Unas vacaciones diferentes



El reloj marcaba las 5pm, por suerte el glotón de Plagg estaba profundamente dormido sobre la almohada de mi cama, pues suele quejarse mucho cuando hago esto. Abrí el documento de la videollamada en mi pc y de inmediato me mostró a esa hermosa y radiante azabache.

—Ho-hola Adrien—me saludó con su habitual nerviosismo.

—Hola Marinette, el cabello suelto se te ve muy bien—ella se sonrojo ante mi cumplido.

—Gra-gracias... ¡Oh! ¡qué buena pinta tiene ese tiramisú!

—A que sí—exclamé, orgulloso de mi creación—aprendí a hacerlo gracias a las recetas y videos que la gente sube a internet.

—Te felicito, chef Adrien—bromeo, me gustaba cuando ella se mostraba tal cual.

—La cocina no es lo mío, este postre me llevo todo el día.

—Lo tuyo es ser lindo y perfecto ante las cámaras...

—¿Ah?

—Di-digo profesional ante las cámaras—sobre gesticuló con sus manos en respuesta—, cambiando de tema ¿Cómo llevas la cuarentena en New York?

—Mi padre es un exagerado, me hace usar el higienizante de manos cada que toco algo del departamento donde nos estamos alojando y, a usar mascarilla, cuando salgo a la terraza.

—Solo se preocupa por tu bienestar—Marinette tenía esa peculiaridad de encontrarle el lado bueno a todo y a todos—. Por ejemplo en la panadería: usamos guantes para evitar el contacto directo, colocamos un higienizante de manos en la entrada para uso de los clientes y, yo diseñe estos cubrebocas—rebuscó en las cosas a su lado y extendió frente a la cámara un tapabocas negro con un logo bordado—, tienen la marca del negocio de mis padres.

—¡Están increíbles! Ojalá mi mascarilla fuera así de cool.

—E-estoy haciendo varios diseños, pienso regalarlos a nuestros amigos y... puedo enviarte el que gustes—sacó otras mascarillas con diseños muy originales, pero solo una llamó mi atención.

—Esa mascarilla de tela afelpada ¿puedes mostrármela por favor?

—¿Esta? —tomó el cubrebocas con lo que parecía la cara de un oso al frente y, unas orejeras que cubrían los elásticos que sujetan la mascarilla—por la tela afelpada, solo puede ser usada en invierno.

Una loca idea se me cruzó por la mente en ese momento, cuando vi esa mascarilla tan linda.

—Ven conmigo a Moscú Marinette—le propuse.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? —casi se cae de su asiento por la impresión.

—Tengo una sesión de fotos en la Plaza Roja a principios de diciembre y si no más lo recuerdo, te propuse hace un tiempo, llevarte a una de mis sesiones.

—Sería todo un sueño acompañarte Adrien—suspiro ilusionada y luego cambio de golpe—¿Moscú? ¿Rusia? seré una carga, mejor no voy.

—Tonterías Marinette, ese viaje será un desastre si no vas, Nathalie se encargará de reservar los boletos y, verificar las medidas sanitarias que estarán vigentes en esas fechas para ingresar a Rusia. Llevaremos heigienizante de manos por si allá se escasea, guantes... ¡Ah! practicaremos el distanciamiento social de al menos un metro de distancia—enumeraba entusiasmado con mis dedos, las normas de seguridad e higiene que recordaba.

—Se oye muy complicado ¿Crees que la pasemos bien?

—Claro que sí; por favor acompáñame y te prometo una escapada para ir a patinar a la Plaza Roja y así, presumir esas bonitas mascarillas de osito, a tu lado—donde iba confesarle mi amor y, obsequiarle un relicario en forma de corazón.

—Tendré que preguntar a mis padres y tú, debes pedirle permiso a tu padre.

—Él dirá que sí, el confinamiento le ha ablandado el corazón, además, me aseguró que mis vacaciones iniciarían luego de finalizada la sesión.

—¿¡En serio!?

—¡Sí! ¡Son los milagros de cuarentena! así que—junte mis manos al frente de la cámara a modo de súplica— por favor acepta viajar conmigo a Moscú, Marinette.

—De acuerdo—hice mi señal de victoria, tapando mi rostro con mi antebrazo derecho y estirando mi brazo izquierdo—.Hoy mismo confeccionaré tu cubrebocas...por el color de tus ojos—un bello sonrojo decoró sus mejillas de alabastro—haré tu diseño con tela negra y bordaré la boca y los bigotes de un gatito ¿te parece? —todas tus ideas me encantaban princesa.

—Me parece perfecto...—me mordí la lengua para no alargar la "r" como mi alter ego Chat Noir—solo si tú, llevas un cubrebocas de mariquita, mi Ladybug cotidiana.

Ibas a responder, pero tu madre te llamó, te despediste de mí y finalizaste la llamada. Mis lagrimas no tardaron en brotar.

—Adrien...—murmuro una preocupada Tikki al lado del monitor, el maestro Fu dejó a mi cargo a la kwami de Ladybug y así supe que mi princesa, era my lady.

—Hoy se cumplen seis meses de su fallecimiento—exclamé con mi voz entrecortada, guardando aquel video que reproduzco todos los días a la misma hora, siguiendo las líneas de esa última conversación que tuvimos.

Dos días después de esa videollamada, Marinette fue diagnosticada con COVID-19. Por culpa de la cuarentena no pude viajar para estar cerca de ella, aunque de nada hubiera servido, los protocolos del hospital no me hubieran permitido el ingreso al área de emergencias, donde permaneció hasta su muerte.

Miré la mascarilla de gato que ella dejo para mí y que, Sabine su madre me hubo entregado cuando fui a extenderles mis condolencias.

Junto a la prenda estaba mi boleto a Moscú, en un par de días viajaría a Rusia. Me puse de pie y tomé el relicario que pensaba regalarle a la ojiazul en el centro de la Plaza Roja, donde planeaba confesarle mi amor por ella. Ese accesorio está siempre conmigo, resguardando la foto de una sonriente Marinette.

Las vacaciones que en un principio eran para divertirnos y disfrutar de un posible comienzo como pareja, ahora servirían para despedirme de ella y dejarla descansar.

— Estoy seguro de que siempre estás conmigo, mi amada Marinette, mi amada Ladybug—miré al cielo por el gran ventanal de mi habitación y sonreí—. Te prometo que crearé recuerdos inolvidables con tú regalo, my lady.


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