Parte 19
_ ¿Aun sientes que hay peligro?, preguntó Joshua.
Ary asintió con la cabeza y miró hacia todos lados una vez más, Sabía que no era seguro ir a casa, pero tampoco podían quedarse con Laura, no había hecho más que bajar de la carreta cuando llegaron al pueblo y su corazón se aceleró, y un miedo sin sentido se apoderó de ella. Había pasado más de una hora desde que salieron del pueblo y aun no sabían a donde ir.
Anaís la miraba con rabia, y Ary sabía que nada de lo que hiciera o dijera cambiaría lo que la nórdica sentía por ella. Joshua ya casi no le hablaba a su hermana y contaba los días para casarse con Libia y poder alejarse de Anaís. Ary estaba feliz por él, pero también tenía pena, pues él era su único apoyo que tenía en la casa, Elías no la atacaba o era grosero con ella, sino todo lo contrario, pero su amor por Anaís a veces lo cegaba y lo hacía tomar malas decisiones. Haber permitido que su mujer dejara de lado a su hijo, hasta que no tuvo nada que ver con su cuidado o bienestar, había sido la peor de todas y aquello le había dejado en claro a Ary que tanto podía esperar de él. Adoraba a su hijo y a diferencia de Anaís se preocupaba por él, pero Anaís era lo más importante en su vida y de una u otra manera, Elías siempre terminaba haciendo lo que ella quería, o la hacía feliz.
Ary apoyó la cabeza en el brazo de Joshua y cerró los ojos por unos instantes. No sabía qué hacer, o a donde podían ir para estar a salvo. Oyó a Anaís reclamando por estar en medio del camino porque ella lo decía, y luego empezó a reclamar por el clima, la espera, el hambre y luego volvió a despotricar contra Ary.
_ ¿Sabes porque tu hermana me odia tanto? Preguntó Ary en voz baja.
Joshua suspiró y le dijo que no tenía idea, pero lo que había ocurrido con el circo no había hecho más que empeorar las cosas. Y lo que paso después, fue como avivar aún más el fuego. Ary cerró los ojos, tratando de olvidar las horribles pesadillas que había tenido después de aquel día, las recordaba todas y en varias de ellas se había visto envuelta por el fuego y había sentido como se quemaba.
Negó con la cabeza ante el recuerdo y rogó que los malos sueños no volvieran más.
_ Hoy tu hermana parece más molesta que de costumbre, sabes porqué, le preguntó Ary.
_ Anaís estuvo insistiendo toda la semana en ir a Annaus, dijo que había hecho una amiga en esa ciudad la última vez que estuvo allí con Elías, y quería ir a verla. Anoche, Elías aceptó por fin, y hoy pasa esto.
Ary negó con la cabeza, y le dijo que lo sentía, no era a propósito lo que estaba haciendo. Joshua pasó un brazo por sus hombros y le dijo que no era su culpa tener esos dones. Ary bufó y le dijo que eran cualquier cosa menos dones. No le habían traído más que problemas y desgracias, feliz hubiese nacido sin ellos, y si pudiera dárselos a alguien más, ya lo habría hecho. El nórdico se rio, y le dijo que todos tenían un motivo para existir, aunque no lo pareciera. Ary asintió con la cabeza y se apoyó nuevamente en su hombro.
_ Conduce, le dijo Ary de un momento a otro.
_ ¿Cómo, Adonde?, preguntó Joshua
Ella negó con la cabeza y levantó los hombros, le dijo que solo había llegado a su mente esa idea y la había dicho en voz alta. Joshua la miró fijo durante unos instantes, luego asintió con la cabeza y tomó enseguida las riendas para hacer lo que ella le había dicho. Al mirar nuevamente a Ary vio la determinación en su rostro, todo rastro de duda e incertidumbre habían desaparecido.
_ Detente, dijo Ary después de casi media hora de andar, se puso de pie en la carreta y miró hacia atrás y le dijo a Joshua que retrocediera. El nórdico lo hizo y un par de metros más atrás pudieron ver una carreta atascada en el barro en uno de los caminos que conducían a las otras casas que había fuera del pueblo. Ary vio el lento y apesadumbrado andar del hombre que intentaba sacar la rueda atascada en el lodo, y lo reconoció enseguida, era el anciano Eugenio. Antes de que le dijera algo a Joshua, este maniobro la carreta para ir hacia donde estaba el hombre. Apenas el anciano los vio, los saludó alegremente y fue a su encuentro. A medio camino se quedó de pie repentinamente y palideció, Elías se bajó rápidamente de la carreta y fue hacia el anciano. El hombre se apoyó en Elías y dejó que lo llevara hasta un tronco para que se sentara, Ary le llevó una cantimplora con agua y después fue al lado de los demás para ver qué había pasado con la carreta.
En menos de una hora, Joshua, Elías y Ary sacaron la carreta del lodo, jamás pensaron que les costaría tanto, hubo un momento en que en realidad consideraron rendirse, pero al mirar el angustiado rostro del anciano siguieron adelante. Estaban exhaustos al terminar, y completamente irreconocibles, estaban cubiertos de barro de pies a cabeza, sobre todo Ary, se cayó muchísimas veces, pero no se rindió, se puso de pie una y otra vez al igual que los muchachos que también se vieron en el suelo varias veces, las risas fueron inevitables, y aquello les dificultó mucho más la tarea.
El anciano se veía mortificado por todos los problemas que le estaba causando a los jóvenes, pero los niños reían felices mientras veían como su madre y los dos hombres quedaban atascados en el barro y se ensuciaban cada vez más, incluso Anaís disfrutó con lo que estaba pasando y no de mala manera. Argos nunca había reído tanto como en esos momentos, Ary tampoco, no pudo recordar cuando había sido la última vez que había reído con tantas ganas por algo.
Cuando por fin dejaron la carreta en tierra firme, se miraron y se pusieron a reír a carcajadas, y cuando llegaron al lado de los niños estos rieron aún más. El anciano se disculpó con ellos durante todo el trayecto a su casa, y no importó cuantas veces Ary le dijera que todo estaba bien. El anciano no había dejado de mostrarse mortificado.
Al llegar a casa de Eugenio, el hombre los hizo entrar inmediatamente a su casa y los condujo al cuarto de baño. Los hombres fueron los primeros en asearse, pues estaban mucho más limpios que Ary. Mientras ellos se bañaban, ella sacaba un balde tras otro de agua del pozo y se lo vaciaba encima, para quitarse lo más que pudiera de barro antes de entrar a bañarse. Apenas los hombres salieron del cuarto de baño, fue el turno de Ary, y una vez que terminó de bañarse y vestirse, fue inevitable pensar en Luka y Carmina. Las prendas que Eugenio le había dado era de hombre, las únicas veces que se vistió con ese tipo de ropas, había sido cuando estaba en la ciudad subterránea y salía con Luka y sus hermanos a recorrer el bosque y dar piruetas en el aire. Como lo extraño, pensó Ary al recordar a Luka riendo con ella en el bosque, se llevó una mano al corazón y quiso cerrar los ojos para concentrarse en él, pero no lo hizo, se miró al espejo y al encontrarse con su propia mirada rogó que Luka estuviera bien. También los vampiros de la ciudad subterránea. Seguía considerándolos su familia, con ellos no tenía que fingir ser otra persona, no tenía que ocultarles nada, además no podía hacerlo. Estando entre ellos podía ser ella misma a pesar de saber que era odiada por varios de los vampiros del clan. Era una prisionera estando entre ellos, pero era libre del resto del mundo. Tocó sus rizos y admiró lo largo y bello que estaba su cabello, recordó el olor a pelo quemado cuando el cazador encendió la pira en la que ella estaba y su respiración se agitó ante el recuerdo, cerró los ojos y respiró hondo, recordó como Anaís y Joshua cortaron varios mechones de cabello para poder curar sus heridas. inconscientemente se llevó una mano a la cabeza para tocar el lugar. Abrió los ojos y ladeo la cabeza, ya no quedaba rastro de aquellas heridas, al menos a la vista de los ojos, en su alma el dolor que sintió en esos momentos y el recuerdo de lo ocurrido sería eterno.
Se miró al espejo unos segundos más, y rogó poder proteger a todos los que amaba.
Salió del cuarto de baño y al oír las risas de los niños su pena fue desapareciendo, al llegar al salón, los encontró jugando con un montón de figuras de madera que les había entregado Eugenio. El detalle de algunas de las figuras era extraordinario. El anciano sonrió al verla llegar y le dijo que se veía muy bien con esas ropas, ella sonrió por sus palabras y se acercó a Darío para cargarlo en brazos. El niño se pegó a ella enseguida. Anaís al igual que siempre, hizo un gesto de molestia y se alejó de ellos. Ary evitó mirarla y solo se concentró en el pequeño en sus brazos, lo apegó contra su pecho y beso varias veces su cabecita, luego se volvió hacia el anciano y ofreció prepararle el almuerzo, como agradecimiento por el baño y la ropa, el hombre aceptó encantado, y los invitó a compartir la mesa con él, como agradecimiento por haberlo ayudado con la carreta y acompañarlo hasta su casa. Ary estuvo de acuerdo al igual que los demás, y junto a Anaís fueron enseguida hacia la cocina mientras los hombres se encargaban de preparar la mesa y cuidar de los niños. En poco tiempo estuvieron todos sentados a la mesa, antes de empezar a comer, el anciano dio las gracias por los alimentos, y pidió a Dios que bendijera su casa y a los que estaban con él en esos momentos. Ary se colgó de la petición del anciano y en silencio le pidió a dios que por favor alejara a los vampiros del circo y a cualquiera que pudiera hacerles daño.
Hasta el momento dios padre siempre se había hecho el sordo con sus peticiones, pero ella no perdía las esperanzas de que el todopoderoso se hiciera un tiempo para oír sus suplicas y le mostrara esa misericordia de la que todos hablaban cuando se referían a él.
terminaron de almorzar y el anciano los invitó a quedarse unas horas más en su casa, los niños estaban felices y él también al tenerlos allí. Vivía solo desde hace mucho tiempo, ellos eran sus primeras visitas en años. Les dijo que en poco tiempo llegaría un nieto suyo a vivir a aquel lugar y él se haría cargo de todas sus propiedades y sus bienes. Él era su único heredero. Miró a Ary después de decir aquellas palabras y sonrió con pesar. Si tan solo supieras muchacha, pensó el hombre. Le sonrió una vez más y la invitó a tomar asiento al lado de los niños mientras él iba por unas cosas.
Al volver al salón, Ary vio los cuadernillos que Eugenio llevaba consigo y fue inevitable pensar en Tristán, sus ojos se llenaron de lágrimas ante el recuerdo del vampiro. Tragó el nudo en su garganta y miró hacia otro lado, no entendía porque su recuerdo le dolía tanto, se parecía a lo que sentía por Luka, pero el recuerdo de Tristán le hacía más daño, se preguntó si sería porque sabía que él la odiaba y siempre la iba a odiar. Esa era la gran diferencia entre Tristán y Luka. El primero jamás había ocultado cuanto la detestaba y con el paso del tiempo nada había cambiado mucho, siempre la miraba con molestia, en cambio Luka parecía dispuesto a enfrentarse al resto de su especie por ella y no le importaba lo que dijeran los demás. Tristán y Luka eran tan diferentes y sin embargo ambos tenían su corazón hecho un lío, pues ambos eran importantes para ella.
Durante el resto de la tarde, Ary estuvo dando vueltas por la casa de Eugenio, y se sorprendió al darse cuenta de la gran cantidad de adornos y objetos de plata repartidos por todo el lugar. Algunos se veían como si estuvieran en los lugares que estaban porque no habían encontrado donde más ponerlos. Al volver al salón vio al anciano sentado en una mesa escribiendo velozmente en un cuadernillo y fue inevitable recordar a Tristán haciendo eso mismo en Balc. Negó ante aquel recuerdo y decidió ir en busca de Joshua y Elías que estaban preparando las cosas para marcharse. Aún no sabían adonde irían, o si volverían a Grebanu.
Al llegar el atardecer, los jóvenes se miraron entre ellos antes de ir a despedirse de Eugenio, pues ya era hora de partir.
Antes de despedirse, Ary ofreció dejarle preparada la cena. Él aceptó enseguida y los invitó a acompañarlo, los nórdicos miraron a Ary y ella asintió inmediatamente. El hombre aplaudió un par de veces y los hizo entrar de nuevo.
Una vez que terminaron de cenar, Ary y Joshua lavaron y guardaron todo, y cuando estaban arreglando a los niños para irse, el anciano los invitó a pasar la noche en su casa. Los jóvenes se miraron sin saber que decir, no tenían a donde ir, y Ary seguía sintiendo que no debían volver a casa. Ary aceptó finalmente el ofrecimiento del anciano y este se mostró verdaderamente feliz y por alguna razón aliviado ante su respuesta. El hombre les dio los mejores cuartos que había en su casa, Anaís y Elías fueron los primeros en retirarse a dormir, luego lo hicieron los niños y Joshua. Ary bajó a darle las buenas noches al anciano después de hacer dormir a los niños, pero no lo encontró por ningún lado, se asomó por una de las ventanas y lo vio yendo hacia otra de las casas que había en su terreno, estaba apenas a un par de minutos de la casa en la que estaban ellos. Ary se retiró de la ventana y le dio privacidad, quería darle las buenas noches y agradecerle por haberlos invitado a quedarse en su casa, sin saberlo, el anciano los había salvado de tener que dormir en la carreta en medio del bosque. Se paseó nuevamente por el lugar y se detuvo a mirar las tres espadas que estaban en la pared cerca de la escalera al segundo piso. Pasó su mano por la hoja de una de ellas y se preguntó si sería de plata, o si él sabría cómo usarlas. Siguió recorriendo el lugar y observando todo hasta que un pequeño ruido llamó su atención, volvió a la ventana por la que había mirado antes y vio a Eugenio sentado en una mecedora en el corredor fuera de la otra casa. Se extrañó ante esto, pero antes de poder pensar en algo, vio una sombra moverse tras él, y luego abalanzarse sobre Eugenio, Ary retrocedió enseguida y se llevó las manos a la boca para acallar su grito. Es un vampiro se dijo. Corrió al segundo piso y fue a la habitación de Joshua, lo despertó rápidamente y le dijo lo que estaba pasando, este se levantó de un salto y salió tras Ary en busca de los niños, Anaís y Elías. los hizo bajar a la cocina y los llevó hasta la entrada del sótano donde se guardaban los sacos con legumbres y las demás provisiones, detuvo a Joshua antes de cerrar la puerta, y le dijo que aguardara. Fue rápidamente hacia donde estaban las espadas en la pared y retiro dos, después tomó un par de dagas de plata que había como adorno sobre un mueble y los llevó junto a las espadas hasta donde estaban los nórdico, les las entregó a Joshua y le dijo que se encerraran en aquel lugar y no salieran hasta que ella fuera por ellos. Y en caso de ser necesario, debían defenderse tal como ella les había estado enseñando. Le dio un rápido abrazo a Joshua y retrocedió para que él cerrara la puerta y la trancara con algo. Sin más demora fue por la otra espada y un par de puñales que metió en sus botas. corrió un poco la cortina para mirar hacia la otra casa y pudo ver la fogata en medio del patio. Se estremeció ante la vista de las llamas y cerró los ojos por unos instantes, al mirar nuevamente hacia afuera, vio a Eugenio sentado de nuevo en la mecedora, llevaba un chal sobre sus hombros y tenía una espada sobre sus piernas. Ary corrió un poco más la cortina y miró hacia los lados, pero no podía ver a nadie, miró nuevamente a Eugenio y él estaba en la misma posición. La noche ya había caído sobre ellos, el fuego era lo único que iluminaba el lugar.
Ary se alejó de la cortina y apoyó la cabeza en la muralla, tenía muchísimo miedo, sabía que debía ir a ayudar al anciano, debía enfrentar al vampiro o vampiros, y debía asesinarlos para que ya no fueran un peligro para ella o los demás, sin embargo, estaba aterrada. Su corazón parecía que se saldría de su pecho en cualquier momento, sus manos temblaban, sus piernas se sentían pesadas. Se sentía a punto de derrumbarse. Suspiró profundamente y rogó a Dios para que la ayudara. Tomó la espada con firmeza y fue hacia donde estaba el hombre. Al bajar los escalones se detuvo y miró rápidamente a su alrededor, no vio a nadie y volvió a fijar su atención en el anciano que estaba donde mismo. Apuró el paso hacia él, sabiendo que aquello era una trampa, pero no iba a abandonarlo a su suerte. No podía dejar que el muriera por su culpa, ella era a quien buscaban los vampiros del circo.
Al llegar hasta donde estaba hombre dijo su nombre en voz baja y él levantó la cabeza hacia ella enseguida y le sonrió, Ary se acercó un poco más y se inclinó frente a él, Eugenio soltó el chal y al abrirse, Ary pudo ver la daga enterrada en su pecho. Soltó la espada y cayo de rodillas frente a él e intentó quitársela, el hombre sujeto su mano y le dijo que ya era tarde para él, pero antes de morir, debía decirle algo importante. Ary negó con la cabeza e intentó sujetar la daga, pero él la detuvo.
_ En cuanto te vi bajar de la carreta junto con Joshua y Elías, supe que estaba viviendo mis últimas horas de vida. Dejé de tener visiones el día que me fui de las montañas, pero hoy, mientras tú y los muchachos se caían al lodo una y otra vez, vi mi futuro, mi muerte y vi tu futuro también. Lamento que debas pasar por esto, y lamento lo que vivirás a continuación, pero debes pasar por todo esto y por todo lo que habrá en tu futuro, pues tú eres la que pondrá orden en el mundo, y mantendrá a raya a los seres sobrenaturales que transitan libremente por la tierra sin temor de nada ni nadie. Eres única niña, siempre lo has sido y siempre lo serás, no lo olvides jamás.
Ary se acercó más a Eugenio y sujetó sus manos mientras lloraba por sus palabras y por su pronta muerte.
_ Eres nórdico, le dijo entre lágrimas.
_ Así es, soy nórdico y también soy tu familia, tu sangre, soy el hermano menor de tu abuela materna, espero me perdones por no haberme presentado correctamente la primera vez que te vi. Pero si lo hubiera hecho, habría interferido con los hechos que debían ocurrir y con los que están por suceder y aquello hubiera cambiado el futuro que hemos visto y con el que estamos de acuerdo, a pesar de lo que signifique para ti. Tu eres necesaria para que ese futuro se haga realidad.
_ ¿Qué futuro? Preguntó Ary. ¿Quiénes más saben de mí, acaso es Kirya?
_ Así es niña, Kirya está viva y hemos estado en contacto a través de nuestros sueños. Tu tía siempre ha sido talentosa, pero palidece al lado de lo que tú estás destinada a ser.
_ Qué seré, preguntó Ary, y se acercó aún más al anciano.
_ Serás el ser más poderoso que haya existido en el mundo, nadie te igualará jamás, serás rechazada y temida por todos los que se encontrarán contigo, y tú misma rechazarás aquello en lo que te has convertido, pero después todo cambiará. Querrás vivir, anhelarás la compañía de otros y querrás ser parte de sus vidas. Rechazarás la soledad y por primera vez en mucho, mucho tiempo confiarás en otros. Esos niños no dejaran jamás de esperar tu regreso. Se buena con ellos cuando los vuelvas a ver.
_ ¿Qué niños? preguntó Ary conmovida por las palabras de Eugenio. Sabía que no estaba hablando de los tres pequeños que estaban en esos momentos en la casa.
_ Los del orfanato, contestó Eugenio, ellos esperaran hasta el último día de sus vidas tu regreso, tal como yo he esperado este momento desde que lo vi esta mañana. Amelia es encantadora, es un buen nombre para una hija, ¿no lo crees?
_ ¿Quién es Amelia? preguntó Ary.
_ Una pequeña que conocerás muchos años en el futuro. No pienses en ello ahora. Solo piensa en los niños que te esperan en casa, y atesora en tu corazón cada momento de alegría que ellos ten den, y guarda en tu mente cada detalle de esos momentos, no dejes que nadie te quite sus recuerdos, pues será todo lo que tendrás para aferrarte a la vida en mucho tiempo.
_ ¿Que pasara conmigo? preguntó Ary sabiendo que la respuesta no era buena.
_ No puedo decírtelo... perdóname, perdónanos, dijo el anciano sin poder evitar las lágrimas. Pues sabía cuánto dolor, sufrimiento y agonía más allá de todo lo conocido habría en el futuro de la muchacha frente a él.
Ary asintió con la cabeza, y se abrazó a Eugenio como pudo. Dejó caer la espada y se aferró a él con fuerza mientras lloraba desconsoladamente. Recordó la voz que oía en el fuego y supo que su destino estaba atado a esa voz y a las llamas.
Se alejó un poco de Eugenio y limpio sus lágrimas, le dijo que no estaba molesta por no decirle todo lo que sabía, y que estaba muy feliz de saber que él era su familia, una parte de ella en el mundo. Kirya también estaba viva, pero sabía que no la volvería a ver.
_ Aquí estás, dijo una profunda voz tras ella, Ary supo que era un vampiro.
Se aferró a Eugenio nuevamente, y recordó sus palabras. "Solo piensa en los niños que te esperan en casa". Mis niños, pensó Ary, no puedo dejar que llegue a ellos.
Deimos la tomó de la parte de atrás del cuello y ella recogió la espada antes de ser arrancada del lado de Eugenio. El vampiro la arrojó hacia atrás haciendo que se estrellara con fuerza contra el suelo.
_ Creías que podías verme la cara maldito anciano dijo el vampiro y lo tomó del cuello.
Antes de que le quebrara el cuello, Ary sacó uno de los puñales y se lo arrojó al vampiro enterrándoselo profundamente en la espalda. El vampiro gritó de dolor y soltó al hombre. Se volvió hacia Ary y la miró con furia. Rugió en su dirección y se abalanzó hacia ella enseguida, en solo un instante estuvo frente a ella y la sorprendió con un salvaje golpe en el estómago que la dejó sin aire. Ary sujetó con fuerza la espada mientras con la otra mano apretaba su estómago, no podía respirar, no podía moverse, mucho menos atacarlo, no podía pensar en nada más que en la falta de aire y el insoportable dolor. El vampiro le dio un fuerte revés y Ary soltó inevitablemente la espada y cayó a varios metros de allí. Deimos fue hacia ella nuevamente y le dio una fuerte patada en un costado y la tomó del cabello, con su otra mano la obligó a volver el rostro hacia él.
_ Abre los ojos, le gruño a centímetros de su cara.
_ No, contestó ella apenas y se ganó otro fuerte revés.
El vampiro tomó con más fuerza su cabello y apretó su barbilla con su poderosa y gran mano. Le volvió a decir que abriera los ojos, pero ella se volvió a negar. Deimos apretó con más fuerza su cabello y Ary apretó los dientes ante el insoportable dolor.
_ Dime humana, como es que tú serás el ser más poderoso sobre la faz de la tierra. A mí no me pareces más que una mortal débil e insignificante. Dime... dijo el vampiro, y apretó aún más su cabello. Que puede pasar contigo para que te vuelvas tan fuerte, tan poderosa, tan única. No eres nadie, no vales nada. Quién o qué podría convertirte en algo sin igual, ¡contesta! Le grito el vampiro mientras la obligaba a ponerse de pie y seguía sujetando fuertemente su cabello.
Moría de ganas por asesinarla, todo en él le decía que la mordiera, que le quebrara el cuello, o cada uno de los huesos antes de morderla, pero la visión del anciano no le permitía decidirse finalmente por quitarle la vida a Aryela Leppala. Sabía que la visión del hombre no podía ser pasada por alto, al menos no por él y algunos miembros de su clan. Se negaba a creer todo lo que el anciano le había mostrado, pero hasta ese momento todo estaba pasando según había visto en la mente del hombre. Y las cosas que le había mostrado de su pasado, cuando era humano, solo eran conocidas por él, su gemelo y Gael. Miró el golpeado rostro de la muchacha y se preguntó cómo podría ella acabar con Leland, Nimrod y otros cientos de vampiros, si ni siquiera había sido capaz de darle un solo golpe a él.
_ Ese maldito anciano se ha burlado de mí, se dijo Deimos, pero al mirarlo y ver lo que estaba pensando, apretó los dientes. El anciano le había dicho que debía hacer si quería que Leland y otros vampiros dejaran de existir, pero hacerle caso sería traicionar a su clan y al resto de su raza, y todo por proteger a una cazadora a una Leppala.
Gael le había ordenado mantener con vida a la impostora, si es que la encontraba, para presentarla ante Leland y el resto de los vampiros. Que hago se dijo el vampiro, mientras seguía mirando el rostro de la humana, su cara se hinchaba cada vez más y su falta de aire la iba debilitando con cada segundo que pasaba. Que hago se dijo Deimos.
Un leve olor a vainilla llegó a su nariz y recién en ese momento reparó en la falta de olor a sangre proveniente de ella. No había ni un solo corte en su rostro o sus manos, su rostro estaba hinchado, pero no había ni un solo corte en su piel. Le movió la cabeza de un lado a otro y no había rastro alguno de sangre. Esto es extraño se dijo Deimos, los humanos sangraban por lo más mínimo, y ella había recibido una buena golpiza en solo unos segundos. Tal vez si es especial se dijo el vampiro. Que tan buen sabor tendrá su sangre se preguntó mientras miraba la vena en su cuello. Levantó la vista hacia el anciano y vio que el hombre aún no moría, aquello también llamó su atención, pues estaba seguro de haberle clavado profundamente el puñal, él ya no debería estar vivo. Se preguntó si sería por ser nórdico, siempre había oído que ellos eran especiales, pero jamás había tenido la oportunidad de acercarse antes a uno de ellos. Leland lo había prohibido estrictamente, y había asesinado a los que lo habían desobedecido. Deimos abrió exageradamente los ojos al recordar lo que el anciano le había mostrado del pasado, y si aquello era cierto, ya sabía por qué Leland tenía tanto miedo de las adivinas. No era por lo que podían mostrarle de su futuro, sino porque ellas podían mostrar a otros vampiros lo que él había hecho.
_ Desgraciado, dijo Deimos en voz alta y miró al anciano a unos metros de él, estaba en las últimas. Miró nuevamente a Ary y suspiró, apretó su cuello con fuerza y le dio un par de bofetadas. Le gruñó a solo centímetros de su rostro y la arrojó a un lado como si no fuera nada.
Fue inmediatamente hacia el anciano y lo arrastró hacia la casa. Lo arrojó bruscamente sobre uno de los sillones, luego se hizo un pequeño corte en uno de sus dedos y le dio un poco de sangre. No lo estaba salvando, solo estaba prolongando un poco más su vida para que le hablara del futuro.
El anciano recobró el conocimiento en segundos y al ver al vampiro parado a su lado suspiró, pues el inmortal frente a él era un verdadero idiota. Le había dicho que pasaría si prolongaba su vida, pero como estaba atestiguando en ese momento, pues estaba vivo, él había decidido no hacerle caso. El vampiro vio este pensamiento y se enfureció con el atrevimiento del humano, le gruño y dio un paso hacia él para darle una lección, pero sintió un insoportable dolor en su estómago. Al mirar hacia abajo vio la espada de plata atravesando su cuerpo.
Que mierda se dijo, gruñó ante la vista y recordó la visión del anciano. Se dio la vuelta rápidamente y alcanzó a poner la mano frente a su garganta para impedir que la cazadora le cortara el cuello. Desgraciada pensó el vampiro y le arrebató el arma de la mano. Le dio una patada en el estómago arrojándola lejos de él. quiso avanzar hacia ella, pero la plata y la gravedad de la herida no le permitieron dar un solo paso, cayó de rodillas al lado del anciano y lo vio negar con la cabeza mientras pensaba en: "te lo dije". El vampiro quiso castigarlo por el descaro, pero tenía problemas más graves de los que preocuparse. Si no quitaba la espada y se alimentaba se iba a morir. Miró a su alrededor buscando algo no sabía qué, pues lo único que podía ayudarle a retirar la espada de su cuerpo era un par de manos, y las únicas disponibles eran las del moribundo y la cazadora. Sabía que había otros humanos en la casa y tres de ellos eran adultos, pero el anciano le había dicho que no se mostrara ante ellos ese día. Estaba tentado a no hacer lo que el hombre le había dicho, pero estaba en la situación actual precisamente por no haberle obedecido.
Demonios, que hago, se dijo el vampiro mientras sentía como se le entumecían las piernas y su visión empezaba a ponerse borrosa. Vio algo moverse cerca de él y al mirar hacia donde había arrojado a la cazadora esta ya no estaba allí. Quiso volverse para enfrentarla, pero ella fue más rápida y le quitó de un solo movimiento la espada. El vampiro grito de dolor y sintió el corte de hombro a hombro y la nueva puñalada, esta vez en uno de sus costados. Cayó hacia adelante sobre el anciano y sintió las manos del hombre en su espalda como si lo protegiera, lo oía hablar, pero no era capaz de entender lo que decía. "No se metan con esos brujos" les había dicho Leland, cuánta razón tenía se dijo Deimos, mientras sentía el nuevo ataque, iba a morir a manos de una muchachita por no haber escuchado al maldito nórdico. Maravilloso, pensó el vampiro y fue lo último que supo.
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