el primero del año, por suerte.
—¡Tú, tú! ¡Hijo de puta! —bramó aterrorizado. Y a Chuuya sinceramente ese anillo de la tortura no le quedaba como a Dazai.
Nakahara torció el labio, hastiado, guardó el cuchillo en su funda. El hombre contra el piso se alzó de repente, gritó, pero nadie lo escuchó. ¿Quién lo haría a ochenta pisos de distancia? Chuuya encendió un cigarrillo mientras su habilidad trotaba al hombre en el borde del edificio.
Luego simplemente desapareció y el hombre cayó ochenta pisos abajo, donde ni siquiera llegó vivo porque todos sus pobres órganos explotaron. Chuuya no se molestó en estirar el cuello con su cigarrillo entre labios, con un pequeño dolor martilleando su cráneo. Disfrutó su camino a casa, cerciorándose de que el rostro que él anhelaba no estuviera allí para ver tan pútrida escena, pero no lo estaba. Seguía en la universidad tal y como él ya sabía. Suspiro de alivio cuando lo comprobó e ignoró los gritos y llantos de los familiares desconsolados, condujo hasta su hogar vacío en las montañas.
Él había estado haciendo durante algunos años, quizá desde que tenía quince o menos. La protegía, de quien fuese y como fuese. Al principio solo habían sido notas amenazantes o sustos cercanos, Chuuya se colaba por su vecindario sin ser detectado y se aseguraba de que nunca llegara sola a casa, flotaba por los techos de las casas y la seguía en silencio siempre que salía.
Sin embargo, creció, sus responsabilidades como mafioso aplastaban sus hombros y al mismo tiempo, los idiotas empezaban a rodar a su alrededor. Como moscas muertas, Chuuya los conocía como se conocía a sí mismo, querían todos lo mismo, zumbando en su dirección en cuanto sus pútridos ojos atrapaban algo de carne descubierta. Llevaban flores, chocolates, cartas, salidas al cine. Por suerte eso solo sucedió hasta la universidad, cuando los idiotas solo se volvían más atrevidos.
Creyó que estaba bien con unas cuantas amenazas, pronto se dio cuenta que serían tan banales como estúpidas y lo delatarían como un tonto, jamás podría permitirse algo así, no en el tipo de calibre que él manejaba. Los suicidios y los accidentes empezaron a llover sobre su cabeza como peste, llevando aquí y allá su horrido baile de destrucción sobre las mentes corruptas e insanas no dignas de siquiera una mirada. Disparos a la cabeza, caídas de edificios, accidentes automovilísticos, incendios, fugas de gas. ¿Qué iba a saber Chuuya? Estaba demasiado ocupado ocultándose para no asustarla, protegiendo su pequeña espalda desde atrás. Y sonriéndole incluso sin que ella le devolviera una sola mirada, porque no sabía que estaba allí.
Chuuya podría arrancarse el corazón y entregárselo si ella así lo pidiera.
Viajó hasta la universidad de Yokohama, dejo su moto en la nada y sus piernas siguieron a la chica hasta que esta llego sana y salva a su hogar, repitiendo la rutina a diario tanto como el trabajo no lo tomaba de las correas y lo arrastraba lejos, de ser el caso, otro de sus subordinados se encargaría. Esa noche, parecía ser exactamente igual a las otras, excepto por una cosa.
Había una figura cubierta de negro paseándose a unos metros de ella, Chuuya entrecerró los ojos. Se inclinó sobre los techos de los edificios acercándose prolongadamente hasta caer en la banqueta justo cuando ella daba la vuelta, caminó con naturalidad, metros detrás de ella y del enfermo que la seguía.
Ella había notado al hombre desde calles atrás y cada vez trataba de moverse más rápido y encontrar un lugar al que pudiera llamar refugio. Nakahara ardía en furia, si algo detestaba más que a los degenerados, era a los que se acercaban a ella. El hombre hubo estirado las piernas y extendido la mano para cogerla del pelo y meterla al callejón cuando una patada lo tumbo al piso.
Chuuya hizo lo que pudo para cubrirse el rostro mientras el hombre se ponía de pie, y/n retrocedió, asustada y con lágrimas atrapadas en sus pestañas bonitas. Él ni siquiera se atrevió a verla a la cara, demasiado avergonzado para hacer un movimiento que no fuera matar al hombre.
No frente a ella, claro.
—¿¡Qué esperas para irte, imbécil!? —ladró engrosando la voz hasta que esta sonó gutural en medio de la noche.
Los ojos de Chuuya echaban chispas siguiendo al cuerpo oscuro correr con torpeza calles abajo. No tardaría en ser tomado por uno de los suyos. Permaneció estático en su lugar, incapaz de girar un solo centímetro de cuerpo en dirección a la chica. Había preferido enfrentarse a mil hombres en su lugar, lo que resultaría fácil en comparación.
—Umh, yo... —y/n jugó con la cinta de su bolso. El nuevo desconocido podría ser igual de peligroso que al anterior.
Cerró los ojos, arrinconó su vergüenza hasta que su ego la aplastó y tomó la valía para darse la vuelta y acompañarla a su hogar como un verdadero caballero. De esa manera, sería la coartada perfecta para poner a correr su plan sin que las cosas resultaran extremadamente sospechosas. Se giró por fin, bajando el ala de su sombrero un céntimo.
—Ehr, gracias, de verdad, muchas gracias —ella se inclinó profundamente ante él y no pudo evitar sonreír como un verdadero imbécil.
Después de tanto tiempo, por fin, ella le dirigía la mirada y la voz a él, y no solo tenía que escuchar su encantadora voz desde la distancia. Eso lo encendía.
—No agradezcas —susurró, no se atrevió a extender la mano enguantada para saludar. No se atrevería a tener tacto con ella incluso a través de la ropa—. Si me permites acompañarte a tu hogar...
Y ella, tonta y ajena a la temible situación detrás de ese maravilloso encuentro casual, aceptó que su salvador nocturno la llevara a su casa, se presentara a sus padres y se despidiera con digna amabilidad de un caballero. Era tan inocente, se había reído con su madre cuando esta bromeo acerca de que ese podría ser su próximo pretendiente.
Antes de que le avisaran del suicidio del chico con el que salía.
Él tenía ocho años, y ella cuatro.
Y era exactamente la primera creatura de pura inocencia y alma deslumbrante que él conocía en su escasa y terrible estadía en la tierra. Se había decidido a arrastrar a la niña con él para protegerla con su vida de la absoluta maldad humana, fue una sorpresa cuando encontró carteles que declaraban su búsqueda. La niña hermosa e inocente estaba desaparecida desde hacía un mes, eso explicaba que hacía en Cone Stree.
Nakahara se movió hábil hasta la comisaria a entregarla y escapar como alma al diablo cuando le pidieron una declaración. No hubo manera de encontrar al niño pelirrojo que la entrego, tampoco hubo detalles claros de la investigación y su desaparición quedó enterrada como un misterio entre los papeles de la ocupada policía de Yokohama.
No entraba siquiera dentro de la categoría de encuentros que marcarían su vida, al menos no al principio, pero la vida le fue jugando mierda tras mierda que escabullirse a su ventana por las noches y verla dormir o acercarse a los parques donde jugaba, se volvió parte de su analgésico contra la vida y el dolor absoluto que bailaba a su alrededor riéndose de él con tristes melodías socarronas escalando por su espalda y un molesto suicida enterrando sus filosas palabras en su mente.
Chuuya buscaba cualquier tiempo libre para salir a verla, investigó sus horarios, los de sus padres y los memorizo. No dejo ni una sola prueba de sus visitas, y si Dazai lo había descubierto se había quedado completamente callado. Y que bueno, porque de otro modo, habría tener que matado al niño de Mori.
Cuando su ascenso como ejecutivo le piso los talones a los diecinueve incrementaron sus deseos por tomar lo que todo el tiempo había considerado suyo. Pero ella era joven y pequeña, tan dulce e inocente, y él llevaba las manos tatuadas con sangre que las sombras seguían siendo el lugar correcto para sus metódicas vigilancias, para enterrar su obsesión muy en el fondo y convencerse de que él, y solo él, estaba destinado a proteger un alma tan pura como la de ella.
Las noches en las que más se reprochaba sus retorcidas cualidades perversas, eran también, las que más disfrutaba. Y no sabía si era exactamente por el morboso placer de verla sin ser detectado y obtener vistas que nadie más tendría nunca porque la privacidad en su habitación era otorgante de placeres como aquellos que tenía el lujo de tomar en sus memorias, o era solo su excitación hormonal despertando con ella en cualquier instante en el que él pudiera permitírselo.
Lo cierto es que no lo sabía, pero de igual modo se reprochaba semanas enteras luego de haber realizado actos sexuales con una sola persona en la cabeza.
Dejo de hacerlo cuando las hormonas de adolescente bajaron, se reprimió y disfrutó de lo que alcanzaba a obtener sin violar la privacidad, cuidándola en su lugar. Estaba redimiendo sus pecados.
Cometió algunos errores, que casi le cuestan ser descubierto por ella, pero nunca contempló ser descubierto por Kouyou. La mujer le regaló varias miradas severas antes de suspirar con resignación y decidir apoyarlo en su decisión. Desaprobó completamente sus actitudes de acoso y le ofreció en su lugar un platillo por arriba de las posibilidades que él habría imaginado en algún momento.
Nakahara aceptó, cegado por la pasión y la misma obsesión que volteaba hasta hacerla parecer un inocente acto de protección desmedida producto de un enamoramiento feroz. Si, estaba tan enamorado como obsesionado, y Kouyou estaba dándole leña a la lumbre con toda la intención.
Aparentaba ser demasiado sencillo —para un par de mafiosos con cargos altos—, una enorme deuda en el banco con más ceros que la bolsa de valor. Era una tristeza, de verdad, ver a su pequeño ángel entrar en desesperación cuando los números aplastaron a su familia, ni su propio hogar y sus sueldos, que habían sido suficientes por mucho tiempo lograron reducir un solo cero de la cuenta, así que las cosas fueron desapareciendo poco a poco hasta que su hogar quedo reducido al contrato de otra familia. Estaban en la calle.
Y Chuuya agonizaba cada día sin poder mover un pelo por órdenes de su nee-san.
y/n corrió a él, arrodillándose a sus pies. Su melena negra caía sobre sus hombros. Chuuya dejó atrás su propio letargo interno y se entregó al llanto de su amada que pronto cesaría. Había esperado mucho tiempo para llevar el plan a cabo, ganándose su confianza, siendo su amigo. Siendo lo único que le quedaba con la capacidad de brindarle su hombro sin derrumbarse. Con tanta paciencia, podía permitirse un tiempo más.
Nakahara acarició sus delgados cabellos negros, paseó sus dedos entre su cuero cabello y le proporcionó leves caricias. Pero no se permitió mucho tiempo así, odiaba verla en el piso llorando. No molesto en usar fuerza para levantarla y hacer que se sentara en su regazo, su cabeza se enterró en su cuello mientras sollozaba.
Él sonreía, tan encantado por tenerla con él. Hizo leves círculos y patrones por su espalda para tranquilizarla, y no se molestó en reprimirse para besarle la cien y los hombros con delicadeza. Chuuya esperó a que se calmara, para finalmente soltarle el detonante principal por el cual se llevó a cabo todo ese plan de sufrimiento.
—Ángel... —llamó—, yo, sabes. Estaba pensando...
Fue lento con sus palabras, como si a él mismo le costara sacarlas de su garganta y la inseguridad lo atrofiaba desde dentro. En absoluto.
—¿Sí? —ella se inclinó contra él. Chuuya se tomó su tiempo en limpiarle el resto de las lágrimas de su rostro bonito, odiaba verla llorar.
—Estaba pensando en casarnos —no lo retuvo, salió como lo haría una bala que colisiona contra un colchón.
Los ojos heterocromáticos de la morena se abrieron de golpe, la propuesta cayó sobre sus hombros y se asentó como una promesa. Estaba el amor, la calidez poco natural con la que era tratada, la protección y los brazos fuertes y amables a su alrededor que le proporcionaban el calor que nadie más le había proporcionado nunca. Pero más allá del amor, estaba el deseo, la lujuria, y más allá, estaba el poder. El magnífico y embriagante poder que ella ejercía sobre él y que le maravillaba tener, había algo delicioso en poder mangonear a un hombre así a su antojo.
Y ella no olvidaba el dinero.
—¿Casarnos? —la palabra silbó en su boca, tan encantadora.
Él le sonrió y asintió, con un brillo adorable —y tan letal— en sus ojos mar. y/n irguió su espalda en el regazo del hombre, sus manos aterrizaron en sus hombros y volvió a encontrar el mismo soporte firme que anhelaba más esos días.
—No solo por nosotros —empezó—, tu felicidad es la mía. Pero si me permites ponerte mi apellido, puedo sacar a tu familia del hoyo en el que están.
—¡Chuuya! —exclamó exaltada—. No podría, no podría aprovecharme así de ti.
Nakahara buscó la cintura de la chica y la apresó entre sus manos sacándole un respingo que le produjo una sonrisa benévola. Tenerla cara a cara por fin era tan fascinante, tenerla era una absoluta exquisitez que no podría otorgarle a nadie más y por supuesto que estaba encargado de ello. Una belleza sin igual como una balada nocturna en una noche fría, el vino y la buena comida a su alrededor, ella podía sentirse como el mismo rayo de luz en medio de la podredumbre. Y Chuuya quería ser el único en presenciar el rayo de luz, la esperanza y el sol en su rostro al despertar.
—No estas aprovechándote, ángel —murmuró. Enterró su rostro en el cuello de la chica, besó su clavícula y obtuvo un suspiro en respuesta—. Yo te ofrezco todo de mí. Y apreció a tu familia.
—Pero... —se calló cuando otro beso aterrizó en su clavícula, suspirando cuando Chuuya marcó sus dientes sin fuerza—. Mis padres no estarán de acuerdo.
—Los puedo convencer, si estás de acuerdo —susurró contra su oído. Un escalofrío le entró a la chica.
Él inclinó el rostro, sus cabellos salvajes golpearon el hombro desnudo de la chica mientras sus labios secos y fríos caían en el cuello de y/n, subían a su mandíbula y recogía el lóbulo de su oreja entre dientes. y/n se derritió en su toco, perdió fuerza en el agarre de los hombros de Chuuya y dejó que sus manos reposaran sobre la nuca del pelirrojo. Enterró sus dedos débiles en los cabellos rojizos, tuvo cuidado al apretar incluso si no le causaba ningún daño, no se atrevería a dañar a Chuuya.
Fue lento, fue gentil, roces provocativos y dulces, no aplicó ninguna fuerza sobre ella y la trató con la delicadeza de una muñeca de porcelana. Dejó escapar suspiros entrecortados, Chuuya sintió sus estremecimientos cuando pasaba su húmeda lengua por su cuello o sus dientes dejaban marcas débiles en su piel tan vacía. Tenía un color bonito, como canela.
—Entonces, mi querido ángel ¿estás de acuerdo? —su voz ronca se filtró a su mente embelesada por las sensaciones magnificas que su boca y voz provocaban en ella con tanta facilidad.
—Sí... —suspiró contra su hombro cuando este volvió a presionar sus labios en su cuello.
El fuego de la chimenea se avivó de golpe, como el mismo subidón de calor en la habitación vacía y los dos cuerpos ardientes el uno por el otro. Las sombras serían testigo, como siempre habían sido.
Él había tenido razón, pudo convencer a sus padres de casarse con ella, secundado por el refuerzo del enamoramiento de y/n. Lucía más que encantada con casarse con él, maravillada por la idea de una nueva vida y de cumplir un gran sueño. Casarse y ser feliz. ¿Cómo podrían haberse negado? Los ceros infinitos en la deuda del banco desaparecieron en cuanto el anillo descanso en su dedo anular y los votos fueron lanzados al aire en una encantadora boda llena de lujos inimaginables y mafiosos vestidos de negro.
Hubo momentos de lucidez cruel donde sus padres dilucidaron su decisión. La cantidad de hombres alrededor de Nakahara. Hombres que destilaban peligro por todos los poros, hicieron que sospecharan haber tomado un pésimo camino, fue una duda que se incrusto aceleradamente en sus corazones pero fue enterrada rápido por la recuperación de sus bienes y trabajos.
Todo se vino abajo cuando ella dejó de llamarlos, cuando abandonó sus estudios y se esfumó de sus vidas como un colibrí. Fueron discretos al buscarla, temiendo causar la ira de un hombre con tanto poder como Nakahara, pero no había nada de ella. Y la tristeza cayó sobre ellos.
Al menos hasta que apareció de nuevo para confirmar que seguía viva, que estaba bien. Se sorprendieron al ver dos guardaespaldas custodiándola y cuidando el automóvil en el que ella venía. Vaya que estaba viva, y bien cuidada.
Se quedaron tranquilos, y quizá fue un error para ellos.
y/n regresó a casa antes que Chuuya, preparó la cena y lo esperó en el sillón, observó televisión un rato. Su teléfono descansaba como un peso muerto a su lado, no hablaba con nadie salvo sus padres. A quienes incluso olvidó hasta que Chuuya le hizo notar la preocupación de esta por ellos.
Pero lo cierto es que estaba muy feliz en esa enorme mansión en las montañas. Había bloqueado a todos sus amigos porque eran demasiado molestos y le quitaban tiempo con Chuuya, además hablaban muy mal de él. Como que era un manipulador, que la estaba alejando de ellos, que había sido imposible contraer matrimonio con un ejecutivo de la Mafia, un asesino. Se volvieron pesados, y ella los bloqueó.
A veces salía a tomar el té o de compras con Kouyou, Gin o Higuchi. Eran chicas agradables y no hablaban de Chuuya con blasfemias en sus bocas podridas, al contrario, igual que ella, lo consideraban el tipo de hombre perfecto.
Él llegó tarde a casa, y ella estaba quedándose dormida cuando Chuuya se acercó al sillón y la observó dormir. Sonrió con ternura y antes de levantarla le tomó una foto, una que colgaría con las cientos que adornaban las hermosas paredes de la habitación destinada a ella. Las únicas fotos que Chuuya jamás tomaría serian desnudos, pues no estaba de acuerdo en tenerlas. Sus brazos se ciñeron a su espalda y piernas mientras la llevaba a la habitación y le susurraba su llegada.
Nakahara la dejó descansar en su enorme cama y se calentó la cena, luego bajó a la planta subterránea de la mansión. Revisó todas las cámaras que seguían a y/n con el movimiento y cogió el móvil copia del de ella. En el mismo monitoreaba todo lo que ella hacía, nada de amigas, nada de amigos, ningún chico en sus mensajes salvo él. Y sus padres. Kouyou, Higuchi y Gin.
No tenía ningún contenido en las redes sociales y él se aseguraba que nadie le mandara mensajes. También monitoreó los movimientos en su tarjeta y el automóvil que le pertenecía a ella. No había nada raro ni peligroso, así que Chuuya suspiró y continuó su cena. Desde el instante en que ella se casó con él, perdió toda privacidad.
Perdió todo.
Y solo le quedaba él. Él que le llevaría todo. Que le daría todo, que haría todo.
Nakahara Chuuya nunca se permitiría que lo abandonaran. No ella.
uncanny | wuserpoe
sinceramente estoy 🧍♂️, con esto.
¡espero te gusteee! creo que hice lo mejor que pude con respecto a esto, la verdad esq me quedé tiesa porque no sabía exactamente qué hacer con esto.
tengo dos cosas para decir ahora.
número uno, tengo varios pedidos de ranpo. creo que s4 ha sido un boom y la verdad estoy de acuerdo, aunque aún no la veo. tratare de traerles uno antes de entrar a clases (entro el proximo martes, soy llanto), y también, habrá unos tres o cuatro one-shots más antes de un escenario.
número dos, ESTOY EN LA BASURA. fui a ver avatar dos con mi novio y quedé fascinada con todo, me voló la cabeza bc amo la fantasia, yo solo no podía aJSDJSJJS, en consecuencia, estoy escribiendo un fanfic (what do you expect?), enfocado principalmente en Neteyam (MY MAAAAN) y Lo'ak (MY OTHER MAN), simplemente porque tenía ganas de verlos en una misma relación con una chica. No estoy segura de publicarlo ciertamente ajja. con todo lo que tengo ahorita, me abastezco de vistas, y si no tiene apoyo me achicopalo, así q debo pensarlo je.
it's all. lxs quiero mucho<3.
AY Q POR CIERTO EL LIBRO YA TIENE 882 K, si llega al millón me voy de hocico.
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