akutagawa

TW: fem! reader. peleas por celos. connotaciones mal sonantes entre mujeres. comentarios hirientes referentes al poco pecho de una mujer. Higuchi celosa e hiriente.

les pido que no insulten ni a la protagonista ni a Higuchi por favor, no me gustan los comentarios entre odio hacía mujeres:(

A petición de: kurai_yoma

i am insecure and sensitive and i ruin everything i love

Es innecesario, lo sabía, aun así, era incapaz de mantener su postura y volverse loco. Apretó los dientes con fuerza desmesurada, tener una novata al lado entorpecería su trabajo con creces. Higuchi era suficiente, Mori no entendía eso.

Sucedió un encapotamiento sórdido, a su lado Higuchi adoptó una postura defensiva, él mismo se tensó inconscientemente y llamó a Rashomon, estarían sufriendo un ataque si la luz se iba por el edificio. Sin embargo, pronto se dio cuenta que la oscuridad no era parcial, ni siquiera un corto. Era pura en su máxima expresión, aparentemente metido en una caja de oscuridad —si es que eso podría existir—.

Echó a la bestia a romper aquella caja, encontrando que su misma habilidad se perdía.

—Es muy cool ¿verdad? —la voz en su oreja lo hizo saltar hasta el otro lado. No había nada detrás suyo—. Estoy aquí, arriba.

Sostenida por un hilo de oscuridad aún más densa estaba ella, Nana flotaba con una sonrisa en su fastuoso rostro, aparentemente demasiado flexible para ser normal. Con una mueca de rabia Akutagawa lanzó a Rashomon en su contra.


Después de su primer encuentro actuó a la defensiva durante semanas antes de que Nana le mostrara los mayores usos de su habilidad y constantemente estuviera siendo molestado por hilos de oscuridad escurriéndose dentro de su abrigo o picándole las mejillas, incluso se pasaban por su nuca y lo ponían como una gallina —piel de gallina—. Era una porquería, no solo porque no podía matarla, también porque Higuchi no dejaba de chillar alrededor de Nana como un perrito molesto.

Akutagawa estaba llegando a un límite de paciencia. Hasta que aparentemente, Nana se rindió con él. Excarceló un torrente de pensamientos al azar sobre motivos incongruentes por los que ya no estaba siendo llevado al abismo de la locura, suspiró profundamente al recuperar el espacio personal que era traspasado de manera no directa por Nana.

—La nueva llega tarde, Akutagawa-sempai —refunfuñó la rubia, quien estaba muy por encima de la molestia general del pelinegro de tener una compañera. Higuchi la odiaba.

Que llegara tarde la ayudaba a sumar puntos a lo mal que ya le caía a Akutagawa, aquello enaltecía la esperanza de la rubia. Una mujer así de odiosa jamás entraría en el corazón de él.

—Hay que movernos —ordenó finalmente.

Si no fuera por esa habilidad exótica, Nana no estaría ni cerca del nombre de la Port Mafia. Akutagawa destensó los hombros con ligereza, llevando a Rashomon sobre el abrigo y la certeza de que Nana no aparecería ese día, podría estar más que complacido. Eso claro, si Higuchi no estuviera sobre él el resto del día.

—¿Qué está mal contigo? Deja de usar tu habilidad innecesariamente —bramó un exasperado Akutagawa alzando los brazos al aire para quitarse esos hilos molestos.

Nana ladeó la cabeza cual cachorro. Luego rio.

—Eres tierno —murmuró. Balanceó su peso hacía atrás y se dejó caer. La oscuridad se la tragó.

Akutagawa viró los ojos con fuerza sacudiendo la cabeza. Volvió a la tarea del reporte que realizaba con vehemencia para volver a casa lo antes posible y cenar con su hermana. Tamborileó con fuerza en el teclado ignorando el malestar en sus ojos producto de su vista cansada. Era un mal día, seguro una mala noche.

—¡Mierda! —la taza de té se volcó sobre la computadora. Rashomon no reacciono a tiempo, pero si la oscuridad de Nana, quien sujetó la taza y además formó lo que aparentaba ser una servilleta oscura sobre la computadora.

La chica estaba sobre el techo, moviendo sus dedos bañados en negro. Alzó la servilleta y dejó la taza sobre la mesa. Akutagawa batió la cabeza a un lado.

—Gracias.

Pensó que era tonto ser acompañado durante la noche, pero estaba agradecido. Sabía que Nana permanecía flotando sobre su cabeza, en silencio. Después de todo, así es como podría estar cerca de él.

—Oh, por cierto —atañó ella de repente, flotando sobre la cabeza de Akutagawa y mirando una estrella perdida entre las nubes—. Lamento haberte molestado las primeras semanas.

—Da igual.

—No realmente, te hice sentir molesto. Tratare de no ser una invasiva —Nana sonrió al cielo.

Lo reacio del chico al contacto se hizo evidente con las semanas, acariciaba las fosas nasales de la chica como olor a podrido intensificándose a medida que los días pasaban, trataba de entender por qué. Lo hizo poco después.

Al dar la vuelta pudo escuchar voces estridentes que no parecían tener intenciones de bajar la voz. Era Higuchi y Nana.

—¡Tal vez si pararas de hostigar a sempai te voltearía a ver! ¡Pero eres una enfadosa de mierda! —Higuchi llevó sus manos a la cadera, su ceño se fruncía cada vez más.

Nana estaba perdiendo los peldaños de la paciencia. Odiaba los gritos. Y odiaba que hablaran esa mierda estúpida. Apretó los puños, sus dedos teñidos de negro se ciñeron a los hilos de oscuridad que comenzaban a recorren la habitación, esparciéndose alrededor como agua.

—Desde que llegue no has parado de sabotear mi jodida vida —exclamó la peliblanca—. Todo lo que haces es sabotear mi trabajo para que él me odie, ¿y qué si quiero acercarme a él? Solo trato de ser amigable.

—¿Amigable? —Higuchi rio con sorna—. Tú solo quieres su atención.

Akutagawa escuchó un estruendo en la habitación.

Higuchi estaba sobre el suelo, jadeante e inmovilizada. La oscuridad de Nana se cernía sobre sus extremidades apretando con tanta fuerza que podrían quebrarle las articulaciones de un movimiento.

—Tú no tienes ni idea de que quiero. La única que quiere atención eres tú, perra celosa —Nana apretó los puños, la oscuridad sobre la rubia apaleó con fuerza su cuerpo contra la pared.

Higuchi se levantó trastabillando y corrió las cortinas con fuerza. El grito de Nana no se hizo esperar, sintiendo que la piel se le quemaba allí donde la luz natural golpeaba.

Era suficiente.

El portador de Rashomon lanzó al mismo contra la ventana, tapando la luz natural que perforaba la piel ajena, con la misma fuerza, arrastró a Higuchi lejos de la ventana y Nana.

Hubo un prolongado silencio. Nana inhaló con fuerza sosteniendo su brazo herido por la luz solar, las rodillas le temblaban, pronto se descubrió a sí misma cayendo. Akutagawa la cogió, impidiendo hacerle daño con su propio contacto.

De la piel herida brotaban entramados de oscuridad que flotaban por el aire como arena desintegrándose. El hombre apoyó el cuerpo de la chica contra el sillón, buscó a Higuchi detrás de él pero no estaba.

Confiaba en que había ido a buscar su propia ayuda.

Sin embargo, reparar el cuerpo dañado de Nana, estaba seguro, iba más allá de los conocimientos médicos de cualquiera. La oscuridad que salía de sus heridas era cada vez más, Rashomon las cubrió.

—Solo debo taparlas —Nana sonrió. Movió sus dedos oscurecidos a sus heridas.

Akutagawa presenció como la misma oscuridad recorría la herida y la tapaba. Una mancha oscura recorría su brazo allí donde la herida había estado. Lucía igual que sus dedos. Se preguntó si le habrían pasado lo mismo.

—Revocare a Higuchi de su cargo por unas semanas —anunció, no encontrando las palabras que se le atoraban en la garganta. Realmente quería decirle algo...

Nana batió la cabeza.

—Fui yo quien la atacó primero, si alguien debe ser revocado soy yo.

Era una tontería. Akutagawa apretó los dientes, ¿por qué le causaba tanta molestia ver ese molde de amabilidad? Sus comisuras levantándose cada vez que lo veía, los recorridos nocturnos hasta su hogar, Nana flotaba sobre él como un acompañante silencioso.

Sentía la lengua entumecida por un algo que se alzaba por su garganta como bilis, se preguntó si era su tos molestando. Descubrió que no, no era tos, eran palabras atravesadas cual espinas, imposibles de eliminar con agua o medicamento. Tal vez un gracias por su acompañamiento.

En su lugar, tragó duro, llevándose las manos a la manzana de Adam. Suspiró con notable pesadez. Se quedó sentado sobre el sillón junto a Nana hasta que ella despertó mientras la observaba silenciosamente.

De vez en cuando, aquellos taciturnos ojos grises se paseaban por su rostro, luego bajaban a la herida sellada con oscuridad y a sus dedos oscurecidos. Parecían manchados de tiza. Incluso creyó que podrían llegar a dolerle. Torció el gesto.

Sintió un subidón de reconcomio por las puntas de sus dedos demasiado delgados, miró en su dirección, solo para entender que no vería nada. Pues el malestar cubriendo su mente se concentraba puramente en sus sentimientos liosos causantes de las mismas molestias engorrosas de las últimas semanas. Había desarrollado un grado de empatía por la chica. Eso le hacía querer arrancarse la lengua y dejarla como sacrificio.

Cerró los ojos. Él le daría la compañía silenciosa que Nana le otorgaba. Aun si le molestaba sin razón aparente.

Pronto Gin le hizo entender su molestia, al parecer era incapaz de reconocer sus propios sentimientos si no eran canalizados a través de la ira o el odio. Akutagawa había bebido su té en silencio a la espera de otra explicación que le explicase lo que hermana quería decir. Gin se pasó la mano por el cabello con una sonrisa derrotada.

Su hermano era un caso imposible.

—Te gusta ella —le dijo—, te gusta porque su compañía es reconfortante, porque se acerca a ti y te toca pero no lo hace directamente. Eso te brinda seguridad. Te brinda un apoyo y eso te gusta. ¿Entiendes?

Permaneció en silencio el resto de la noche.

Luego entendió que era cierto. Y un día, casi sin notarlo, eran pareja.

Incluso él mismo creyó que las cosas cambiarían de algún modo, solo no espero que de esa manera.

El aire era pesado, una acaudalada combinación de tirantez —con sorpresa— mucho más alta que la anterior. No con él y Nana, sino con Higuchi. La rubia que siseaba a su alrededor, existía una costumbre en él sobre ella, algo similar al compañerismo y la gratitud entre ellos. Akutagawa no podría haber razonado de manera adecuada tal sentimiento, habría corrido lejos de sí mismo, lo suficiente para abandonarse. No lo conseguía, pero lo había intentado.

En el trayecto se había girado a ver, para darse cuenta de que una parte de él se caía a pedazos. No se detuvo, nunca vacilo. Akutagawa nunca vacilaba, porque su meta se estaba alejando cada vez más y no llegaría a ella por detenerse en vanidades.

Así había terminado de un modo a otro. Higuchi se acercaba a esa barrera invisible entre el corazón sellado por espinas y el amor fortuito. En lugares recónditos de su mente habría un rastro resquebrajado por el que el aire y otros afectos llegaban pero ni el mismo Akutagawa era capaz de tapar aquel espacio y por allí se había filtrado Nana.

Hilos de oscuridad extendiéndose a lo largo de su cabeza como de su abrigo, sin siquiera notarlo, arrastraban capas de polvo y dejaban relucientes sentimientos que jamás podrían sobrevivir en un hombre que corría lejos. Abandonados en un espacio demasiado lejano para acercarse sin perderse en el intento. Akutagawa a veces se pregunta cómo. ¿Cómo había sido capaz de moverle mar y tierra de ese modo?

Nana tampoco podría darle esa respuesta, ella estaba allí antes de que se diera cuenta. Bailando en su mente y llevándose a las manos tizadas sentimientos rotos para darles formas extravagantes y colgarlos sobre vitrinas cristalinas a su alrededor, vaciando lo perdido por golpes de color a un cuadro de carboncillo.

Akutagawa dejó escurrir un suspiro detrás de Nana, vaciando su cabeza de tanto pensar.

—¿Estás bien? —inquirió la peliblanca. Una sombra se enredó en el mechón de Akutagawa causándole cosquillas.

—Sí —se limitó a responder. Nana alzó las cejas pero se abstuvo de preguntar.

Camino a una misión no podrían tener permitido enredarse con sentimientos del tipo. Habría que volcar mente y cuerpo en el trabajo antes de centrarse en algo de menor importancia para lo que las paredes la Mafia eran.

Higuchi traspasó las puertas, cargada con las armas de ese día, botó su mirada sobre la mujer peliblanca que se había detenido, Akutagawa justo detrás. La rubia barrió con la mirada a la otra, dejando una clara mueca despectiva en su bonito rostro. Nana rodó los ojos cruzándose de brazos.

Higuchi posó los ojos allí donde Nana cruzo los brazos y una risa burlesca le cruzó el rostro. Nana alzó una ceja, intrigada por esa nueva risa saliendo de sus labios ¿qué había visto que era tan interesante como para reírse?

Ojalá no hubiera preguntado.


—Tch, hazte un lado, plana —bufó la rubia golpeando el hombro de Nana.

—¿Cómo? —Nana se giró a ver a la chica, quien ya estaba siguiendo su camino a limpiarse los rastros de sangre.

Un hilo de oscuridad atrapó el cuello de la camisa de Higuchi y la obligó a girarse, Nana frunció el ceño una vez más, estaba casi segura de lo que había escuchado. La rubia torció el gesto en desdén absoluto y hastío puro, habría que ser ciego para notar el desagrado entre ellas.

—¿Qué?

—¿Qué fue lo que dijiste? Repítelo.

Higuchi tronó una risa mordaz en sus labios, un brillo cruel cruzando como un rayo esos ojos amarillos. Nana tarareó el suelo con la suela de su zapato, esperando una respuesta a esa burla unilateral.

—¿Qué no es tan obvio?

—¿Qué debería ser obvio? ¿Qué estás celosa de mí porque ahora soy novia de Akutagawa? Basta de eso, Higuchi —Nana recorrió su cabello con frustración—. Solo déjalo...

—¡Pues claro que estoy tremendamente celosa! No puedo creer que alguien como tú este con sempai.

Nana, que en el fondo había decidido cerrar sus oídos a la voz ajena en un intento por abandonar sus propios celos furibundos producto de inseguridades acumuladas a través de los años, apretó los dientes. Detestaba esa parte como muchas otras de sí, celos acumulados en la base de su estómago hirviendo por salir cada vez que la rubia iba con su sonrisa y amabilidad a Akutagawa, en incluso si era rechazada, una parte de Nana se quebraba siempre.

No quería ser ese tipo de chica, insegura y sensible como era, el tipo que Akutagawa específicamente no llevaba bien. Pero por dios, ella realmente quería terminar con eso, bastaba esa estúpida provocación vacía para ponerla sobre el ring.

—¿Alguien como yo? ¿De qué me hablas?

Los hilos de oscuridad se escurrieron de las esquinas de las paredes, bajando por los tapices y concentrándose alrededor de Higuchi.

—Alguien tan... —Higuchi barrió con la mirada a Nana—... carente de atributos femeninos. Sempai definitivamente debe estar muy decepcionado de tener a alguien así, y además una chillona.

Nana no necesitaba explicaciones muy complejas para saber a qué se refería la mujer. No era un secreto que pudiera ocultar, era una realidad plantada en su cuerpo, el poco atributo delantero era obvio. Y entristecedor. A Nana no le gustaba recordarlo, ni siquiera mirar abajo o el pecho de sus compañeras, porque el suyo era nada. Dos botones en medio de una piel lisa. ¿Cómo sabría alguien hacer algo con eso? Si ni ella misma sabía.

Lágrimas de rabia le saltaron a las pestañas, había flaqueado. Creyendo que las palabras no le golpearían de ningún modo, sin embargo, allí esta. Apretando los puños y echando las sombras hacía atrás porque ni siquiera tenía la fuerza para ponerlas sobre la lengua de la rubia y su boca hiriente. No tiene sentido luchar con una verdad.

—A la mierda con esto —despotricó la chica, tomó el cuello de la chica y tiró un puñetazo.

Al menos se largaría a llorar con el puño caliente.

Higuchi lanzó la mano a su cabello, y comenzaron una pelea de puños.

Akutagawa iba camino a buscar a Nana, demasiado cansado para seguir en la mafia. Deseaba conseguir cuanto antes a la chica y llevarla a casa, y talvez llevarse unos mimos y masajes. Algo como eso estaría bien.

Las voces se filtraron a su mente de inmediato, al igual que sonidos de puños y golpes que jamás confundiría. Llamó a Rashomon mientras echaba carrera al pasillo oscuro de donde los ruidos hacían su presentación. Desalentado por la desagradable imagen —y curiosamente familiar— de las mujeres peleando a puño sobre el suelo del pasillo oscuro, no tuvo un remedio distinto que desenvainar la tela oscura y con la misma arrastrar a las mujeres fuera de la otra.

Akutagawa se paró en medio de las mujeres, le echó una mirada de reojo a Higuchi mientras sus sentidos bloqueaban su alrededor y encendían los instintos menos razonables en su interior al atisbar los rastros de lágrimas furiosas en los luceros de su novia. El abrigo dejó a Higuchi sobre el suelo con casi nada de delicadeza, Akutagawa viró el rostro a la mujer.

—¿Qué has hecho? —el tono gélido de voz recorrió un escalofrío en la rubia.

Higuchi frunció el rostro en angustia antes de ceder al llanto que se filtraba por sus pestañas, y corriendo a tropezones, se perdió entre la oscuridad de los otros pasillos. Akutagawa no perdió tiempo en mirarla, Rashomon trajo hasta él a Nana, depositándole con sumo cuidado sobre el suelo.

Nana alzó la vista, sus ojos con rastros de lágrimas se perdían bajo la expresión furiosa cual gato. No estaba furiosa con él, lo podía ver en sus ojos, pero estaba tan furiosa como triste y eso preocupaba al hombre que con tanto esfuerzo deshacía el rostro de la chica para encontrar sus verdaderas expresiones y penetrar en su corazón. Era malo para ver dentro de sí, todavía más para el resto de personas.

Le pareció tonto preguntar si estaba bien, ni siquiera podía decir algo con exactitud. Se mordió la lengua, su mirada oscurecida y hueca se perdió en los ojos ajenos traspasando una barrera invisible en Nana que la hizo romper en llanto de nuevo.

Con temor a las represalias la chica no buscó soporte en su novio, pero no hizo falta de ningún modo. Akutagawa atravesó hasta su espalda y con la palma apenas apoyada empujó a la chica con su pecho. La cabeza de Nana cayó en su pecho y ella no tardó en envolver su delgado cuerpo en un abrazo. El primero al menos.

Se tensó, como hacía siempre. Titubeante, puso una mano sobre el cabello de la otra y descansó la palma allí como un consuelo silencioso.

—¿Qué fue lo que paso? —preguntó entonces, conduciendo hasta su hogar. Había avisado a Gin que probablemente no llegaría.

Nana permaneció callada, con la vista pegada a la ventana. Los ojos aun le brillaban cristalinos, Akutagawa pensó que necesitaba más tiempo, fuese lo que fuese. Tragó seco, llevándose la mano a la garganta una vez más cuando ese nudo se deslizaba por su garganta con las palabras que no alcanzaba a formular de ningún modo. Se cortaría la garganta en mil pedazos si eso lo ayudara a decir todo eso que sentía.

Nana se había dejado caer en la cama, hecha un ovillo desastroso que no tenía intención de abrir la boca o rompería a llorar una vez más. Sollozó en silencio, pensó que era suficiente de llorar, que Akutagawa necesitaba explicaciones y ella también.

La cama se hundió con un peso extra detrás de ella, Akutagawa dudó antes de poner la mano sobre el hombro de la otra, esperaba que de algún modo entendiera su apoyo silencioso, su espera y el cariño. También pensaba que no podía entender todo eso con solo su mano en su hombro. Carraspeó.

—Lo siento —dijo entonces Nana, y eso borró todo razonamiento que Akutagawa pudiera estar llevando a cabo. El mafioso se quedó en blanco como una papa.

—¿Eh-?

—Caí en sus provocaciones... —siseó Nana, encogiéndose. Akutagawa escuchó—. Dijo que era imposible que tú salieras con alguien tan plana... sé que es una tontería y eso, pero me molesto mucho.

El pelinegro tenía la lengua pegada al paladar y guardo un silencio sepulcral que se estaba volviendo incomodo. De nuevo, y sin sorpresas, las palabras estaban secas sobre su lengua. Apretó el agarre sobre el hombro y quiso decir "está bien" y "eso no importa, acepto tus sentimientos", pero no podía. Y se sentía un estúpido.

Soltó una blasfemia.

Rashomon saltó de su abrigo y casi por voluntad propia la bestia se acercó al rostro de la chica y le tendió una flor hecha del mismo abrigo. Nana rio y eso provocó que Akutagawa levantara el rostro y se le fueran los colores a la cara. Se tapó el rostro disimulando una tos, y pronto Nana estaba tendiéndole un vaso de agua.

Luego de la fingida tos, el hombre se decidió a abrir la boca sin importar que mierda saliera de ella.

—Tonta —fue ello. Akutagawa se odio.

—¿Uh?

—Eres demasiado bonita para pensar en eso —murmuró entonces, apartando la vista como un estúpido enamorado.

Pensó que se veía patético, y que necesitaba decir más. Que no era suficiente. Pero para cuando ese pensamiento surgió, Nana soltó una risilla rota y se lanzó contra el mafioso. Akutagawa cayó al colchón y se quedó como una piedra mientras Nana apretaba su brazos contra su frágil cuerpo. Sintió como también aspiraba su olor.

Suspiró, dejando caer la tensión a su baúl de emociones que quería tirar al mar. Alzó la mano y la dejó estar sobre la espalda baja de la otra, presión, soporte. Nana entendía eso, se había pasado meses estudiándolo, claro que lo hacía.

Akutagawa no mentía, ella era demasiado bonita para pensar en algo tan tonto. Y además... estaba bastante bien dotada de atrás. Akutagawa era un hombre de culo.

uncanny | wuserpoe

eh no sé... ¿opiniones? jaja

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