39. James me va a matar... (+18)
* Este capítulo tiene grandes cambios con respecto al original.
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Alina Potter
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El sábado por la mañana, Alina fue la primera que despertó en el dormitorio. Se quedó un momento tumbada y contempló el polvo que se arremolinaba en un rayo de sol que entraba por el espacio que había entre las cortinas de su cama, saboreando la idea de que era sábado. La primera semana del curso había sido interminable, como una gigantesca lección de Historia de la Magia.
A juzgar por el silencio que había en la habitación y el inmaculado aspecto de aquel rayo de sol, acababa de amanecer. Alina abrió las cortinas de su cama, se levantó y empezó a vestirse. Lo único que se oía, aparte del lejano piar de los pájaros, era la lenta y profunda respiración de sus compañeras de Gryffindor. Abrió con cuidado su mochila, sacó una hoja de pergamino y una pluma, y bajó a la sala común.
Allí fue derecha hacia su butaca favorita, vieja y mullida, junto al fuego ya apagado, se sentó cómodamente en ella y desenrolló la hoja de pergamino mientras miraba a su alrededor. Alina destapó su tintero, mojó la pluma en él y la dejó suspendida un par de centímetros por encima de la suave y amarillenta superficie del pergamino, muy concentrada... Pero al cabo de un minuto más o menos, una voz la interrumpió de sus pensamientos.
- Hola nena – Sirius se encontraba detrás de ella con una enorme sonrisa pero con una cara de haber dormido muy poco últimamente
- Hola. ¿Es que no has dormido nada esta noche? – le preguntó mientras Sirius se sentaba a su lado y apoyaba su cabeza en el hombro de ella
- Nada – dijo mientras se frotaba los ojos – Entre los deberes y las noches en... Siento haber estado tan ocupado últimamente y no haber tenido tiempo para ti.
- No te preocupes. Yo también he estado ocupada. Ya sabes... los TIMO
- No me lo recuerdes... aunque este año no es muy diferente a lo que fue quinto... Ya sabes... EXTASIS – dijo imitándome
- Cállate – dijo golpeándolo débilmente
- ¿Vamos a dormir juntitos? – preguntó con una sonrisa picarona
- No digas tonterías...
Sirius levantó su cabeza de su hombro y dándole un leve beso en la mejilla
– Pero lo digo en serio, me muero de sueño.
- Piensa que hoy es sábado...
- Tengo que acompañar a tu hermano a ver a Hagrid y después al entrenamiento de quiddich
Alina no dijo nada al respecto pero Sirius notó algo extraño en ella.
- Te noto algo rara... ¿Me puedes decir lo que te pasa?
- No me pasa nada... - dijo
- No es tan fácil mentirme. Además, lo haces muy mal - dijo guiñándole un ojo.
Alina se rio por su comentario. En realidad, se le daba muy mal mentir.
- En eso te pareces a tu hermano – dijo Sirius observando su reacción y, como el sospechaba, Alina se volvió a poner tensa – Es por James, ¿verdad? Alina, cuéntamelo. En este tema seré imparcial
- No, no lo eres. Siempre te pones de parte de mi hermano
- Es muy difícil... él es mi mejor amigo y tu...
- ¿Y yo qué? – preguntó molesta
- Y tu mi novia – dijo Sirius recalcando la palabra novia. – Es difícil de explicar... pero aún así, dime lo que te pasa
- No es nada – volvió a repetir
- Está bien. No insistiré más... Espero que te acuerdes de que el sábado que viene, te quiero toda para mí – dijo Sirius con una sonrisa picarona y dejando a Alina trabajar sola en la sala común.
Ya había pasado una semana y eran las tres de la madrugada cuando Sirius y Alina se iban a dormir después de jugar durante tres horas al ajedrez mágico y Alina haber perdido todas las partidas porque no se le daba muy bien el ajedrez.
Esa noche hacia mucho frío. Alina llevaba puesto un jersey blanco de cuello alto y unos pantalones vaqueros que le ayudaban a entrar en calor. A pesar de que los elfos del castillo habían intentado mantener el castillo a una temperatura normal, seguía haciendo demasiado frío.
Ya estaban a finales de septiembre y el frío se escabullía y penetraba el enorme castillo de Hogwarts.
Alina miró a Sirius con ojos soñolientos y este se dio cuenta de que su novia se iba a quedar dormida en cualquier momento, así que Sirius condujo a Alina a su habitación. La pareja entró al pequeño cuarto que Sirius compartía con Los Merodeadores. Esa noche, James se encontraba durmiendo en la habitación de Lily, Remus se encontraba en la enfermería después de la Luna Llena para reponer energías y Peter lo acompañaba, así que Sirius se había quedado solo con Alina.
Alina entró al cuarto de baño para darse una ducha.
Mientras estaba en el baño, Sirius empezó a quitarse la ropa, quedando solo en calzoncillos. Sirius apartó las sabanas y se recostó en su cama, ligeramente nervioso.
¿Qué tenía aquella chica para que lo volviera loco de esa manera? Era la hermana de su mejor amigo. Entonces, ¿qué era lo que le pasaba con Alina? Oh sí, se había enamorado irremediablemente.
Él ya no seguiría frenándose ante cualquier pensamiento de lo que pasaría en un futuro, el en cual no se avecinaba nada bueno. Se dedicaría al vivir el presente. Su presente. El cual ahora giraba en torno a Alina.
La puerta del baño se abrió y Alina salió del baño. Se estaba secando su cabello con la toalla.
Alina sintió la mirada de Sirius y se sonrojó. Sería la primera vez que dormirían juntos. Sirius se levantó de la cama y Alina se dio cuenta de que estaba en calzoncillos. Retrocedió hasta chocar contra la pared y Sirius aprovechó esa ocasión para acorralarla y besarla con dulzura y pasión al mismo tiempo.
Alina aceptó el beso y se dejó llevar hasta la cama. Sirius tumbó a Alina en su cama y se colocó encima suya.
Leacarició el cuello y ella tembló y gruñó en su boca. El beso se hizo más intenso. De pronto, sin saber cómo habían llegado a ello, Sirius estaba entre las piernas de Alina con las caderas aprisionadas entre ellas.
—Alina... —susurró él, con la respiración entrecortada, besándola detrás de las orejas, deslizando la lengua por el cuello. Ella arqueó la espalda. A Sirius le temblaban las manos mientras le subía el camisón con la mano, agarrando su pecho izquierdo. Acarició su endurecido pezón y comenzó a besarlo y darle pequeños mordiscos mientras la escuchaba gemir.
Le fue quitando lentamente la braga de color negro. Al terminar de quitársela, la tiró al otro lado de la habitación.
Alina se estremecía de placer ante cada caricia. Vio como Sirius se levantaba y se despojaba de lo único que lo cubría. Sirius se acercó de nuevo a ella.
- Si no estás preparada, lo entiendo, podemos esper...
- No - gimió ella con tono desesperado - Sí quiero
- ¿Segura?
- Completamente - le suplicó ella.
Sirius se movió, juguetón, y se dejó caer entre mis muslos. Lo miró sorprendida cuando se acomodó y le obligó a abrir las piernas. Después se movió, presionando esa parte tan sensible de ella. Se le escapó un gemido cuando él empezó a pasar la lengua sobre su clítoris.
Hundió un dedos en el interior de ella lentamente, mientras ella gritaba. Estuvieron durante minutos, mientras Sirius intentaba que, lo que viniese después le resultase lo menos doloroso posible.
Ella gritó. Con su cuerpo balaceándose contra su boca, y le agarró el pelo. Él apretó su cara aún más contra su coño, lamiéndola y chupándola.
—No te tenses —le recomendó —. Relájate. - le dijo con los dedos en su vagina y la boca en su clítoris.
Sirius se incorporó, la agarró por las caderas, las alzó hacia él e inclinándose sobre ella, introdujo su miembro lentamente
— ¿Ya estás dentro? —murmuró ella.
—Sólo la mitad —graznó
Cuando estuvo dentro por completo, ambos ahogaron la respiración. Sirius se retiró un poco, y luego volvió a penetrarla. Comenzó a marcar un ritmo lento y suave. Alina no podía evitar quejarse. Al ver que cerraba los ojos y hacia una mueca, se retiró un poco
- Alina... - susurró Sirius - Por Merlín, James me va a matar... ¿Estás segura de que quieres que siga? - le preguntó
- Si... - susurró
Los gemidos subían de tono cada vez más lo que indicaba que no tardarían en llegar al orgasmo. Sirius agarró su varita al lado de la cama e insonorizó la habitación.
- Sirius...
Sirius apenas logró articular las palabras. Alina lo estaba llevando al orgasmo con mucha rapidez. Alina no sentía ni placer, ni dolor, sino una mezcla de ambos.
Sirius sabía que las vírgenes no alcanzaban el orgasmo en el primer coito. Pero él quería intentarlo... deslizando lentamente.
Sirius tragó saliva, intentando detener la creciente necesidad de correrse y centró su atención en Alina, en su cuerpo, en las señales que emitía. Parecía estar llegando al clímax. Ojalá no tardará mucho. «Por favor...».
—Bésame —le rogó ella.
Sirius se inclinó y apoyó su vientre sobre el de ella. Luego se rozaron sus pechos. El contacto fue ardiente, y Sirius contuvo el aliento ante las impactantes sensaciones. Luego asaltó sus labios, fusionando sus bocas.
Sirius movió su cuerpo con la misma violencia que su boca, aferrándose a las caderas de Alina. Ella le rodeó con las piernas y lo atrajo todavía más profundamente en su interior. Él se estrelló contra ella una y otra vez. Y otra. Retorciéndose, Alina gimió con fuerza.
—Córrete, cariño.
Sirius la ayudó acariciándole el clítoris con sus dedos. Quería que ella se corriera primero, mal*dita sea.
Sirius se retiró y profundizó los movimientos de su mano. Ella se contrajo y soltando un gruñido sollozante, ambos se corrieron.
Agotado, se derrumbó al lado de Alina mientras intentaba controlar su respiración. Los dos estaban exhaustos. Para Sirius había sido la mejor experiencia íntima de su vida. Por el único motivo que había sido con ella y no tardaron en quedarse dormidos.
Sirius dormía sumido en un profundo sueño. Sin embargo, Alina no tardo en despertarse de nuevo y, aunque intentara volver a quedarse dormida, no lo conseguía.
Observó a Sirius que se encontraba durmiendo a su lado y se fue acercando a él sigilosamente, cerró los ojos y rozó con sus labios los de Sirius, él se movió levemente y Alina se apartó temerosa de ser descubierta y de haberlo despertado y trató de aparentar que ella había estado quieta todo el tiempo.
El Merodeador abrió los ojos y con una sonrisa alzó la vista y encontró a Alina durmiendo muy cerca de él.
—Buenos días —le murmuró Sirius al oído y la rodeó con los brazos y la acercó a su cuerpo, acurrucándose más cerca.
—Hola. —Alina ocultó su cara con timidez.
A Sirius le parecía una locura sentir vergüenza después de todo lo que había hecho con él.
— ¿Has dormido bien? —Le depositó unos suaves besos en el cuello, en la curva de la garganta, en la curva de sus pechos.
—Mmm, sí. ¿Y tú?
Sirius se acercó todavía más hasta que la parte delantera de su cuerpo estuvo pegada contra el costado de Sirius. La acerada longitud de su erección presionó contra la cadera femenina en una pregunta silenciosa.
— Mejor que bien
Alina se encontró envuelta por la respiración de Sirius y más tarde por sus labios. El moreno agarraba a Alina de la cintura y acariciaba sus cabellos. Sirius le hacía estremecer y pronto comenzó a revolverle los cabellos al chico
Después El Merodeador comenzó a besar el cuello de la chica para luego volver a sus labios, estaba cegado por la pasión y siguiendo un impulso, que no pudo evitar llevar su mano hasta el muslo de Alina y al instante, esta reacciono y le dio un fuerte manotazo a la mano de Sirius y se separó bruscamente de sus labios. Sirius se aparto de ella y la miraba confuso sin saber muy bien que hacer ni que decir.
—Estoy dolorida
- Es normal. Siento si fui muy brusco
- No, no lo fuiste. Pero necesito darme un baño.
Vio cómo Alina se levantaba de la cama y se vestía. Sirius la observaba con ternura.
- Deja de mirarme así - dijo ella tímidamente en broma
- No tienes porque irte
- No quiero que mi hermano me pille aquí - dijo y le tiró a Sirius sus calzoncillos - y mucho menos que nos pille desnudos. - Sirius se quejó pero no dijo nada.
Sin embargo, no pudo resistirlo y la agarró del brazo.
- no te vayas
-Suéltame...- suplicó - Nos vemos más tarde - Alina le dio un rápido beso en los labios y salió de la habitación. Esta vez El Merodeador no la detuvo. Se dejó caer en la cama con una sonrisa en el rostro.
— Buenos días —saludó James alegremente a Peter y Sirius cuando se reunió con ellos en la mesa de Gryffindor, en el Gran Comedor.
— ¿Por qué estáis tan contentos? —preguntó Peter mirando a James y a Sirius con sorpresa
— Porque luego hay entrenamiento de quidditch —respondió él con una sonrisa, y se acercó una gran bandeja de huevos con beicon.
— ¡Ah, sí! —exclamó Peter, que dejó la tostada que estaba comiéndose y bebió un largo trago de zumo de calabaza. Entonces añadió – ¿Podría acompañarte?
— Sí, claro —respondió James. – Aunque, ahora que lo recuerdo, le había dicho a Hagrid que iríamos a verlo. ¿Lo recuerdas Sirius?
— Em... - dijo Sirius concentrado en sus pensamiento – Sí
- Y esa sonrisa boba, Canuto? - preguntó Peter mirando curioso a su amigo
— Nada, nada...
James iba a hablar pero no pudo pues estaba llegando el correo de la mañana y, como era habitual, El Profeta volaba hacia él en el pico de una lechuza que aterrizó peligrosamente cerca del azucarero y extendió una pata. James le puso un knut en la bolsita de piel, cogió el periódico y leyó con rapidez la primera plana, con gesto de desaprobación, mientras la lechuza se marchaba volando.
— ¿Hay algo interesante? —preguntó Peter.
— No —respondió el con un suspiro—, sólo cuentan chorradas —James abrió el periódico y desapareció tras él.
Sirius se dedicó a su segundo plato de huevos con beicon y Peter, que parecía un poco preocupado, miraba hacia las altas ventanas.
James sintió cierto remordimiento al pensar en el montón de deberes que lo esperaba, pero el cielo, de un azul estimulante, estaba despejado y no había montado en su escoba en toda la semana...
—Hombre, podemos hacerlos esta noche —propuso Peter mientras él, James y Sirius bajaban por la extensión de césped que descendía hasta el campo de quidditch —. Y nos queda mañana. Remus se obsesiona demasiado con el trabajo, ése es su problema... —Hizo una pausa y añadió con un tono más angustiado—: ¿Crees que hablaba en serio cuando dijo que no piensa dejarnos copiar?
—Sí, creo que sí —respondió James—. Pero esto también es importante, tenemos que practicar si quiero seguir en el equipo de quidditch...
—Sí, tienes razón —coincidió Peter, más animado—. Y tenemos tiempo de sobra para hacerlo todo...
Mientras se dirigían a la cabaña de Hagrid para hablar con él y luego hacia al campo de quidditch para entrenar, James miró hacia la derecha, donde el viento agitaba los árboles del Bosque Prohibido, pero no salió nada volando de entre las copas; en el cielo sólo se veían unas cuantas lechuzas que revoloteaban alrededor de la torre de la lechucería.
El equipo de quidditch cogió las pelotas de quidditch, guardadas en el armario de los vestuarios, y se pusieron a entrenar.
Pasadas un par de horas volvieron al castillo para comer. Allí, James no se pudo aguantar más y comenzó a interrogar a Sirius.
- ¿Qué te pasa? – le preguntó James – Puedes contármelo...
- No, no puedo – le dijo Sirius
- Es mi hermana, verdad? ¿Qué pasó? – preguntó James
- No pasó nada. Todo está bien– contestó Sirius
- Sirius...
- DEJALO YA JAMES, ¿quieres? – le dijo Sirius intentando bajar su tono de voz el cual había elevado. Sirius se moría por contárselo, sino fuera porque se trataba de su hermana.
- Está bien – dijo James preocupado e intrigado por la reacción de su amigo
Ya era más de medianoche, y en la sala común sólo estaban ellos cuatro. Lo único que se oía era el rasgueo de la pluma de Remus mientras tachaba frases aquí y allá, y el ruido que hacía al pasar las páginas de los libros de consulta que había esparcidos sobre la mesa cuando buscaba algún dato en ellos. James estaba agotado. Además notaba una extraña sensación de vacío y de mareo en el estómago que no tenía nada que ver con el cansancio, pero sí con la reacción de Sirius y el comportamiento de su hermana.
— Bueno, ya puedes pasarla a limpio —le dijo Remus a Peter acercándole su redacción y una hoja con lo que ella había escrito—; luego añade las conclusiones que he redactado yo. James, la tuya está bien, excepto este trozo del final. Te ocurre algo, Cornamenta? – preguntó Remus
— Eh?? Nada – dijo James intentando disimular
— Bueno, no ha ido tan mal como la semana pasada, ¿verdad? —comentó Remus cuando subían por la escalera de la mazmorra y cruzaban el vestíbulo hacia el Gran Comedor para ir a comer—. Y los deberes tampoco están tan mal, ¿no? —Como ninguno de sus amigos contestó, Remus insistió—Tenemos mucho tiempo para mejorar, pero las notas que obtenemos ahora son una especie de punto de referencia, ¿no? —Se sentaron juntos a la mesa de Gryffindor
— Remus —dijo James con aspereza—, si quieres saber qué notas nos ha puesto, pregúntanoslo, ¿vale?
— No, si yo no... Bueno, si queréis decírmelo...
— A mí me ha puesto una I —confesó Peter mientras se servía sopa
— Bueno, no tienes por qué avergonzarte de eso —dijo Remus , el cual estaba sentado a la derecha de James —. Una buena I no tiene nada de malo.
— Pero la I significa... —empezó Remus
— Sí, «Insatisfactorio» —contestó James—. Pero es mejor que una D de «Desastroso», ¿no?
Sirius notó que se le encendían las mejillas y fingió un acceso de tos mientras se comía el panecillo. Cuando paró de toser lamentó comprobar que Remus seguía hablando sobre las notas de los EXTASIS.
James había reflexionado mucho durante aquellas dos semanas sobre la aceptación de él, sus amigos y Lily a la Orden. Parecía una idea descabellada pero se sorprendía a sí mismo pensando en los hechizos que emplearía frente a los mortífagos y criaturas tenebrosas...
- Has recibido alguna carta de Longbottom? – preguntó Remus
- No, aún es temprano para recibir ninguna carta. Solo han pasado tres semanas... Tendrá cosas mejores que hacer... - dijo James intentando disimular las ganas que tenía de que esa carta llegara.
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Alina Potter
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Alina estaba deseando que llegara el fin de semana para ir de excursión a Hogsmeade. Por otra parte, había intentado no cruzarse ni con Sirius ni con su hermano aunque estos si parecían interesados en encontrarla y hablar con ella. Se sentía un poco avergonzada. La experiencia con Sirius había sido magnifica pero le dio rabia que no pudiera disfrutarlo del todo. Sé decía a si misma que era normal, que al ser la primera vez no podía ser tan placentero como a ella le gustaría... pero tenia miedo de que Sirius no lo hubiese disfrutado y que...
- Venga, Alina, vamos - Angelina la apremió y Alina tuvo que apartar esos pensamientos
La mañana de la excursión a Hogsmeade amaneció despejada pero ventosa. Después de desayunar formaron una fila delante de Filch, que comprobó que sus nombres aparecían en la larga lista de estudiantes que tenían permiso de sus padres o tutores para visitar el pueblo.
Alina salió a la escalera de piedra y a la fría y soleada mañana. Las chicas pasaron entre los altos pilares de piedra coronados con sendos cerdos alados y torcieron a la izquierda por la carretera que conducía al pueblo. El viento los despeinaba y el cabello les tapaba los ojos.
— ¿Snape? —dijo Stephany, escéptica—. En serio crees que tu hermano...
— No lo sé. Es lo que he estado intentando descubrir.
Yasmine, Stephany y Angelina siguieron hablando sobre si Severus era o no un mortifago como Alina decía hasta que llegaron a las afueras de Hogsmeade.
—Bueno, ¿adónde vamos? —preguntó—. ¿A Las Tres Escobas?
—No, no —repuso Stephany saliendo de su ensimismamiento—. No, siempre está abarrotado y hay mucho ruido. He quedado con Luke y Brian en Cabeza de Puerco, ese otro pub, ya lo conocéis, el que no está en la calle principal. Me parece que no es... muy recomendable, pero los alumnos de Hogwarts no suelen ir allí pero fue donde quisieron ir los chicos – comentó Stephany.
Bajaron por la calle principal y pasaron por delante de la tienda de artículos de broma de Zonko, donde no les sorprendió nada ver de lejos a Los Merodeadores; dejaron atrás la oficina de correos, de donde salían lechuzas a intervalos regulares, y torcieron por una calle lateral al final de la cual había una pequeña posada. Un estropeado letrero de madera colgaba de un oxidado soporte que había sobre la puerta, con un dibujo de una cabeza de jabalí cortada que goteaba sangre sobre la tela blanca en la que estaba colocada. Cuando se acercaron a la puerta, el letrero chirrió agitado por el viento y las cuatro vacilaron un instante.
—¡Vamos! —urgió Stephany, un tanto nerviosa. Alina fue la primera en entrar.
Aquel pub no se parecía en nada a Las Tres Escobas, que era un local limpio y acogedor. Cabeza de Puerco consistía en una sola habitación, pequeña, lúgubre y sucísima, donde se notaba un fuerte olor a algo que podría tratarse de cabras. Las ventanas tenían tanta mugre incrustada que entraba muy poca luz del exterior. Por eso el local estaba iluminado con cabos de cera colocados sobre las bastas mesas de madera. A primera vista, el suelo parecía de tierra apisonada.
Alina recordaba que su hermano había mencionado aquel pub hace varios años: "Hay mucha gente rara en Cabeza de Puerco"
—No sé qué decirte, Stephany —murmuró mientras avanzaban hacia la barra y miraba con desconfianza a la bruja tapada con el grueso velo. – No me gusta mucho este sitio
- A mí tampoco – comentó Angelina asustada
- No seáis cobardes – dijo Yasmine que esta igual de asustada como Alina y Angelina.
- Cuatro cervezas de mantequilla – le dijo Stephany al camarero
El camarero metió una mano bajo la barra y sacó tres botellas sucias y cubiertas de polvo que colocó con brusquedad sobre la barra.
—ocho sickles —dijo.
—Pago yo —se apresuró a decir Alina, y le entregó las monedas de plata.
El camarero recorrió a Alina de arriba abajo con la mirada, y sus ojos se detuvieron un momento en sus ojos, como si intentara leer su mente. Luego se dio la vuelta y depositó las monedas de Alina en una vieja caja registradora de madera cuyo cajón se abrió automáticamente para recibirlas.
Las chicas fueron hacia la mesa más apartada de la barra y se sentaron observando a su alrededor
- ¡Oh, mirad, deben de ser ellos! – comentó Yasmine que estaba sentada en dirección a la puerta
La puerta del pub se había abierto. Un ancho haz de luz, en el que bailaban motas de polvo, dividió el local en dos durante un instante y luego desapareció, pues lo ocultaba la multitud que desfilaba por la puerta.
Luke y Brian entraron en el bar mirando en todas direcciones buscándonos. Cuando las encontraron, las saludaron y se pararon a unos pocos metros de la puerta para observar a la persona que acababa de entrar en el local.
Detrás de Luke y Brian, apareció una persona de unos cincuenta años aproximadamente. Era un hombre alto, robusto y musculoso. Su cabello negro al igual que sus ojos, miraban el lugar con un cierto aire de desconfianza. Su boca era pequeña y tenía la nariz grande. Alina se fijó que a ese hombre le faltaba un buen trozo de nariz.
- Perdonad por la tardanza chicas pero me he encontrado con un viejo amigo de mi padre y le he pedido que se uniera a nosotros – nos dijo Luke cuando se acercó a nuestra mesa seguido de Brian y del hombre de pelo negro. – Os presento a Alastor Moody.
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