Akutagawa II
A petición de: KYJ_993
Advertencia: ninguna.
— ❦ —
El momento nunca será el adecuado ni el perfecto, pero tú haces que sea así.
Akutagawa te odia, pero odia amarte y no saber cómo demostrar su amor.
Por esa misma razón tú dejaste de ser su guardaespaldas, renunciaste por completo. Quedaste como una subordinada de Kouyou y nada más, en tu lugar había una rubia muy simpática que te odiaba y suponías era por tener cierta relación con su Sempai pero a ti, te daba igual, no tenías la intención de robárselo no cuando tú no sabías ni como decirle "Te quiero" a la cara, aunque sospechabas que recibirás un puñetazo o que Rashomon te atravesaría sin piedad.
Esa mañana te habían citado en la oficina de Kouyou, con desgano fuiste a ver lo que se le ofrecía.
—Buenos días _____ —te paraste recta y miraste con asombro que Akutagawa se hallaba en la misma sala que tú. Apretaste los labios.
—Buenos días Kouyou-san —saludaste con seriedad, ignorando la presencia del pelinegro.
—Por cuestiones de salud de la señorita Higuchi, quedas como guardaespaldas de Akutagawa. Por el momento es todo, pero sigues siendo mi subordinada —abriste la boca para protestar y te callaste. Suspiraste e hiciste una reverencia antes de retirarte.
A tus espaldas venia Akutagawa, batiendo su abrigo de un lado a otro con paso quedo.
—A mí tampoco me agrada volver a estar contigo, rata —te exaltaste enseguida, odiabas ese apodo más que otra cosa en tu vida.
Diste la vuelta y le soltaste una patada que apenas y le rozo la cabeza antes de que se agachara.
—¡Imbécil! —y desapareciste. Te podías hacer invisible a voluntad propia.
Allí estabas tú, otra vez. Peleando al lado del pelinegro, rompiendo cuellos y destripando hasta el cansancio.
—¡Termine, voy a buscar a la cabeza de esta mierda! —y sin esperar una respuesta clara de él te fuiste a los subterráneos.
Viste una silueta moverse con agilidad en la oscuridad, lo seguiste consiente de que no te podía ver. Estabas tan cerca de él y de poder tomarlo cuando él se giró y viste como poseía lentes y no cualquier tipo de lentes, lentes detectores de calor. Estaba preparado. Te tomo del cuello y te tumbo al suelo, al tacto volviste a la normalidad. Pataleaste y forcejeaste pero te fue imposible quitártelo de encima, era demasiado peso para ti. Levantaste la rodilla y golpeaste sus genitales, en vez de retorcerse de dolor te soltó una cachetada y hundió el cuchillo que traía en tu estómago. Te retuerces de dolor, te encoges en tu lugar, vez la sangre brotar de tu abdomen y gritas.
El cabello se te levanta y los oídos te silban cuando una masa de tela negra pasa por encima de ti, oyes un grito masculino y vez de reojo caer el cuerpo decapitado del hombre.
Giras un poco la cabeza y ves a Akutagawa, sereno pero con una chispa de alerta y preocupación en sus ojos. Él está a punto de soltar un "¿Estas bien?", aunque es obvio que no estás bien, en su lugar tose y te recoge, tapa tu herida con un vendaje improvisado hecho de Rashomon. Intentas darle las gracias y decirle lo mucho que lo quieres y fallas estrepitosamente al desmayarte.
Despiertas en una cama de hospital, bien sabes que estas en la enfermería de la Mafia. Recuerdas los hechos y te sientes tan impotente por haber fallado una simple misión, y sobre todo porque Akutagawa te rescato a ti en lugar de tú a él, que es lo que debiste hacer como su guardaespaldas.
—Idiota, idiota. Y así planeas decirle: Oh Akutagawa, te amo. Y él claramente va a aceptar estar conmigo, con la chica débil que ni su propio trabajo puede hacer bien. Qué vergüenza —en ese momento abres los ojos y te pasas la mano por la cara con exasperación. Giras tu rostro al lado contrario de la pared para acomodarte y seguir durmiendo para olvidarte de todo.
Te sorprendes y tu respiración es irregular al ver a Akutagawa, cruzado de brazos mirándote de igual forma. Ha escuchado lo que dijiste. Oh. Mierda.
—¿Qué fue lo que dijiste, rata? —aun cuando su voz tiene ese tono áspero hay temblor en ella. No lo sabes, pero tiene miedo y duda. Nunca había confesado sus sentimientos a otra persona, ni siquiera es capaz de aceptarlos en su propia cabeza.
—Tú... yo, eh. No he dicho nada, estas alucinando —dices, suenas patética. Akutagawa arruga la frente. Sientes desesperación y decepción, no era así como tú soñabas confesártele o que él se te confesara, cosa que obviamente no pasaría.
—No estoy loco, rata. Repite lo que dijiste —niegas con la cabeza—. Repítelo.
Su mirada grisácea atraviesa tu alma, te sientes intimidada y forzada a hablar pero no quieres, no deseas que sepa tus sentimientos y temes ser rechazada de una manera cruel y fría porque él es así, es cruel y frío como sus ojos. Abres la boca, tu lengua se mueve mientras un remolino de emociones se acumula en tu estómago y sube hasta formar un nudo en tu garganta. Quieres llorar, sientes el rechazo a la vuelta de la esquina.
—Me gustas.
Akutagawa no dice nada, las lágrimas aun no salen, están atoradas en tus pestañas. El pelinegro se levanta cual robot y abandona la habitación. Rompes a llorar.
Elise entra más tarde en tu habitación, es de noche pero está iluminado. Ella se para a los pies de la camilla y te extiende un palillo con la punta café, a pesar de tu incertidumbre lo tomas.
—No lo comas, métetelo en la boca —con el ceño fruncido aceptas sus órdenes. Elise se va y en su lugar entra Akutagawa.
Retrocedes hasta que tu espalda pega en la espalda, te cruzas de piernas y lo miras. A Akutagawa le da absolutamente igual, él se sube en la cama y te toma del mentón. Sientes sus dedos fríos y suaves, su tacto es como la seda, delicado y suave. Estas segura de que lloraras de nuevo, ¿Por qué se comporta así? Primero se va y te deja llorando y ahora regresa con lo que parece ser la intención de besarte ¿Cuál es su problema? Sin embargo no te besa.
Él atrapa el delgado palito de galleta entre sus labios y lo muerde.
—Haz lo mismo —te dice entre dientes, a pesar de que Elise te dijo lo contrario. Nerviosa le das una pequeña mordida y saboreas, vuelves a morder y el chico hace lo mismo.
La galleta se acaba y ahora sientes una superficie suave. Y de hecho, esa superficie se mueve, haces lo mismo, siguiendo el ritmo sabiendo y la vez no de que se trata.
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