Capítulo "Diecinueve"

Mi mente sigue procesando lo que acaba de decir.

¿Deseo?

—Sabes recitos. —balbucea, casi ni la entiendo está hablando muy enredado.—Te deseo tanto. —deja salir un suspiro y se acerca a mí, tanto así que nuestras narices chocan.

—Enana.—mi voz apenas se nota de lo bajito que pronuncie. —¿Qué estás haciendo? —trago saliva al ver sus ojos saltones mirar fijamente mis labios.

—¿Tu no me deseas?—se separa un poco para ver mi reacción pero aún así puedo sentir su respiración un poco entrecortada.

—Yo...

—¿Sabes qué?—se levanta cómo puede de la cama colocándose de pié. —¡Eres un idiota!—grita. —No te das cuenta de nada.—esto lo susurra mientras se deja caer pegada a la pared.

Me levanto rápidamente hasta dónde está y la sujetó entre mis brazos.

—¡Suéltame!—grita mientras hace el intento de safarse pero no sé lo permito.

—Me prometiste que dejarías que te diera una ducha después de hablar. —trato de calmarla mientras me dirijo al baño con ella en brazos.

La pongo de pie debajo de la ducha pero aún la sostengo, tengo miedo de que se caiga. Abro la ducha y ella responde inmediatamente.

—¡Nooo! Andreu está muy fríaaa no quiero...

Ignoro sus reclamos ya que yo también estoy recibiendo el agua junto con ella. La observó mientras ella trata de cortar el agua con sus dedos.

Sonrío para mis adentros y permanezco sujetándola. Mi vista recorre todo su cuerpo. El vestido blanco que ahora está totalmente empapado y transparente deja notar su ropa interior. Trago saliva y desvío mi mirada no está bien que la esté mirando y más en las condiciones que se encuentra.

—Recitos.—susurra apoyando su cabeza en mi pecho. —No me dejes sola.

—Nunca lo haré, lo prometo. —coloco mi cabeza junto a la de ella y mis brazos rodeando su cuerpo en un abrazo.

—¿Por qué no te gusto?—chilla de pronto. —Quiero gustarte, tanto como tú a mí.

Mi corazón se acelera me está diciendo que le gusto. No se que creer ya que ha estado diciendo cosas sin sentido pero si algo está claro es que los borrachos siempre dicen la verdad.

Cierro la ducha y la envuelvo en una toalla hasta dejarla en la cama. No quiera mirarla pero necesito quitarle el vestido empapado o se refriará. Retiro el vestido hasta dejarla solo en ropa interior, la tapo rápidamente y me recuesto a su lado en boxer.

—Ame.—levanto su rostro para que me mire ya que se está durmiendo. —Te deseo y mucho, me gustas como nadie lo ha echo en esta puta vida y me confundes, me confunde tus cambios de actitudes y si no es porque acabas de decirme a la cara que te gusto tal vez nunca lo hubiera sabido. Quizás nos hubiéramos perdido, pero ya no; no dejaré que pase.

Ella solo sonríe y murmura algo que no soy capáz de entender. Se ha dormido.

Beso suavemente su frente y luego me levanto. Coloco mi short mojado y me encaminó hacia donde están todos, no se qué hora serán pero al fijo que han pasado más de cinco minutos.

La música ya no está muy alta y por lo que puedo observar la fiesta se ha acabado y en muy buenas condiciones.

Me acerco a la piscina y ahí están, dándose un beso de tres. Dan, Cheila y Cristal.

—¡Valla mira quién llegó!—grita Cristal.

—¡El tortolito!—sigue el coro mi hermano.

—¿Te la follaste si o no?—pregunta Cheila levantando un baso medio vacío.

Acaso el único sobrio de esta noche seré yo.

—No, no me la follé y si ese fuera el caso no sería de su incumbencia.

—Ven, bañate con nosotros.—Cristal hace un puchero mientras mi hermano me lanza agua.

—Me voy arriba no quiero dejar a Ame sola. —indico. —Al parecer dormiremos todos aquí.

Los dejo en lo suyo y vuelvo a la habitación. Antes recogí mi camisa y mi celular que se encontraba en el bolsillo. Miro la hora: una y media de la mañana.

Entro al cuarto y por poco muero de preocupación, Ame ya no está en la cama. Entro y la busco con la mirada por toda la habitación. Respiro después de verla sentada en la esquina del estante enorme de libros. Ahí estaba envuelta en la colcha leyendo un libro azul.

—Me vas a matar del susto. —digo ya más tranquilo sentándome a su lado.

—Sabia que sería un gran libro.—dice muy alegre.

—¿De qué trata? —pregunto al ver ese brillo en sus ojos y la emoción en su voz.

—Es un libro de poesía, es tan hermoso. —acerca el libro a su cara y lo huele. —¡Fantástico!

—¿Te gustaría leerme un poco?—ella asiente con rapidez.

Al final nos acostamos, con su cabeza apoyada sobre mi abdomen y yo con mi mano entre su pelo, mientras lo acariciaba ella me leía el poema más hermoso que haya escuchado nunca, simplemente por el echo de que era su voz.

Así pasaron varios poemas hasta que volvió a quedarse dormida. Retiro el libro de su mano y lo coloco en la mesa de noche. La observó detenidamente, sus largas pestañas y sus ojos ya cerrados. Luego paso a su pequeña nariz y el lunar que apenas se le nota. Pasó a sus labios y me muerdo el mío.

¿Cómo puede ser posible que una persona pueda ser tan atractiva? Todo en ella se me hace hermoso.

Me levanto con cuidado para no despertarla y la acomodo en la cama ya que estaba atravesada. Voy al baño y me retiro toda la ropa mojada y la dejo en una esquina y salgo envuelto solo en una toalla y así mismo me cuesto a su lado.

Mi cabeza se llena de dudas.

¿Qué haré ahora que sé que mi amor es correspondido? ¿Y si mañana ella no se acuerda de nada?

No sé ni siquiera que rumbo tomará todo al despertar. Solo me queda esperar.

Me acerco un poco más a ella y la abrazo, no hay nada mejor que dormir con la persona que amas.

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