14. Caminos cruzados

Siento haberle fallado...

Las palabras que Moody le dijo a Dumbledore antes de desmayarse debido a la fatiga retumbaban en mi cabeza.

Minerva y yo nos sentamos, ambas mirando el cuerpo de Crouch.

- Debe ser duro para ti esto – dijo mirando primero a Crouch y luego a mí – Harry...

- Harry no sabe quien soy y hoy he arriesgado mucho. Llevo años ocultándome del mundo, perfeccionando mi don y no he podido ver... esto – dije señalando a Crouch

- Hasta el mago más poderoso tiene sus límites – me animó Minerva poniendo su mano en mi pierna.

- Moody no le habló de mí. A pesar de estar bajo la maldijo imperius, no le habló de mí. Ni cuando escuchó mi voz aquella vez que entré en su despacho. Y no le ayudé

- No sabias como

- Tenía sospechas

Vi que dudaba pero la animé a hablar

- ¿qué está ocurriendo?

- Sirius está en el despacho de Dumbledore. El perro negro... es Sirius

- Al final lo consiguieron... - dijo para nada sorprendida – Se convirtieron en animagos

- Desde quinto – le expliqué

- ¿Te lo dijeron?

- No pero no me pregunte como lo supe – recordé aquella noche que los encontré a los tres desnudos en el campo de quidditch después de una Luna Llena.

Cerré los ojos para poder concentrarme mejor y ver que ocurría en el despacho de Dumbledore. Decidí mirar con tres minutos de retraso.

Sirius se encontraba allí, de pie. Tenía la cara tan pálida y demacrada como cuando había escapado de Azkaban. Cruzó en dos zancadas el despacho.

— ¿Estás bien, Harry? Lo sabía, sabía que pasaría algo así. ¿Qué ha ocurrido?

Las manos le temblaban al ayudar a Harry a sentarse en una silla, delante del escritorio.

— ¿Qué ha ocurrido? —preguntó, más apremiante.

- Dumbledore le está contándole a Sirius todo lo que ha dicho Barty Crouch – le expliqué a Minerva

— Necesito saber qué sucedió después de que tocaste el traslador en el laberinto, Harry—le dijo.

— Podemos dejarlo para mañana por la mañana, ¿no, Dumbledore? —se apresuró a observar Sirius. Le había puesto a Harry una mano en el hombro—.Dejémoslo dormir. Que descanse.

De estar allí, habría apoyado a Sirius pero Dumbledore tenía razón. Yo también necesitaba saber que había pasado para completar las lagunas de mi mente.

— ¿Se conectaron las varitas? —dijo, mirando primero a Harry y luego a Dumbledore—. ¿Por qué?

Harry volvió a levantar la vista hacia Dumbledore, que parecía impresionado.

— Priori incantatem —musitó.

— ¿El efecto de encantamiento invertido? —preguntó Sirius.

— Exactamente —contestó Dumbledore—. La varita de Harry y la de Voldemort tienen el mismo núcleo. Cada una de ellas contiene una pluma de la cola del mismo fénix. De ese fénix, de hecho —añadió señalando al pájaro de color oro y escarlata que estaba tranquilamente posado sobre una rodilla de Harry.

Le relaté brevemente lo que Harry le contó a Dumbledore y a Sirius. Minerva asentía según iba avanzando.

— Entonces, ¿qué sucede cuando una varita se encuentra con su hermana? —quiso saber Sirius.

— Que no funcionan correctamente la una contra la otra —explicó Dumbledore—. Sin embargo, si los dueños de las varitas las obligan a combatir... tendrá lugar un efecto muy extraño: una de las varitas obligará a la otra a vomitar los encantamientos que ha llevado a cabo... en sentido inverso, primero el más reciente, luego los que lo precedieron...

Yo no conocía lo que ocurría con dos varitas hermanas pero Minerva no se sorprendió al escucharme relatar la explicación de Dumbledore.

— Adivino que luego aparecieron otras formas: víctimas menos recientes de la varita de Voldemort...

— Un viejo —dijo Harry, todavía con un nudo en la garganta—. Y Bertha Jorkins. Y...

— ¿Tus padres? —preguntó Dumbledore en voz baja.

— Sí —contestó Harry.

Por un momento sentí el dolor que Harry pudo sentir al ver a sus padres. Me costó relatarle esa parte a la profesora. Agradecí que Sirius no le preguntase por mi en presencia de Harry.

Vimos que Crouch se movía y se despertaba. Minerva lo apuntó con la varita para hacer que se desmayara de nuevo.

- ______ Potter – murmuró y ambas nos tensamos– Me hubiese gustado encontrarnos en otras circunstancias – se rio

- Siempre fuiste un imbécil

- Al menos yo viví más que tu hermano

No me dio tiempo a reaccionar. Minerva se adelantó e hizo que Crouch se volviera a desmayar, golpeándolo contra la pared. Ese golpe le dolería días.

- Espero que se pudra en Azkaban – dije

- Su destino será mucho peor que ese – dijo Minerva mirándolo e invitándome a sentarme de nuevo

El Ministro de Magia Cornelius Fudge llegó antes que Dumbledore. Lo que no nos esperábamos es que trajese consigo a un dementor. Minerva y yo dimos un paso atrás al verlo y este aprovechó nuestra distancia con Crouch para acercarse a él.

- Pero, qué? – dijo Minerva – Dumbledore no aprueba la entrada de dementores al castillo dado lo ocurrido el año pasado. – le recordó Minerva

- Esta es mi decisión como ministro, Minerva

Antes de poder hacer nada, de lanzar un patronus, vimos como el Dementor se hechó hacia atrás la capucha y colocó sus mandíbulas alrededor de la boca de la víctima. Le estaba consumiendo el alma. No pudimos hacer nada, el beso del dementor ya había tenido lugar. Ambas vimos como el cuerpo de Bary Crouch caía al suelo. Ni siquiera se resistió como había hecho Sirius el año pasado. 

- ¿Cómo ha permitido eso? – le echó en cara Minerva. – Es lamentable

- Expectro Patronum – dije. Un perro salió de la punta de mi varita e impactó contra el dementor, que salió del despacho

- ¡Eso es delito! – exclamó furioso Cornelius

- ¿Y lo que ha hecho usted no? – le contesté

- Ese hombre es un loco delirante que cree actuar bajo las ordenes de Voldemort.

- ¿Cree? – dije siguiendo. Cornelius salió fuera del despacho. El dementor se había esfumado.

Nos dirigimos hacia la Enfermería.

— Ya sé que es lamentable, pero da igual, Minerva —decía Cornelius Fudge en voz alta.

— ¡No debería haberlo metido en el castillo! —le gritó la profesora McGonagall—. Cuando se entere Dumbledore...

Snape estaba fuera de la Enfermería. Al ver nuestras caras, supo que algo malo había pasado pues ambas debíamos vigilar el cuerpo de Crouch.

Cornellius abrió las puertas de la enfermería y entró en la sala con paso decidido. Detrás de él íbamos nosotros.

— ¿Dónde está Dumbledore? —le preguntó Fudge a la señora Weasley.

— Aquí no —respondió ella, enfadada—. Esto es una enfermería, señor

— ministro. ¿No cree que sería mejor...?

Pero la puerta se volvió a abrir y entró Dumbledore en la sala.

— ¿Qué ha ocurrido? —inquirió bruscamente, pasando la vista de Fudge a la profesora McGonagall—. ¿Por qué estáis molestando a los enfermos? Minerva, me sorprende que tú... Os pedí que vigilarais a Barty Crouch...

— ¡Ya no necesita que lo vigile nadie, Dumbledore! —gritó ella—. ¡Gracias al ministro!

— Cuando le dijimos al señor Fudge que habíamos atrapado al mortífago responsable de lo ocurrido esta noche —dijo Snape en voz baja—, consideró que su seguridad personal estaba en peligro. Insistió en llamar a un dementor para que lo acompañara al castillo. Y subió con él al despacho en que Barty Crouch...

— ¡Le advertí que usted no lo aprobaría, Dumbledore! —exclamó la profesora McGonagall—. Le dije que usted nunca permitiría la entrada de un dementor en el castillo, pero...

— ¡Mi querida señora! —bramó Fudge—. Como ministro de Magia, me compete a mí decidir si necesito escolta cuando entrevisto a alguien que puede resultar peligroso...

— En cuanto ese... ese ser entró en el despacho —gritó ella, temblorosa y señalando a Fudge— se echó sobre Crouch y... y...

— ¡Pero, por todos los santos, no es una pérdida tan grave! —soltó Fudge—. ¡Según parece, es responsable de unas cuantas muertes!

— Pero ya no podrá declarar, Cornelius —repuso Dumbledore. Miró a Fudge con severidad—. Ya no puede declarar por qué mató a esas personas.

— ¿Qué por qué las mató? Bueno, eso no es ningún misterio —replicó Fudge—. ¡Porque estaba loco de remate! Por lo que me han dicho Minerva y Severus, ¡creía que actuaba según las instrucciones de Voldemort!

— Usted si que está loco de remate – dije sin contenerme

— Usted – me señaló – Le he perdonado que ahuyentase al dementor con un patronus pero no consiento... – dijo alzando aun mas la voz

Dumbledore se interpuso entre Fudge y yo.

- Crouch actuaba según las instrucciones de Voldemort, Cornelius —dijo Dumbledore—. Las muertes de esas personas fueron meras consecuencias de un plan para restaurar a Voldemort a la plenitud de sus fuerzas. Ese plan ha tenido éxito, y Voldemort ha recuperado su cuerpo.

— ¿Qué ha retornado Quien-tú-sabes? Absurdo. ¡Dumbledore, por favor...!

— Como sin duda te han explicado Minerva y Severus —dijo Dumbledore— , hemos oído la confesión de Barty Crouch. Bajo los efectos del suero de la verdad, nos ha relatado cómo escapó de Azkaban, y cómo Voldemort fue a liberarlo de su padre y lo utilizó para capturar a Harry. El plan funcionó: Crouch ha ayudado a Voldemort a regresar.

— ¡Pero vamos, Dumbledore! —exclamó Fudge—, ¡no es posible que tú creas eso! ¿Que ha retornado Quien-tú-sabes? Vamos, vamos, por favor... Una cosa es que Crouch creyera que actuaba bajo las órdenes de Quien-tú-sabes... y otra tomarse en serio lo que ha dicho ese lunático...

— Cuando Harry tocó esta noche la Copa de los tres magos, fue transportado directamente ante lord Voldemort —afirmó Dumbledore—. Presenció su renacimiento. Te lo explicaré todo si vienes a mi despacho. Me temo que no puedo consentir que interrogues a Harry esta noche.

— ¿Eh... estás dispuesto a aceptar su testimonio, Dumbledore?

Hubo un instante de silencio, roto por el gruñido de Sirius. Se le habían erizado los pelos del lomo, y enseñaba los dientes a Fudge. Me llevé un susto al ver a Sirius allí, en su forma perruna.

— Desde luego que lo acepto —respondió Dumbledore, con un fulgor en los ojos—. He oído la confesión de Crouch y he oído el relato de Harry de lo que ocurrió después de que tocara la Copa: las dos historias encajan y explican todo lo sucedido desde que el verano pasado desapareció Bertha Jorkins. Y, en caso de que dudes, puedo sacar el testimonio de una tercera persona – dijo dirigiendo su mirada hacia mi por un instante.

— ¿Vas a creer que ha retornado lord Voldemort porque te lo dicen un loco asesino y un niño que...? Bueno...

Le dirigió a Harry otra mirada, y éste comprendió de pronto.

— Señor Fudge, ¡usted ha leído a Rita Skeeter! —dijo en voz baja.

— ¿Y qué si lo he hecho? —soltó, dirigiéndose a Dumbledore—. ¿Qué pasa si he descubierto que has estado ocultando ciertos hechos relativos a este niño? Conque habla pársel, ¿eh? ¿Y conque monta curiosos numeritos por todas partes?

— Supongo que te refieres a los dolores de la cicatriz —dijo Dumbledore con frialdad.

— ¿O sea que admites que ha tenido dolores? —replicó Fudge—. ¿Dolores de cabeza, pesadillas? ¿Tal vez... alucinaciones?

— Escúchame, Cornelius —dijo Dumbledore —. Harry está tan cuerdo como tú y yo. La cicatriz que tiene en la frente no le ha reblandecido el cerebro. Creo que le duele cuando lord Voldemort está cerca o cuando se siente especialmente furioso.

— Me tendrás que perdonar, Dumbledore, pero nunca había oído que una cicatriz actúe de alarma...

— ¿Acaso usted oye cuando le hablan? – mascullé pero Fudge me oyó perfectamente

— ¡No sea necio! —gritó la profesora McGonagall—. Cedric Diggory, el señor Crouch: ¡esas muertes no son el trabajo casual de un loco!

— ¡No veo ninguna prueba de lo contrario! —vociferó Fudge—. ¡Me parece que estáis decididos a sembrar un pánico que desestabilice todo lo que hemos estado construyendo durante trece años!

— Voldemort ha regresado —repitió Dumbledore—. Si afrontas ese hecho, Fudge, y tomas las medidas necesarias, quizá aún podamos encontrar una salvación. Lo primero y más esencial es retirarles a los dementores el control de Azkaban.

— ¡Absurdo! —volvió a gritar Fudge—. ¡Retirar a los dementores! ¡Me echarían a puntapiés sólo por proponerlo! ¡La mitad de nosotros sólo dormimos tranquilos porque sabemos que ellos están custodiando Azkaban!

— ¡A la otra mitad nos cuesta más conciliar el sueño, Cornelius, sabiendo que has puesto a los partidarios más peligrosos de lord Voldemort bajo la custodia de unas criaturas que se unirán a él en cuanto se lo pida! —repuso Dumbledore—. ¡Con el apoyo de los dementores y el retorno de sus antiguos partidarios, te resultará muy difícil evitar que recupere la fuerza que tuvo hace trece años! 

— El segundo paso que debes dar, y sin pérdida de tiempo —siguió Dumbledore—, es enviar mensajeros a los gigantes.

— ¿Mensajeros a los gigantes? —gritó Fudge, recuperando la capacidad de hablar—. ¿Qué locura es ésa?

— Recuerda que en la primera Guerra mandamos a alguien para que pusiera a los gigantes de nuestra parte. Fue uno de los motivos por los que ganamos la primera guerra mágica, además del sacrificio de los Potter. – vi que Sirius me miraba. Había descubierto otro de mis secretos.

— No... no puedes estar hablando en serio —dijo Fudge entrecortadamente —. Si la comunidad mágica sospechara que yo pretendo un acercamiento a los gigantes... La gente los odia, Dumbledore... Sería el fin de mi carrera...

— ¡Estás cegado por el miedo a perder la cartera que ostentas, Cornelius! —dijo Dumbledore,—.  Tu dementor acaba de aniquilar al último miembro de una familia de sangre limpia ¡y ya ves lo que ese hombre escogió hacer con su vida! Te lo digo ahora: da los pasos que te aconsejo, y te recordarán, con cartera o sin ella, como uno de los ministros de Magia más grandes y valerosos que hayamos tenido; pero, si no lo haces, ¡la Historia te recordará como el hombre que se hizo a un lado para concederle a Voldemort una segunda oportunidad de destruir el mundo que hemos intentado construir!

— ¡Loco! —susurró Fudge, volviendo a retroceder—. ¡Loco...!

Se hizo el silencio. Todos teníamos muchas cosas que decirle a la cara pero era el ministro. Los Weasley podían perder el trabajo al igual que muchos de los que estaban allí presentes. Yo no perdía nada pero tendría que dar explicaciones y eso no me convenía.

— Si sigues decidido a cerrar los ojos, Cornelius —dijo Dumbledore—, nuestros caminos se separarán ahora. Actúa como creas conveniente. Y yo...yo también actuaré como crea conveniente.

— Veamos pues, Dumbledore —dijo blandiendo un dedo amenazador—. Siempre te he dado rienda suelta. Te he mostrado mucho respeto. Podía no estar de acuerdo con algunas de tus decisiones, pero me he callado. No hay muchos que en mi lugar te hubieran permitido contratar hombres lobo, o tener a Hagrid aquí, o decidir qué enseñar a tus estudiantes sin consultar al Ministerio. Pero si vas a actuar contra mí...

— El único contra el que pienso actuar —puntualizó Dumbledore— es lord Voldemort. Si tú estás contra él, entonces seguiremos del mismo lado, Cornelius.

— Mire —dijo Snape con brusquedad—. Mire: la Marca Tenebrosa. No está tan clara como lo estuvo hace una hora aproximadamente, cuando era de color negro y me abrasaba, pero aún puede verla. El Señor Tenebroso marcó con ella a todos sus mortífagos. Era una manera de reconocernos entre nosotros, y también el medio que utilizaba para convocarnos. Cuando él tocaba la marca de cualquier mortífago teníamos que desaparecernos donde estuviéramos y aparecernos a su lado al instante. Esta marca ha ido haciéndose más clara durante todo este curso, y la de Karkarov también. ¿Por qué cree que Karkarov ha huido esta noche? Porque los dos hemos sentido la quemazón de la Marca. Entonces, los dos supimos que él había retornado. Karkarov teme la venganza del Señor Tenebroso porque traicionó a demasiados de sus compañeros mortífagos para esperar una bienvenida si volviera al redil.

— No sé a qué estáis jugando tú y tus profesores, Dumbledore, pero creo que ya he oído bastante. Me pondré en contacto contigo mañana, Dumbledore, para tratar sobre la dirección del colegio. Ahora tengo que volver al Ministerio.

Casi había llegado a la puerta cuando se detuvo. Se volvió, regresó a zancadas hasta la cama de Harry.

— Tu premio —dijo escuetamente, sacándose del bolsillo una bolsa grande de oro y dejándola caer sobre la mesita de la cama de Harry—. Mil galeones. Tendría que haber habido una ceremonia de entrega, pero en estas circunstancias...

Dumbledore se volvió hacia el grupo que rodeaba la cama de Harry.

— Hay mucho que hacer —dijo—. Molly... ¿me equivoco al pensar que puedo contar contigo y con Arthur?

— Por supuesto que no se equivoca —respondió la señora Weasley —. Arthur conoce a Fudge. Es su interés por los muggles lo que lo ha mantenido relegado en el Ministerio durante todos estos años. Fudge opina que carece del adecuado orgullo de mago.

— Poppy —le dijo Dumbledore a la señora Pomfrey—, ¿serías tan amable de bajar al despacho del profesor Moody, donde me imagino que encontrarás a una elfina doméstica llamada Winky sumida en la desesperación? Haz lo que puedas por ella, y luego llévala a las cocinas. Creo que Dobby la cuidará.

— Muy... muy bien —contestó la señora Pomfrey, asustada, y también salió.

— Y, ahora —dijo—, es momento de que dos de nosotros se acepten. Sirius... te ruego que recuperes tu forma habitual.

El gran perro negro levantó la mirada hacia Dumbledore, y luego, en un instante, se convirtió en hombre.

La señora Weasley soltó un grito y se separó de la cama.

— ¡Sirius Black! —gritó.

— ¡Calla, mamá! —chilló Ron—. ¡Es inocente!

— ¡Él! —gruñó, mirando a Sirius, cuyo rostro mostraba el mismo desagrado—. ¿Qué hace aquí?

— Está aquí porque yo lo he llamado —explicó Dumbledore, pasando la vista de uno a otro—. Igual que tú, Severus. Yo confió tanto en uno como en otro. Ya es hora de que olvidéis vuestras antiguas diferencias, y confiéis también el uno en el otro.

Sirius y Snape se miraban con intenso odio.

— Me conformaré, a corto plazo, con un alto en las hostilidades —dijo Dumbledore con un deje de impaciencia—. Daos la mano: ahora estáis del mismo lado. El tiempo apremia, y, a menos que los pocos que sabemos la verdad estemos unidos, no nos quedará esperanza.

Muy despacio, pero sin dejar de mirarse como si se desearan lo peor, Sirius y Snape se acercaron y se dieron la mano. Se soltaron enseguida.

— Con eso bastará por ahora —dijo Dumbledore, colocándose una vez más entre ellos—. Ahora, tengo trabajo que daros a los dos. La actitud de Fudge, aunque no nos pille de sorpresa, lo cambia todo. Sirius, necesito que salgas ahora mismo: tienes que alertar a Remus Lupin, Arabella Figg y Mundungus Fletcher: el antiguo grupo. Escóndete por un tiempo en casa de Lupin. Yo iré a buscarte.

— Pero... —protestó Harry.

— No tardaremos en vernos, Harry —aseguró Sirius, volviéndose hacia él— . Te lo prometo. Pero debo hacer lo que pueda, ¿comprendes?

— Claro que comprendo.

Sirius le apretó brevemente la mano, asintió con la cabeza mirando a Dumbledore. Antes de transformarse me miró. Pude leer en sus ojos "tenemos una conversación pendiente". Asentí. Salió corriendo de la sala, abriendo con la pata la manilla de la puerta.

— Severus —continuó Dumbledore dirigiéndose a Snape—, ya sabes lo que quiero de ti. Si estás dispuesto...

— Lo estoy —contestó Snape.

— Buena suerte entonces —le deseó Dumbledore.

Dumbledore acababa de enviar a Snape a hablar con Voldemort y ganarse su confianza

- ______

Miré a Dumbledore. Vi que se debatía entre decir la verdad o esperar pero se decidió por lo segundo.

- Necesito que vuelvas al equipo – me pidió – Tu ayuda es esencial y cuento con tu apoyo y el de Madame Maxime.

Asentí. Esta vez estaba decidida a ayudar a la Orden del Fénix.

Pasaron varios minutos antes de que el director volviera a hablar.

— Tengo que bajar —dijo por fin—. Tengo que ver a los Diggory. Tómate la poción que queda, Harry. Os veré a todos más tarde.

Minerva me indicó que la siguiera y dejamos a Harry a cargo de los Weasley y al cuidado de Ron y Hermione.

A petición de Dumbledore, permanecimos un mes más en Hogwarts. Moody tardó varios días en despertar. Incluso Harry ya había salido de la Enfermería cuando pude ir a visitarlo.

- Siempre pensé que tendría que amputarme la otra pierna para que pisaras de nuevo Hogwarts. Me alegro de no tener que hacerlo – dijo moviéndose en la cama para quedar sentado

- Hola Moody – lo saludé con tristeza

- Hola hadita

- Lo siento – dije

- ¿Qué lo sientes? – dijo riéndose – El que lo siente soy yo. Mira que perder contra Barty Crouch y esa rata traidora... Este viejo mago ya ha llegado a sus últimos días – dijo e hizo una pausa para mirarme. - ¿Vas a volver?

- Dumbledore me lo pidió

- Bien – dijo sin disimular estar alegre – Ese chucho pulgoso... sabía que era inocente. ¿Lo has visto?

- Varias veces

- ¿Y lo has visto a él antes que a mí? – dijo fingiendo estar molesto

- Él me encontró

- Sí... Al final es mucho más listo de lo que parece. Él y tu hermano eran dos de los miembros más fuertes que teníamos en la Orden, aparte de ti, claro

- Yo no hice mucho

- Hiciste mucho, por mí. Y siempre te estaré agradecido. Quiero que, sí vuelves, lo hagas por la puerta grande.

- Si lo hago es por Harry

- Sí, Harry. Aún no he tenido el placer de conocerlo. Pero me imagino que será una mezcla entre James, Evans y tú – sonreí cabizbaja – Debo admitir que fue complicado localizarte. El último lugar donde se me ocurrió buscar fue en Beaxbatons

- Tal vez por eso lo elegí – reconocí

- Deberás decírselo

- Aún estoy pensando en cómo hacerlo – le dije. No era fácil decirle a un adolescente que, su tía, la que desapareció incluso antes de la muerte de sus padres, está viva y que, durante un curso, estuvo cerca de él.

- Aquí estás - Pomfrey entró en la enfermería. Se dirigió hacia nosotros pero sus palabras eran para mi – Sprout necesita que te acerques al invernadero.

- Está bien – dije – Siento no haberlo sabido ver

- Voldemort estaba demasiado presente para permitirte ver más allá – susurró Moody – Vete, necesito negociar con la enfermera sobre el excesivo consumo de medicamentos – me ordenó y no rechisté.

Había llegado el ultimo día. Llegué a la mesa del profesorado, donde Moody me había guardado un asiento a su lado. Menos mal que supuestamente nadie había descubierto quien era. Madame Maxime se había sentado al lado de Hagrid.

— El fin de otro curso —Dumbledore empezó su discurso final —Son muchas las cosas que quisiera deciros esta noche —dijo Dumbledore—, pero quiero antes que nada lamentar la pérdida de una gran persona que debería estar ahí sentada —señaló con un gesto hacia los de Hufflepuff—, disfrutando con nosotros este banquete. Ahora quiero pediros, por favor, a todos, que os levantéis y alcéis vuestras copas para brindar por Cedric Diggory.

Así lo hicieron. Hubo un estruendo de bancos arrastrados por el suelo cuando se pusieron en pie, levantaron las copas y repitieron, con voz potente, grave y sorda:

— Por Cedric Diggory.

— Cedric ejemplificaba muchas de las cualidades que distinguen a la casa de Hufflepuff —prosiguió Dumbledore—. Creo, por eso, que tenéis derecho a saber qué fue exactamente lo que ocurrió. Cedric Diggory fue asesinado por lord Voldemort. Harry Potter logró escapar de Voldemort —dijo Dumbledore—. Arriesgó su vida para traer a Hogwarts el cuerpo de Cedric. Mostró, en todo punto, el tipo de valor que muy pocos magos han demostrado al encararse con lord Voldemort, y por eso quiero alzar la copa por él.

— Todos nuestros invitados —continuó, y sus ojos se demoraron en los alumnos de Durmstrang— han de saber que serán bienvenidos en cualquier momento en que quieran volver. Os repito a todos que, ante el retorno de lord Voldemort, seremos más fuertes cuanto más unidos estemos, y más débiles cuanto más divididos

Estábamos listos para volver a Beaxbatons. El carruaje de Beauxbatons estaba a punto de despegar pero Fleur salió disparada hacia el castillo en cuanto vio a Harry.

A Harry lo acompañaban sus amigos. Yo estaba a unos escasos metros, esperando a Fleur.

Fleur se despidió de Harry y volvió a toda prisa al carruaje. Nuestras miradas se cruzaron. Harry me miró fijamente y fui yo quien desvió la mirada.

- Disculpe – la voz de Harry hizo detenerme.

Se había acercado, a paso veloz, hasta quedar a mi altura. Era, claramente, la viva imagen de James.

- No nos han presentado. – dijo extendiendo su mano - Soy Harry, Harry Potter

- Harry Potter. – repetí - Nos volveremos a ver pronto y esa vez, me presentaré como te mereces. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top