uno.

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𝖑𝖆 𝖙𝖆𝖗𝖉𝖊. 𝖈𝖊𝖗𝖔.


Septhis se miró las uñas con indiferencia, esperando a que el profesor diera inicio a la ceremonia de nuevo ingreso y bienvenida para todos los que se quedaban. Nadie estaba sentado a su lado, quizá porque era muy temprano o porque nadie le tenía tan poco respeto para hacerlo. Era tonto, si alguien se lo preguntaba. Suspiró para sí, bajó la vista a la edición especial de Maquiavélico.

Unos cuantos pasos quebrantaron el silencioso manto cernido sobre el auditorio, resonaron por las paredes junto con tres voces de mujer abriéndose paso entre risillas. Tenían que ser de nuevo ingreso por la forma tan torpe en la que se movían buscando lugar. Septhis no alzó la cabeza, tan solo miró sus piernas pasar a su lado y vacilar.

―Está guapo ―escuchó que una le susurraba a la otra. La otra le golpeó el hombro con un "shh". Cerró los ojos y permaneció así hasta que el auditorio se llenó de verdadero bullicio.

Ya había personas en su hilera, dejando dos espacios de diferencia entre ella y ellos, como de costumbre. Septhis se irguió, cruzó las piernas y descansó los brazos sobre el regazo. Perfecta postura, de otro modo le dolería la espalda. Desde las alturas de las gradas era capaz de observar la inmensidad de su escuela, los nuevos amontonados y rígidos, los de segundo mezclándose con los de tercero. Las risas, el bullicio.

Frunció el entrecejo al atisbar al profesor Melé subir al escenario en lugar del profesor Fitzgibbons, lo que claro, significaba que habría surgido algún contratiempo. No desvió sus pensamientos más allá, escuchó con atención al profesor darles una cálida bienvenida a los recién ingresados y los que volvían de sus vacaciones. Septhis tenía ganas de arrancarse los ojos un rato solo para no tener que volver a la escuela por un tiempo.

―¡Pero ahora! ―bramó con una perfecta sonrisa de dientes blancos―. ¡Tenemos los premios del año anterior! Han surgido grandes competencias entre los que eran de primer año, quizá les sirva de inspiración a ustedes, recién ingresados.

Aplaudieron cuando el profesor Fitzgibbons salió de escena y lo sustituyó la profesora Zhang con su rostro lívido y sonrisa delicada.

―Me alegra anunciar a los ganadores de este año ―agrandó su sonrisa―. Nuestra escuela es número uno en la divulgación de la literatura, y este año surgieron muchos talentos que compitieron por ganarse sus lugares entre nuestras diversas revistas.

Extendió un brazo y en la pantalla enorme saltó una presentación con el logo de la escuela, costaba describirlo a simple vista pues parecía una clase de sello extraño, pero en realidad tan solo se trataba de una espada atravesando el lomo de un libro que era cargado por dos cruces. Septhis no era capaz de verlo como tal, pero trataba.

Debajo del logo estaba el nombre de la escuela, y el anuncio: Premios de literatura a los mejores alumnos del año. Septhis no lucía tan emocionada como estaba, pues el corazón le rebotaba dentro del pecho y tenía los ojos encendidos. El cuerpo le picaba de anticipación.

Los premios de literatura se celebraban cada año, los alumnos debían presentar sus obras a un profesor que estuviera dentro de la categoría y pedir su asesoría, una vez esto, las obras eran enviadas y seleccionadas por profesores fuera de las asesorías, cuando las obras eran seleccionadas se publicaban en las distintas revistas de divulgación que la universidad enviaba a las librerías más renombradas del país, también eran exportadas a otros países y claro, otorgadas gratis al alumnado.

Tras eso, existía una rigurosa votación sobre lo más leído y aclamado por la crítica. Si el trabajo entregado ganaba, se revelaba el nombre del alumno que lo había escrito, se le otorgaba un premio y, además, la oportunidad de publicar su trabajo o trabajos, dependiendo de lo que fuese. Septhis, como todos los demás, quería ser publicada.

―En primer lugar y siendo la única mujer de la lista, tenemos a ¡Septhis Slora! de segundo año ―alzó los brazos―. En la categoría novela, ganadora con dos capítulos de su novela "Imperio sobre el risco agonizante", catalogada en los géneros de horror psicológico y suspenso.

El auditorio rompió virotes, Septhis se levantó y avanzó hasta el escenario, bastante segura de que varios se sorprenderían de que se tratara de una mujer. Intentó que no le temblaran las manos al recibir su constancia y un abrazo de la profesora, le dio un cálido felicidades y la dejo ponerse frente a todos, a la espera del resto de los premios.

El siguiente, como no, hizo que apretara los dientes.

―En segundo lugar, desde Rusia y de segundo año ¡Fyodor Dostoyevsky! En la categoría novela, ganó con dos capítulos de su novela "Crimen y Castigo" catalogada en novela psicológica y policial.

Aplaudió a duras penas, Dostoyevsky bajo de entre las gradas de ala B mientras su amigo, Nikolai Gogol gritaba como si su vida dependiera de ello. Septhis no le dirigió ni una mirada.

―En tercer lugar, de segundo año, desde Japón y nuestro único poeta ¡Nakahara Chuuya! En la categoría poseía, ganó con su poema "Sobre la tristeza ya maculada".

Más aplausos y otra mirada que Septhis no le otorgó, miraba al frente, allí donde sabía que la miraban, la analizaban tratando de hallarle algo para usar, para remover y enterrarle en el corazón, pero tras sus ojos rojos no hallarían nada.

―En cuarto lugar, también de segundo año y desde Japón ¡Edogawa Ranpo! En la categoría cuento, ganó con su relato "La silla humana", catalogado en los géneros de suspenso y terror.

Otra ronda de aplausos, Dazai Osamu empujaba a su amigo entre risas. Septhis sabía que él sería el siguiente en ganar, había leído dos capítulos de su novela, los únicos dos que dejaban publicar si de novela se trataba. Y en efecto, así fue.

―Y, por último, en quinto lugar, de segundo año y de Japón una vez más ¡Dazai Osamu! En la categoría novela, ganó con dos capítulos de su novela "Indigno de ser humano" Catalogada en los géneros de ficción y novela psicológica.

Más aplausos y hasta unos gritos, probablemente de chicas que tenían un fanatismo raro por ese hombre insípido y poco agradable. Septhis no se dignó a mirarlo, no se dignó a mirar a ninguno pues le parecía más que estúpido voltear a ver a rivales que fácilmente quedarían en la categoría de inferiores.

Suspiró cuando al final los mandaron a sentar y el micrófono lo recuperó el profesor Fitzgibbons, las personas que estaban en su hilera encogieron las piernas al pasar, algunos susurraron felicidades y nada más. Recuperó su postura inicial y relajó los músculos de rostro hasta que sintió la mandíbula floja.

―Recuerden que no existe un ranking en los nombramientos, no hay primer ni quinto lugar, es solo para la entrega ―les recordó el profesor.

Septhis hizo caso omiso, prefería pensar que la habían nombrado primero sobre esos energúmenos porque su novela era por mucho, mejor que la de ellos. No iba a admitir claro, que le habían gustado los relatos de todos y se aseguraría de comprar sus libros cuando salieran, después de todo, un buen escritor reconocía a otro.

Aunque no le cayeran bien.

Estaba saliendo del auditorio una vez concluida la ceremonia cuando dos chicas de nuevo ingreso se le acercaron, llevaban las faldas de cuadro azul pegadas a las piernas por el frío que hacía. Septhis les lanzó una mirada interrogativa.

―¡Hola! Soy Chiara y ella es Ferwa, y realmente nos pareciste atractivo ¿podría ser que podemos conocerte? ―alzaron sus ojos anhelantes a la chica.

Septhis se abstuvo de hacer una mueca, pues era claro que no había escuchado con atención la entrega de premios. Tampoco le importaba, con el tiempo todos olvidaban que se trataba de una chica y su apariencia no aportaba mucho a desechar la idea.

Se masajeó el cuero cabelludo y se echó unos mechones atrás.

―Lo siento, se han confundido. Me llamó Septhis, soy una chica ―sonrió de lado.

La desilusión se pintó en los rostros ajenos.

―¿En serio? Pensé que eras un chico, llevas el uniforme masculino ―Chiara hizo un pucherito. Septhis sonrió.

―Es más cómodo, la universidad no tiene restricciones con eso ―se encogió de hombros.

―¿Sí? ¡Lo comprare! ―Ferwa sonrió―. Hace mucho frío para traer falda.

―Eso es cierto ―Septhis alzó la mano, aunque no hacía falta comprobar el viento, tan solo con ver las ramas moverse bastaba. Se quitó el abrigo que llevaba y se lo extendió sobre los hombros a Ferwa―. Aquí tienes.

―¡Ah! ¡Muchas gracias! Te lo devolveré lavado ―la chica se acurrucó contra él.

―¡Bueno! No importaba si eres una chica, podemos ser amigas ¿no? ―Chiara era una chica castaña con la energía de un perrito pequeño.

―Claro ―sonrió de medio lado, contenta de poder crear amigas.

Les pasó su número a ambas chicas y ellas la agregaron a un grupo donde estaban las tres, se pasaron los números de habitación y se despidieron alegremente. Septhis movió la mano en una despedida mientras se dirigía al lado contrario del campus.

Revisó su lista de contactos, además de su familia, solo tenía esos dos nuevos números. Aquello le arrebató una tímida sonrisa. Luego, al azar la cabeza, desapareció.

Desde que había ingresado a aquel lugar, no había podido conseguirse ni un solo amigo. En el momento la rodeaba un aura de la que ni deseándolo con todas sus fuerzas podía deshacer. Las personas se apartaban a su andar y apenas los profesores alzaban sus manos para brindarle un saludo cordial. Nadie más le miraba, o no mientras ella lo hacía.

Lo que reducía sus ya de por si deficientes habilidades para socializar. Se alegraba de que alguien, por fin, le hablase sin mirarle por debajo, con el constante golpeteó de que podrían salir huyendo en cualquier momento o tratarían de buscar sus miradas altaneras en el fondo de su pecho para desacreditarle. En su año y en el siguiente ya todos la conocían de algún modo, notas que ella no sabía tocar pero que todos creían que sí.

Un tanto cansado, si es que podían verlo.

Suspiró, cruzó el gran arco y avanzó por los jardines hasta la fuente, se detuvo mientras un auto blanco avanzaba y reanudó su andar. Cruzó por fuera del estacionamiento hasta los edificios de los dormitorios, que eran siete.

Cuatro para las mujeres, tres para los hombres. El suyo era Woolf, por la famosa escritora Virginia Woolf y su habitación estaba en el quinto piso, de siete. Dado su estatus tenía la libertad de tener una habitación individual, pero lo cierto es que las habitaciones eran compartidas en todos los casos que no eran como el suyo.

Sacó la tarjeta de ingreso de su cartera y la puso sobre el lector. Dejo la constancia sobre su escritorio, tomó otro abrigo del armario y estaba bastante dispuesta a ir a desayunar algo si no fuera por los múltiples llamados en los altavoces del pasillo.

―Estudiante Slora, preséntese a la oficina de la directora ―una pausa―. Estudiante Slora, preséntese a la oficina de la directora.

Apretó los puños, suspiró con pesar y salió de la habitación dando un portazo. Sus zapatos resonaban en el piso de piedra y hacían eco sobre las paredes. Tomó las escaleras, pues los elevadores estaban a topar de estudiantes femeninas subiendo y bajando, algunas chicas de primero, medio perdidas, la miraban al bajar las escaleras.

Atravesó los dormitorios, el estacionamiento, la fuente, los edificios de clases hasta llegar al gran arco, al lado descansaba la torre de dirección a la que subió por el elevador. Dentro no había ruido ni personas, solo el guardia de seguridad, que al verla se hizo a un lado y le avisó a la directora de su presencia.

―Ah sí, sí, pasa ―la directora dejó los papeles que revisaba sobre el escritorio.

Septhis se quedó plantada en la puerta con las manos sobre el regazo y el semblante en frío. La directora usaba un perfecto traje blanco todos los días, y todos los días arreglaba su cabello albino en ondas que caían delicadas sobre su espalda. Bajo esos antejos finos la observaban unos ojos carmesíes con una sonrisa ligera pintada en sus labios también carmesís.

―Felicidades por tu premio Septhis, sabía que no decepcionarías este año ―ella cruzó sus manos sobre la madera―, pero quiero que sepas que esto no debe significar que tu rendimiento académico se reduzca, pues ya sabes que publicar un libro no siempre significa que tu vida está resuelta. ¿Me entiendes, querida?

Septhis asintió, sentía el cuello rígido y las piernas tensas, listas para salir corriendo en cuanto se le presentara la dichosa oportunidad. La directora esbozó una sonrisa amable.

―Me alegro que sea así, tampoco te pongas nerviosa este año por lo que viene en el siguiente. Lo harás perfectamente, como siempre lo haces ―Septhis asintió―. Muy bien, ten un buen día. Nos vemos el martes.

Septhis bajó la cabeza al despedirse, empuñó el picaporte sintiendo que su mano iba a traicionarle y temblar, hasta que no. Salió de la oficina, se despidió del guardia y montó camino por las escaleras, escondió sus manos en el abrigo para que nadie, ni siquiera los ojos en las cámaras, pudieran ver cuanto le temblaban.

Ha sido el odio que habita en mi ser lo único que hace vibrar mi cuerpo y recordarme que vivo.

Repasó la primera línea de su novela al bajar los escalones de piedra. Estaba ya oscureciendo cuando salió, los arboles se movían feroces en los jardines y las hojas volaban por todos lados. Septhis atrapó una antes de que callera al suelo, la miró y luego dejó que el viento hiciera con ella lo que le placiese.

Atravesó la entrada de dirección hasta el gran arco, andaba con calma por los jardines hasta que oyó una voz conocida que le hizo fruncir el entrecejo.

Giró el rostro hasta el pasto a su izquierda, Edogawa Ranpo reía por algo que su amigo había dicho. Su amigo en cuestión era un estadounidense de aspecto siniestro que gozaba de escribir horror, Septhis había leído algunos de sus relatos a principios del año pasado, eran buenos.

Ranpo debió haber notado su presencia con bastante fuerza, pues de inmediato paró de reír, giró el rostro detrás de él y plantó sus ojos cerrados sobre ella. No tenía idea de cómo es que veía si el 99% de las ocasiones tenía los ojos cerrados. Septhis nunca había logrado verle con los ojos abiertos, aunque tampoco estaba peculiarmente interesada.

Lo repasó con la mirada, él también lo hizo y creyó que le hablaría, pero entonces retomó su camino.

No fue hasta pisar el cómodo silencio de su habitación que pudo sentirse en la libertad de destensar su cuerpo. Septhis se desplomó sobre la cama apachurrando el rostro contra la fría almohada. Miró entonces la constancia sobre el escritorio, sonrió y así fue como se quedó dormida. 

a life to death | wuserpoe



me parece que esta puede ser la obra con más mensajes secretos que hare, aquí pondre a prueba su razonamientos y capacidad de ver los detalles. ya hay varias cosas que tienen mucho significado.

he subido el trigger warning (contiene spoilers obvio) y he agregado dos personajes en "cero." 


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