Parte 41

__ ¿Porqué vamos al pueblo? preguntó Argos mientras miraba como su madre arreaba los caballos.

__ Vamos a visitar a Laura, ¿No quieres verla?, le preguntó Ary

__ Si, es solo que siento algo raro.

Ary se tensó ante sus palabras, pues desde que despertara tenía la sensación de que algo andaba mal. Si Argos lo sentía también, significaba que de verdad algo estaba pasando. Sabía que lo más seguro era ir al pueblo y estar en la pensión de Laura. La mujer no haría muchas preguntas antes de ofrecerles una pieza para que se quedaran a alojar. Ary rogaba que los invitara a quedarse, aceptaría inmediatamente. No quería estar en la granja en esos momentos.

Al llegar a la casa de Laura fueron recibidos como ella esperaba. La mujer no tuvo que insistir mucho para que se quedaran a pasar la noche. Ary acepto enseguida, los niños la pasaban bien en su casa, Laura los consentía en todo, los quería como si fueran realmente sus nietos. Almorzaron todos juntos en el comedor de Laura, después las mujeres del servicio se retiraron a sus quehaceres y ellas dos se encargaron de los niños. Jugaron en el patio y por la tarde montaron a caballo, pero no se alejaron mucho de las tierras de Laura. Las caballerizas de la familia estaban detrás de la posada, era seguro andar por allí con los niños.

Al atardecer, el corazón de Ary latía desenfrenadamente, se estremecía de tanto en tanto, en cualquier momento Laura se daría cuenta que algo le sucedía. Cuando la penumbra reinó a su alrededor, Ary supo que debía salir de allí, había peligro cerca de ellos.

Entró a la cocina y al ver a los niños cenando junto a las mujeres y Laura, se sintió fuera de lugar, como si no perteneciera allí. Miró a Damián durmiendo en la cunita que Joshua había enviado para él y se le hizo un nudo en la garganta.

Se acercó a los niños y les dio un beso en la cabeza, fue a revisar al bebé y luego se volvió hacia las mujeres, les dijo que iría a la granja por ropa para los niños, no les había traído nada y no había de donde conseguirles a esa hora.

Laura quiso decirle que no era necesario viajar a esa hora, pero Emilia tenía razón, los niños sobre todo Damián, necesitaban sus cosas.

Ary se sentó a cenar con los niños, luego los llevó al dormitorio, esperó hasta que se durmieran y fue en compañía de Laura al establo. La mujer le entregó las llaves de la puerta de atrás de la casa y le ayudó a ensillar el caballo más rápido que tenía, le abrió la puerta del establo y la vio partir. Incluso su corazón se contrajo al verla alejarse. Llegará pronto se dijo y entró a la casa, cerró con seguro y llave cada puerta y ventana de su parte de la casa y la pensión, sentía que debía hacerlo. Le advirtió a las mujeres del servicio que no debían salir más de la casa y que era obligación dejar todo bien cerrado. Por esa noche, la pensión no atendería a ningún viajero. Ella misma se encargó de apagar los faroles que anunciaban la pensión a los recién llegados. No sabía porqué hacia estas cosas, pero sentía que debía.

Ary cabalgaba por el oscuro camino en dirección a la granja. Pensó en separarse de los niños de manera permanente y negó enseguida. El solo imaginarse lejos de los niños la hizo llorar. Detuvo el galope del caballo para tratar de calmarse. Se decía que André volvería pronto y la protegería, él no dejaría que nada malo les sucediera.

Retomo el galope, pero muy intranquila, su corazón no dejaba de dar golpes por latidos, la angustia que sentía era horrible no podía dejar de llorar. Por más que se daba esperanzas no podía convencerse de que todo estaría bien, algo le decía que su felicidad no duraría mucho tiempo más. Trataba de ver su futuro y el de sus hijos, pero no veía nada. No tenía idea cómo funcionaba ese don que había heredado.

Al llegar a la granja fue directo al establo y dejo el caballo allí. Cuando iba pasando cerca del pozo camino a casa, sintió el temblor de sus manos y la debilidad en sus piernas, su corazón latía ensordecedoramente. Trató de calmar su respiración mientras seguía caminando, pero no podía. Al entrar en la casa todo era oscuridad, sabía que tenía que ir por la ropa de los niños, pero algo le decía que fuera a la cocina. Sin saber porque, fue caminando sigilosamente hacia la cocina, ya casi sin poder respirar y con los ojos anegados de lágrimas. Antes de entrar sintió que había alguien más dentro de la casa muy cerca de ella y sabía que no era un vampiro. Al entrar en la cocina cerró la puerta y empezó a tararear una canción, al principio era apenas un susurro, pero poco a poco fue sacando más la voz mientras sacaba rápidamente y sin hacer el menor ruido una de las espadas que había en la parte de arriba del mueble. Antes de bajar la espada vio como empezaba a alumbrar la luz de un farol al otro lado de la puerta. Una vez que bajó la espada se alejó y se quedó en guardia, esperando que entrara alguno de los desconocidos.

Sintió a alguien bajando las escaleras y a otra persona acercarse con paso firme a la puerta.

Sujetó la espada con todas sus fuerzas, respiró hondo, y rogó volver a ver a todos los que le importaban.

Para ese entonces cuatro vampiros corrían en dirección al pueblo donde vivía Ary.

Deimos, Tristán y Luka sabían que Ary estaba en peligro. Habían tratado de comunicarse con ella durante varias horas, pero había sido imposible.

André, William, Tristán y Dante corrían hacia Grebanu, si los cazadores o lobos habían llegado al pueblo, el lugar ya no sería nunca más seguro para Ary y los niños. El único lugar seguro para ella sería probablemente la ciudad subterránea o sus alrededores. En el pueblo vivían varias personas que conocían la existencia de los vampiros. Eran de la entera confianza de William y su clan. Lo cierto era que la decisión ya estaba tomada y esta medida era solo para calmar a André y a Luka que estaban a favor de dejar a Ary vivir tranquila como cualquier otro ser humano.

Los vampiros corrían como si supieran que algo malo había pasado, pero no tenían idea de lo que encontrarían al llegar.

****

Ary estaba sentada a la mesa en dirección a la puerta de entrada de la casa. Sobre la mesa frente a ella tenía la espada cubierta por la sangre de los cuatro cazadores que había asesinado.

Tenía su rostro con sangre al igual que los brazos y piernas donde había sido herida. Las palmas de sus manos tenían dos horribles cortes pues había tenido que sujetar la espada de uno de los cazadores por el filo para impedir que atravesara su cuello.

Había dos cuerpos en la cocina y dos cerca de donde ella estaba, se repetía a si misma que no era un monstruo como su padre, solo los había matado para defenderse y para evitar que lastimaran a sus hijos. Ella no era como Markkus, jamás seria como él.

Pensaba en sus hijos y lloraba de solo imaginar que ellos pudieron haber estado allí cuando esos hombres aparecieron.

Miraba los cuerpos y pensaba que tenía que sacarlos de allí antes de que amaneciera para que nadie los viera. También tendría que limpiar el piso, los muebles y las paredes. Su ropa estaba rota y ensangrentada, tendría que deshacerse de ella también y debía ser antes de que aclarara. Como explicaría sus heridas. Como le explicaría a Laura que no hubiera llegado a casa rápidamente.

Mientras pensaba que haría con los cuerpos, los vampiros que ya estaban cerca de la casa sintieron el olor a sangre y corrieron más de prisa. Entraron violentamente al darse cuenta que el olor provenía del interior. Al entrar se detuvieron de golpe al ver a Ary, ella los miró y dio vuelta la cara, no pudo evitar las lágrimas.

André fue hacia ella y Ary trató de alejarlo con sus brazos, al flexionarlos los cortes empezaron a sangrar nuevamente al igual que las palmas de sus manos. El vampiro se alejó de ella enseguida y se paró al lado de los otros. Ary los miró para explicarles lo que había pasado, pero al ver sus rostros se paró rápidamente, se apegó a la pared asustada de sus miradas. No era rabia, odio o reproche por lo que había hecho, jamás la habían mirado así, supo enseguida que era por su sangre, Sentía como sangraban sus heridas. Pasó sobre los cadáveres de los cazadores sin darle la espalda a los vampiros y salió por el cuarto donde estaba el fogón al patio de atrás. Caminó varios metros de espalda mirando hacia la casa hasta cuando llegó al bosque que separaba su propiedad con la de Eugenio, se internó enseguida en dirección a la laguna.

Al llegar terminó de rasgar las mangas del vestido y se metió al agua. Le ardía la frente, los brazos, las piernas y sobre todo las manos, parecía incapaz de abrirlas del todo. Después de sumergirse en el agua sentía ardor en el hombro izquierdo, la espalda y tras la oreja izquierda.

Salió del agua después de un rato y se sentó a la orilla de la laguna. Sus heridas seguían sangrando y estaba cada vez más agotada, tenía las manos apuñadas pues solo así se detenía un poco el sangrado. Trataba de no moverse esperando que André fuera por ella, pero los minutos pasaban y seguía sola a orillas de aquella laguna. Sus ropas estaban tan heladas que sentía claramente el tibio correr de su sangre. no podía evitar temblar de frío, tenía náuseas y mil imágenes en la mente.

Se preguntó si aún estarían los cadáveres dentro de su casa o si sería capaz de limpiar la sangre que había en las paredes, los pisos, sobre los muebles, en todos lados. Se preguntaba que le harían los vampiros por lo que había hecho. Odiaban a los cazadores, pero también la odiaban a ella y quizás más que a cualquier otro cazador.

En ese momento vino a su mente una pregunta que se había hecho varias veces cuando vivía con los hermanos Dávalos en su hacienda.

Ahora se preguntaba si él la odiaría aún más sabiendo de lo que era capaz. Pensó que no era diferente a lo que los vampiros hacían, muchos de ellos habían muerto tratando de salvar sus vidas o las de sus familias. Eso era exactamente lo que había hecho ella y lo volvería a hacer. Se dijo a si misma que no podían odiarla por lo que había hecho, no tenían derecho a juzgarla, no tenían ningún derecho sobre ella, sus hijos o su vida. Ella no era de su propiedad.

Percibió un movimiento en la oscuridad y trató de ponerse de pie, pero Tristán le dijo que se quedara quieta.

Ary dio vuelta la cara en dirección contraria a donde provenía la voz, no quería que él viera lo que estaba pensando, no quería que la odiara más de lo que ya la debía estar odiando.

Tristán se acercó a ella y empezó a curar los brazos de Ary luego su frente. Cuando se inclinó a curar los cortes de sus piernas se dio cuenta que sus manos sangraban. Tomó una de las manos de Ary y empezó a abrirla lentamente. El dolor que Ary sentía era tremendo, por instinto trataba de volver a cerrar el puño, pero el vampiro no lo permitía. Alguien más llegó al lado de ellos y tomó la otra mano de Ary y la abrió también.

Ary recordó como estuvo a punto de que la espada del cazador se enterrara en su cuello. Ni siquiera dudo en sujetar la espada con sus manos desnudas y no recordaba haber sentido dolor después de haber matado a ese cazador con su propia espada, ni cuando mató a los otros dos cazadores en el comedor.

__ ¿porque me duelen ahora?, se preguntó a si misma, sin esperar respuesta de los dos vampiros que estaban pendientes a cada pensamiento que tenía desde que llegaran al lago, instantes después de que ella entrara al agua.

Vendaron sus manos y la ayudaron a pararse. Parecía no tener firmeza en las piernas y un frío espantoso recorría todo su cuerpo. Tristán le pidió a André que fuera por ropa seca para ella, una vez que llegó, Tristán tomó la ropa y cargó a Ary en brazos con mucho cuidado y la llevó al otro lado de la laguna, tras unos árboles y le ayudó a cambiarse de ropa. La volvió a tomar en brazos y fue a donde estaban los vampiros esperando.

Ya estaba aclarando y Ary podía distinguir a los vampiros y saber quién era quien.

Tristán la puso de pie y la sujetó de la cintura, era seguro que se desmayaría en cualquier momento, estaba demasiado pálida, apenas abría los ojos, casi no podía sostenerse en pie.

Cuando William se acercó a ella, Ary escondió su rostro en el brazo de Tristán. Sabía que no le permitirían seguir allí.

William le pidió que lo mirara, pero ella se negó, sentía que al hacerlo y oír lo que tenía que decirle su libertad se terminaría.

Trató de controlar su llanto mientras le pedía a André que no permitiera que la sacaran de la granja.

Antes de siquiera oír una palabra de André o de otro vampiro se desmayó.

Al despertar estaba acostada en su cama y dos de sus hijos estaban jugando en la cama de al lado. Argos estaba sentado a su lado con su cabeza apoyada en el hombro de ella. Cada cierto rato le decía: mamita despierta, no sigas durmiendo. Damián estaba durmiendo en su cuna al lado de la cama.

Ary le dio un beso a Argos y le aseguró que estaba bien. Se durmió instantes después.

André subió a ver a Ary y a buscar a los niños para que almorzaran, pero Argos se negó a dejarla, sus hermanos también. No hubo modo de convencerlos de salir del cuarto, por lo que André tuvo que llevarles el almuerzo a la habitación.

Por la tarde Ary abrió los ojos nuevamente y los niños se abalanzaron a la cama y empezaron a llamar a André y los demás para que subieran enseguida.

Los cuatro vampiros subieron, pero solo André entró al cuarto y se acercó a ella a saludarla. Le dio un beso en la frente y le preguntó cómo había estado la siesta.

Ary le sonrió y trató de enderezarse, pero aún no se podía mover mucho. André le puso unos almohadones tras la espalda y al retirarse ella pudo ver a los vampiros que estaban fuera del cuarto mirándola. No fue capaz de sonreírles o si quiera fingir algún sentimiento agradable hacia ellos. Decidió mirar a aquellos por los que había peleado y que la querían incondicionalmente. Una vez más los niños calmaron su angustia. El ver sus caritas sonrientes y felices era más poderoso que cualquier calamidad en su vida. Una vez que estaba con ellos no existía nada más, ellos eran su mundo y pelearía hasta la muerte por protegerlos de cualquier peligro que los asechara.

No se dio cuenta cuando bajaron los cuatro vampiros, estos salieron al patio a decidir que harían con la granja de Ary y Eugenio. A André no le gustaba la determinación de William, pero los demás estaban de acuerdo con él.

El vampiro albergaba aún cierta esperanza de poder quedare con Ary en aquella granja y si eso no era posible, feliz la llevaría a su hacienda y permanecerían allí por todo el tiempo posible. Sabía que tendría el apoyo de varios vampiros, su hermano Luka sería uno de ellos.

Por no hacer el problema aún más grande, no le dijo a William lo estúpido que había sido al dejarse convencer por Dante, sabía que él, era uno de los tantos que querían tener a Aryela Leppala bajo su control.

Tristán se encargó de curar las heridas de Ary, las de sus manos eran las más graves, sin embargo, sanaron bastante rápido para sorpresa de los vampiros que habían visto lo mal que estaban, de las otras heridas no quedaban más que las cicatrices al cabo de cinco días.

Cuando los vampiros salían de la casa hablaban de la rápida recuperación de Ary y estaban convencidos de que se debía a la sangre de Luka y Deimos que ella había bebido en el pasado. Ni siquiera pasaba por sus mentes que un vampiro podía haber sido lo suficientemente arriesgado como para darle unas cuantas gotas de su sangre para ayudarla a sanar más rápido. Era algo impensable, pero para suerte de Ary una vez más un Dávalos arriesgaba el cuello para salvarla.

Después de una semana Ary estaba en condiciones de viajar así es que los vampiros empezaron a preparar todo como si esa granja fuera de su propiedad. Nada se le preguntaba, nada se le consultaba, no tenía opinión en ninguna decisión que ellos tomaban y esto la tenía al borde de la desesperación y la rabia.

Mientras empacaba sus cosas y las de los niños se preguntaba si de verdad había vivido feliz esos años o solo había sido un sueño del que había despertado el día que aparecieron los cazadores. Por más que trataba no podía comunicarse con Luka o Deimos. No entendía que estaba pasando.

Se preguntó porque Dios la odiaba tanto e inmediatamente se preguntó porque Tristán la odiaba tanto.

__ ¿Por qué no puedes quererme? se dijo en voz baja, mientras estaba sentada mirando hacia el piso. Alguien se acercó al cuarto y no tuvo que mirar para saber quién era. Se paró a seguir guardando ropa sin mirar hacia la puerta. Tristán se acercó a ella y le extendió la mano con la ropa de los niños que había recogido del cordel. Ary la recibió sin levantar la vista y por un instante cuando recibía la ropa, pensó en tocar la mano de Tristán, pero no se atrevió.

__ ¿Por qué eres tan serio conmigo?, le preguntó en apenas un susurro, mientras miraba hacia el piso sin poder contener las lágrimas. Como era obvio, no hubo respuesta del vampiro. Solo se dio la vuelta y salió del cuarto. Ary levantó la cabeza mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Quería abrazarlo, pero tenía miedo a ser rechazada, o que le dijera algo hiriente. Querer a Luka era tan fácil, se preguntaba por qué no podía ser igual con él. Incluso tratar con Deimos era más fácil que con Tristán.

Dejó de lado la ropa y todo lo que tenía que hacer y se acostó un rato a pensar y tratar de ver el futuro para ella y sus niños, pero no tenía idea cómo hacer para tener visiones.

André hacia todo cuanto podía por Ary y los niños y lo hacía no solo porque quería, sino también por el sentimiento de culpa por haberle fallado a Ary.

Ella en más de una ocasión le dijo que no se preocupara, no lo culpaba de nada ni estaba molesta con él. Le dijo que todo se terminaba en la vida, sobre todo la felicidad y aún más para ella.

Durante la tarde fueron a despedirse Laura y otras personas que sabían de su partida y lamentaban no verla más, pero sabían que era para mejor, una mujer sola con cuatro hijos que sacar adelante, era una tarea bastante difícil. Y después de lo que le había pasado, era más claro todavía que no podía estar sola con los niños. William, que era conocido en el pueblo como el hermano mayor de Ary, fue el encargado de ir por los niños después de arreglar la granja. Él les informó sobre los ladrones que habían irrumpido en la granja de su hermana y la habían intentado asesinar. La conmoción fue inmediata. Muchas personas fueron a la granja a ver cómo estaba la joven viuda. Laura había cerrado la pensión indefinidamente para hacerse cargo de los niños y de Ary mientras estuviera convaleciente. Se había portado como una verdadera madre.

Después de despedirse de todos en Grebanu, volvieron a la granja y después fueron a la granja de Eugenio, había cosas que debían ser protegidas en aquel sitio. Acordaron traer a una familia de confianza para vivir en ambos lugares.

Al salir definitivamente de Grebanu, dos vampiros iban a caballo, y dos guiando la carreta cerrada en la que viajaba Ary y los niños.

Antes de llegar a Aninat se internaron en los bosques y abandonaron el carruaje, William cabalgaba con Ary, y ella cargaba a Damián, Tristán a Darío, André a Argos y Dante a Franz. Corriendo a su velocidad el viaje no llevaría más de uno o dos días hasta la hacienda de William, pero por los niños y el bebé, decidieron recorrer los caminos sin prisas. Además, la mente de Ary era un caos, no perdían la esperanza de que, a lo largo del viaje, sus pensamientos se tranquilizaran y aceptara su nueva situación.

***

Antes de entrar en algún pueblo dos vampiros se adelantaban y recorrían el lugar para asegurarse de que no hubiera cazadores. Para cuando el resto del grupo llegaba ya estaba listo el lugar donde y comerían y descansarían un rato.

Cada vez que uno de los vampiros miraba a Ary ella daba vuelta la cara sin poder evitar los pensamientos que venían a su mente. Esto enojaba a los vampiros especialmente a Dante, quien hacía grandes esfuerzos por no perder la calma. Incluso a Tristán no le gustaba que ella no les dejara ver sus pensamientos.

André y William le decían constantemente que no era bueno provocar a los vampiros menos ahora que volverían a vivir todos bajo el mismo techo, y con cada vampiro sabiendo de lo que ella era capaz.

Ary negaba con la cabeza y apretaba los dientes. No entendía porqué no podían llevarla a otro lugar, a las tierras de André o de los Dávalos. No tenía nada en contra de William o su hogar, pero no quería volver allí, sabía que jamás la dejarían ir a donde quisiera o hacer lo que quisiera con su vida, en aquel lugar volvería a ser una prisionera, sus hijos también lo serían. No quería que le quitaran su libertad o el poder sobre las decisiones que tomaba con su vida y la vida de sus hijos. Los vampiros serán mi muerte, pensó Ary, y se estremeció ante sus pensamientos.

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