Atsushi II

Advertencia: ninguna. 

Gracias a las maravillosas ideas de Dazai Osamu, nuestro suicida favorito, los personajes de BSD han dado un giro de 360° a su personalidad. Ustedes aquí y ahora, verán a estos chicos convertidos en todo lo que no son y tendrán que lidiar con ello. (Contenido vulgar y exagerado, estupidez en grados enormes y una fuerte dosis de LSD para hacer estos capítulos. Leer bajo su propio riesgo).

—Esto fue una gran idea —sonrió Dazai, sentado en su camarote. La escritora, al otro lado, preparándose mentalmente para sobrevivir a tanta estupidez, sonrió de vuelta.

—Tú también vas a sufrir Dazai.

—¿Pooor?

—Porque eres el más pedido prácticamente.

—Eso es un halago.

Ejem. Comencemos.

Swap! Atsushi.



—Eres un idiota —soltó ______, mirando a Dazai.

El castaño se hallaba vendando las manos del tigre, después de haberse metido en una pelea cuando Kyouka fue agredida verbalmente por un hombre. El punto es que, Atsushi terminó con una puntada en el rostro y moretones en los brazos.

Pero, y ese era el motivo de su sonrisa socarrona, el hombre había quedado mucho peor. Él podía vivir feliz siempre y cuando sus enemigos quedaran peor.

—No es para tanto bebé —farfulló Atsushi, con una sonrisa coqueta.

_______ palideció. Ese no era su Atsushi. Atsushi en realidad, no podía decir un cumplido demasiado grande sin ponerse rojo, menos podría sonreír de tal manera.

—Después de todo, las vendas no son tan malas. A Dazai le quedan bien.

—Muchas gracias Atsush-

—Ah, ah —respondió este, moviendo la mano—. No es un cumplido. Quiero decir, si a alguien como tú le pueden quedar bien, entonces, a cualquiera le quedan bien. Sobre todo, a mí.

Una gota de sudor bajo por la sien de Dazai. No le estaba gustando esa versión de su gato-esclavo. Sobre todo, porque ya no podía mangonearlo para que hiciera sus reportes. Dazai le lanzó una mirada de súplica a ______, ella se encogió de hombros.

—¿Ves? Todo es tu culpa pedazo de mierda.

—_____-chan —lloriqueó—. Ya tengo suficiente con que Atsushi-kun me insulte.

El mencionado se soltó del agarre de Dazai, mirando con atención las vendas que recorrían sus brazos. Tras una mirada de "Bueno, podría ser peor", le dedico una sonrisa poco convincente a su superior.

—Al menos sirves para algo —escupió, antes de levantarse e ir hacia la puerta.

—¿A dónde vas? —inquirió ______, cruzándose de brazos. Definitivamente no iba a permitir que el peliblanco saliera a causar más estragos por Yokohama.

—¿No es obvio? A disfrutar la vida.

—Tienes trabajo —él sonrió.

—Si estas preocupada por que las chicas puedan coquetear quizá demasiado conmigo, no te preocupes, tengo dueña —sus ojos, antes bien abiertos y alegres, ahora cargados de una malicia mordaz, se cerraron con una sonrisa —también medianamente malvada—. El muchacho le guiño un ojo y le mando un beso.

Segundos pasaron antes de que Yosano, que atravesaba la entrada para ir a sus aposentos, se detuviera y mirara con desconcierto la puerta, tratando de descifrar que había sucedido.

—¿Ese fue Atsushi? —murmuró.

—Sí...

—Demonios.

—Demonios.

En la tarde-noche, Atsushi todavía no hacía acto de presencia. Solo Dazai y ______ quedaban allí, el primero por obligación de Kunikida y la segunda porque estaba preocupada por su ahora atrevido y nada tímido novio.

Cerca de las once, un toque quedo se oyó en las oficinas. ______ fue a abrir apresuradamente.

En la puerta, Akutagawa estaba parado, con una mano sobre la boca, la otra cerrada en un puño y las piernas temblorosas. Estaba más pálido que de costumbre y su mirada solo demostraba algo más allá del pánico.

—No sé qué droga le metieron a este, pero no voy a soportarlo otro segundo más.

La mano del tigre estaba sobre los hombros del mafioso, se tambaleaba y sus ojos viajaban alrededor. Estaba borracho, y Akutagawa visiblemente alterado por el cambio de personalidad del tigre. Ese no era el inútil que quería matar, aunque sí, debía admitir que sus habilidades de combate seguían siendo pésimas. Incluso se había tomado la molestia de no asesinarlo y en su lugar lo había llevado hasta la agencia.

—Vaya, estoy sorprendido de que tus ropas sigan intactas —señalo Dazai. Atsushi, medio borracho, medio consciente, puso otra de sus sonrisas arrogantes.

—Por supuesto. Tenía que llegar en una pieza.

Akutagawa se agachó y el peso que Atsushi estaba poniendo en él, se fue para abajo. Se tambaleó y por poco caía al suelo, hasta que su brazo fue a parar a la otra punta de la puerta. Se recargó y disimulando su media caída, le sonrió coqueto a ______.

—Me busco, se puso borracho con una copa y empezó a coquetear conmigo —_____ alzó las cejas—. Me pregunto si tenía novia y que, si no, él podría brindarme algunos servicios sexuales.

______ enrojeció de enojo. Atsushi se encogió de hombros.

—Te dije que no coquetería con chicas, no entiendo tu molestia.

Dazai soltó un "Uhhhhh" de fondo, metiéndose cizaña a la muy posible pelea que se desarrollaría entre esos dos. Akutagawa tosió, rompiendo la tensión.

—No sé qué hiciste, Dazai-san, pero devuelve a este pedazo de mierda seca para que pueda matarlo.

Dazai, que estaba gozando de la escena, mientras él no se viera involucrado, se encogió de hombros. El mafioso entrecerró los ojos, suspicaz, sabía que había algo más allá de un encogimiento de hombros, pero no dijo nada. Mientras no volviera a toparse con esa versión atrevida del tigre, su vida seguiría marchando sin tumbos.

Atsushi atravesó la sala y se sentó en su silla, echando la cabeza para atrás.

—Dazai, tráeme un café.

El castaño lo miró, estupefacto. Atsushi, al ver la expresión hizo una mueca de fastidio.

—Sí, lo que oíste. Un café —chasqueó los dedos. Dazai palideció.

Akutagawa llevaba tapada la boca para no reírse.

—Atsushi-kun, yo soy tu superior.

—¿En serio? —alzó una ceja—. No recuerdo haberte preguntado.

—Atsushi-kun...

______ apareció con un café caliente en la mano y un rostro de seriedad. El peliblanco sonrió, extendió la mano, pero antes de eso, ______ le jalo los cabellos.

—Escúchame bien Atsushi, quiero que vuelvas a ser el mismo gato tímido que me gusta. No esta... cosa —señalo dejando el café con fuerza sobre el escritorio.

Atsushi suspiró. Y ______ ya se había ido.

—No creí que se fuera a molestar —espetó, dándole un sorbo largo al café.

—¿Preocupado? —Atsushi asintió—. Al menos esa parte de ti no ha cambiado.

—Ella nunca se había molestado conmigo.

—Obvio no. Eres un rollo de canela —el tigre frunció el ceño.

—¿Un qué...?

—Nada, nada —el tigre volvió a suspirar, frustrado. ¿Qué tenía que hacer para contentar a esa muchacha? Para colmo, dos años menor que él, si se lo contaba a su papá tendría la cagada de su vida—. Recógela en la escuela y llévala a comer, siempre ha querido eso.

Como si le hubiese leído la mente —cosa que Atsushi no dudaba que pudiera hacer—. El tigre asintió, pero al igual que con su verdadera personalidad, no tenía mucha experiencia en citas.


Viernes por la tarde. _______ se encontraba echando el último chisme antes de tomar el transporte e irse, cuando observó una figura oscura cruzar la calle.

Una de sus amigas, atenta a cualquier presa, codeó a ______, señalándole con el mentón al chico.

—Mira nada más —susurró, al ver que el chico se aproximaba a ellas—. ¿Es tu novio?

Antes de que ella pudiera asentir, Atsushi ya estaba allí. Con esa molesta sonrisa mordaz y los ojos maliciosos. Iba todo de negro, pantalón y playera, debajo una camisa blanca, tenis del mismo color y cadenas colgándole del cuello y el pantalón. ¿Qué de donde había sacado esa ropa? Ella no sabía, y tampoco sabía que hacia allí.

—En efecto señoritas —Atsushi se inclinó sobre la mano de las muchachas, besándolas con delicadeza y esa sonrisa petulante en el rostro.

______ estaba a punto de traspasar los muros de la ira, cuando se recordó a si misma que el chico no tenía la culpa de que Dazai hubiese entregado al tigre a un usuario de habilidad. No lo golpees, no lo golpees.

Sus amigas ya se encontraban que fangirleaban en exceso por el tigre, pero este no hacía más que dedicarles pequeñas sonrisas y ningún contacto físico, además del beso ya dicho.

—________ bebé —el chico se giró, extendiendo la mano para que ella le diera la mochila. ______, aun atontada, le dio el bolso—. ¿Quieres comer algo?

—Claro...

Se despidió de las amigas de su novia, emprendiendo camino hacia el restaurante que un muy furioso y harto Akutagawa le recomendó. Confiaba en el buen gusto del mafioso, porque lo había visto en el supermercado y veía las cosas que compraba, así que mientras él se abastecía de comida enlatada, Akutagawa compraba todo natural —influencia de Chuuya, no más—.

Las paredes eran oscuras a los lados, con luces desde arriba proyectando los haces de luz hacia abajo. Una barra negra con sillas a lo largo de una pared y mesas también negras del otro lado. Era un lugar estrecho y largo. Justo lo que Atsushi no escogería, pero ese no era —del todo— su Atsushi. A ______ le gustaba, y estaba contenta con que el chico hubiera escogido un lugar que a ella le gustara y no viceversa, como esperaría que hiciera con ese ego que se cargaba últimamente.

—¿Te gusta? —preguntó ladeando la cabeza y ocultando sus manos en la espalda para que ella no viera como movía las manos de los nervios. Fuese como fuese, Atsushi seguiría preocupándose por complacer a _______.

Mentiría si dijera que no tenía miedo de que ella lo pudiera mandar al carajo. Detrás de esa fachada de chico malo y egocéntrico estaba el mismo Atsushi inseguro y tierno. Solo que, ella no tenía por qué enterarse de ello. Y aunque le gustaría volver a ser el mismo de siempre, no lo conseguiría gracias a esa habilidad.

Ella asintió, todavía anonadada por lo bonito del lugar. No era precisamente lo más elegante, pero tampoco era demasiado informal. Era sencillo, y estaba bien. Atsushi se dedicó a pedir y esperar sentado en la barra, mientras _______ veía su espalda delgada recubierta de negro.

Luego de que Atsushi regresara y minutos después les llevaran la comida, ______ jugueteaba con sus palillos. El tigre la noto inquieta, como siempre lo hacía, porque fuese como fuese él no dejaba de ser novio y tal y como el Atsushi que era, siempre estaba atento a cualquier movimiento fuera de lo común en ella. A algunos les parecería asfixiante, pero a _____ le gustaba que el chico siempre le pusiera atención y se acordara de los pequeños detalles, aquello era todo para ella. No importaban demasiado los halagos o los regalos grandes.

______ podía ser feliz siempre y cuando él le prestara atención, porque regalos y halagos, cualquiera.

—¿______? —la chica levantó una ceja al notar que él no le había llamado por el mote de chan.

—¿Michi-kun? —Atsushi apartó la mirada, pasándose la mano por el cabello y ocultando su rostro con la mano.

—Aquí no, por favor —susurró, ella sonrió.

—Pero si eres un gatito bonito —comentó con voz aniñada, haciendo sonrojar más al tigre y eliminando toda esa fachada de chico malo que no le entraba por ningún lado.

—Por favor ______ —pidió con labios apretados. Al otro Atsushi también le avergonzaba cualquier mote, pero estaba acostumbrado a ese y a los repentinos abrazos de la chica. Carraspeando la garganta y metiéndose comida a la boca, preguntó—. ¿Qué te tiene tan preocupada?

La inquietud de la chica se había ido. Había temido que el antiguo Atsushi del que ella gustaba se perdiese en el fondo de ese chico malo y egocéntrico. Pero, por otra parte, estaba feliz de que tuviera el ego por las nubes y no se odiase a si mismo como antes. Y aunque fuese un poco egoísta de su parte, ella quería a su Atsushi de vuelta.

—Es que... ¿Qué pasa si no vuelves a la normalidad? —el humor de Atsushi se apagó.

—Quieres decir, ¿Qué ya no amaras si me quedo así? —ella negó rápidamente con la cabeza.

—¡No! Digo, siempre te amare. Nada más me estaba preguntando eso, porque bueno, ¿Te sientes mejor contigo mismo al estar así?

Atsushi se inclinó hacia adelante, apoyo los brazos en la mesa y dejo en beso en la punta de la nariz de ______.

—Creo que, es momento de agradecerte —ella frunció el ceño—. Gracias, porque me has hecho sentir que valgo mucho en mi otra versión y aunque me guste ser así, prefiero quedarme como soy.

Ella sonrió, enternecida y avergonzada. Atsushi levantó la comida con los palillos y _______ la recibió en la boca.

Dazai sonrió, apoyando las manos en la cintura.

—¡Ahhhhhh! ¡El poder del amor! ¿Verdad Kunikida-kun?

—Repíteme porque estamos de incognito con estos ridículos disfraces.

—¿Ridículos? —exclamó, ofendido—. No sabes lo difícil que fue encontrar un vestido de tu talla y una peluca Kunikida-kun. No aprecias el esfuerzo, por lo menos a ti se te ventilan las piernas y mira yo, con estas cosas. ¿Cómo Fyodor puede usar esto?

—Reitero, ¿Por qué tengo que ser Agatha?

—Porque sí.

—¿Y ahora qué?

—Es hora del siguiente paso —dijo sonriendo, y sacando de manera cómica una tira de condones de sabores—. Ninguno se animará con esas personalidades, es un favor Kunikida-kun.

Agatha-Kunikida suspiró.

—No sé si te circula mierda por el cerebro o si siquiera tienes algo en el cráneo. 












aH. ¿SABEN DE QUE ME ACABO DE DAR CUENTA?
De que hoy se cumplen dos años desde que empecé a escribir aquí. No estoy llorando okk.

P. D. Como escritoras, ¿Qué música escuchan para escribir?

P. D. 2.  No saben el miedo que me da la espinaca esa que va en Shiratorizawa y que se ve te rompe los dedos de una. Me da miedito:(

P. D. 3. SE VIENE LAS 100K  ASDFIDKFKD

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