12. Culpa.

—Ya queda menos, fortachón —dice Levin tomando un sorbo de su limonada con menta.

—Yo realmente no podría estar tanto tiempo haciendo todo con tranquilidad y cuidado —opina Brett.

—Lo sabemos, piojo, lo sabemos —responde Camile sacando la guinda del trozo de pastel del chico, y echándoselo a la boca.

—¡Hey! ¡Eso era mío!

—Tu lo dijiste, era. Ahora le pertenece a mi estómago —la chica se encoje de hombros y da un último gran sorbo a su batido de chocolate para acabarlo completamente.

—¿Y ya has pensado en qué tatuaje te harás? —la pregunta de Levin va dirigida hacia mí.
Les comenté a los chicos que quería hacerme en tatuaje en la cicatriz para taparla. También les dije a mis padres y mágicamente accedieron. Tuve que grabarlos para que no cambiaran de opinión.

—Le pedí a mamá que me lo diseñará con mis peticiones, y resultó esto. Es muy genial —saco mi celular y les muestro una foto. Según mi progenitora antes dibujaba muy mal, y qué gracias a su estudio de diseño pudo aprender. La verdad es que no le creo muchísimo. La habilidad que tiene realmente parece haberla sacado de los mismos dioses.

El tatuaje consistía en un largo dragón que iría su cuerpo a lo largo de mi cicatriz, y terminaría con su cabeza, pasando por sobre mi hombro y descansando en mi pectoral izquierdo sobre el corazón. Pero no es cualquier dragón. En su cabeza hay una extraña pero linda fusión con la cabeza de un lobo.

—¡Está muy cool! —dice Brett.

—Aún no puedo creer que tus padres te hayan dejado hacerte semejante tatuaje. Es enorme —opina Camile.

—Saben que no lo hago por hacer, sino que por cubrir alguna imperfección —me encojo de hombros— Además, en un mes más cumpliré los 18, así que no necesitaré el permiso de mis padres. A pesar de tenerlo, creo que lo haré cuando cumpla la mayoría de edad.

—Me gustó mucho. ¿Y tiene algún significado, además de el de cubrir? —indaga Levin.

—La verdad es que si —me atrevo a decir, aunque con algo de miedo por lo que puedan pensar—. El cuerpo del dragón significa el camino a mi fortaleza interior. No sé si notan que desde la cola a la cabeza van aumentando cada vez más las escamas y las llamas —apunto en la foto y todos asienten— Bueno, eso es más menos lo que intento lograr. Una fortaleza llena de intensidad.

—Wow, que... Ingenioso —dice Levin con una sonrisa.

—¿Y la fusión con la cabeza de lobo? ¿Por qué no un dragón normal? —Brett me quita el teléfono y le hace zoom a la cabeza.

—Los lobos son increíbles criaturas. Son poderosos, salvajes, valientes y muy fuertes. Realmente admiro las cualidades de esta especie—. Además de que gran parte de mi familia pertenezca a la especie, y quizás yo también.

—Me encantan los lobos —opina Camile y le guiño un ojo dándole la razón.

Mi teléfono comienza a sonar, y lo reviso para darme cuenta que es una llamada de mi madre.

—Disculpen —me pongo de pie y me alejo un poco de la mesa para contestar—. Hola ma.

—Hola, Luke —dice suavemente— Uhm, sé que estás ocupado con tus amigos, pero quería que supieras que los resultados del examen ya están —mi corazón comienza a latir con rapidez, y crece en mí el impulso de salir corriendo.

—Okey, okey. Gracias ma —digo antes de cortar. Las manos me comienzan a temblar con nerviosismo y ansias, y mis amigos no tardan en darse cuenta en cuanto vuelvo a sentarme a su lado.

—¿Pasó algo malo? —pregunta Camile.

—¿Qué? No, está todo bien. Creo.

—Estas temblando —Levin apunta mis manos y yo asiento intentando restarle importancia.

—¿Tu batido estaba muy helado? —pregunta Brett, ganándose una mala mirada de la chica a su lado.

—Eres imbécil Brett —le dice— Si necesitas irte puedes hacerlo.

—Gracias, pero no. Esperaré.

—¿Estás seguro, fortachón? —niego.

—Creo que no —saco dinero de mi bolsillo y lo dejo sobre la mesa, para luego despedirme y salir del local.

Salgo apurado y con los nervios a flor de piel.

Según papá, solo necesito un 5% para poder ser uno de ellos. Si tengo menos no me servirá, y si tengo más, aún mejor.

—¿Cuánto tengo? —pregunto apenas me adentro a la casa, y me dirijo a la sala, donde mamá me miraba con diversión.

—Hey, cálmate —ríe— Ahí está el sobre. Tú debes abrirlo —me apunta sobre la mesa, y lo tomo y abro con rapidez, pero a la vez con cuidado de no romper su contenido.

Desdoblo el papel, y lo único que veo son nombres de químicos, órganos, o lo que sea, y números decimales.
Me apresuro a leer absolutamente todo y no logro entender nada.

—Ay, ma. No entiendo nada —mis nervios me bloquean y esta se pone de pie para pararse a mi lado y leer.

—¿Qué se supone que estamos buscando? —pregunta.

—No lo sé. Algo que me diga el porcentaje de hombre lobo que hay en mí. Solo necesito un 5% —explico mientras sigo pasando mis ojos por las letras y números escritos. La puerta se oye y corro— ¡Papá! —Se sorprende por mi apuro y cuando entiende por qué, toma el papel entre sus manos— ¿Entiendes algo?

—A ver... —comienza a leer al tiempo que camina a paso lento a la sala— Canidae, Canis lupus sapiens... —puedo ver como sus ojos viajan en cámara lenta al porcentaje— 0,03 —su expresión se torna preocupada, y mi corazón se rompe en mil pedazos, al igual que todas mis esperanzas— Luke... —me mira apenado.

—¿Solo un 3%? —escupo de mala gana.

—Luke, ya hablamos de esto... —mamá se acerca lentamente a mí, y hace un ademán en poner su mano en mi hombro pero me hago a un lado.

—No —siento mi pecho apretarse por la angustia— Esto es tu culpa...

—¿Perdona? —mi madre toma una posición firme.

—Luke... —me advierte mi padre.

—¡Te odio! —le grito a mi madre. Los ojos se me humedecen, pero hago todo el esfuerzo en que no derramen lágrimas.

—¿Qué?

—Luke, no es culpa de tu madre —mi padre intenta calmar mi angustia— Tu al tener ya mi sangre puedes ser parte de nosotros. Lo otro ya depende de cómo tu organismo y tu alma reciban la información genética. Y te comunico que tu actitud también influye en la manera de recibir las células sobrenaturales.

—¡Mentira! ¡Si no fuese por esta mujer, yo sería un hombre lobo! —la rabia e impotencia salen sin filtro.

—¡Si no fuese por mí no hubieras siquiera nacido! —me responde mamá con furia, pero puedo ver algo de tristeza en sus ojos.

—Mejor así. Lo único que me han dado ha sido una vida miserable —las palabras salen de mi boca sin siquiera haberlas procesado. Veo como los ojos de mamá se humedecen y no puedo estar más aquí. Me doy vuelta sin mirar a nadie y salgo rápidamente de la casa.

—¡Lucas! —Mi padre me grita con rabia desde la puerta—. ¡No puedes ser tan irrespetuoso con Emily, ella lo único que quiere es tu bien! —Acelero el paso, y comienzo a correr.
Siento como con cada zancada la piel de mi espalda baja tira, justo en la cicatriz.

Me veo obligado a disminuir la velocidad, y la culpa por haberme ido así comienza a subir por mi garganta, hasta formarse un nudo.

Después de todo, nada de lo que dije es mentira.

—¿Luke? —La voz de Camile llega a mis oídos, y me volteo para encontrármela caminando junto a Levin— ¿Estás bien? —se me acercan rápidamente cuando ven mi rostro. Niego. Si hablo, lloraré. Nunca me había sentido tan decepcionado.

—Ven, vamos a mi casa —propone Levin y accedo. Estamos cerca, y a la mía no quiero ir.

El resto del camino ninguno hizo algún comentario, cosa que agradezco, ya que pude disolver el nudo para poder hablar cuando ya estuvimos los 3 solos en la habitación de Levin.

—Sea lo que sea que haya pasado, ¿Tiene solución? —pregunta Camile pasándome un rollo de papel higiénico para que seque mis lágrimas. Niego lentamente— ¿Tiene que ver con lo que te fuiste? —asiento triste.
Soy un humano común y corriente, y nada podrá cambiarlo.

Mi vida siempre ha sido miserable, hundiéndome por cosas insignificantes por mi baja autoestima. Creí que si me enteraba que podía ser como mi padre, podría darle un sentido diferente a mi vida.

—¿Alguna muerte? —continua tímidamente Levin, con temor a una respuesta afirmativa.

—La de mis esperanzas —hablo por fin.

—¿Quieres hablar de ello?

—No —confieso. Porque no puedo decirles la verdad, y no tengo ánimos de inventar algo que se asimile— La cosa es que resultó en una pequeña discusión con mamá, y papá se enfadó por eso.

—¿De quién fue la culpa? —suelto un largo suspiro.

—Mía —digo con la cabeza baja. Odio saber que tengo la culpa. Admito que soy una persona terca—. Pero no quiero volver a casa. No aún.

—Si quieres puedes pasar la noche en la mía. Sabes que en mi casa te aman —propone Camile y le regalo una sonrisa agradecido.

—Descuida. Puedes quedarte aquí. Mi hermano está en el departamento de su novia, así que puedes usar su cama. Te prestaré un pijama para que duermas, y creo que tengo algún cepillo de dientes sin usar —se ofrece Levin.

—Muchas gracias. A ambos. Aceptaré tu invitación, Levin. Será solo este noche —asiente.

—Tienes que disculparte con tu madre, fortachón. No sé qué habrá sido, pero si sabes que la culpa fue tuya debes hacerlo.

—Lo sé.

Camile se quedó a la cena, la cual fue pizza a domicilio. Más tarde llegó la mamá de Levin, quien me dejó quedarme en su casa.
Camile se fue, y Levin y yo sacamos el colchón de la habitación de su hermano para dejarlo en la de mi amigo. Hicimos la cama, y más o menos a las 12, nos dormimos.

Mientras hacíamos todo eso, mi teléfono no dejó de sonar con llamadas de mis padres, las cuales corté. Fue fácil rechazar todas las llamadas, incluidas las de mis tíos, a excepción de una. La de mi querido hermano.
Pensé en contestarle, pero sabía que detrás de esa llamada estaría mamá. No quería arriesgarme a hablar con ella. Acabamos de tener un pequeño enfrentamiento, y me gustaría que las cosas se calmaran en las cabezas de ambos.

—Buenas noches, fortachón.

—Buenas noches, Levin —la habitación se queda en silencio y oscuridad por un momento, hasta que inconscientemente suelto un largo suspiro.

—¿Quieres hablar? —Me pregunta— No de lo que pasó ahora, lo que estás sintiendo en estos momentos. —Pienso un poco.

—Creo que si —Levin es una persona muy inteligente, y sus consejos siempre son los mejores.

La luz de una lámpara se enciende, y ambos nos sentamos en nuestro lugar. Nadie dice nada por un rato.

—¿Vas a decirme, o prefieres que pregunte?

—No es nada, solo lo de siempre.

—¿Inferioridad, baja autoestima, odio por la vida y tristeza por tus alrededores? —Asiento y el suspira cansado— Me desesperas, Luke.

—Lo lamento

—No. No lo lamentes. Cambia.

—No puedo, Levin. Lo he intentado millones de veces y nada pasa. Prácticamente me auto crie de esta manera, y es muy difícil cambiar un hábito que aprendiste desde pequeño.

—Es más fácil cambiar un hábito que una forma de ser. Tú mismo lo dijiste, esto es un hábito, no una personalidad.

—Me odio. Creo que una de las personas que más odio soy yo mismo. ¿Y sabes que es lo que hago con las personas que no me agradan? Me alejo de ellas para que no me arruinen la vida. Pero ya verás qué es algo complicado alejarse de uno mismo, por lo que es imposible no arruinarme la propia existencia —levanto la mirada y me encuentro con lo que menos quería: lástima.

—Si puedes alejarte de ti, Luke. Solo debes cambiar, debes ser mejor ante tus ojos para amarte y quererte. Claramente eres frío y distante, porque no puedes dar amor a las personas si no te amas a ti mismo —Levin me sonríe con fe, y yo bajo nuevamente la vista sin saber que decir— Luke, necesito que esto que te estoy diciendo te entre en la cabeza. Necesitas quererte. ¿Conoces Gabriela Mistral? —pienso un poco.

—He escuchado hablar de ella, y creo que me he leído alguno de sus poemas.

—Bien. Ella fue la primera mujer hispanoamericana en ganar un Premio Nobel, que logró con su sufrimiento —alzo una ceja sin entender— Ella añoraba ser mamá, y al no poder, escribió la mayoría de sus poemas sobre eso. Su desgracia la llevó a la sima, y eso es lo que debes hacer tú. A veces es necesario llegar al fondo del mar para impulsarte hacia la superficie y volar.

—¿Te he dicho que tus metáforas y analogías son las mejores?

—No, pero lo tengo muy claro —me guiña un ojo con una sonrisa.

—Mi meta de aquí a fin de año es intentar cambiar.

—Queda un mes. No te apresures. Hazlo con calma.

—Mamá me odia —Levin niega al tiempo que bosteza.

—Tu madre te ama. Una discusión no es importante.

—No quiero verla.

—Tienes que hacerlo y debes disculparte con ella y con tu padre.

—Quiero dormir.

—Sí, igual yo. ¿Buenas noches? —pregunta para ver si la conversación la dejábamos hasta ahí.

—Buenas noches —confirmo, y ambos nos volvemos a acomodar para dormir.

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Holaaa

Lo siento por no haber subido capitulo la semana pasada. Si leyeron #TSD1, me entenderán cuando les digo que estoy en la semana maldita.

Me quedan 2 semanas para terminar mi año escolar, y estamos con las últimas evaluaciones.

Quizás el próximo finde suba dos capítulos para remediarlo.

Byeee...

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