PARTE 7
Estuvo inconsciente durante varios minutos. Al despertar estaba bastante aturdida pero ya no sentía esa terrible sensación de falta de aire. Apenas Ary estuvo totalmente recuperada empezaron a planear que hacer, querían salir de aquel lugar en seguida pero no podían, la rueda de la carreta aún no estaba lista, el hombre tenía varios trabajos antes que el de ellos. Ary sugirió que le ofreciera más dinero del que debían pagar por el arreglo. Los hombres asintieron y fueron al otro cuarto a sacar cuentas para ver cuanto más podían darle al hombre para que les diera prioridad a ellos. Por seguridad las mujeres decidieron no volver a salir del cuarto hasta que fuera hora de comer, Elías y Joshua salieron una par de veces para ver el avance en el arreglo de la rueda y fueron a alimentar los caballos, al volver al cuarto se dieron un baño y bajaron a ver qué tanta gente había en el comedor o si había algún cazador en el lugar. Bajaron a cenar rápidamente y volvieron al cuarto. A la mañana siguiente salieron de allí con la seria intención de no volver a entrar a ninguna ciudad con la que se encontraran durante los siguientes días. Compraron dos caballos nuevos y conservaron los anteriores. Estos iban atados tras la carreta. Ary estuvo más que feliz de haberse alejado de Annaus, no dejaba de pensar, que así como se encontró de frente con esos cazadores, también podría encontrarse con vampiros en cualquier momento. Los muchachos que estaban con ella no sabían que los vampiros podían ver los pensamientos de las personas con solo mirarlos a los ojos, y ella no se los diría jamás. Ni siquiera a Joshua le había dado suficientes detalles de ellos o la vida que llevó estando entre ellos, mucho menos les dio la ubicación de los lugares en que ellos la mantuvieron, y tristemente, no era solo por miedo a lo que ellos pudieran hacerle, sino también porque sentía que les debía cierta lealtad. Esto le molestaba, pero no podía hacer nada para cambiar ese sentimiento. De solo pensar en contar a alguien las cosas que sabía de ellos, se sentía como si los estuviera traicionando. Se decía que debía olvidarlos pero con cada día que pasaba le parecía más imposible. Con el paso de los días, pensaba en ellos cada vez más, sobretodo en Luka, Carmina y Tristán. Los demás también estaban constantemente rondando en su mente, pero en ellos tres, era en los que más pensaba. El pequeño Franz sacó a Ary de sus pensamientos, y ella se centró en sus hermanitos enseguida. Franz comía mejor desde que ella empezó a hacerse cargo de sus alimentos, lo mismo que Argos. Ary se encargaba al cien por ciento en su cuidado. Joshua la ayudaba en lo que podía, mientras que Elías estaba centrado en el cuidado de Anaís. La noche anterior a salir de la posada, Anaís les dijo que estaba esperando un bebe. Elías había estado dichoso, y con el paso de las horas no hacía más que sonreír y mimar a Anaís, Joshua también estaba feliz con la noticia, sería tío por primera vez. Ary estaba feliz por ellos. Jamás había visto a una mujer embarazada, no tenía idea que esperar de los meses que estaban por venir, pero ahora era más necesario que nunca que encontraran un lugar donde establecerse. Tenían suficientes provisiones y ropa de abrigo como para no tener que parar en las ciudades cercanas a Annaus. Así continuaron su viaje. Cuando los días eran buenos, Ary llevaba consigo a Argos mientras cabalgaba junto con Joshua, pero cuando estaba nublado o lloviendo, solo ella y Joshua iban a caballo, Ary cabalgaba detrás del carruaje y Joshua varios metros delante de este para asegurarse de que no hubiera peligros en el camino. En esta parte del país el clima era bastante templado, ya estaba llegando la primavera, los días eran más agradables y hacían el viaje más soportable. Solo se detenían al entrarse el sol para dormir y dar descanso a los caballos. Si encontraban un riachuelo aprovechaban para asearse y lavar algo de ropa. Pasaron por un par de ciudades más y no se detuvieron, al llegar a una ciudad parecida a Annaus se asustaron muchísimo. Pasaron casi al galope por las afueras de esta ciudad y no pararon hasta bien entrada la noche. Al día siguiente llegaron a una región donde había colinas y zonas boscosas, la vegetación en ese lugar era abundante. Continuaron su camino hasta que se encontraron con que el camino delante de ellos se dividía en tres direcciones. Como era obvio tomaron el que se notaba menos usado y casi borrado por la maleza. Era tremendamente irregular, estaba en muy mal estado, la carreta no pudo continuar su trayecto, Ary y Joshua siguieron para ver hasta donde llegaba. Al cabo de varios minutos se encontraron con una casa en el más completo abandono. Las cercas prácticamente no existían, estaban cubiertas maleza y enredaderas. Miraron hacia todos lados para cerciorarse que no hubiera nadie observándolos. Una vez seguros de que estaban solos, desmontaron y pasaron a mirar mas de cerca la casa, en efecto allí no vivía nadie desde hacía mucho tiempo, aquel camino sin uso había servido solo para llegar hasta la casa. Las ventanas estaban rotas, la maleza lo cubría todo, el granero era lo único que parecía no haber sido destruido por la vegetación y el tiempo. Siguieron recorriendo los alrededores de esta propiedad y se dieron cuenta que había otro camino que seguramente llevaba a un pueblo. Por este lado el camino se veía en mejor condición que el del otro lado. Joshua lo siguió mientras Ary se devolvía para hablar con Elías y Anaís. Se devolvieron con la carreta al camino bueno y esperaron allí a Joshua que llegó después de casi una hora. Les dijo que el camino llevaba hasta un pueblo que se veía bastante tranquilo. Y por el camino solo se había topado con dos casas más, que si estaban habitadas pero muy separadas de la que ellos habían visto. Después de conversarlo un buen rato decidieron entrar a ese pueblo, y ver si podían averiguar algo del dueño de aquella granja abandonada. El lugar estaba en deplorables condiciones, costaría mucho trabajo y dinero arreglarlo, pero su ubicación era perfecta para ellos. Era justo lo que estaban buscando. Por el camino vieron a varias personas trabajando sus cosechas o recolectando frutas, la zona parecía ideal para la agricultura y la ganadería. Ary estaba segura que aquel lugar era el indicado para establecerse. Al entrar al pueblo lo primero que hicieron fue preguntar por una posada, pero el hombre al que preguntaron les dijo que no había, y esto era algo bueno, le preguntaron al hombre si sabía de alguien en el pueblo que hospedara viajeros. El hombre les apunto hacia una enorme casa que había al otro lado de una plazuela. Los muchachos se dirigieron al lugar y fueron atendidos por una mujer de unos sesenta años, no muy alta, delgada y de un rostro muy amable pero cansado, su nombre era Laura y los recibió muy bien, les dijo que hace bastante tiempo que no llegaban viajeros al pueblo. Les preparó enseguida algo de comer y les dijo donde asearse mientras estaba el almuerzo y preparaba los cuartos para ellos. Una vez que los jóvenes y los niños estuvieron limpios, fueron al comedor donde la mujer estaba llevando los últimos platos a la mesa. Mientras almorzaban y saboreaban aquel delicioso almuerzo, Ary le preguntó a la mujer si sabía quién era el dueño de una pequeña granja que estaba abandonada cerca de donde se dividían los caminos. La mujer se extrañó ante la pregunta y quiso saber porque les interesaba ese lugar tan mal cuidado y alejado de todo. Ary le dijo que les había gustado mucho cuando lo vieron, y que a pesar del evidente estado de abandono era justo lo que ellos estaban buscando. Laura les preguntó si ellos lo comprarían así como estaba, y Elías contesto enseguida que sí. La mujer se sentó a la mesa con ellos, y les dijo que si de verdad estaban interesados en ese lugar, era con ella con quien debían hablar pues aquella granja abandonada le pertenecía a ella. Su marido había dejado aquel lugar al olvido cuando le empezó a ir mejor en la carpintería, y al fallecer, ni ella ni su hija Lidia, dieron a vasto para hacer algo por ese lugar tan apartado. Laura les dijo que en ese entonces llegaban más viajeros al pueblo y ella todos los días recibía gente en su casa. Además tenía un buen negocio haciendo mermeladas y quesos que luego eran vendidos en la ciudad de Annaus a las familias adineradas. Los muchachos supieron enseguida a qué lugar se refería y se estremecieron al recordar lo sucedido. Elías le volvió a decir a la mujer lo interesados que estaban en el terreno, y se aventuró a preguntarle si podrían ir a ver el lugar al día siguiente con más atención y conversar sobre una posible venta. La mujer dudo que ellos tuvieran el suficiente dinero como para comprar la granja, pero al verlos tan decididos decidió ver qué pasaba. Acordaron salir temprano al día siguiente para tener tiempo suficiente de recorrer el lugar. A la mañana siguiente la señora Laura, su hija Lidia, Anaís y Franz iban en la carreta conducida por Elías, Argos iba sentado al lado de él y miraba con atención como controlaba las riendas. Ary y Joshua iban más adelante mirando a su alrededor con atención para estar seguros de estar haciendo lo correcto al compraban el lugar. A ratos Ary se acercaba a la carreta para hablar con la mujer. Le preguntaba acerca del pueblo, la gente, los extranjeros que llegaban, lo que se cultivaba, como era el clima en los inviernos. Le preguntaba de todo lo que se le ocurría, quería saber si realmente era el lugar adecuado para mantenerse alejados de los cazadores y vampiros. Ella sabía que si la encontraban tendría terribles problemas por haber huido de ellos y no solo eso. Ellos sabrían que mató a los cazadores y como lo había hecho. Se estremecía de solo pensar en aquellos vampiros que la odiaban y lo que le harían, pero también sabía que era una adivina por lo que podría saber si ellos iban tras ella, o si estaban a punto de encontrarla. Si aprendía a controlar su don, podría saber si los vampiros estaban cerca de ella y si así era, tal vez podría cambiar ese futuro. Esto la tranquilizaba en cierto modo, pero la asustaba al mismo tiempo, pues podría ver cosas espantosas que le sucederían a ella o a quienes la rodeaban.
*****
Los muchachos y la señora Laura estuvieron en el lugar hasta después del mediodía, Ary lo recorrió por completo, no hubo una sola parte de la propiedad que no revisara. Estaba totalmente convencida que era excelente para ellos a pesar de los arreglos y lo que gastarían. Conversaron sobre el precio y les pareció algo excesivo, aun así ellos podían pagarlo y seguir teniendo dinero para los arreglos y para vivir por unos siete u ocho meses si ocupaban lo justo. Al momento de ser atacada la villa de los nórdicos, los adultos habían decidido darles todos sus bienes a los muchachos y ocultarlos en aquella cueva para que pudieran huir de aquel lugar cuando todo terminara y empezar una vida en otro sitio. Durante los siguientes dos meses Ary, Elías y Joshua se dedicaron a arreglar el lugar por completo. Anaís los había compañado todos los días, pero por su embarazo ella solo se encargó de los niños y de preparar el almuerzo. Al ocultarse el sol volvían a la casa de la señora Laura para al día siguiente empezar nuevamente. Lo primero que arreglaron fueron las cercas. Durante los primeros tres días los muchachos se dedicaron a cortar una buena cantidad de postes y varas del bosque que les sirvieron para cerrar la propiedad. Ary puso en barbecho una gran cantidad de púas de rosas, para después plantarlas por todo el rededor del terreno y de ese modo impedir el libre paso de cualquier persona. Una vez listas las cercas, se centraron de lleno en la casa. Por dentro estaba mal cuidada pero no había riesgo de que se derrumbara. La casa era bastante pequeña para los seis muchachos, siete en unos meses más. Tendrían que ver cómo arreglárselas por mientras y más adelante tendrían que hacer una ampliación. La casa era completamente de madera, en el primer piso estaba el comedor y la cocina, ambos eran bastante amplios, en el segundo piso, había tres piezas pequeñas en las que cabían dos camas de una plaza, un pequeño velador en el medio de ambas y un ropero a los pies de una de las camas. No cabía nada más en las piezas. Lo bueno era que ellos no tenían tantas cosas. En cada cuarto había una ventana que daba a la parte de atrás de la casa y por las cuales se podía ver hacia el bosque. De ningún lado se podía ver la casa a menos que alguien tomara aquel camino en mal estado. Como nadie lo había usado en tanto tiempo los jóvenes decidieron hacerlo desaparecer. Todos los escombros que salieron del arreglo de la casa se llevaron hasta el inicio de este camino para impedir el paso de una carreta o caballo, era más que seguro que con el paso del tiempo se borraría del todo su existencia. De las cinco ventanas que tenía la casa, solo una tenía los vidrios, en las otras ni siquiera estaba el marco. Elías se encargó de esta tarea, y una vez que terminó, arregló las tablas del corredor que había en la parte delantera de la casa y cambio las barandas que estaban todas podridas. La escalera que llevaba al segundo piso estaba en buenas condiciones pero había un escalón que crujía al pisar la tabla en el centro. No hicieron nada con esto, pues les pareció que esto serviría como una alarma en caso de que alguien entrara a casa de noche, los únicos que sabrían de este escalón malo y le harían el quite serian ellos. En el comedor había una mesa para seis personas y una alacena. Al lado de esta había otra mesa pequeña, y sobre ella tres faroles. En cada habitación había dos palmatorias en el piso a la salida del cuarto que quedaba frente a la escalera había un farol. Esta habitación sería la de Joshua.
En la cocina, había una hornilla alta para poder cocinar y en ella dos barras de fierro sobre unos ladrillos a cada extremo, y encima de los fierros una vieja olla. Al otro lado de la cocina, había un par de muebles que servirían para preparar los alimentos y guardar utensilios de cocina, en el medio de la cocina había una pequeña mesa con cuatro sillas, en el centro de la mesa había un farol, una palangana con aceite, y una caja con mechas. A un lado de la hornilla había una puerta que llevaba a un cuarto construido a parte de la casa. Aquí había una gran olla de greda sobre un fogón. También había varios canastos y baldes ya enmohecidos. Había un mesón largo que tenía encima herramientas de todo tipo y en la pared también había cosas colgadas. A la salida de este cuarto había una tinaja a cada lado, cubiertas con varias tablas, además, de un par de baldes encima. En este patio trasero estaban los cordeles para tender la ropa y un tronco con un hacha ensartado en el centro. Apoyado al tronco había un arado de madera que Joshua había estado arreglando. Él mismo fue el encargado de revisar con Ary el techo y repararlo. Después de dos meses de arduo trabajo, la casa ya estaba arreglada, solo necesitaba una buena limpieza. Los tres muchachos se acostaban exhaustos todos los días, trabajaban desde el amanecer hasta que se ocultaba el sol. Apenas comían, lo único que tenían en mente al llegar a casa era dormir y descansar un poco, no daban más. Ary y Joshua necesitaron de un día entero para limpiar dentro de la casa para dejarla impecable, y otros dos para cortar toda la maleza que había por los alrededores. Durante esos días Elías y Anaís se quedaron en la casa con la señora Laura, Lidia y los niños. Anaís ya tenía cuatro meses de embarazo y desde que Ary estaba con ellos siempre la había oído quejarse de que no se sentía bien, siempre tenía dolores y molestias. No hacía casi nada pues siempre estaba cansada. Ary jamás había estado cerca de una embarazada, no tenía idea si era así o no como se sentían las mujeres que esperaban un hijo.
Veía como día a día el vientre de Anaís iba creciendo más y más y sentía nervios pues no sabía cómo no se le caía la barriga o como hacía para poder siquiera caminar. Había veces en que Ary se quedaba mirándola cuando se sentaba o se paraba, no podía quitar la vista de su enorme vientre.
__ Que miedo estar así__ se decía a sí misma.
Por alguna razón el comportamiento de Anaís parecía molestar a Joshua, y en más de una ocasión, Ary lo oyó retando a su hermana por no hacer nada. Ary no se metía pero pensaba que como él no sabía lo que su hermana sentía, no entendía por lo que ella estaba pasando. A los dos meses y medio de haber llegado a aquel pueblo los muchachos se estaban mudando a su nueva casa, todos estaban ansiosos y felices. Lo único que les faltaba por arreglar era el granero, pero lo que tenía era mínimo. Las bisagras del portón de entrada estaban oxidadas y había una plancha del techo rota, adentro era un desastre, pero no era nada comparado a todo lo que ellos habían hecho arreglando la propiedad.
El día que llegaron a vivir a su casa el lugar se veía como nuevo. Estaba impecable, Laura y su hija Lidia estaban impresionadas con el trabajo que habían hecho los muchachos. El lugar nunca se había visto tan bien. Ni siquiera cuando Laura y su marido vivieron allí de recién casados.
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