« Un chico fuerte »

Y comenzó a visitar la tienda cada noche.

No fue algo premeditado, es que no pudo evitarlo, y eso fue... extraño, la necesidad de ir ahí...

El pensamiento fue simplemente incómodo; Pond no tenía la necesidad de ir ahí (definitivamente), y tampoco estaba ahí porque lo necesitara.

Es que el chico... El cajero... Él sólo estaba... Estaba... Estudiando... ¡Sí, eso! Estaba estudiando a su enemigo. Muy de cerca. Pond hacía eso, exactamente.

Concluyó, frustrado. Su cabeza era un lío. Nunca nada antes se sintió tan incierto para Pond; la duda era una cosa desconocida para él.

Al igual que las otras noches de esa semana, el cajero, saludó con simpática cordialidad nada más al verle entrar a la tienda. Pond se preguntó si lo hacía con cada cliente que entraba.

Asintió al cajero, permitiéndose el tiempo de mirarlo, y luego fue directo al enfriador con el que se había familiarizado. No fue una sorpresa, descubrir que esa tienda veinticuatro horas de la esquina, vende Sato Lertratkosum, el vino de arroz dulce (100% artesanal) que produce la empresa que fundó su familia hace, por lo menos, cuatro vidas.

Por aquel entonces, las familias producían² su propio sato (lao u, lao hai³), pero el sato de los Lertrakosum se popularizó bastante rápido, y el resto es historia. La receta familiar del luk paeng⁴ (sumamente secreta), siendo la única en salir del fondo del hogar al mercado nacional, llegando a vender su sato por todos los rincones de Tailandia. Vinícolas reconocidas, incluso extranjeras, habían querido comprar el (en ese entonces), humilde negocio familiar, pero los Lertratkosum nunca lo permitieron. Su abuelo, Naravit Lertrakosum, dió su vida por defender la producción artesanal del sato tradicional de su familia, y después de él, su hijo, el padre de Pond. Y mientras Pond viva, él también lo defenderá.

Y Kittisak Tangsakyuen lo sabe bien.

Jugó su última carta, eliminando a su padre del juego sin usar las manos, pero Pond sabe que no debe confiarse, pues la mesa esta abierta para la próxima partida, la siguiente apuesta.

Sopesar la idea de levantarse era inconcible sobre un asiento inestable. Antes de retirarse, hará trizas la mesa de juego.

El indudable clic de un arma lo hizo sacar sus ojos de la botella. Hubo un grito ahogado y Pond miró por encima de su hombro izquierdo: detectó un movimiento, entre los anaqueles de la tienda. Silencioso, dejó la botella, y caminó con sigilo por los pasillos, se escondió estratégicamente entre ellos.

- ¡Si me estás mintiendo te volaré la cabeza! - El cajero mantenía las manos en alto, con la mirada firme, e impasible, que parecía que no estaba siendo asaltado a mano armada. Había una cliente, a la izquierda del asaltante, que temblaba y balbuceaba por su vida. El asaltante le exigía que se callara, y con fuerza sobrehumana, la mujer lo intentaba.

Su par de ojos cafés se conectaron con los del cajero por un breve instante. - No miento. - Dijo, lacónico. - No hay nadie más. - El asaltante le arrojó una mochila.

- ¡Apresúrate! Y cuidado con hacer otra cosa, que no sea hechar todo el dinero ahí. ¡Rápido! - El tipo se giró hacia la mujer. - ¡Déme eso! - Y le arrebató su bolso de mano.

Fue cuando Phuwin al fin mostró algo de fragilidad, pero la molestia, quizás no era adecuada. - ¿Qué? - Dejó de hechar el dinero, el cual no era mucho, y el asaltante tuvo la oportunidad de darse cuenta. - ¿¡Eso es todo!? ¿¡Quieres verme la cara de imbécil!? - Phuwin apretó la boca y estuvo apunto de ser golpeado en la cara con el arma, y desde ahí, todo pasó tan rápido, que incluso para Pond fue confuso como terminó ayudando al cajero a someter al asaltante contra el mostrador; soltó el bolso de la mujer y forcejeó, queriendo librarse, pero sólo gastó energía, y Pond le arrebató el arma antes de que terminara de alzarla y disparara a ciegas.

La mujer salió corriendo de ahí y el cajero hizo un ruido cuando Pond golpeó fuertemente la nuca del asaltante con la mano con la que sostenía el arma, noquéandolo en seguida.

Ambos respiraron, y se miraron, sus pechos subiendo y bajando. Una combinación de luces azules y rojas traspasaron las ventanas de la tienda, rozando sus rostros sobre la luz fría de los focos.

- Tiene una... herida encima de la ceja.

Pond miró hacia arriba, como si pudiera ver su propia frente. El cajero le retiró el cabello, y Pond fingió que el tacto no lo afectó. Phuwin le colocó un curita, de un botiquín portátil que tenía en el cajón del mostrador.

- Listo. - Phuwin le sonrió, no temblaba, y Pond pensó que era un chico fuerte.

Pero hubo algo en sus movimientos, una familiaridad extraña.

² En Laos, el whisky de arroz, se produce de manera artesanal en hogares laoisianos, utilicé ese dato para esta historia.

³ Lao u / Lao hai, es la forma en la que se llama al sato cuando se elabora en pequeñas jarras marrones llamadas hai.

⁴ Pequeña bola de almidón, levadura y moho (a veces también puede llevar hierbas y especias autóctonas) que se emplea para ayudar en la fermentación del arroz. Es la parte más importante al preparar sato.

Ya que me di la tarea de investigar desde el comienzo de este fanfis, bueno, he aquí los datos.

Sí estuvieron esperando actu, lo siento, tuve una semana llena de pendientes y cuando me libero, me da dengue x.x, maldito sea el mosco que me picó. Ya estoy mejor, por lo que seguramente, habrá dos caps más está semana.

Bye, bye. \(⁠◕⁠ᴗ⁠◕⁠✿⁠)

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