50. Descubriendo mi secreto

Alina Potter

Después del funeral y durante varios días, Alina y James acabaron de sacar todo lo de la casa. Entre los dos decidieron que James se llevaría la mitad de las cosas a la casa que compartía con Lily y Alina se llevaría la otra mitad al piso de Sirius,  donde vivía ahora hasta que volviera a Hogwarts para terminar su último año de estudios y, a la vuelta, ella y Sirius buscarían una casa más grande para vivir y poder tener mucho más espacio para guardar todo.

A Alina, que le encantaban las fotos, decidió quedarse con todos los álbumes de fotos pero decidió darle alguna a James en las cuales salían ellos dos de pequeños jugando en la parte de atrás de la casa y alguna más actual.

Decidieron deshacerse de todas las pociones de su padre y de todos los artefactos que usaba para la elaboración de estos. De ese trabajo se encargó el Ministerio exclusivamente por lo cual, el sótano que usaba su padre como laboratorio, al poco tiempo, se había quedado completamente vacío.

Los libros también decidió llevárselos ella ya que James no era muy fanático de la lectura. Eran muchos los libros que había en aquella casa y a Alina le llevó varios viajes llevárselos todos.

En cuanto al mobiliario, lo repartieron a partes iguales. Como el piso de Sirius era bastante pequeño, Alina decidió reducir todos los muebles a un tamaño minúsculo y, de esa manera, cogían, muy bien colocados, en una pequeña caja de cartón.

El último viernes del mes de junio, Alina decidió ir por última vez a la casa de sus padres y revisar todo por si quedaba alguna cosa. 

A las ocho de la mañana se levantó para ayudar a Sirius a preparar sus cosas para salir a trabajar y preparar el desayuno para ambos. Un poco antes de las nueve, Sirius salió de casa y Alina terminó de colocar todo en su sitio y decidió que, antes de ir hasta la casa de sus padres, saldría a volar un rato largo antes de acabar de vaciar la casa por completo.

Lavó los platos y las tazas que habían usado para desayunar, limpió la casa, colocó la ropa en los pequeños armarios e hizo la cama que compartían ella y Sirius. Después de asegurarse de que todo quedaba ordenado y limpio aunque, cuando volviera a casa, volvería a poner todo patas arriba para poder colocar las nuevas cosas que distribuiría por todos los rincones del piso. A Sirius no parecía importarle el desorden general  pero a ella no le parecía muy adecuado. 

El piso que Sirius había alquilado se encontraba en una calle de la ajetreada Londres de los años 70. Cuando tenían que ir de compras, tenían que caminar unos cuantos minutos  ya que la casa de Sirius quedaba bastante alejada del centro de Londres y por las calles cercanas a la suya, no había apenas tiendas donde comprar. Sin embargo, la casa no estaba nada mal. Era un piso con cuatro plantas y ellos ocupaban la tercera planta. Según le había comentado Sirius, en la primera planta vivía un matrimonio con sus dos hijos; en la segunda, una pareja de ancianos y en la cuarta, vivía un estudiante de unos veinte años que apenas pasaba tiempo en casa.

La vivienda no era muy grande. Tenía un pequeño salón con un pequeño sofá y varias estanterías; la cocina, no muy grande pero con una barra americana muy bonita, la cual, según Sirius, era la última moda en Londres. Al lado de la cocina, había un pasillo que comunicaba a la habitación principal, un baño y un muy pequeño armario que Sirius utilizaba como trastero pero el cual, más bien, era un armario escobero en el que, curiosamente, se hallaba la escoba mágica de Sirius que muchas veces confundía con la escoba de casa y tenía que volver a cambiarla por la suya.

Alina caminó hasta su armario y cambió la ropa que llevaba puesta por otra más cómoda, unos pantalones negros, una camisa blanca y unas zapatillas de deporte de color blanco, las cuales hacían juego con su camisa. Buscó la copia de las llaves del piso que le había dejado Sirius y salió por la puerta de entrada, la cual cerró con mucho cuidado ya que hacía mucho ruido cuando se cerraba y no quería despertar a los vecinos.

Era una mañana un poco fría para estar a finales de junio pero pronto el sol se adueñaría del cielo y las nubes desaparecerían. A Alina le daba un poco igual ya que, cuando volaba solía hacerlo por encima de las nubes y allí el cielo siempre se encontraba despejado.

Caminó por las desiertas calles de la ciudad y cogió uno de los buses que hacia su recorrido por las afueras de Londres. Después de pagarle al conductor, Alina escogió su asiento y se sentó mientras esperaba a que el bus llegara a su destino.

En aquellos momentos, el autobús se encontraba casi completamente vacío. Una señora de unos cincuenta años con un vestido estampado miraba por la ventana con cara de cansancio y sin muchas ganas de encontrarse en aquel lugar.

No pudo ver que destino llevaba la señora porque Alina se bajó antes que ella. En aquel lugar desierto no había ninguna casa ni gente merodeando por los alrededores. Espero paciente a perder el bus de vista. 

Era extraño volver sentir sus alas en contra del viento, sentirse libre, volar por los cielos sin que nada ni nadie la dirigiese, sin ninguna preocupación...

El clima ahora era perfecto, el cielo estaba despejado y todo parecía sumirse en una tranquilidad eterna aunque ella sabía que eso no era así. Detrás de esa apariencia de tranquilidad, se encontraba un verdadero caos que se apoderaba del mundo mágico y por desgracia también del mundo muggle: muertes, desapariciones, miedo, terror... Parecía que esto no iba a acabar nunca. Voldemort cada vez se volvía más poderoso y eso empeoraba las cosas para todo el mundo, muggles incluidos.

Se dio cuenta de que ya estaba muy cerca de la casa de sus padres y de que tendría que reducir la velocidad  aterrizar.

Varios minutos después, comenzó a divisar su casa en la lejanía así que se preparó para aterrizar. Normalmente, solía aparecerse en el lugar o solía aterrizar bastantes metros más lejos y, el camino que le quedaba para llegar a su casa lo hacía andando. Esto solía hacerlo cuando sabía que James o cualquiera otra persona se encontraba en la casa o cerca de ella. Sin embargo, su hermano le había dicho que no acudiría a retirar las últimas cajas hasta la tarde, por lo cual Alina estaría sola en aquella magnifica mañana.

Nunca pensó que su vida iba a cambiar tan de golpe.  Aquel magnifico día que acababa de empezar se convertiría en el peor día de su vida.

En el momento en que aterrizó en el suelo firme y dirigió su mirada hacia la entrada de la casa de sus padres, no se podía creer lo que estaba viendo.

Allí, observándola atónico y con la tez muy pálida, James no podía dar crédito a lo que se acababa de posa a casos metros de él. 

Alina, paralizada de la impresión,  observó como algo se movió detrás de James y una joven pelirroja salió de la casa. Lily sujetaba unos platos que pertenecían a una colección de vajilla que su madre guardaba con mucho cuidado en el armario del salón y, la cual, Lily no pudo retener al verla a ella y los platos se hicieron añicos cuando impactaron contra el suelo.

Alina se dio cuenta de que sus alas se encontraban abiertas y decidió recogerlas y ocultarlas en su cuerpo para hacer más fácil lo que vendría a continuación.

No sabía qué hacer ni que decir. Aquel momento había llegado, el momento que nunca quiso que ocurriera.

- Pero.... – dijo Lily entrecortadamente.

Fue la única de los tres que consiguió pronunciar una mínima palabra desde que Alina había puesto los pies en el suelo.

- Pensaba que no llegaríais hasta la tarde – dijo el hada

No se dio cuenta de lo que acababa decir. Le salió sin pensarlo. Había empezado con mal pie. Lily la miraba atónica y James con rabia, confusión y odio. Esa misma mirada le perseguiría en mucha de las pesadillas que invadirían sus futuras noches.

Un rato después, James dio un paso hacia donde su hermana se encontraba, dejando a Lily oculta tras él. Como si intentara protegerla. Porque le tenía miedo.

- James... 

- Cállate – le dijo James bruscamente. Su voz estaba llena de rabia y miedo.

Lily por su parte no dijo ni hizo nada. Esta pelea era solo entre su marido y su hermana. 

- James...

- Durante todos estos años – dijo interrumpiéndola – Me lo has ocultado... ¿por qué? – preguntó. 

James también se había quedado sin palabras. Recuerdos, conversaciones, acontecimientos galopaban su mente sin control pero con una finalidad: demostrarle que este secreto siempre estuvo presente en su vida y que solo hoy, las piezas encajaron. 

- Por eso – dijo Alina señalando como él, inconscientemente, protegía a Lily con su cuerpo

James, al darse cuenta, se alejó de Lily y se aproximó más a su hermana dando a entender que el no tenía la intención de protegerla de ella. Pero seguía con esa pose defensiva y con la mano cerca de su varita. 

- Era el único que no lo sabía, verdad? – preguntó James riéndose ante la idea

- No

- ¿Quién? ¿Quien lo sabía? – exigió saber James

- Papa, mamá y la Tía Marge – dijo obviando la idea de decirle que también lo sabían todos los profesores de Hogwarts y, por supuesto, Dumbledore, Hagrid, los fantasmas y cualquier criatura mágica que viviera en este mundo. Decir eso no ayudaría en nada. 

- Claro – dijo dándose cuenta de algo – Por eso te gustaba pasar el verano con tía Marge porque así podías... - dijo intentando buscar una palabra

- Sí James. Me has descubierto, soy un hada. Lo descubrí cuando tenía cuatro años e intenté mantenérselo oculto a todo el mundo, incluido a ti. 

- ¿Por qué? ¿Creías que así serias más especial? Pues bravo, lo has conseguido – dijo mientras la rabia que estaba intentado retener se encontraba aumentando a un ritmo impresionante

- Diferente. Para ser el especial ya estabas tú. Y no, no lo hice por eso. 

- ¿Qué quieres decir? – dijo confundido y enfadado

- No te hagas el estúpido. James es muy bueno haciendo esto, James lo hace mejor, James por un lado, James por el otro... Siempre he sido tu maldita sombra, siempre. Todo el mundo recordándome que era la hermana pequeña del magnífico y perfecto James Potter el cual lo hacia todo a la perfección. 

- Yo nunca...

- Siempre has sido el favorito de papá y mamá y yo simplemente era...la rara de la familia, la que tenia un don raro y peligroso. Papá y mamá pusieron las esperanzas todas en ti, porque sabían que tu serías el que llevaría a la familia Potter a la fama y fortuna. Tú, no yo. A mí me apartaron de eso cuando descubrieron lo que era. Para ellos yo era un... - dijo intentado retener esa rabia

- No te hagas la victima cuando está claro que la victima siempre he sido yo– dijo James obviando todo lo que acaba de decir. James siempre quería ser el centro de atención  – Piensas que por ser... eso, eres... diferente? – dijo intentado repetir mis palabras – Lo único que eres es un...

- DILO – le grité – DILO EN VOZ ALTA. DI LO QUE SOY. ¡VAMOS! Nunca has callado ninguno de tus pensamientos. Siempre has dicho lo primero que se te venía a la mente sin importar lo que pensaran los demás ni como se sentirían los demás... - James se quedó pálido durante unos segundos. - DILO

James solo la miraba atónico así que decidió ser ella la que continuará por él.

- UN MONSTRUO ¿Era eso lo que querías decir? Muy lento por tu parte

James la miraba con rabia, odio.... Apretaba muy fuertemente su puño, algo que solían hacer mucho él y Alina cuando la paciencia se les estaba agotando. Por otro lado, Lily miraba la escena sin aún poder creer lo que estaba pasando.

El tiempo pasaba muy lentamente, como si todo el mundo se hubiese detenido ante el enfrentamiento de los hermanos Potter.

- ¿No piensas decir nada? – lo retó - ¿Te ha comido la lengua tu ciervo interior?

Alina vio como James la miraba con confusión y sorpresa. Acababa de descubrir que su hermana ya sabía su secreto.

- ¿Te piensas que soy imbécil?  Lo sé todo. Sé que tú y tus amiguitos sois animagos para poder ayudar a Remus Lupin en las noches de Luna Llena y, sabes qué? La persona que está delante de ti os ha salvado el pellejo en más de una vez, poniendo mi propia vida en peligro para evitar que os expulsasen o que acabarais en San Mungo y todo eso, para qué? – miró a su hermano el cual había cambiado su mirada de rabia y odio a una mirada de tristeza –¿Quién pensáis que era la persona que os cubría las espaldas cuando incumplíais las normas las noches de Luna Llena? Un hada madrina? Oh, espera... Tienes un hada delante de tus propias narices pero yo no soy ningún hada madrina – dijo diciendo esto con una voz más ronca.

Alina estaba sacando su hada interior, su verdadera naturaleza. Su lado humano estaba desapareciendo lentamente y su verdadero ser estaba comenzando a salir. Aquella naturaleza que Maléfica intentó, con todos sus esfuerzos, que nunca saliera a la luz, porque cuando lo hiciese, sería demasiado tarde. Esa misma naturaleza fue la que acabó con la Ciénaga hace muchos años, cuando Maléfica quiso hacerle frente al rey y vengarse. La maldad que Alina tenía guardada, estaba empezando a salir y ahora no había marcha atrás.

- Un ciervo, una rata, un perro y un hombre lobo componen Los Merodeadores, Señoras y Señores – dijo Alina hablándole a la nada. James y Lily empezaron a mirarla asustados ya que esta comenzaba a actuar muy raro y a hablar con una voz diferente – Vamos a relatar la historia de mi vida: Llego a Hogwarts con 11 años y todos me conocen como la hermana de James Potter; me entero de que mi hermano y sus amigos se hacen llamar Los Merodeadores, los cuales se dedican a hacer daño a la gente y a reírse de ella; como soy la hermana de JAMES POTTER, eso implica que tenga que ser jugadora en el equipo de quidditch y así, año tras año, aguantando tus estupideces de niño pequeño...

- No me vengas con que siempre has estado sola - intentó defenderse James

- ¿Te refieres a Sirius? Ja... No me hagas reír hermanito – le dijo – Sirius siempre se pone de tu lado, SIEMPRE. Pero todo esto se acabó...

- ¿Qué quieres decir...? – preguntó James asustado

Con un solo gesto de sus manos, Alina hizo que del suelo brotaran por todos lados montones de raíces, grandes y fuertes, las cuales se dirigían rápidamente a James y Lily como si de animales furiosos se tratasen. James, rápidamente, se colocó delante de Lily, y sacando su varita, lanzó un hechizo a las raíces que se dirigían hacia ellos pero sin mucho éxito.

- Tus hechizos de mago no pueden hacer nada contra mi poder – dijo levantando las manos de nuevo y haciendo que las raíces desaparecieran. – Pero esto no se acaba aquí...

De repente, el cielo comenzó a ponerse más oscuro y el aire comenzó a soplar muy fuerte, como si de un tornado se tratase. El aire agitaba con fuerza los árboles, los cuales parecían que no iba a aguantar la furia del hada. Lily se agarró fuertemente a su marido mientras este intentaba sostenerse. El aire comenzó a volverse pesado y James y Lily comenzaban a tener dificultades para respirar. El cielo se había cubierto con nubes muy oscuras, las mismas que aparecían cuando se avecinaba una terrible tormenta. Alina disfrutaba viendo lo que podía provocar con su poder. Se sentía con mucha fuerza, poderosa. Pero volvió a la realidad cuando vio cómo su hermano y su esposa comenzaban a quedarse sin aire y su color de piel se había puesto blanca. El hada detuvo su poder y el aire dejo de batir con fuerza y recupero la normalidad; el cielo empezó a despejarse y el sol volvió a hacerse presente.

Alina se dio cuenta de que no debería de haber llegado hasta ese punto. Simplemente, quería demostrarle a su hermano que ella era capaz de hacer muchas cosas por si misma sin la presencia continúa de James, y lo había conseguido. Lily intento incorporar a James, el cual había apoyado una rodilla en el suelo mientras intentaba recuperar fuerzas. Cuando Lily consiguió poner en pie a su marido, los dos miraron a Alina con miedo, mucho miedo. 

Alina no pudo soportar que su hermano la mirara de esa manera, una mirada llena de miedo, rabia y odio... y desapareció. 

Y esa, se puede decir, que fue la última vez que James y Lily vieron a Alina Potter.

Intentó no reaparecer muy lejos de la ciénaga, porque no tenía fuerzas para llegar por medios mágicos hasta allí ya que los había gastado todos cuando intento exhibirse ante su hermano y Lily. Se materializó en una alta colina y contemplo el largo páramo que se encontraba delante de ella mientras trataba de recuperarse poco a poco.

Estaba atardeciendo ya. Si se daba prisa, podría llegar a la Ciénaga un poco antes del anochecer. De modo que hizo aparecer sus enormes alas y echó a volar.

Era ya noche cerrada cuando alcanzo las ciénagas a pesar de que ya se encontraban en pleno verano. La luna apenas asomaba tras un tenue manto de nubes, pero Alina no tuvo ningún problema en localizar su hogar entre los árboles. Descendió con un suspiro de satisfacción. Por fin estaba en casa, su verdadera casa.

Alina  sabía que Maléfica estaría durmiendo así que esperaría a la mañana siguiente para contarle todo lo sucedido y por qué ha tomado la decisión más difícil de su vida.

Maléfica había ordenado a las criaturas de la ciénaga, hace un par de años, que le construyeran en el centro de la ciénaga una pequeña cabaña rustica. Las ventanas de su pequeña casa estaban adornadas con flores e incluso tenía una pequeña terraza en la parte delantera de su casa donde había colocado una hamaca para tumbarse a la sombra los días de excesivo calor.

Entró en la pequeña cabaña y cerro bien la puerta tras ella. Se quitó los zapatos y, tras calzarse sus cómodas zapatillas, preparo algo sencillo para cenar. Observó que en la pequeña mesita que tenía al lado de su cama, Maléfica había colocado unos libros. El hada se acercó a ellos y observo que se trataban de pequeños cuentos sobre criaturas fantásticas (hadas inclusive) escrito por muggles. En la mayoría de esos libros se hacía referencia a los hermosos vestidos de las hadas o a sus palacios de cristal.

Sin embargo, sabía que eso no era real. Por lo que le había contado una vez Maléfica, no existían más hadas en todo el mundo salvo ellas dos y Maléfica había dedicado gran parte de su vida a buscar más como ella, hasta que la encontró a ella. Cuando lo hizo, dio por concluida su búsqueda y se olvidó de buscar la más remota posibilidad de que existieran más como nosotras y, como le dijo aquel día "Si existen, nos encontrarán".

Las hadas, antiguamente, solían ayudar a los jóvenes desamparados pero hace mucho que dejaron de ejercer esa tarea y desde hace unos siglos, se dedican a ayudar a las criaturas mágicas y seres que necesiten de su ayuda. La mayoría de las hadas que han existido habitaban en los bosques. Quizá hubiese algunas que habitaran en castillos encantados, tal vez en los árboles o en reinos mágicos pero, las hadas eran criaturas de gustos variados y volubles. Únicas y especiales

A Alina por ejemplo, le gustaba dormir en una cama cómoda la cual estuviera en algún lugar cubierto, como una casa, al estilo muggle. Por el contrario, Maléfica prefería dormir al aire libre rodeada de las criaturas mágicas, al estilo hada.

Las hadas no vivían entre humanos. Las que abandonaban a su estirpe para convivir con ellos acababan perdiendo sus alas o su inmortalidad, como le había pasado a Maléfica.

En el caso de Alina, tantos años viviendo entre humanos provoco que estuviese a punto de matar a su hermano y a su mujer.

Las hadas no eran del todo inmortales pero si podían vivir muchos más años que los muggles e incluso que los grandes magos y brujas. Además, podían conservar por mucho tiempo su juventud y mantenerse bellas por muchos años, lo cual no pasa con los magos y brujas.

Los animales, siempre reconocían a las hadas, dondequiera que estuviesen. Incluso aquellos que llevaban milenios siendo domesticados por los muggles o magos, e incluso los animales salvajes, conservaban aquel raro instinto que les permitía detectar lo sobrenatural mucho antes que los humanos.

Por último, las hadas no necesitaban varitas para hacer magia ya que podían utilizar sus poderes sin más. Las hadas eran esencialmente mágicas por lo tanto, la varita era algo inútil para ellas. Maléfica ni siquiera tenía varita y Alina se había acostumbrado a usarla ya que, pasaba la mayor parte del tiempo entre muggles y magos.

Alina  recordó el por qué estaba en la Ciénaga y no en su casa y decidió que por hoy era suficiente. Lo único que deseaba en esos momentos era dormir y no volver a despertar nunca, como lo había hecho en su tiempo, la Bella Durmiente.

Y, es que, el daño ya estaba hecho y, después de muchos años intentando ocultarlo, habían descubierto su secreto.


La historia ha llegado a su fin. Esta fantástica y mágica historia llena de aventuras y de secretos, ha escrito su punto y final.

Sé que el final no era el que muchos y muchas queríais pero esta fue mi final desde un principio. No todos los cuentos y novelas tienen que tener un final feliz.

Espero que os haya gustado leer la novela tanto como a mí escribirla. 

Durante estos días subiré el epilogo y ahí os contaré lo que ocurrirá con esta historia resubida porque hay SORPRESA. Así como adelanto, os diré que hay una pequeña extensión de la historia 

Nos vemos pronto 

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