31. Eres un traidor
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Alina Potter
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— ¡Potter!, ¡Johnson!, ¿queréis atender?
La irritada voz de la profesora McGonagall restalló como un látigo en la clase de Transformaciones del jueves, y tanto Alina como Stephanie se sobresaltaron.
La clase estaba acabando. Habían terminado el trabajo que la profesora les había mandado realizar la semana pasada. La campana iba a sonar de un momento a otro.
- Como sabéis – dijo McGonagall – Se acerca la navidad y los estudiantes podéis escoger entre quedarse en el Castillo de Hogwarts o regresar a casa por vacaciones, las cuales empezaran un poco antes del día de Navidad y terminaran tiempo después del día de año nuevo. Normalmente un profesor hace una lista con los estudiantes que quieren quedarse durante las vacaciones de invierno y este año me toco a mi.
Sonó la campana, y se formó el habitual revuelo mientras recogían las cosas y se echaban las mochilas al hombro.
La profesora McGonagall llamó por encima del alboroto:
— No olvidéis pasaros por mi despacho para comunicarme vuestra decisión
Algunos profesores, como el pequeño Flitwick, desistieron de intentar enseñarles gran cosa al ver que sus mentes estaban tan claramente situadas en otro lugar. En la clase del miércoles los dejó jugar. Otros profesores no fueron tan generosos. Nada apartaría al profesor Binns, por ejemplo, de avanzar pesadamente a través de sus apuntes sobre las revueltas de los duendes. Dado que Binns no había permitido que su propia muerte alterara el programa, todos supusieron que una tontería como la Navidad no lo iba a distraer lo más mínimo. Era sorprendente cómo podía conseguir que incluso unos altercados sangrientos y fieros como las revueltas de los duendes sonaran tan aburridos
También McGonagall y Slughort los hicieron trabajar hasta el último segundo de clase.
- Colocarnos un examen el último día... Estropearnos el último cachito de trimestre con montones de cosas que repasar... – protesto Angelina
— No veo que te estés agobiando mucho —replicó Yasmine, mirándolo por encima de sus apuntes de Pociones.
Angelina se entretenía haciendo levitar unos libros por encima de nuestras cabezas, las cuales estaban intentando concentrarse en los apuntes de Pociones
—Es Navidad, Yasmine —le recordó Alina.
Yasmine también la miró con severidad.
— Podías hacer algo más productivo
— ¿Cómo qué? —inquirió
- Como estudiar pociones – dijo Yasmine
- Ya me lo sé – dijo levantándose del suelo
- ¿En serio? – pregunto Stephany desesperándose cada vez más
- Iré a dar una vuelta – dijo poniéndose el abrigo
Alina se dirigió hacia la luchecería para comprobar si Midnight había regresado de su viaje. La última vez que había venido a la luchecería, hacia un par de meses, había sido el día en que había descubierto a Sirius besando a una chica mientras regresaba a su dormitorio acompañada por Regulus. Y Sirius tenía la cara de pedirle explicaciones ¿a ella? ¿Y el que? Ni siquiera pidió disculpas.
¿Pero por qué se ponía así? A ella no le importaba lo que le ocurriera al pulgoso... o si? Sus pensamientos fueron interrumpidos por el ulular de su lechuza. Midnight entraba por uno de los grandes ventanales de la lechuceria cargando una carta en una de sus patas. Después de darle a Midnight un premio por su trabajo, me asome por la ventana para comprobar si no había nadie cerca y poder leer la carta tranquila. Abrí el sobre con cuidado y saque la carta que se encontraba en su interior.
Alina:
Me alegra saber que todo va bien y que te gusto la visita que hicimos a Francia. Siento que esta carta no sea muy larga pero debo de acudir rápidamente al Mar del Norte por un pequeño problema que ya te contaré en Navidades, cuando vengas de visita.
Cuídate y no te metas en líos. Ed te manda saludos
Maléfica
¿El Mar del Norte? ¿No era ese el lugar donde se encontraba la prisión de Azkaban? Que irá a hacer Maléfica a ese sitio...
Mis pensamientos fueron interrumpidos por un ruido cercano a la lechucería. Intentó descubrir que era pero no vi a nadie cerca del lugar. No le hizo mucho caso así que volvió al castillo ya que el día estaba a punto de terminar.
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Los Merodeadores
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James Potter despertó cuando un molesto haz de luz solar penetró por la ventana de la torre de Gryffindor. Despegó sus ojos con cierta dificultad y escudriñó la escena. Estar volcado hacia su derecha le permitió ver el cuerpo tendido de su mejor amigo, Sirius, o al menos eso parecía, ya que no llevaba puesto los anteojos. Unos potentes ronquidos, similares al gruñir de un lobo, indicaban que Remus también estaba sumergido en el mundo de los sueños. Y el hecho de que nadie se hubiese abalanzado sobre él indicaba que Peter estaba durmiendo.
Se colocó las gafas instintivamente y así pudo eliminar la molesta borrosidad que producían sus ojos. James se sentó en la cama y se vistió.
Ni bien se colocó la túnica, los ronquidos cesaron. Remus Lupin se incorporó y Sirius Black, como si sus cuerpos estuviesen conectados, hizo lo mismo cinco segundos después. Se restregó los ojos y protestó.
― ¿Por qué dejaste de roncar?
― Pensé que te molestaban los ronquidos de Lunático -dijo James.
― Eso era antes, Jimmy. Ahora no puedo dormir sin los condenados ronquidos.
― Eres muy raro, Canuto -dijo Lupin y también se vistió.
― ¿Raro, yo? Al menos no tengo que correr como niña cuando se cola la luna llena.
― No parece molestarte mucho cuando eso supone la posibilidad de escaparse del castillo y corretear por ahí como un perrito -discutió Lunático.
― No soy un perrito. Soy bastante más grande y fuerte que un perro normal.
― Vamos a ver cómo te las arreglas con un hombre lobo el jueves que viene, entonces.
― No te alteres, lobito querido.
― Los dos tienen un aspecto terrible -interrumpió James-. ¿A que hora se durmieron?
― No lo sé... -contestó Sirius-. ¿A qué hora te dormiste, Lunático?
― Creo que a la una y media de la madrugada, porque estaba leyendo un libro.
― Bueno, yo tres minutos después que él -afirmo Sirius.
― ¿Cómo lo sabes?
― Porque tarda dos minutos en empezar a roncar. El otro día le tomé el tiempo.
― ¿Y por qué tres? -preguntó James.
― Porque antes de dormirme me pareció divertido agrandarte las orejas -rió. Remus, que no se había fijado en ese detalle, comenzó a desternillarse de la risa.
James tomó un pequeño espejo de mano, que utilizaba normalmente para comprobar que su pelo estuviera lo suficientemente desordenado, y suspiró.
― Muy gracioso, Canuto. ¿Cómo lo deshago?
― Eh... supuse que Remus sabría.
― Voy a matarte -dijo James, pero en ese momento Remus lo apuntó con su varita y sus orejas volvieron a su tamaño normal.
― ¿Despertamos a Peter? -preguntó cuando volvió a dejar la varita sobre la mesa de dormitorio.
― ¡No! -saltaron James y Sirius.
― ¿Por qué?
― Odio que esté todo el tiempo encima mío -dijo James.
― Odio que alguien le preste más atención a James que a mí -añadió Sirius.
― ¡Ja! -contestó Cornamenta-. ¿Alguien? No sólo Peter me presta más atención a mí, perrito. Las chicas hacen lo mismo.
― Ni en tu sueños. Soy mucho más guapo que tú.
― Claro que no.
― Claro que sí.
En ese momento, Peter despertó. Al ver que sus amigos se enfrascaban en una discusión, caminó atropelladamente hacia ellos.
― Buenos días, Pet -dijeron los tres.
― ¡Buenos días! -contestó-. Hace una mañana estupenda, ¿no? Aunque no tan estupenda cómo la...
― Última jugada de James -completaron los otros tres al unísono.
― ¿Cómo lo sabían? -preguntó Peter, notablemente emocionado-. ¿Ustedes también la vieron igual que yo?
― Más o menos -respondió Sirius con solemnidad, mientras se ponía la túnica-. Pero sabíamos que lo ibas a decir porque hace tres semanas que lo haces.
― ¿De verdad? -preguntó Peter, sonrojado-. ¿Qué sucedió con tus orejas, James?
James, consternado, repitió el movimiento con el espejo de mano.
― Eres un maldito Sirius, ¿cómo lo hiciste?
― Hechizo no verbal, compañero. Remus, si serías tan amable de achicarle las orejas a este lindo ciervito...
― ¡No me digas lindo ciervito!
― Lo digo cariñosamente. Así está mejor. Pareces un elfo doméstico, Remus.
Lupin, lejos de enojarse, parecía divertido con el comentario. James tomó un trozo de pergamino que descansaba junto a su preciado espejo, lo tocó con su varita y dijo:
― Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas
En ese momento, un perfecto mapa de Hogwarts se dibujó sobre el viejo pergamino. James se sentó en la cama con el entrecejo fruncido.
― ¿Otra vez buscándola, James? -preguntó Sirius.
― No sé a qué te refieres, perrito -se apresuró a decir James, aunque su voz no sonaba muy convincente.
― ¿Sigue sin querer salir contigo?
― ¿Cómo dices? ¡Por supuesto que sí! Está loca por mí. Además, desde que Quejicus la llamó "sangre impura" tengo el camino totalmente libre.
― Eso fue cuando estábamos en quinto. Estamos en sexto y no obtienes mejores resultados -apuntó Lupin.
― Es que... no quiere tirar por la borda los desprecios que me hizo durante tantos años, pero está totalmente loca por mí.
― Yo creo que James tiene razón -se apresuró a decir Peter.
― Gracias Pet... a ver, dónde estás... En el segundo piso.
― ¿Vagando por el castillo a estas horas? ¿Hay alguien cerca?
― No... creo que... ¡Diablos, Quejicus se le acerca! ¡A veces pienso que puede olerla!
― Para algo debe servirle semejante nariz, ¿no creen? -comentó Sirius entre risas.
― Seguro que intentará disculparse nuevamente -apuntó Remus.
James se incorporó de un salto, se alborotó el pelo y recorrió la habitación como una flecha.
― ¡Buena suerte! -le gritó Sirius.
― ¡Ánimo, Cornamenta! -rugió Remus.
― ¡Tu puedes! -chilló Peter.
En cuanto los atropellados pasos de James dejaron de oírse, los tres se miraron
― No lo logrará -dijo Sirius.
― Por supuesto que no lo hará -afirmó Remus.
― Volverá a rechazarlo -se convenció Sirius.
― No lo conseguirá -completó Peter Pettigrew.
Remus y Sirius lo miraron.
― Eres un maldito traidor, Peter -dijeron con una sonrisa.
Colagusano se encogió de hombros y los siguió hacia el Gran Salón sin sospechar que, después de todo, sus amigos tenían razón
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Alina Potter
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Al despertar el domingo por la mañana, a Alina le costó un rato recordar porqué se sentía tan rara. Recordó todo lo que había pasado desde que comenzó el curso: El castigo de principio de curso, Maléfica en el Mar del Norte... pero todos estos pensamientos se veían interrumpidos por uno mayor.... Sirius.
Se incorporó en la cama y descorrió las cortinas del dosel para intentar despejar la mente hablando con alguna de sus amigas, pero las tres camas se hallaban vacías. Evidentemente, habían bajado a desayunar después de intentar despertarla varias veces.
Se vistió y bajó por la escalera de caracol a la sala común. La sala común se encontraba bastante vacía, pero no le agradaba la idea de bajar al Gran Comedor todavía.
Frank Longbotton estaba sentado delante del fuego ojeando un par de libros que tenía minuciosamente colocados en el sofá. Longbotton ya estaba terminando sus estudios en Hogwarts y, según había escuchado, era un brillante estudiante.
—Hola —saludó ella
- ¡Hola Alina! – saludó Frank dejando a un lado los libros – ¿Qué tal estás?
- Muy bien, gracias – dijo
- Me alegro. Parece ser que tu hermano ya se ha metido en líos hoy
- Porque no me sorprende... ¿Qué ha hecho está vez?
- Lo han pillado a él y a Snape peleándose en medio del pasillo del segundo piso
- Nunca cambiará
- Hace bien, sinceramente. Yo tampoco me fio mucho de Snape – dijo Frank cambiando su rostro por otro más serio – El y sus amigos están tramando algo y además también está implicado el hermano de Sirius
- ¿Regulus? – dijo fingiendo estar sorprendida
- Exacto. Nunca me acuerdo de su nombre...
- No creo que sea para tanto...
- Yo diría que sí. La cosa pinta muy mal.– dijo Frank recogiendo sus libros – Bueno, he de dejar esto en mi dormitorio y bajar a comer. Hablamos luego. – dijo dejando a una confundida Alina absorta en sus pensamientos
PREGUNTAS HARRY POTTER
1. Asumiendo que eres un mago/a, ¿tu familia sería muggle o también mágica?
2.¿Qué trabajo tendrías en el mundo mágico?
Gracias por leer
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