Capítulo"Diecisiete"
Está mujer me hará volverme loco. ¿Ahora que hacía en la habitación de Dan?
Tengo que despejar, conocer gente. Le aceptaré la invitación a Cristina, no tenía pensado ir pero definitivamente necesito salir de esta casa. Vuelvo a entrar a mi habitación para alistarme.
Yo: ¿Te apetece ir a cenar antes de la fiesta?
Cristina: Por supuesto me encantaría.
Yo: Vale, mándame tu ubicación y te recojo en media hora.
Listo, prometí que no jugaría con los sentiemientos de nadie nunca más, pero si tengo que hacer algo para centrar mi atención en otra persona. Dios perdóname por romper mi promesa.
Cojo lo primero que veo en mi armario y me visto. Mi pelo desordenado hace juego con todo. Agarró mi celular, abro mi playlist y pongo a reproducir en aleatorio. Empieza a sonar uno de mis temas favoritos de Bad Bunny mientras prendo un cigarro.
—La vida es solo un momento y el dinero no compra el tiempo.—tarareo el comienzo de la canción y hago una pequeña pausa para expulsar el aire que estaba conteniendo. —Te estoy buscando y no te encuentro. ¿Dime qué tengo que hacer? ¿A dónde le tengo que caer?
Dejo que la música suene mientras miro la gran vista de mi ventana, coloco mis manos en el ventanal y respiro profundo luego otra vez me coloco el cigarrillo en la boca e inhalo el humo.
Sin querer me viene un recuerdo del día de la playa.
Enojado boto el cigarrillo y agarro mi celular.
Como es posible que no salga de mi cabeza.
Salgo de mi habitación rápidamente sin nisiquiera cerrar la puerta. Bajo las escaleras de mármol lo más apresurado que podía hasta que atravesando por la puerta me encuentro a mis padres.
—¡Ey! ¿Donde está el incendio? —bromea mi padre.
—¿Está todo bien amor?—asiento a la respuesta de mi madre y me abro paso entre ellos para agarrar mi auto.
Apenas lo encendí me tranquilicé, es un poder que tiene su ruido. Salgo del garaje y me pongo en marcha hacia la ubicación que Cristal me había enviado.
Al parecer en mi mente iba en una carrera porque solo veía cómo se iban acumulando kilómetros. En la reproductora la música a todo volumen y yo solo existiendo. Correr es uno de mis pasatiempos favoritos aunque obviamente no tenga la edad suficiente para tener licencia aprovecho cuando vengo de vacaciones ya que aquí no son muy estrictos con eso, además siempre me quedan las carreras ilegales.
Agarro fuertemente el timón, al menos tengo el control de algo.
No mucho tiempo después me percato que el mapa me estaba indicando que estaba cerca de mi destino.
Le saco el pié al acelerador y me estacionó frente a una gran casa blanca. Al parecer Cristal es de una familia adinerada.
Le envío un mensaje diciéndome que estaba abajo esperándola. No pasaron ni tres minutos que estaba abriendo la puerta. La castaña se acerca dejando notar su vestido rojo brillante, y su pelo perfectamente lizo. Se nota que aprovechó realmente la media hora.
—Estas muy bonita.—comento honestamente mientras le abro la puerta del carro.
Siempre un caballero.
—Muchas gracias.—deja salir una pequeña sonrisa.
Doy la vuelta al auto hasta llegar a mí asiento.
—¿Donde te gustaría ir a cenar? —pregunto ya que no se qué tipo de comidas prefiere.
—Podemos ir a donde quieras. —suelta mientras se da un último retoque de labial.
—Bien, te llevaré a uno donde hacen unas pastas exquisitas.
El camino se hace agradable ya que Cristal tiene mucha facilidad para sacar tema de conversación. Aunque también muy obsesionada con su maquillaje, se ha colocado brillo de labios más de veinte veces.
—Te ves bien así no tienes porqué estar todo el tiempo pendiente a tu maquillaje. —le doy una sonrisa amistosa. A lo que ella baja la cabeza.
—Mi ex decía todo el tiempo que debería arreglarme más. —veo la tristeza en sus ojos.
—Tu ex es un idiota. Las mujeres son bellas con o sin maquillaje, la verdadera belleza siempre está en el interior. —levanta su mirada y se me queda viendo por unos segundos.
—Eres un gran chico Andreu.—comenta mientras esta vez sus ojos no están tan opacos ni melancólicos sino un poco más vivos.
—Bien, llegamos.—me estaciono y me bajo del auto. Noto que ella se esfuerza en abrir la puerta. —No te preocupes yo te abro.
—Gracias otra vez. —susurra.
Le devuelvo una sonrisa gentil y entramos al lugar. Personalmente este restaurante me encanta ya que hacen las mejores pastas que he probado en mi vida. Además de que el lugar es muy cálido y agradable.
Atravesamos el largo pasillo rojo, el cual está lleno de esculturas y pinturas antiguas. Llegamos al salón donde se encuentran todas las mesas.
—Es muy bonito aquí.—comenta la castaña.—Nunca había venido.
—Es realmente lindo si. —corto la conversación ya que noto a la empleada acercándose.
—Buenas noches, bienvenidos al Rosgar. —saludamos y ella continúa con su labor. —¿Van a necesitar una mesa o pedirán para llevar?
—Una mesa por favor.—ella asiente a mí petición.
—Vengan por aquí les mostraré su mesa.
Nos sentamos y enseguida nos pusieron la carta.
¿Ya les había comentado que el servicio también es de los mejores?
—¿Qué pedirás?—me dirijo a mi acompañante.
—Lo que tú pidas está bien. —presiento que su anterior novio era muy dominante y siempre tomaba todas las decisiones.
—Pediremos lo que tú escojas.—le comento y veo que se pone nerviosa. —Solo pide lo que quieras.
—¿Lasaña está bien?—asiento.
—Entonces serán dos lasañas por favor. —me dirijo esta vez para la de uniforme. —Y para beber dos refrescos. —no quiero beber mucho hoy, ando conduciendo.
La camarera recibe el pedido y nos deja solos.
—Bien, y qué tal todo. —dice tímidamente.
—Pues en general la vida es una mierda, solo hay que vivirla.—comento risueño tratando de no sonar muy serio. —¿Y tú qué tal?
—Bueno, solo vivo.—levanta los hombros.
—Tu casa es realmente hermosa.—trato de animar un poco la conversación. —¿Viniste de vacaciones con tus padres?
—Si es muy hermosa, reliquia familiar. —dice no muy contenta. —Y respondiendo a tu pregunta solo somos mamá y yo.—puedo notar el dolor en su voz.—Papá murió poco tiempo después de yo nacer, un accidente.
—Lo siento mucho.—digo apenado porque al querer alegar la noche creo que la estoy jodiendo aún más.
—No te preocupes, con el tiempo aprendí a no dejar que me afecte tanto. En realidad estamos bien, mamá es la mejor del mundo, hace de padre y madre. —no sigo con el tema a lo que ella comprende mi silencio. —Te quería comentar que estuve hablando con mi primo para que fuera mi pareja de baile.
—¿Tan pronto te quieres librar de mí?—bromeo.
—No es eso.—responde rápidamente. —Ademas mi primo no llega hasta la semana próxima así que me encantaría si pudieras acompañarme y terminar esta semana.
—No tendría problemas con eso, el día que me toque trabajar le digo a mi compañero que cubra y todo resuelto. —ella sonríe. —Ya ha llegado la comida.—me saboreo al ver los platos frente a nosotros.
—Si gustan algo más no duden en llamar. —asentimos. —Buen provecho.
Durante la comida no hablamos mucho estaba muy ocupado disfrutando mi lasaña.
En algún punto de la cena miré a Cristal y realmente no se merece que jueguen con sus sentimientos, no podría hacerle más daño del que le han echo. Mejor solo amigos, es una gran chica y se merece a alguien que si la quiera realmente.
Miramos la hora y ya debíamos irnos.
—Son las ocho y media estamos en tiempo.—dice muy tranquila.
—¿Tienes que ir a tu casa a cambiarte o algo?—niega.
—La fiesta es en la piscina, ya me pondré algún traje de baño de mi amiga.
Resulta que el lugar de la fiesta no estaba muy lejos del restaurante.
—No puedo creer que Cheila viva tan cerca de este restaurante y nunca me haya invitado. —sonrío.
—Es que tenía que hacerlo yo. —bromeo.
La música se podía notar desde la calle. Entramos juntos a la casa y se notaba que había buen ambiente. Por ahora no he notado a nadie conocido pero ese no es problema ya que quiero conocer gente nueva.
—Cheila el es Andreu, Andrey ella es mi amiga. —Cristal nos presenta.
—Un placer.—hablo con poco alto por el ruido.
—Igualmente.—dice la pelinegra alzando la voz.
—No te molesta si te dejo solo un rato para ir a cambiarme.—niego. Vale vengo enseguida.
Veo como la castaña se va acompañada de la pelinegra que por cierto está muy buena, las pierdo de vista cuando doblan las escaleras.
Me doy una vuelta por el lugar y hay muchas chicas lindas, aunque se notaba a primera impresión que habían más persona. Solo hay máximo unos quince contándome. Mejor así, mientras menos bulto más claridad.
—¡Ash!—grito por el frío que produce la bebida que me acaban de lanzar encima. Alzo la vista y enfoco a la persona que está enfrente. —¡Enana!
—¡Ricitos!—dice asombrada.
¡Mierda! Me vengo a la fiesta para no pensar en ella y aquí está.
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