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Durante el desayuno, Aome leyó el periódico. Sesshomaru revisó su correspondencia,  y la  miro exasperado. Después un auto con aire acondicionado los sacó del palacio. Llegaron a una vía transitada bordeada de árboles que eran irrigados a conciencia. Al ver un impresionante edificio a punto de quedar terminado,  Aome preguntó que era.

- Un segundo hospital. Se inaugurará  en pocas semanas.

- Me encantaría  visitarlo. Pero supongo que  no seria conveniente. A nadie le gustaría que te insinuaran que tienes una esposa motivada por la inteligencia.

- No creo que lo que te motive  en este momento sea la inteligencia.
Ya veré que puedo arreglar.
Al llegar s la cima de una colina,  Jumani apareció frente a ellos. Altos edificios de oficinas con muros de cristal reflejaban  las nubes. Al entrar en la ciudad, Aome se puso de buen humor al ver los modernos rascacielos, las mezquitas, muchas áreas verdes entre los edificios.

- Cómo se ve la civilización ahora que has salido fuera de la muralla?

Inquirió Sesshomaru  con voz sedosa.

- Es hermoso. ¿Es un centro comercial?
Exclamo  Aome.

- Sí, Aome. Jumani tiene varios.

Sus ojos brillaron. Sucedió  con lentitud. Empezó a sonreír y fue un gesto muy diferente en él. Lleno de calidez y amabilidad.
Un rebaño de dromedario pudo haber cruzado la calle y Aome no lo habría notado. Esa sonrisa no era cínica ni tan sólo cortés y la afectó igual que una descarga eléctrica.
El día fue muy entretenido. Disfrutó el recorrer las tiendas de muebles y recibir la  atención de que fueron objeto.  Empezó a reír y se relajo cómo nunca en compañía de Sesshomaru. Comieron en el salón privado de un lujoso restaurante en el centro de la ciudad; los hombres no llevaban a sus esposas a restaurantes públicos en Dharein. Sesshomaru no estuvo muy tranquilo durante la comida mientras que el gerente y los camareros los atendían.  Aome sospecho que era una novedad para él. Además haría cualquier cosa que lo hiciera sonreír como antes. Acababan de cenar esa tarde,  y Aome relajada y tranquila, decidió ir a dar un paseo por los jardines del palacio. Le encantaron los árboles  de tamarindo y las adelfas en flor que  perfumaban la noche. Regreso inmersa en sus pensamientos, y dejó escapar un grito cuando vio que se acercaba una sombra oscura.

- Dios!!!
Se llevo una mano al pecho y miró de modo acusador a Sesshomaru.

- Podrías ser más ruidoso?  Me asustaste . . . pensé que estaba sola.

- No estas sola. Seif y Tarik han estado  a poca distancia de ti, desde que saliste al jardín.

Aome miró a donde señalaba Sesshomaru, y vio a dos sombras  sobre el muro. Los guardaespaldas de Sesshomaru.

- Siento haberte asustado, pero no eres muy observadora.
Bromeó.

- Para qué  me siguen?
- Están aquí para protegerte.

Antes de que pudiera preguntarle algo,  oyeron unas voses  que discutían en el balcón  que estaba sobre ellos. Aome reconoció  de inmediato la voz de Miroku.

-Creo que será  mejor que entremos.
Recomendó Sesshomaru.

- Todas las parejas discuten.
Aome estaba incómoda.

- pocas discuten tanto como ellos.

- Bueno espero que no la culpes a ella,  es muy amable.
- No entiendes la situación.

- Entonces explícamela.
- No te mezcles en el asunto, te lo advierto con mucha amabilidad.

Sesshomaru murmuro al fin.

Aome se sintió reprendida por atreverse  insinuar que ya era parte de la familia. Sus mejillas se encendieron. Miroku y Sangole agradaban, además ella no era una entrometida, ni su curiosidad era morbosa. Al notar que Sesshomaru estaba tenso,  sólo quiso que el compartiera con ella su preocupación.
- Sango no goza de buena salud cuando esta embarazada  no es de extrañar que se irrite con frecuencia.

Prosiguió Sesshomaru con serenidad. Pero Aome presintió que el asunto era mucho mas grave. Asumiendo incluso que Miroku también quisiera tener una familia numerosa, era un hombre egoísta, que no atendía bien a su esposa.
Sesshomaru le paso un brazo por los hombros para guiarla adentro,  pero Aome se paralizo al ocurrirsele algo que destruyó  su compostura.
¿Que pasaría si quedaba embarazada?  Ya era una posibilidad. Estaba perpleja por que no se había pronunciado ni una palabra sobre ese tema. ¿Acaso imaginaba Sesshomaru que ella había tomado las medidas necesarias para evitar ese peligro?

- ¿Qué  pasa?
La miro con ojos entre cerrados.

- Acabo de pensar en algo que  no se te ocurrió.
La invadió un enojo incomprensible.
- Aunque  debo reconocer que en todos los demás aspectos has sido muy previsor. . . hay una extraña excepción. ¿Que pasara  con nuestro conveniente y práctico matrimonio  sí quedo embarazada?

Preguntó con voz temblorosa.

- O acaso eso también esta planeado?  ¿Acaso es un plan para que tengas heredero sin tener la molestia de vivir con una esposa? Me imagino que eso te acomodaría mucho.

Apesar de la poca luz,  se dio cuenta de que Sesshomaru palidecía. Sus ojos brillaban mucho, pero hablo con tranquilidad.

- Eso no esta en mi poder, Aome. No le puedo dar un hijo a ninguna mujer. Mientras vivas conmigo,  no estas en peligro de ser madre.

Aome se mareo por la impresión y tuvo que aferrarse a la barandilla de la escalera.  En ese instante, Sesshomaru le había puesto de cabeza  y vuelto al revés.  No estaba preparada ; nunca lo sospecho. Quedó muda por el impacto.

- Lo siento. . . Te he avergonzado.
Su expresión era orgullosa y la miro con ojos penetrantes.

- No debí decírtelo de esa manera. Por desgracia me tomaste por sorpresa.

Aome no recordó haber subido los escalones. Confundida se culpó por haber hablado con tanta torpeza de un tema tan delicado.  Pero, ¿acaso podría haberlo deducido ella sola?  Estaba convencida de que Sara fue quien no podía tener hijos,  pero ahora se daba cuenta de que no tenia bases en que fundar esa suposición.
Sesshomaru estaba parado junto a una de las ventanas del recibidor y la miraba de frente.

- Debes de preguntarte por que te oculte este hecho en nuestro primer encuentro. Si yo hubiera tenido la intensión de casarme y si hubiera querido una relación duradera contigo.  Antes que fuera a Nueva York.

Hablaba sin hemosión .

- Pero te fuiste a dormir muy temprano y debo confesar que, cuando volví ayer, Creí que ya estarías al tanto de la situación.
Aome pudo imaginar cómo habría sido su vida con una esposa desesperada por tener un hijo.

- No fue así.
- Era obvio.  Quizá pensaste que la culpa era de Sara.  No,  fue mía,  no de ella. Pero después de tantos años. Ya no soy tan susceptible ante ese hecho.  Insh' allah.  

La susceptibilidad  que su orgullo negaba se reflejaba en sus ojos ardientes y en el ligerisimo  temblor de su voz. Aome deseó  dar marcha atrás  y que nada hubiera sucedido. Estaba invadida por el remordimiento y por una hemosion  desconocida  que  la llenaba de dolor.

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Lo se, no se lo esperaban verdad?

Gracias  por sus comentarios  y sus votos. Si tengo muchos comentarios  are todo lo posible por publicar mañana  de nuevo.

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