30. De vuelta a la normalidad


Alina Potter

El despacho de la profesora McGonagall se encuentra en el primer piso de la torre de Defensa Contra las Artes Oscuras. Es una pequeña y nada extravagante habitación, con una mesa y varias sillas alrededor de esta, estanterías repletas de libros y un amplio ventanal desde el cual se ve el campo de Quidditch.

Estaba sentada en la silla más cercana a la ventana, mirando el perfecto día y deseando que este mal rato se acabará ya.

- Lo siento de nuevo - susurró

- Déjalo ya, Sirius - contesté con un tono frío demostrándole que no tenia ganas de hablar y menos con él

- Pero por mi culpa estas aquí y... - Sirius fue interrumpido por un ruido proveniente de la puerta que se encontraba detrás nuestra

McGonagall entró en el despacho y se sentó en su silla, en frente de nosotros. Tenía el rostro serio y nos miraba fijamente a los dos.

- El primer día de clases y ya se mete en problemas, ¿señor Black? – dijo McGonagall – y usted, ¿tiene algo que decir? Me sorprende que este aquí y no su hermano...

- Fue un accidente...

- ¿Un accidente? ¿Le llama un accidente a tirar bombas fétidas al cuarto de baño de los chicos donde, precisamente se encontraban en aquel momento, dos alumnos de Slytherin?

- Fue un accidente – intenté excusarme de nuevo

- Yo creo que no – dijo la profesora cambiando su voz a una más seria. - Entonces de buenas maneras he de decirles que están castigados mañana por la tarde. Os quiero aquí a las cinco ¿han comprendido? Y como se vuelva a repetir estarán en un buen lío... Ya se pueden marchar, les espero mañana sin falta.

Miré el reloj. Ya eran las nueve y todos los alumnos del colegio se encontraban cenando en el Gran Comedor. Me levanté de la silla y salí del despacho, seguida muy de cerca por Sirius.

- No tenías que haberte metido... - dijo Sirius en voz baja

- Y VOSOTROS DEBERÍAIS DE DEJAR DE GASTAR ESE TIPO DE BROMAS - le grité enfadada -Pueden llegar a expulsaros, ¿sabes? – dije

- No exageres – dijo Sirius poniendo mala cara

- ¿QUÉ NO EXAGERE? AGGGGGHHH... ¡Déjame en paz!

Pero en vez de hacerme caso, hizo la acción contraria. De un empujón, me acorraló contra la pared. Me miraba fijamente, con esos ojos penetrantes y grises. Sus brazos me cerraban el paso, uno a cada lado de mi cuerpo.

- Míralo por el lado bueno, nos han castigado juntos – dijo en tono burlón

- Vete a la mierda – dije ocultando una sonrisa de mi parte. Sirius se rió y me dio un beso en la mejilla para luego separarse de mí y caminar hacia el Gran Comedor.

En un abrir y cerrar de ojos, ya era la tarde del castigo y me encontraba en una de las sillas que McGonagall había dejado en su despacho.

- ...Debería darle vergüenza, señorita Potter por el comportamiento de ayer...

''KNOCK KNOCK'' La puerta de roble sonó, para luego abrirse y Sirius entró en la habitación. Traía siempre con él ese aire de superioridad, caminando como si nada pasase, acercándose a la silla que se encontraba a mi lado.

McGonagall le soltó otro sermón sobre la puntualidad en los castigos y nos puso a cumplir el castigo por el desastre que habíamos provocado.

- Tendrán que limpiar el baño de los chicos de la sexta planta hasta dejarlo como la patena y quitar ese olor de las bombas fétidas... Y sin magia- explicó, extendiendo la mano para que le diéramos nuestras varitas.

El baño del sexto piso era, quizás, el peor lugar de todo Hogwarts.

- Bueno, he tenido castigos peores – dijo Sirius alegre

- ¿En serio?– dije irónicamente mientras le enseñaba la esponja que ya había dejado de tener ese color claro del uso.

- Créeme, ha sido peor la bronca que me echó James cuando se enteró de lo sucedido.

Yo no dije nada y empezamos a limpiar, sin decirnos ni una sola palabra más en toda la tarde. Sirius limpiaba los lavabos enérgicamente tatareando mientras que yo quitaba la suciedad de las paredes. Los váteres acordamos dejarlos sin limpiar, ya que ninguno de los dos se ofrecía a hacerlo.

Ya había acabado de limpiar las paredes y me giré para saber qué era lo que estaba haciendo. Sirius estaba limpiando los espejos, inclinándose para llegar a la parte más alta de estos. El gesto de inclinarse, hacía que la camiseta se alzase, dejando así a la vista sus definidos abdominales... Y yo no podía evitar dejar de mirarlos

-¡Canuto!- susurró de repente alguien. Del susto, no pude evitar sobresaltarme y gritar mientras giraba mi cuerpo hacia la puerta. Por ella, asomaba la cabeza de James.

- ¿Cornamenta? ¿Qué haces aquí? Dime por favor que vienes a sacarme de aquí... - suplicó Sirius.

- A ti no te vengo rescatar, sino a mi hermana... Alina, ¿Dónde estás?

- No me digas eso... - se quejó Sirius haciéndose el dramático

- Estoy aquí – dije rodando los ojos y acercándome a donde estaba James

- ¡No te puedes ir! Tienes que ayudarme a terminar... – protestó Sirius

- No me iba a ir. Cumpliré mi castigo – dije cogiendo un trapo limpio para seguir limpiando

- ¿Estás segura? – preguntó mi hermano

- Segura – le dije sin mirarlo y volviendo a la tarea

- Esto es culpa tuya. Que lo sepas – le dijo a Sirius enfadado

- Lo sé, lo sé... no me lo recuerdes – dijo Sirius continuando su castigo

Después de cumplir el castigo impuesto por McGonagall y de devolvernos las varitas, me dirigí hacia la lechucería para enviar una carta a Maléfica con la respuesta a la carta que me había enviado hace dos días preguntándome si iba bien todo.

Cuando entré por las dos grandes y altas puertas de madera, el olor a excremento de lechuza me golpeo tan fuerte que tuve que llevarme la manga de la túnica a la nariz.

Mientras avanzaba pisando paja y huesos, pequeños restos de los ratones de los que se alimentan las aves de aquí, entra una fría corriente de aire por las ventanas abiertas. Siempre se mantienen así para que las lechuzas puedan entrar y salir a su antojo.

Me dirigí hacia una de las lechuzas que está posada en una larga percha escarbándose las plumas debajo del ala derecha.

-Midnight- la llamé. Ella se posó sobre mi hombro mientras ululaba feliz – yo también te extrañe. Tengo trabajo para ti - ella me paso su pata izquierda para atarle la carta - Muy bien, ya sabes lo que tienes que hacer – le digo mientras le acaricio el cuello.

La lechuza se mueve para que la acaricie más y produce un breve ululato

-¿Entregando tarde el correo?- me interrumpió una voz conocida detrás de mí. Me volteo despacio y me encuentro con Regulus tratando de esconder una gran sonrisa.

- Pensé que estaba sola- le digo.

- ¿Cómo estás?- pregunta tímidamente

- Bien. Gracias. - Midnight me da un picotazo cariñoso en el dedo a modo de despedida y se aleja volando.

- Bueno... va a ser mejor volver al castillo. - dije mirando el cielo

- Te acompaño de vuelta hasta tu torre, ya es tarde. – me dice mientras llama a una lechuza para entregarle una carta

Lo espero hasta que termina de atar su correspondencia a la pata de una de las lechuzas del colegio. Regulus es mucho más delgado que Sirius pero, cuando lo miro detenidamente, es como si llevara sobre sus hombros un gran pesar, el cual te lo trasmite, sintiéndote triste y apenada. Por eso, siempre intento sacarle una sonrisa. Por ello, estuvimos hablando de las vacaciones durante el trayecto de vuelta al castillo.

Llegamos a un punto en el que el pasillo se divide en dos, uno que sigue por la derecha y el otro va hacia la izquierda, en dirección hacia las mazmorras.

Desde donde estábamos se escuchaban unas voces procedentes de un chico y una chica.

-Seguro que eso se lo dices a todas – dijo una voz femenina.

El pasillo es muy ancho así que nos adelantamos y vemos a una chica plantándole un beso a un chico de cabello negro. Regulus y yo nos dimos cuenta de que ese pelo negro pertenecía a Sirius.

- Veo que ya encontró a otra chica para su colección. – dijo Regulus inocentemente mirando a su hermano

Yo, por mi parte, intentaba ocultar las lágrimas que estaban a punto de salir pues no solo la escena me había dolido sino también el comentario de Regulus.

- Alina... – dijo Regulus al ver mi reacción

-¿Podemos irnos? - le pido mientras me dirigí hacia el retrato de la Dama Gorda sin esperar por él. No quería que me viera llorar por el estúpido de su hermano.

- Alina... yo...

- Déjalo. Tú no tienes la culpa. Créeme, en muchos aspectos eres mucho mejor que tu hermano - dije secándome las lagrimas a la túnica - Gracias por acompañarme

- ¿Solo en muchos aspectos? - dijo bromeando

- Por no decir todos - dije riendo - Era para que tu orgullo no creciese demasiado

- Créeme, al que se le da bien eso es a mi hermano. Si necesitas cualquier cosa, solo dímelo. Te veo mañana- se bajó torpemente y me dio un largo beso en la mejilla.

-Adiós- le respondí. Él se dio media vuelta y nos encontramos a un Sirius muy furioso.

- ¿Y bien? – dijo esperando oír una respuesta de nuestra parte

- Regulus, ya te puedes ir. Gracias por acompañarme – Regulus se giró para verme y entendió que debía irse.

Me di la vuelta, pronuncie la contraseña y entré en la sala común de Gryffindor. Regulus, al pasar por al lado de su hermano, recibió un fuerte golpe en su hombro. Sirius inmediatamente corrió detrás de mí. La sala común de Gryffindor se encontraba vacía en aquel momento, lo cual no era ningún punto positivo para mí.

- ¿No piensas decir nada? – preguntó con voz enfadada

- ¿Y qué quieres que te diga? – dije molesta y intentando aguantar las lágrimas – Debí de imaginarme que actuabas conmigo igual que con las demás

- ¿Qué? ¿Por qué dices eso? - Sirius me agarró la mano para que no pudiera avanzar más

- No seas estúpido - suspiré pesadamente y lo miré con odio - ¿Sabes qué? Déjame en paz – me solté de su agarre bruscamente y subí las escaleras rápidamente, escuchando como Sirius se maldecía a sí mismo.


Lily Evans y Los Merodeadores


Su cabellera pelirroja se movía al ritmo de sus pasos a medida que salía del Gran Comedor.

Luego de la pelea que tuvo con Severus, Lily Evans contestaba de forma más fría y cortante.

Cornamenta estaba dolido. Le dolía cada vez que le preguntaba si quería salir y le respondía con un "no". Aunque lo disimulaba muy bien, el de verdad si quería salir con ella y se lo había intentado demostrar con aquel beso, pero no había funcionado. Lo que había descubierto era que no solo le gustaba, sino que estaba enamorado de ella como muchas veces se lo había dicho su hermana.

- Ya olvídate de ella, ni que Lily fuera la única mujer en el mundo – le regañó Sirius - Sabes, me tienes a mi.

- Ni que tú me entendieras.... – comentó James - Además, tu estás muy ocupado con la morena del otro día

- No me lo recuerdes - dijo enfadado - Volviendo al tema, Lily es mandona, orgullosa, terca...

Pero James ya no lo escuchaba porque salió corriendo hasta el lugar donde estaba parada Lily.

James se paró en el umbral de la puerta y le gritó a Lily para que se detuviera antes de que comenzara a subir las escaleras.

- Un momento Evans... Será la última vez que te lo pregunte... - le dijo James – ¿Quieres salir conmigo?

- No

- Esta bien... Ya no te molestare más – desilusionado y frustrado se volvió a sentar en su mesa

- ...y aburrida - dijo Sirius molesto porque su amigo no lo dejó terminar. - Espero que de una vez por todas cumplas tu promesa

Tris había visto la escena que James había montado y la reacción que este tuvo tras otro no por parte de Lily.

Tris se dirigió hacia la sala común de Gryffindor y subió hasta el dormitorio que compartía con Lily. Cuando entró en la habitación, no vio a Lily pero si escuchó un sollozo en el baño. Abrió la puerta y se encontró a su amiga sentada contra la pared con el rostro entre las rodillas.

- Sientes algo por James, verdad?

La pelirroja no contesto. Lily siempre pensó que James solo quería jugar con ella pero la verdad era que James si iba en serio y ella no se atrevió a pensarlo.

Después de varios meses, James no le dirigió la palabra a Lily ni un solo momento. Lily se sentía sola y vacía. Lloraba cuando lo veía con otras chicas o cuando la ignoraba... extrañaba sus cumplidos; sus comentarios fuera de lugar...

Sirius se dio cuenta de que su amigo estaba intentando cumplir la promesa que le había hecho con respecto a Lily. Ahora James estudiaba todos los días, sus notas habían subido, su comportamiento era distinto, ya no se burlaba de nadie y ni siquiera quería hacer bromas.

En una de las últimas visitas a Hogsmeade, James había ido a Honey Dukes a comprar unos caramelos que su hermana le había pedido que comprara cuando bajará hasta Hogsmeade. Cuando iba a salir, una pelirroja entro en la tienda

- Hola – dijo James por cortesía pero la chica no respondió y James salió de la tienda

Cuando iba caminando en dirección hacia donde había dejado unos minutos antes a sus amigos, una bola de nieve exploto en su nuca y al darse la vuelta para ver quien fuera el responsable se encontró a un Lily con la cara muy roja. Estaba furiosa e hizo otra bola de nieve con sus manos

- Eres un arrogante – Le lanzo otra bola la cual James esquivo – Un orgulloso – Otra bola y un paso más por parte de Lily – Un presumido, un imbécil, un sinvergüenza – Lily le había dejado el pelo blanco y cada vez que le tiraba una bola se acercaba más al castaño

James la tomo de las muñecas para que parara de tirarle nieve y se tranquilizara.

- Trato de olvidarte, Lily – dijo mientras la soltaba lentamente. Se giró dándole la espalda y siguió caminando

Cuando ni siquiera llevaba un rato caminando, sintió como alguien lo tomaba de la mano. Se giró y vio unos preciosos ojos verdes al borde de las lágrimas. Lily le acaricio y James la rodeo con su brazo por la cintura de la pelirroja atrayéndola más hacia él y le dio un tierno beso en los labios.

Sin soltarse se quedaron abrazados durante unos largos minutos hasta que Lily le pidió disculpas y James se dirigió hacia Hogwarts solo de nuevo.

- James...

- Remus, ¿qué pasa?

- Sirius ha descubierto un nuevo pasadizo

- ¿En serio?

- Sí. Venga vamos, corre

Remus llevó a James hasta una de las mazmorras y le mostró el camino hasta una estatua con forma de águila.

- Observa James – le dijo Remus

Remus apretó una de las plumas del ala derecha y unas escaleras comenzaron a aparecer en la pared que había a la izquierda de la estatua.

James y Remus bajaron por las estrechas escaleras. Llegaron a un cuarto oscuro donde no había ningún rastro de luz y que olía mucho a humedad. Remus sacó su varita

- Lumus!!!

La luz alumbro la estancia. Era una habitación pequeña y casi vacía si no fuera por un pequeño cofre que había en una de las esquinas.

- Según el mapa – comenzó a decir Remus – Estamos justo debajo del despacho de Dumbledore. Sirius y yo hemos intentado abrir el cofre pero debe de tener algún hechizo que bloquea nuestra magia.

- ¿Y qué querían mostrarme? – preguntó James

- Sirius y yo creemos que este cofre lleva aquí años y debe de tener algo muy valioso dentro

- ¿Cómo lo vamos a abrir? – pregunto James

- Ya intentamos varios hechizos pero ninguno funciono. Solo nos queda buscar la llave o romper el cofre.

- Pues busquemos esa llave - propuso James

Comenzaron a registrar el lugar. Sirius llegó unos minutos después y ayudo a sus amigos a buscar la llave. La puerta se abrió y unos pasos se escucharon en la habitación. Los tres voltearon para saber quién era la persona que acababa de entrar

- Yo creo que ese cofre está lleno de dulces

- ¡¡¡Peter!!! Nos asustaste

- Perdona James.

- Ayúdanos a encontrar la llave – le dijo Sirius

- Esperen a que Dumbledore se enteré de esto – dijo la voz fría de Severus

- Mierda!! Remus, detenlo!!! – gritó Sirius

Remus salió corriendo detrás de Snape. James y Sirius se miraron

- Rompámoslo – dijeron los dos a la vez

- BOMBARDA!!!

El cofre voló en pedazos

- Perfecto. Veamos que esconde

Sirius, James y Peter se acercaron a los restos del cofre...

- ¡Son cosas de chica! – protestó Sirius

- ¿No hay dulces? – preguntó Peter

- ¡NO! – Gritó la voz de Lily – Son mis cosas. Ese cofre es mío. ¡¡JAMES!!

- Perdona Lily... No lo sabíamos

- Sirius, Peter fuera. Tengo que hablar a solas con James

- Suerte – le dijo Sirius a James

Sirius y Peter salieron corriendo de la habitación mientras escuchaban los gritos de Lily y las excusas de James.

Todo había vuelto a la normalidad, o casi. 

Sirius le indicó a Peter que se había dejado algo en la clase de Encantamientos y que iría a recuperarlo. Eso era una mentira. En realidad, había visto a alguien y quería hablar con él.

Una melena negra y ondulada caminaba hacia Sirius con la vista fijada a un libro y esta no tardó en darse cuenta de la presencia de Sirius.

- ¿Cómo estás Snape?

- ¿Qué se te pierde por aquí, Black? - dijo imitándolo

- Pasaba por aquí y te he visto muy entretenida con ese libro y quería ser yo ahora tu entretenimiento

- Ni loca - dijo pasando por su lado y caminando con paso firme

- ¿Me estás rechazando? - dijo Sirius volviéndose a poner delante de ella

- Sí. Y lo haría una y mil veces. ¿Quieres seguir probando?

- Lo que quiero que pruebes ahora mismo está escondido. Si quieres te lo presto un rato - dijo Sirius llevándose la mano a los pantalones

- Oh, por Merlín - dijo Angelina cubriéndose la cara con el libro y siguiendo su camino sin mirar a Sirius

- Espera Snape. ¿No creerías que iba en serio? - dijo volviéndose a poner en su camino

- La pregunta correcta sería si tu puedes estar en serio con alguien

- Lo intento

- Y que pasa con la morena de esta semana... ¿Ya la has tachado de tu lista?

- Por lo que veo los rumores corren muy rápido

- Bueno, que tu mejor amiga llegue a la habitación de mal humor y gritando mil barbaridades sobre ti y tu persona dice mucho.

- ¿Sigue enfadada?

- ¿Tu que crees? - Sirius suspiró tristemente - Si quieres un consejo... En fin, es sencillo. Si de verdad te gusta Alina no juegues con sus sentimientos.

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