20. El boggart

El resto de agosto intenté no pasarme por Grimmauld Place a no ser que fuese necesario. Sin embargo, las insistencias de Remus cada vez que relevábamos turnos de vigilancia se hacían más insistentes. La última semana, me presenté en Grimmauld Place con una bolsa de comida.

- No deberías de molestarte en venir – me dijo George en cuanto entré en la cocina

- ¿Qué ha pasado?

- A Ronnie lo han nombrado Prefecto. No hay quien aguante a mamá...

- Nos trata como si fuésemos los vecinos de enfrente - se quejó Fred.

- Si está tan emocionada como decís, entonces tenéis libertad para hacer las bromas que queráis – dije guiñándoles un ojo. Los gemelos se miraron y sonrieron, con un CRAC, se desparecieron y yo aproveché para colocar la comida en los estantes.

Subí a la habitación de Buckbeak, donde no encontré a Sirius. Estuve allí un buen rato y cuando bajé de nuevo a la cocina, la señora Weasley había colgado una pancarta roja sobre la mesa, llena a rebosar de comida, que decía: FELICIDADES RON Y HERMIONE NUEVOS PREFECTOS

- ¿Te lo han contado? – dijo la señora Weasley entusiasmada – Mi Ron Prefecto

Pensé en Harry. No debía estar muy contento de que hubiesen seleccionado a su dos mejores amigos como prefectos. Uno siempre espera que lo elijan a él.

Lupin, Tonks y Kingsley Shacklebolt llegaron más tarde y Sirius se unió. Se sorprendió al verme pero lo disimuló rápidamente. Ojoloco llegó después y no fingió su alegría al verme

- Hace mucho tiempo que queríamos pedírtelo... ¿Podrías echarle un vistazo al escritorio del salón y decirnos qué hay dentro? No hemos querido abrirlo por si se trata de algo peligroso.

- No te preocupes, Molly... —El ojo de color azul eléctrico de Moody giró hacia arriba y se clavó en el techo de la cocina—. En el salón... —gruñó mientras se le contraía la pupila—. ¿Ese escritorio del rincón? ¡Ah, sí, ya lo veo! Sí, es un boggart... ¿Quieres que suba y me deshaga de él, Molly?

- No, no, ya lo haré yo más tarde —dijo la señora Weasley sin dejar de sonreír—. Ahora tómate algo. Verás, hoy hemos organizado una pequeña fiesta... —Señaló la pancarta roja—. ¡El cuarto prefecto de la familia! —añadió con orgullo, alborotándole el pelo a Ron.

- Recuerdo cuando os eligieron a ti y a Lily - - le susurré a Remus

- Sí, yo también lo recuerdo.

- Yo nunca fui prefecta —comentó alegremente Tonks, que estaba detrás de Harry, cuando todos fueron hacia la mesa para servirse.— El jefe de mi casa decía que me faltaban ciertas cualidades indispensables.

- ¿Cómo cuáles? —preguntó Ginny, que estaba sirviéndose una patata asada.

- Como la capacidad de comportarme—respondió Tonks.

- ¿Y tú, Sirius? —preguntó Ginny

- A nadie se le habría ocurrido nombrarme prefecto porque me pasaba demasiado tiempo castigado con James. El bueno era Lupin, a él sí le dieron la insignia.

- Creo que Dumbledore albergaba esperanzas de que yo ejerciera cierto control sobre mis mejores amigos —terció Lupin—. Ni que decir tiene que fracasé estrepitosamente.

- ¿Por qué Dumbledore no ha elegido a Harry Prefecto? – nos preguntó Kingsley a Remus y a mi

- Dumbledore piensa que Harry ya tiene mucho en qué pensar – contesté y ambos magos asintieron.

Remus y yo nos quedamos en el pasillo hablando de cosas triviales, hasta que oímos unos sollozos.

- ¡Salga de aquí, señora Weasley! —gritó Harry—. ¡Deje que alguien...!

Lupin y yo entramos corriendo en la habitación, seguido de cerca por Sirius, con Moody tambaleándose detrás de él. Ambos miramos a la Sra. Weasley y al Harry muerto en el suelo. El problema es que en aquella habitación había dos Harry.

Mi corazón se detuvo y se quedó sin aliento mientras observábamos a un Harry que yacía en el suelo, con las gafas torcidas y la sangre goteando por su frente y su boca.

Era solo un boggart. Sólo un estúpido boggart.

Remus sacó su varita mágica y dijo con voz firme y clara:

— ¡Riddíkulo!

El cadáver de Harry desapareció y una esfera plateada quedó suspendida en el aire sobre la alfombra. Lupin sacudió una vez más su varita pero el boggart parecía no querer remitir. Había ganado fuerza tras tantos años escondido.

De repente, acostado en el suelo yacía inmóvil el cuerpo de Sirius con la boca abierta. Tenía los ojos abiertos y sus ojos grises carecían de brillo.

El aliento se atascó en mi garganta. Harry sacó la varita, al darse cuenta de lo que pretendía el Boggart.

- ¡Riddíkulo!

Ahora el Boggart se había transformado en un dementor, que flotaba hacia mí.

- ¡Espera, _____! – dijo Remus pero no le hice caso

- ¡Riddíkulo! - titubeé

El dementor desapareció y dos figuras aparecieron en el suelo. Me acerqué dos pasos y las reconocí al instante. Sirius también los reconoció. Mis padres yacían muertos en el suelo, en la misma postura en la que James y yo los habíamos encontrado.

Llevé una mano a mi boca. Hacía tiempo que no los recordaba porque cada vez que lo hacia mi mente visualizaba esa misma imagen que ahora yacía enfrente de mí.

Sirius se acercó y el boggart cambió. Ahora eran los cuerpos de Lily y James los que yacían en el suelo. Ninguno de los dos supo si el boggart había cambiado por él o por mí. Tan rápido aparecieron, desaparecieron, y otra vez volvían a ver el cuerpo inerte de Harry.

Moody apartó a Harry para que no viese la escena y se puso delante de nosotros.

— ¡Riddíkulo!

Los cuerpos estallaron en confeti. Me encontraba temblado, al igual que la señora Weasley. Aunque Moody había apartado a Harry, este pudo reconocer la cabellera de Lily en el suelo.

— ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! —exclamó la señora Weasley, y rompió a llorar con desconsuelo tapándose la cara con las manos.

— Sólo era un boggart, Molly —susurró Lupin

— ¿Estás bien? - me preguntó Moody. Seguía con mi mirada fija en el suelo.

Nunca me había enfrontado a un boggart. Era difícil asimilar y saber cuáles son tus mayores miedos. El mío: ver a toda mi familia muerta. Y el problema del boggart era que representaba casi al cien por cien la realidad.

— N-n-no se lo cuentes a Arthur —gimoteaba la señora Weasley, restregándose desesperadamente los ojos con los puños de la túnica—. N-n-no quiero que sepa... lo t-t-tonta que soy... —Lupin le dio un pañuelo y la señora Weasley se sonó—. Lo siento mucho, Harry. ¿Qué vas a pensar de mí? —dijo con voz temblorosa—. Ni siquiera soy capaz de librarme de un boggart...

— No diga tonterías —contestó Harry intentando sonreír.

— Por m-m-mi culpa habéis tenido que venir aquí... Lo siento _____, n-n-no era mi intención que volvieses a recordar eso...

— ¡Basta, Molly! —exclamó Lupin con firmeza – No les ocurrirá nada malo a tus hijos...

Sirius me miró de reojo mientras yo seguía inmóvil. Me di la vuelta y salí de aquella habitación.

- Lo siento mucho – escuché decir a Molly mientras salía de la casa a toda prisa.

Me encontré sola, en la calle. No pude evitar gritar y ponerme a llorar. Si por algo había escapado de Inglaterra era para alejar esos dolorosos recuerdos y hoy, por culpa de ese maldito boggart había vuelto a recordar la muerte de mis padres y la de Lily y James.

Me senté en un banco y oculté mi cara entre mis manos. Pasaron largos minutos en los que estuve así, en esa postura. Noté un ligero peso sobre mi pierna y aparté las manos de la cara. Un perro me miraba con los ojos vidriosos.

- Todos los días intento no pensar en ellos, sigue resultando doloroso.

Sirius, en su forma perruna, volvió a apoyar su cabeza en mis piernas sin dejar de mirarme. Me sorbí los mocos y limpie las lágrimas.

- No deberías de estar aquí fuera... solo necesitaba unos minutos – dije más tranquila. Sirius cerró los ojos y no pude evitar acariciarle la cabeza.

Estuvimos quince minutos solos y en silencio. Cuando volvimos a entrar, Sirius volvió a su forma humana y me siguió hasta la cocina. Allí se encontraban Moody, Remus, Tonks y Bill.

- Te creía de otro plumaje... - me dijo Moody, regañándome suavemente por mi debilidad. Le gustaba que fuese fuerte pero toda persona tenía sus limites

- Estoy en mis días, déjame – me excusé y me senté al lado de Tonks que me abrazó

- Y tú, Black, no pienses que te he dado carta blanca para salir – Sirius no contestó y se sentó en silencio en la mesa. Dejó su mirada fija en un punto y no se movió.

- Ha sido un día largo... - dijo Remus. - Mañana será un día ajetreado y todos necesitamos dormir.

Al día siguiente, los gritos de la señora Black me estaban matando. Mientras un montón de maletas y jaulas se paseaban por el pasillo, yo salí y me puse delante del retrato.

- Buenos días señora Black – el retrato me miró severamente y no dijo nada cuando cerré las cortinas y respiré aliviada al no volver a escuchar sus gritos.

- Alastor se encargará del equipaje... ¡Oh, por favor, Sirius! ¡Dumbledore dijo que no!

Un perro se hacía paso entre los baúles. Harry miraba a Sirius emocionado y Molly tuvo que ceder.

Una vez fuera, paseamos por la calle Molly, Harry, Sirius y yo. El enorme perro negro soltó un alegre ladrido y se puso a hacer cabriolas a su alrededor, corriendo detrás de las palomas y persiguiéndose la cola. Harry no pudo contener la risa. Sirius había pasado mucho tiempo encerrado en la casa.

Tardamos veinte minutos en llegar a King's Cross a pie. Uno a uno cruzamos el andén nueve y tres cuartos. Sonreí de nuevo al ver el tren.

— Espero que los demás lleguen a tiempo —comentó la señora Weasley, nerviosa

— ¡Qué perro tan bonito, Harry! —gritó un muchacho con rastas

— Gracias, Lee —respondió Harry, sonriente, y Sirius agitó con frenesí la cola.

— ¡Ah, menos mal! —dijo la señora Weasley con alivio—. Ahí está Alastor con el equipaje, mirad...

— Todo en orden —murmuró al llegar junto a Tonks y la señora Weasley—. Creo que no nos han seguido...

El señor Weasley apareció en el andén con Ron y Hermione. Casi habían descargado el equipaje del carrito de Moody cuando llegaron Fred, George y Ginny con Lupin

— ¿Algún problema? —gruñó Moody.

— Ninguno —contestó Lupin.

— De todos modos, informaré a Dumbledore de lo de Sturgis —afirmó Moody—Es la segunda vez que no se presenta en una semana. Está volviéndose tan informal como Mundungus.

— Bueno, cuidaos mucho —dijo Lupin estrechándoles la mano a todos. Por último se acercó a Harry y le dio una palmada en el hombro—. Tú también, Harry. Ten cuidado.

— Sí, no te metas en líos y ten los ojos bien abiertos —le aconsejó Moody al estrecharle la mano—. Y esto va por todos: cuidado con lo que ponéis por escrito. Si tenéis dudas, no se os ocurra escribirlas en vuestras cartas.

— Ha sido un placer conoceros —dijo Tonks abrazando a Hermione y Ginny—. Espero que volvamos a vernos pronto.

Ginny se acercó a mí y me dio un abrazo. George y Fred fueron los siguientes, hasta la Sra Weasley se sorprendió cuando vio que sus hijos me abrazaban con entusiasmo.

- Adiós tía – bromeó George y yo le lancé una mirada divertida

- Haced muchas travesuras – les dije y asintieron felices. Estaba claro que las iban a hacer.

- Gracias por todo – me dijo Ron mientras los gemelos subían al tren. Ron se había dado cuenta que había sido yo quien le había regalado un equipo de quidditch tras entender que tenía la intención de presentarse a las pruebas

- Sed buenos con Harry – le pedí y Ron asintió

El perro negro se levantó sobre las patas traseras y colocó las delanteras sobre los hombros de Harry.

— ¡Te lo suplico, Sirius, haz el favor de comportarte como un perro! – le dijo Molly

Harry se despidió de Sirius y me miró antes de entrar en el tren.

- ¿Puedo darte un consejo? – le dije y el asintió – Es importante que sepas identificar las verdades de las mentiras. Mantén la cabeza fría y no dejes que el miedo se apodere de ti. Eso lo hará más fuerte a él.– Harry asintió pensativo y la Sra Weasley empujó a Harry hacia el tren.

— ¡Hasta pronto! —gritó Harry desde la ventanilla abierta cuando el tren se puso en marcha, mientras Ron, Hermione y Ginny saludaban con la mano.

El perro negro corrió por el andén junto a la ventana, agitando la cola; la gente que había en el andén reía viéndolo perseguir el tren hasta que este desapareció.

- Es hora de irnos – anunció Moody mientras yo observaba el lugar por donde había desaparecido el tren - ¿Te arrepientes de no habérselo contado? – me preguntó Moody haciendo referencia al hecho de no haberle dicho a Harry que era su tía.

- No se lo habría tomado bien

- No puedes seguir viendo que pasará. Si Basas tus acciones en tus visiones, nunca se lo contarás. Debes de dejar el miedo a un lado y contárselo. Es mejor que se entere por ti que por otros. – dijo y ambos miramos a los lejos.

A lo lejos, Lucius Malfoy y Narcisa Black nos miraban atentamente. Estaba claro que Lucius intuyó que el perro se trataba de Sirius y ahora, al mirarme, se había dado cuenta de quién era yo. Si se trataba de una guerra de miradas, estaba claro que había ganado cuando ambos desviaron la mirada, incomodos.

- En la última reunión, Snape mencionó que debías de arreglar un asunto pendiente... ¿puedo saber de qué se trata? – preguntó con curiosidad. Aunque lo intentase, estaba claro que Moody no podía saberlo todo.

- Debo hacer una visita a alguien. Si no aparezco en dos días en tu casa, preocúpate y busca primero en casa de Snape. 

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Siento que sea corto el capítulo pero quería tratar el tema de los miedos de _____ y Sirius. Espero que os haya gustado. 

Esta vez, no habrá reto pues aún no he escrito el nuevo capítulo. En los dos últimos párrafos ya doy una pista sobre que va a tratar. 

El siguiente capítulo, como muy tarde, lo subiré en 15 días. Hasta entonces, os estaré leyendo☺ 

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