Capítulo 7 "No soy la única"

     Sentí como mis piernas perdían su fuerza, como si gelatina fuera la que las remplazara, mi sangre se congeló y rogué al cielo por ver cualquier señal de que Leo estuviera bromeando, pero no titubeo en ningún momento y su sonrisa no se borró.

      —¿Q-qué dijiste?

     Escalofríos invadían mi espalda al momento en el que recordaba las palabras del doctor "No hay tal cicatriz" ¿Por qué él sabe de ella?

     Leo sonrío y me guiño el ojo, mis piernas flaquearon seguidas de un mareo que nublo mi vista. Leo soltó una pequeña risa, un simple "Ja" que no supe interpretar, lo mire fijamente sospechando que esa risa no solo fue por mi expresión; pero Leo solamente dio una media vuelta mientras se encaminaba hacia la puerta del salón.

     Yo no me moví de mi lugar, no pude hacerlo, solo lo vi alejarse con su andar rudo y arrogante; vi alejarse a su sonrisa altanera, vi alejarse a la única persona que ha visto mi herida, vi alejarse al que posiblemente tendría respuestas, vi alejarse a... al acosador.

     Encontré la fuerza en mis piernas y desperté de mi hipnosis, esquivé a varios alumnos que estaban de pie en todo el salón, pero por más que trataba de apresurarme, más obstáculos humanos me lo impedían. En el momento en el que por fin llegué a la puerta ya era demasiado tarde, tomé la perilla con el fin de salir en busca de aquel chico tan estúpido, pero el profesor de matemáticas se hizo presente en el pasillo.

     —¿Va a algún lado? —me intercepto desprevenida.

     —A mi siguiente clase —dije sin dudarlo y sin titubear.

     —Pues va en dirección contraria —enarque mis cejas sin comprender al maestro.

     —Mierda —susurré al darme cuenta que la clase que me tocaba era con él.

     —¿Dijo algo?

     —No —vi que el profesor me guiaba hacia donde venía—, es que, tengo cosas que hacer

     —Las ara después de mi hora, por ahora le sugiero que se dirija inmediatamente al aula de clases si no quiere adquirir una nota directiva

     Maldije por dentro al momento en el que caminaba en la dirección contraria a mis respuestas.

     Durante toda la clase no pude prestar atención a nada de lo que el maestro explicaba, los números no entraban en mi cabeza mientras que las dudas, las ansias, el dolor, la intriga y la sed de respuestas ocupaban todo espacio en mi mente. ¿Pero qué voy a hacer cuando lo tenga frente a mí? Tendré que tomar cartas en el asunto si quiero tener una vida tranquila después de todo lo que ha pasado, la mejor manera será demandarlo por acoso y que reciba un buen susto para que me deje de molestar.

      Cada cinco minutos miraba el reloj que había en la pared del salón, pero el tiempo no pasaba, con cada tic mis ansias crecían y con cada tac la desesperación me invadía. No le veía fin a esta hora interminable, más de una vez trate de salir pero el maestro ponía escusas para no dejarme salir, y con cada vez que me regresaba a mi asiento las esperanzas de encontrarme con Leo desaparecían, realmente dudo que después de una hora él esté en la escuela y más si casi en mi cara declaró que era el acosador que me tiene loca desde que llegué a este lugar.

     Cuando la campana de los 10 minutos se escuchó resonando en el salón, mis piernas involuntariamente se movieron ansiando que este momento llegara desde que comenzó la hora de matemáticas. No sabía ni en donde comenzar a buscar, simplemente quería tenerlo frente a mí y enfrentarlo hasta que me dijera la verdad.

     Caminé por los pasillo sin percatarme a que o a quien evitaba para poder encontrar al posible acosador y asesino de mis padres, mi vista solo tenía un blanco pero por más que recorría los pasillos no encontraba a Leo por ningún lado. Me quede quieta por un momento tratando de pensar en que sitio podría estar, después salí corriendo al único lugar que sospechaba podría encontrarlo.

     El estacionamiento estaba totalmente vacío, solo había maquinas frías de metal pero sin rastro de algún alma, esto solo me estresaba más; porque desconocía el tiempo en el que estaba buscando a Leo y temía que ya las clases ya hubieran comenzado.

     El sonido de mi celular me saco de mis pensamientos, asustada me detuve a medio paso, miré por todo el estacionamiento esperando no ver nada que paralice mi corazón, aunque tan solo al recordar la voz que hay detrás de la línea hace que mi piel se ponga de gallina, que mi respiración se estanque en mi garganta y que mi espalda sea víctima de múltiples escalofríos; y ahora sé quién es el causante de esto, y tan solo al pensar que el mal nacido que lo hace es un chico estúpido y engreído dos años mayor que yo, llena de rabia mi visión, la furia invade mis venas y mi cerebro no piensa bien al ser nublado por el coraje de la desaparición de mis padres.

     El valor poco a poco comenzó a conquistar todas las partes invadidas por el miedo, tomé el celular con la seguridad que debía de tener desde hace mucho tiempo.

     —¡Ya basta! —dije sin temblar—. Ya estoy cansada, o me dejas en paz o...

     —¿Ó qué señorita Iridia?

     Mis ojos se abrieron como platos al reconocer que la voz que estaba al otro lado de la línea no era el acosador. –Teo...

     —¿Ocurre algo malo señorita?

     Respiré profundamente guardando toda esa adrenalina que acumulé.

     —No sucede nada

     —¿Esta segura? La escuché un poco exaltada

     ¿Un poco? Diablos debí haberme escuchado como una bomba explotando.

     —Si Teo, está todo bien —escuchaba como Teodoro dudaba de mi respuesta—, ¿Cómo están las cosas en casa? —me mordí la lengua esperando que no note el cambio drástico de tema.

     —Muy bien señorita... —él tardo en contestar— La joven Any la echa de menos, dice que la ha dejado sola en casa

     —Espero que Any quiera acompañarme la próxima vez

     —Recuerde que la señorita no quería ir a ese pueblo, cuando se lo mencione se puso muy nerviosa tan solo al imaginarlo, sospecho que es miedo a los aviones

     —Sí, tienes razón

     —¿Quién la molesta?

     Lo pensé un poco, no podía decir lo que realmente estaba sucediendo, sabía que con la mayoría de las cosas que me han pasado podría ser tomada como una candidata perfecta para la celda blanca.

     —Es un... simple chico que no deja de llamarme

     —Sabe muy bien que Gael lo puede sacar del camino —la voz protectora de Teodoro hizo su aparición, tal como la de un abuelo defendiendo a su única nieta mujer—. Si quiere lo llamo en un minuto y obtendrá que el chico la deje en paz

     —No es necesario molestar a Gael, por el momento sospecho que es por la poca interacción que tengo con las personas, o mejor dicho con los jóvenes de mi edad y puede ser que el dichoso acoso que creo que estoy viviendo es solo un simple comportamiento que los adolescentes hacen

     —Eso espero señorita —detrás de mí sentía la penetrante mirada de alguien, y mi espalda se vio víctima de varios escalofríos—, por el momento no le diere nada a Gael a menos que usted quiera...

     —No Teo, por el momento no necesito la ayuda de Gael...

     Ya no sabía ni lo que decía, lo único que quería era buscar el causante de esa horrible sensación que me obligaba a mover mi cabeza de un lado a otro.

     —Está bien señorita, ma...

     Todo a mí alrededor desapareció, todo sonido fue suplantado por el vacío y el fuerte latido de mi corazón, todo al encontrarme con unos ojos azules profundos, una cabellera rubia como el sol y una estúpida sonrisa sínica.

     Mi respiración se atascó en mi garganta al tenerlo a solo 20 metros de mí

     —Sí Teo, después hablamos. —Colgué sin escuchar una palabra más de Teodoro.

     Busque dentro de mi toda aquella adrenalina que tenía hace unos minutos y para mi suerte allí estaba, junto al odio y rencor que guardaba mi alma. Caminé con paso firme y rápido dispuesta a encarar a mi acosador y al posible asesino de mis padres pero esta vez no me esconderé.

     —No puedo creer lo poco civilizado que eres, no huyas cobarde —mi voz era firme al momento en el que me acercaba a él—, solo te digo que si no dejas de mol...

      —¿Quién te acosa? —Su pregunta me dejo tan desconcertada que solamente pude callar—. Te hice una pregunta gatita ¿Quién te acosa?

     —¿Qué? —me estaba confundiendo y sé que ese era su plan—, contesta primero mi pregunta. —Lo apunte con mi dedo—. ¿Cómo diablos conoces de mi cicatriz?

     Leo solo sonrío sínicamente.

     —¿Quién es tu acosador?

     —No, no, no... ¡Contéstame tú primero!

     —No grites —Leo se tomó la cabeza haciendo un gesto de molestia—, tienes una voz que apenas y soporto ¿Y tú te pones a gritar?

     Me cruce de brazos ofendida— Por si no lo sabes —continuó—, o porque tienes la memoria de una anciana, aunque pensándolo mejor, creo que no es el único que tienes en común entre las viejas —el rubio me miró de arriba abajo provocando que mis mejillas se pintaran de un color rojo lleno de vergüenza y odio—, el día de ayer, fui yo quien te llevó a la enfermería, en el momento en el que te deje en la camilla tu vientre comenzó a sangrar y la enfermera me dijo que no me preocupara, que ella se iba a hacer cago. Fin

     —Mientes

     —No soy un mentiroso, eso fue lo que pasó

     —La enfermera no me dijo nada, ¿Por qué solo tú la puedes...?

     Los dedos de Leo se posaron en mis labios haciéndome callar y retrocedí como si fueran carbones al rojo vivo— Yo ya contesté tu pregunta, gatita...

     —No...

     —Shhh —como odio a este chico—, cordialmente conteste tú pregunta, ahora te toca responder la mía —¿Cordialmente? En mi boca se dibujó una sonrisa sarcásticamente molesta—. Dime, ¿Quién es el que te está acosando?

     —No lo sé, ¿Quizás tú? Eres el único que sabe de la cicatriz y...

     —Tranquila gatita —si me interrumpe una vez más juro que lo mato—, ¡Sí! vi tu cicatriz pero yo no soy el quien te acosa, para empezar ni tu numero tengo, mucho menos sé dónde vives —Leo llevo sus manos en sus caderas y sonrió burlonamente—, deberías de tener cuidado, yo que tu hablaría con la policía, podría ser muy peligroso... —La risa que contenía Leo lo hacía ver más insoportable, no podría estar frente a este chico tan estúpido—. Aunque si quieres solucionar la búsqueda de tu acosador imaginario, podrías darme tu número, tu dirección —al momento en el que Leo decía cada palabra sus ojos no abandonaron mi cuerpo, provocándome escalofríos que no supe interpretar—, tus más oscuras fantasías y con gusto me convertiría en tu acosador personal y así podrás tener motivo para venir y quejarte conmigo

     Noté como la expresión de Leo cambiaba y sentía como se esforzaba para ser el típico chico irresistible, pero mí sentido común me decía que no era bueno mirarlo tanto a los ojos.

     —Ni lo sueñes —Leo enarcó una ceja confundida—, no sé qué tipo de chicas estás acostumbrado a tratar, pero yo no soy ninguna de ellas, yo soy una dama y como tal desde ahora te dejo claro que si cometes un error por muy simple que sea y si intentas lastimarme... juro que yo misma te arruino

     Leo se quedó callado por un momento y su cara de chico engreído cambio a una más seria y melancólica.

     —¿Arruinarme?, alguien ya te ha ganado en eso

     Vi que el dolor que mostraba en sus ojos era verdadero. —¿Quién?

     —No te importa gatita

     —¡Oh, claro! Y lo dices tú que desde que te conozco te la pasas preguntado cosas personales

     —No entiendo tus maullidos, pero al parecer estamos siendo parte de una cruel broma

     —¿Ambos?

     —Sí, así como a ti hay alguien que no deja de llamarme, casi no habla y cuando lo hace son solo un par de palabras, dice cosas que solo tú logras ver y la secuencia se repita varias veces todos los días

     —Entonces... ¿No soy la única?

     —No te creas tan importante como para pensar que eres la única que pasa por cosas difíciles y de este estilo —sabía que había algo que Leo no me decía, que había algo que ocultaba—, pero como ya vi que no sabes nada de esas llamadas, no me sirves más

     —¿Disculpa? No soy un objeto que solo usas a tu antojo

     —No, no eres un objeto, eres una gatita —Leo se acercó demasiado a mi rostro—, y por lo tanto eres mi mascota

     —No te permitiré que me hables de esa manera —dije sin alejarme, no iba amostrar debilidad.

     —No estoy pidiendo tu permiso y como ya vi que no sabes más que yo, mejor me voy de aquí

     —Tonto, las clases aún no termina

      Leo se río.

     —Para mí sí, no soporto estar en este lugar, mejor prefiero ir al centro en busca de nuevas víctimas dispuestas a aceptar jugar conmigo —me miró fijamente—, podrías ser una buena candidata para que yo me divierta un rato, pero tu personalidad de vieja amargada hace que lo poco bueno que tienes se valla a la mierda

     —Aun así no te tomaría en cuenta, yo nunca podría andar con una persona tan poco evolucionada como tú

     —No te pongas celosa gatita, además lo nuestro no podría funcionar —Leo comenzó a caminar rumbo a la salida del estacionamiento en donde lo esperaba una gran moto—, yo prefiero chicas jóvenes, menores o de mi edad, no cuarentonas como tú

     Se fue no sin antes hacerme una señal de amor y paz mientras caminaba, me giré furiosa por su falta de educación hacia mi persona y pensé realmente en que no era tan mala idea hablarle a Gael para que él se hiciera cargo de Leo.

* * *

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