Capítulo 25 "Odio las despedidas -Los sueños son crueles (Parte 3)"


Desperté de golpe, no sabía en qué momento me había quedado dormida. La luz entraba por la venta mostrándome lo tarde que era, no recuerdo porque vine a mi cuarto, agitada me levanté y sin fijarme choqué contra la mesa de noche que tenía junto a mí.

—¡Maldición! —Dije sobándome la rodilla, esto va a doler después.

Miré la mesita y noté que se había caído la piedra que encontré hace unos momentos en el estudio, la tomé y vi lo brilloso que podían ser esos cristales azules. Un sentimiento de melancolía me embargó, aun sin saber el porqué, un sentimiento que no lo sentía propio. La volví a dejar en la mesita y salí corriendo con todo y muletas para lograr llegar a tiempo a la clase de teatro.

* * *

—¿Dieciséis años?

—Así es...

—¡Estas en pleno florecimiento!

El maestro de teatro se acaba de enterar sobre mi edad, lo cual lo impresiono más de lo que pensé. —No creo que... —Dije avergonzada.

—¡Eres toda una súper dotada! Por algo estas más adelantada que los demás a tu edad.

—No es para tan...

—¡Oh por dios! Todas estas ideas que se me vienen a la cabeza para ti —el maestro fingía que se desmayaba de la emoción, demasiado dramático para ser real—, tantas historias, tantos papeles.

Mi cabeza solo daba vueltas de solo imaginarlo—. –P-pero no sé nada de actuación...

—¡Bah!, eso que importa, yo mismo te tomaré como mi pupila, crear en ti una verdadera actriz, una actriz tan grande que me harás salir de dar clases y me llevaras directo a los grandes escenarios del mundo.

Wow, wow, wow... creo que el maestro ya estaba alucinando.

—¡Pero maestro! —Dijo chillante Gloria—. ¡Yo ya soy su pupila!

—Pap, pap, pap, calla Gloria, no te atrevas a interrumpir cuando las mejores ideas vienen —los gestos que hacia el profesor, me recordaban demasiado a Ruby Rhod, de la película "Le Cinquième Élément"—, hora todos reúnanse, les daré los lugares que les corresponderán en esta cuna del arte.

Durante los siguientes treinta minutos el profesor nos estaba asignando los puestos que tendremos durante todo el año, muchos disponían a cambiar de lugar con otros y yo era una de ellas, por más que le suplicaba al maestro que me asignara a los efectos especiales o algún otro puesto; él se empeñaba en que estuviera en el reparto y no puede contra él. Después de asignarlos todos, tenía que hacer una llamada y nos dejó "familiarizarnos" con los integrantes de nuestros equipos.

Solté un suspiro pesado y traté de romper esos miedos que me ataban, tenía que empezar a ser sociable, es por mi bien.

Caminé dispuesta a entablar una conversación en los parámetros de normal, tal y como lo hacía con Jabel.

—Mi nombre es Freya —una chica con el cabello rojo y chaqueta lila apareció frente a mi dejándome muda, su energía era muy fuerte que hasta tuve que parpadear para asimilarla.

—Y yo soy su gemela Scatha —eran idénticas entre sí, solo que esta chica no irradiaba energía como lo hacía su hermana, al contrario de la otra, Scatha llevaba una chaqueta de color rosa mientras se cruzaba de brazos.

Ambas chicas extendieron sus manos en son de saludo—. Mucho gusto —dijeron al unísono, sonreí incomoda y extendí ambas manos con dificultad al recargarme en un solo tobillo.

—Yo soy...

—Tonta —dijeron juntas y quitaron sus manos haciéndome tambalear y soltar una de las muletas, avergonzada la recogí mientras las gemelas me miraban cruelmente.

—No creas que queremos ser mables contigo niñita —dijo la de chaqueta rosa—, solo te damos la bienvenida que te mereces, o al menos un poco de ella.

—Nosotras no vamos a ser lame botas contigo, te vamos a tratar como se debe y bajarte de esa nubecita de hipocresía y superioridad para que caigas a la realidad, y no va a ser una caída agradable, nosotras nos vamos a encargar de eso.

Sin darme cuenta ya me estaba alejando de ellas, al momento en el que ellas llegaban hasta Gloria y ahora eran las tres las que me miraban cruelmente.

Caminé lentamente hacia atrás hasta que choqué contra alguien—. Auch.

—L-lo siento mucho —dije dándome la vuelta torpemente volviendo a golpear al chico con la muleta—, lo siento de nuevo.

—No te preocupes —dijo riendo y con una amplia sonrisa mostrando sus dientes blancos—, ¿Tu estas bien? —Me tomó por los hombros.

—S-Si —me percaté por su uniforme que era de último grado, pero por un motivo sentía que ya lo había visto de un lado.

—No te preocupes por las gemelas, no son tan malas como aparentan —dijo sonriendo hacia ellas sin que se dieran cuenta, después me volvió a ver y me guiño uno de sus ojos verdes—, mi nombre es Rene Chamomille, pero todos me dicen Ren —me extendió la mano, esta vez dude—, tranquila, no voy a apartarla.

Sonreí por lo contagiosa que era su sonrisa, le tendí mi mano y la tomó son las suyas las cuales son muy suaves y frías; fue cuando me di cuenta donde lo había visto de nuevo—. ¿Trabajas en una tienda de abarrotes?

El chico se sorprendió—. ¿Me estás leyendo el pensamiento?

Solté una risa—. No, solo que sentía que ya te había visto en algún lugar y creo que fue cuando me acerqué a una abarrotería a pedir informas de la clínica.

—Pues sí, es la tienda de mi padre, trabajo medio tiempo ahí —dijo pensativo— ¡Ya te recuerdo! Como pude olvidar alguien tan linda. —El chico aún tenía mi mano entre la suyas, colocó sus finos y cálidos labios en mi dorso causando un leve sonrojo en mis mejillas.

Cuando se levantó me miró con una media sonrisa que podía derretir a cualquiera.

—Deja de incomodar a la novata —se escuchó una voz grabe a su derecha.

—Solo le estaba dando la bienvenida—, el castaño me soltó y puso un puchero de niño regañado a su compañero, causando que me saliera una risa disimulada.

El otro joven me miró detenidamente—. Mi nombre es Peter Roseau, un placer —me tendió la mano y no dude en estrecharla, a diferencia de Ren, Peter tenía sus manos rasposas y su agarre firme.

—El placer es mío —dije con una sonrisa mientras el volvía a su pose original, cruzándose de brazos.

—¿Es verdad que solo tienes dieciséis años? —Preguntó sorprendido Ren.

—Si —dije un tanto incomoda.

—¡Vaya! Estas muy pequeña —dijo sonriendo—, y rodeada de chicos grandes —esta vez su voz mostro perversión causando una ligera risa en mi garganta—, debes de tener cuidado.

—Ren —dijo Peter arrastrando su nombre—, creo que ella se puede cuidar sola, no le metas miedo —me parece que la actitud de Peter ha cambiado de desinteresado a ligeramente molesto.

—Bueno, si necesitas ayuda aquí estaré a tu disposición —dijo mientras me guiñaba un ojo y sonreía ampliamente.

Un brazo familiar se posó sobre mis hombros haciendo que dejara de sonreír—. No te necesita, ella ya tiene guardaespaldas, o sea, yo

—Leo... —dije arrastrando las palabras molesta ¿Qué no me puede dejar de molestar por un momento? Es la primera vez que entablo conversación con alguien de una manera normal y viene él y lo arruina—. Ya te dije que no eres nada de mí, mucho menos mi guardaespaldas.

El rubio fingió una sorpresa dolida haciendo que pusiera los ojos en blanco—. Tantas promesas que me diste y ¿ahora me dices que no soy nada de ti? —El chico puso la mano que tenía libre en el pecho simulando dolor—. Si quieres ya apuñálame, sería menos doloroso morir a causa de eso que de tu indiferencia.

Negué molestamente mientras volvía a poner los ojos en blanco, y noté como Ren reía ante el sarcasmo de Leo.

—El gran Leo, de nuevo al acecho —dijo en tono burlón Peter, aunque para mis oídos era más bien de molestia.

—No es algo que a ti te importe ¿O si, Peter? —Vaya que la temperatura de la sala había bajado unos cuantos grados.

—No me interesa nada de tu vida, puedes hacer lo que se te dé la gana.

—De todos modos no iba a pedirte permiso —dijo el rubio mientras me abrazaba con ambos brazos y yo trataba de zafarme de ese agarre cada vez más incómodo.

—L-leo —dije sin aire—, ya, ya b-basta, ¡con un demonio Leo!

Una carga nació desde mi tobillo hasta llegar a mi codo, justo en el momento en el que le pegaba al chico para librarme de él, pero al parecer no fue una buena idea, Leo quedo tirado de espaldas en el suelo.

—Ga-gatita —dijo él emocionado.

—Lo, lo siento —dije alarma mientras todos volteaban a ver qué ocurría, caminé para ayudarle a levantarse.

—¡Leoni! —una voz chillona me distrajo evitando que fuera hacia el chico, pues una maraña de cabello rubio ya estaba con él—. ¿Estás bien?

Puse mis ojos en blanco al ver que Leo le sonría tal y como lo hace conmigo, bastardo. —Sí, gracias hermosa.

Caminé lejos de esa escena, no entiendo porque me molesta... bueno si, estaba muriendo de celos, pero era de esperarse; no sé ni siquiera porque me sentía tan especial cuando Leo me llamaba de esa forma o me miraba de esa forma o... me coqueteaba de esa forma. Al ver como el chico se "recargaba" sobre Gloria reafirme el hecho de que no podía seguir viendo eso.

Me volví hasta el fondo del escenario, junto a las telas y las cuerdas de efectos especiales y me arrepentí de encontrarme tan lejos de la luz. Este lugar siempre me dio mala espina y no entendía el porqué, pero el aire era cada vez más denso que en cualquier otro lugar, era como esa extraña sensación cuando crucé el plasma azul el otro día con Leo. Antes de darme cuenta vi a los demás cada vez más lejos, no me importa si tengo que ver a Leo besarse con Gloria, pero no podía quedarme aquí por más tiempo.

Caminé con dificultad para llegar con los demás pero no avanzaba, cada paso que daba era un paso que me alejaba de ellos, totalmente asustada caminé más rápido y los llamé, pero ya era demasiado tarde; ya estaba envuelta en la oscuridad nuevamente.

Yo solo quería estar en un lugar seguro.

* * *

Al abrir los ojos me percaté que definitivamente ya no estaba en el teatro.

Suspiré agotada al ver las estrellas en el firmamento y la suave hierba bajo mis brazos. Estaba recostada en un hermoso jardín, podía ver luciérnagas a mí alrededor y un brillante aire sobre los árboles, bailando con las hojas.

Me levanté suavemente y vi que nuevamente tenía el aspecto de la chica de mis pesadillas pero el cabello lo sentía más largo, no sé si es resignación o ya me estoy acostumbrando a esto, que ni siquiera me sorprendí; tenía que encontrarle un sentido a todo lo más pronto posible.

—Pero si ahí estas.

Mi corazón se contrajo al escuchar la suave y grave voz de Stefano. Cerré mis ojos dolorosamente, mi mente podía ser cruel cuando se lo proponía.

—¿Lindura? ¿Estás bien?

No soy tu lindura —dije susurrando tristemente.

—¿Dijiste algo?

—No soy tu lindura.

—Pe...

—No soy Roshbell, no soy tu lindura —mi voz era molesta pero cada frase me partía en dos—, y ahora dime ¿dónde estoy?

—Tranquila.

—No, no me puedo tranquilizar si esto sigue ocurriendo, no sé dónde demonios estoy, ni qué diablos pasa a cada segundo de mi vida, mucho menos sé que es todo esto o como llegue hasta aquí.

—Yo te mande llamar esta mañana.

—¿E-esta mañana?

—Sí, esta mañana, te dejé una nota en tu alcoba, tú me respondiste con tu minu.

—No, esto solo es un sueño, esto no es... yo estaba en el teatro.

—¿Teatro? Aquí no hay ningún tea... espero y no estuvieras cerca del bosque, sabes lo peligroso que es ese lugar y lo mucho que pueden captarte.

Un dolor en mi cabeza nacía en mis sienes, imágenes venían a mi mente pero no podía entenderlas, no con claridad. —¿Captarme?

—Lindura, no tengo que explicarte todo lo que está ocurriendo, sé que tienes muy poco tiempo en el castillo, aun así debes de saber lo peligroso qu...

—No entiendo lo que dices, no sé qué es lo que dices, no...

—Respira lindura...

—No, ¡Soy Iridia!

Stefano cayó y me miró compresivo, después una brillante sonrisa apareció en sus labios haciéndome tragar todos mis miedos. Tuve que cerrar mis ojos al saber que todo esto era producto de mi imaginación

—Ven —unas manos cálidas y robustas se posaron en mis brazos, quitándome todo el frio y miedo de mi cuerpo—, tienes que entrar... —una calidez invadía mi corazón y mi cuerpo, haciendo que un sentimiento familiar y totalmente mío me llenara. Me recosté en su pecho y me deje abrazar, quería sentirlo aunque solo fuera una vez, aunque solo fuera una gran mentira.

—N-no sé si pueda...

Me pegué más a él embargándome de su aroma a especias, era una sensación que quería guardar en mi memoria aunque no fuera cierto, sus brazos alrededor de mi cintura me apretaban más a él causándome varios suspiros—. Tienes que descansar.

En contra de toda voz racional en mi cabeza asentí, quería estar tranquila por primera vez desde la muerte de mis padres y con Stefano lo podía lograr, aunque solo fuera mi mente la que me quiera poner a salvo de todo lo que ocurra a mí alrededor y tenga que crearlo, imaginarlo, inventarlo; aun así, quería estar con él.

Entré a una especie de castillo, demasiado pequeño para serlo. El lugar era refinado pero no exagerado, estaba claro que ya tenía mucho tiempo de construcción, pero aun así se veía lleno de vida. —Es hermoso.

Stefano me miró mientras me guiaba por el lugar sosteniendo mi brazo. —¿No lo recuerdas?

—Temo decir que si lo recuerdo —mi miedo creció al pensar que mi mente siempre me ha estado refugiando en un mundo lleno de magia para no sufrir con la realidad.

—Fue hace un par de meses que mandaste reponer todas las grietas, los cuadros y nuevas decoraciones fueron escogidos por ti.

—Si se nota —dije sonriendo de lado tambaleándome un poco.

—¿Estas bien? —dijo preocupado Stefano.

—Sí, solo me mareé un poco, de repente me he sentido tan débil.

—Es normal, aun no te acostumbras a todo esto —el pelinegro me tocó la frente y me miró a los ojos—, tienes que descansar, estás muy débil.

Llegamos hasta una puerta de madera de color verde, al acercarme me di cuenta que eso verde era musgo, como si se adherirá a la puerta, al igual que algunas flores pequeñas. Al entrar vi que era una habitación cálida y pequeña, con una gran cama con doseles de color marfil y una fina tela que la cubría.

Caminé tocando los muebles del lugar sintiéndolos familiares bajo mis dedos, el aire era suave y fresco, al llegar a la cama toqué la suave tela que colgaba de los doseles y me ruborice sin saber él porque; pero sentía este cuarto tan íntimo y especial.

Miré avergonzada a Stefano quien se quitaba su capa dejando caer sus rizos oscuros frente a sus ojos verdes, lo sentía parte de esa habitación, como si su lugar fuera en este lugar, en esta cama, conmigo. Mis mejillas se volvieron a teñir de rojo y mi respiración se atoró en mi garganta.

—¿V-vas a dormir aquí? —dije tímida tan solo al pensar en esa posibilidad.

Levantó su mirada y sus ojos brillantes me miraron curioso y llenos de ternura al mismo tiempo—. ¿Quieres que duerma contigo? —Dejé de respirar al solo imaginarlo junto a mí en la cama, sentía como mis latidos incrementaban y mi respiración igual—. No te preocupes —dijo mientras soltaba una melodiosa y dulce risa—, mi cuarto está junto a este, solo descansa.

—S-si —dije un poco decepcionada y aliviada.

Él se acercó lentamente dejando cinco centímetros de separación entre los dos y me acarició la mejilla—. Yo también quisiera dormir contigo —abrí los ojos con sorpresa y esperanza mientras se inclinaba y me plantaba un beso en la frente—, espero sea pronto, no puedo aguantar más —esta vez su voz fue rasposa y más grave mientras salía de la habitación dejándome con miles se sensaciones por todo mi cuerpo.

¿¡Qué diablos te sucede Iridia?! No pude evitar reñirme internamente.

Caminé hasta la cama y me recosté agotada, no podía dejar de sentir como mi corazón se hinchaba de alegría, Stefano quería estar conmigo, y aunque sea un sueño, al menos aquí es real. Mi alegría se desvaneció, al saber que esos ojos verdes nunca los podré tener frente a mí, que ese rostro tan pacifico no podrá ser tocado por mis manos; sin saber en qué momento, una lagrima se derramo por mi mejilla, sabía que por más que quiera nunca podrá ser real.

Grité con la boca cerrada y mi cabeza la moví hacia atrás, y noté una pequeña bandeja en la mesa, me pusé de pie y fui hasta ella, estaba llena de fruta y quesos y había una nota.

"Aliméntate bien, Lindura"

Sonriendo torpemente soñé con ser feliz por una vez en este tiempo, volví la mirada a los doseles que adornaban mi cama y noté que eran telas de seda, me recosté nuevamente y sentí la suavidad debajo de mí y antes de darme cuenta sucumbí al sueño.

***

Cuando volví abrir los ojos estaba en mi cuarto, miré a mi reloj y noté que eran las tres de la mañana, suspiré agotada y llevé mis rodillas a mi pecho cansada de sentirme de este modo, soñar con Stefano y despertar sin él.

Noté como el dolor en mi tobillo no estaba cuando toqué mis pies, miré a las marcas y estas estaban más azules de lo normal, salí de la cama y confirmé que el dolor había desaparecido cuando recargue mi peso en la pierna lastimada, volteé a verme al espejo de cuerpo completo que tenía en mi cuarto, me sentía diferente pero me veía igual.

Bajé por un poco de agua, sentía que me iba a tener otra crisis, cuando serene mi corazón por fin después de despertar de la visión, el sonido del teléfono sonó por toda la casa y temerosa caminé hasta el taburete.

—¿Hola? —Dije temblorosa, pero solamente escuché la estática del otro lado—, por favor —dije asustada—, le pido de manera respetuosa que deje de molestarme o informare a las autoridades —intenté inútilmente que mi voz sonara firme pero el miedo me invadió. Una risa comenzaba a escucharse al otro lado de la línea—, no estoy jugando.

—Que gatita tan valiente tengo, tranquila, solo soy yo, Leo, quería ver si estabas en casa —la voz burlona del rubio hizo que la molestia suplantara al miedo.

—Leo —mi voz fue odio absoluto pero a la vez de alivio, al menos no era el acosador—, ¿Me llamas a las tres de la madrugada, solo para saber si estoy en casa?

—Solo a ti se te ocurre desaparecer.

Tenía que cambiar de tema, no quería que Leo supiera que tuve otra visión. —. ¿Cómo conseguiste mi número?

MI sorpresa no fue del todo mentira.

—Teo me lo dio la vez que nos vimos.

—No te creo, ¿Por qué haría algo así?

—Yo no miento, ya sabes, quería que alguien estuviera junto a ti, protegiéndote.

—Hizo mal en darle el número a una psicópata que llama a las tres de la mañana.

—Perdona si te levanté —esta vez se oía realmente agobiado—, solo quería avisarte que me volvieron a llamar y quería saber si estabas bien.

—¿Qué te dijeron?

—Nada importante en realidad, pero quería saber si a ti te llamaron igual, diciendo algo.

—No, en realidad solo dormía.

—¿Por qué te fuiste del teatro?

Creo que Leo se cansó de ir por las ramas y fue directo, ya no podía evadir el tema—. No te importa en realidad, pero aun así lo diré, estaba cansada, he estado bajo presión los últimos días.

Leo suspiro del otro lado de la línea—. La próxima vez avísame.

—¿Por qué?

—Si no te has enterado hay algo grande afuera que nos acosa a ambos, mínimo hay que saber si estamos bien el uno del otro.

Mi corazón dio un brinco—. No te debes de preocupar por mí, ya te lo dije, ¡No es tu problema!

Y colgué, más ilusionada que molesta, no quería comenzar a tener esos sentimientos con Leo, sobretodo por lo inestable que puede llegar a ser el chico, no podía dejarlo tener mi corazón entre sus manos.

Quería mantenerme distraída, así que caminé al refrigerador a ver si encontraba una especie de aperitivo pero cuando abrí la nevera lo único que encontré hizo que me congelara en el lugar.

En el refrigerador había una charola llena de uvas y queso, tal como lo soñé, inclusive la nota, solo que esta vez decía algo diferente.

"Los hábitos no cambian, disfruta tu aperitivo nocturno, Lindura"

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