Akutagawa
A petición de: _Anxiett
La llave que tuerce, el candado que riñe.
Akutagawa no era del tipo sentimental, no era ni siquiera un tipo. La gente podía verlo y correr, podía preguntarle si comía, si estaba bien o algo así. Las chicas solo volteaban a verlo de reojo pues intimidaba de inmediato. Solo sus compañeros de trabajo se acercaban si es que no le tenían miedo...
Excepto ella.
Con ella intentaba sonreír, intentaba lo que fuera porque estaba cómodo, estaba bien. Estaba en casa.
_________ era esa extraña chica que se le había acercado un día cuando le dio un ataque de tos, y pese a su actitud arisca, ella le sonrió y lo invitó a tomar un té para que se le pasara, además de resguardarse de la lluvia. Al principio, fue sumamente incomodo para él, no sabía que decir y si decía algo capaz que sonaba muy seco o le daba miedo. Aunque ya estaba claro que la muchacha no reconocía el peligro.
Él era de pocas palabras, ella, hablaba hasta por los codos.
—Así que... ¿Trabajas en la mafia? —El chico por poco y escupe el agua y estrangula a la otra—. Calma, se nota hasta en como caminas. Soy _______, trabajó como detective privada.
Sonrió, iluminando su oscura aura. Ryunosuke parpadeó, entendiendo apenas cuan extraña era, pese a todo, no le daba desconfianza, no parecía querer huir o que pudiera apuñalarlo por la espalda y en tan pocos segundos ya le había leído el lenguaje corporal, era muy descuidado. Tal vez por eso Dazai-san lo considerara tan débil.
Ahora, estaba parado en la acera del quinto piso de un edificio, esperando a la excéntrica pero tímida chica. Llevaba bucket hat, pantalones y chaqueta negros y una camisa cuadrada. Él tenía el guardarropa lleno pero siempre usaba el mismo abrigo y bueno, bañarse era toda una odisea con él, la cosa es que Gin lo había vestido y por lo tanto, estaba seguro de que se le veía bien.
—¡En un momento! —gritó ella detrás de la puerta. Siempre se le hacía tarde.
De un golpe la puerta se abrió, Akutagawa levantó la vista y la encontró, radiante como siempre. No es que ella brillara como el sol, es decir, no era blanca, no era rubia, no usaba ropa colorida. De hecho, parecía vagabundo, ese día se esmeró por arreglarse y un pequeño golpeteo arrasó con el corazón del mafioso, no sabía porque, pero que ella se hubiera arreglado para salir con él, específicamente con él, le daba el valor que le faltaba para hacer la babosa que iba a hacer.
Apretó la caja pequeña que llevaba dentro del bolsillo e inhaló.
—Buenas noches. Te ves linda —murmuró, tapándose la cara. Le daba vergüenza, que lo fuera a admitir era otra cosa. Se aclaró la garganta tratando de no sonar tan ronco como de costumbre, es como si se hubiera acabado de despertar y llevara sin tomar agua hace dos años.
—Tú estás muy guapo hoy —le sonrió un poco. Algo que Akutagawa había notado rápido, es que ella nunca abría la boca para sonreír y cuando se reía a carcajadas, tapaba su boca.
Otra es que nunca usaba ropa pegada, y menos abierta, es como si temiera que la viera. Aunque no entendía porque, hasta que Gin lo hizo darse cuenta de que como a él le daba inseguridad ser tan delgado y su enfermedad, a la gente también le daban inseguridades por muy estúpidas que fueran para el resto. Él nunca, nunca hizo algún comentario despectivo del cuerpo de la muchacha, ningún chiste, nada que la hiciera sentir insegura.
Porque, así como ella era su hogar, quería que ella encontrara un hogar en él.
Iban, a donde los llevara el viento. Iban a una exposición de caligrafía y de allí a un bar, luego al museo de visita nocturna y finalmente a una cafetería donde narraban obras. Akutagawa llevaba la cartera llena.
Incluso si ______ lo intentaba ocultar con todas sus fuerzas, la capacidad que tenía el pelinegro para leer a una persona que el interesaba era la misma que tenía en una misión, es decir, ________ era como un libro abierto para él. Era morena, no del tipo japones, era morena, como la gente de América, era alta, de su tamaño o un poco arriba. Akutagawa no estaba acomplejado por su altura, de hecho, era sumamente atractivo tener a una chica alta a su lado ¿O era por _______? Además, lejos de eso que se notaba a simple vista. Estaba seguro, de que ella no encajaba en ninguno de los dictámenes requeridos en los estereotipos japoneses.
Había que ser pequeña, blanca, de cabello lindo, rostro pequeño, ojos grandes, un buen cuerpo pero una cintura grandiosa. Y él no entendía porque, quizá porque nunca se lo había planteado, porque no le interesaba el romance, porque no se había enamorado, hasta ahora. Y si le preguntaran que tipo de cuerpo prefería, mostraría una foto de _________. Aunque no era por su cuerpo, no es como si solo se la quisiera coger como una buena cantidad de hombres disfuncionales y adictos al porno, era porque se trataba de ella. Si ella tuviera otro cuerpo, daría lo mismo, siempre daría lo mismo.
Cerró los ojos, apartando esos pensamientos, tenía que concentrarse en como sería la confesión. Ya la tenía hecha, el problema era él y sus nervios.
—Vamos —le dijo, cogiéndola de la muñeca para cruzar la calle. La primera vez que salieron juntos, casi atropellan a la chica.
Luego, no se fijo y por poco choca con un motociclista.
La exposición de caligrafía fue perfecta, a mitad de camino se detuvieron a comer algo rápido, y a comprar paraguas. Akutagawa visualizó rápido que la chica parecía pollo mojado, rio por la nariz antes de pasarle la chaqueta y abrochársela a la fuerza cuando ella se negó.
—Deja de ser tan terca, carajo.
En medio de una pelea de miradas, Aku ganó y le sacó la lengua a la otra. Ella sonrió y lo abrazó. Hubo una fuerte sacudida en el pecho de Akutagawa. Se dirigieron al bar y luego al museo.
Finalmente, en la salida del museo, el sueño ya se estaba comiendo a ________. Era ahora o nunca.
Akutagawa se paró en seco, esperando a que ella notara que iba sola, lo cual no le tomó ni dos segundos porque ya estaba hablando como perico esperando una respuesta del contrario. Regresó en seco, mirándolo con extrañeza. Tenía esa expresión, esa que ponía cuando algo lo ponía incomodo o nervioso.
—¿Aku? ¿Todo bien?
La mano con la que sostenía la caja negra estaba sudando y la otra parecía la de un muerto. El chico apretó los dientes, subió la mirada. No se iba a acobardar.
—¿Qué soy para ti?
La pregunta la tomo por sorpresa, eso, era nuevo. Él no hacía ese tipo de preguntas, se limitaba a escuchar y dar su opinión. Lo dudó, mucho, pero finalmente respondió.
—Eres la persona que me hace sentir como que tengo un propósito en este mundo.
El aire le arrebató la respiración al mafioso, tal vez la iba a cagar, pero bueno, el que le tenga miedo a morir que no nazca.
—¿Por qué?
Con la opresión en el pecho que no había sentido desde que Dazai le disparó, se dignó a sacar aquella caja negra sin que la otra lo notara. Inhaló y exhaló el aire frío. La noche era tremendamente helada a esa hora, las luces de esa ciudad nocturna brillaban con esmero hasta por los rincones más oscuros, el viento que anunciaba una nueva lluvia mecía sus ropas con un sonar muy curioso y cabello por cabello iba en distintas direcciones. Silbaba como la flauta, y más cuando él se acercó a la muchacha.
—Sé que crees que va a sonar a locura. Sé cuanto te cuesta confiarle tu privacidad a la gente, que temes que miren tu cuerpo demasiado, que no encajas con los estereotipos. Ya lo sé, aunque no lo notes. Solo te examiné para no hacerte sentir incomoda por si decía algo, así de importante eres para mí. No quiero que lo tomes como algo sumamente serio o que te debes obligar a aceptar, solo quiero hablarte.
» No estoy interesado en tu cuerpo, estoy interesado en ti y si tú quieres, también sobre tu cuerpo. Si me dejas, claro. Eres perfecta ante mis ojos, y sea quien sea la persona que te haya hecho sentir mal por tu cuerpo espero que se este arrepintiendo, porque como tú, dos no habrá.
Dejó salir un suspiró. Ahora iba la parte más difícil.
—Déjame hacerte feliz el resto de mi vida o lo que podamos.
Hubo un grito de festejo por parte de la morena. Akutagawa estaba avergonzado.
—¿Puedo...? —Extendió sus brazos cuidadosamente, a lo que la chica le dio el buen visto. Akutagawa la rodeó por la espalda y cintura, cobijándola del frío y aspirando su aroma como si fuera la última vez que se fueran a ver.
Al separarse, el mafioso, abrió la cajita y sacó lo que llevaba dentro.
Un collar, bueno, dos. Uno de candado y el otro de llave.
—Tú la llave, yo el candado.
Explicó Akutagawa, y luego, sin dudarlo mucho, tomó la mano de la chica.
k se viene libro de one-shots de tokyo revengers jasjdfieof tirenme ideas de que escribir pa empezar.
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