10. Reencuentro 🐾

El hecho de tenerlo delante de mí y no en mi cabeza cambiaba completamente las cosas. Pare evitar mayor incomodidad, guardé mis alas en el interior y ahora, era la joven con la que el había salido hace 13 años atrás.

- No has cambiado nada

- Supongo que he llevado mejor vida que tu – bromee y me callé. A veces mi lado hada era un poco insoportable – Digamos que al ser un hada, no envejecemos tanto como los humanos.

Sirius asintió pero se quedó callado. Estaba segura de que su cabeza estaba trabajando a mil. No era propio de él permanecer tanto tiempo callado.

- Supongo que querrás una explicación

- Estaría bien. Sobre todo cuando me encerraron en Azkaban sin tener noticias tuyas.

- Tuve mis motivos para ocultar mi secreto

- ¿Incluso a James?

- No me hables de James – dije cansada y me di la vuelta para no mirarlo – A James le gustaba ser el centro de atención. Mis padres y yo creímos que lo mejor era que no lo supiera y así evitar que le ocurriese nada.

O que hiciese alguna tontería, pero eso no podía decírselo. Sirius siempre había puesto a James primero antes que a mí, como habían hecho mis padres.

- James te hubiese aceptado

- Lo dudo después de lo que vi aquel día. – dije y me giré para enfrentarlo. Los dolorosos recuerdos de aquel día regresaron a mi mente – Se atrevió a insultarme a los pocos días de la muerte de nuestros padres, como si no sintiese suficiente dolor por su perdida para escucharle a James llamarme monstruo

- Tal vez no fue su mejor reacción... pero, qué esperabas? – dijo Sirius sin ocultar su molestia – Se enteró de que le ocultaste un secreto toda tu vida

- Siempre defendiéndolo, verdad? – me reí . Ni siquiera intentó excusar a James de llamarme monstruo. Tal vez a ojos de todo el mundo si lo sea. – No sé por qué creí que habías cambiado algo

- Te puedo asegurar de que no soy el mismo que conociste

- Y yo tampoco – lo interrumpí

- El problema es que me di cuenta que nunca llegué a conocerte del todo.

- Bien, pues entonces no sé qué hacemos hablando – dije dispuesta a marcharme

- Ah no, no te vas a escapar de nuevo – dijo y sacó su varita – Impedimenta

En cuanto noté el hechizo, mi cuerpo se paralizó, derrumbándome en el suelo.

- Pensé que no tenías tu varita – le dije molesta desde el suelo mientras Sirius se acercaba

- La recuperé antes de marcharme de Azkaban.

- Mierda – mascullé

- Tu y yo tenemos muchas cosas de que hablar. – dijo Sirius antes de provocar que me durmiera


- Te has arriesgado al traerme aquí

Sabía perfectamente donde estaba y un sentimiento de tristeza me invadió por completo. Reconocí los viejos cuadros en la pared y los poster que cubrían la puerta. Aunque estaba todo cubierto de suciedad, mi dormitorio seguía intacto después de que nadie se preocupase por el en tanto tiempo.

- Sí, es cierto pero ni te mereces que te lleve a una cueva fría y húmeda

- Y llena de excrementos de hipogrifo – añadí

- ¿Cómo sabes...? – dijo pero se calló – Olvídalo – se acercó a la ventana y la abrió. Una suave brisa entró haciendo que una nube de polvo se levantase. Luego, cogió la silla, la limpió y se sentó en ella al revés. - ¿Te has escondido todo este tiempo en el páramo?

- No – respondí – He vivido en Francia varios años

- ¿En Francia?

- Aunque no te lo creas, tengo un trabajo. – dije incorporándome de la cama - ¿Por qué seguiste a Harry?

- ¿Quién más podría ser el hada que mencionó? He vagado por días por el páramo sin encontrar la Ciénaga

- La ciénaga tiene la norma de no dejarse ver por personas no invitadas

- Pero Harry si la encontró

- Es porque tiene mi sangre. – le expliqué – Es como si de alguna forma, la Ciénaga también le perteneciese a él

Sirius asintió, pensativo. Me levanté y salí de la habitación. Bajé al salón y lo contemplé en silencio. Levanté mis manos e hice que el viento entrase por la puerta, levantando el polvo y sacándolo fuera de la casa, hasta que quedó limpió. Sirius bajó al cabo de un rato.

- ¿Qué piensas hacer ahora?

- Quiero estar cerca de Harry. Estoy preocupado por él y por lo que está ocurriendo en Hogwarts

- Yo también... - susurré

- ¿Estás enterada de ello?

- Qué remedio – me burlé de mi misma – Ahora mismo me estoy quedando en Hogwarts

- ¿Qué? – exclamó Sirius confuso – Pero no había dicho que vives en Francia

- Sí, trabajo como profesora en Beauxbatons

- No me puedo creer que hayas ido con la competencia

- Era muy arriesgado pedir trabajo en Hogwarts... sobre todo cuando no acabé los estudios

- ¿Sabe Dumbledore que estás ahí?

- Sí, no se le escapa nada

- ¿Y Moody?

- Ahí es donde radica el problema. No sé si está fingiendo no conocerme o no me ha reconocido.

- Lo dudo. Moody siempre te reconocería, incluso aunque estuvieses cubierta de estiércol de hipogrifo

- Que amable... - le dije en Sirius - Hay algo en él... no me genera confianza, pero no logro saber por qué es. Es como...

- ¿Si no fuese él? He oído que está un poco trastornado. Tantos intentos de asesinato, traiciones y decepciones a lo largo de su vida, le ha abierto las puertas a su paranoia.

- Siempre fue desconfiado – dije

- Pero no contigo – dijo Sirius – Averigüé  que habías estado trabajado con él para la Orden... antes de irte

- ¿Por qué no me lo dijiste?

- ¿Habría servido de algo? – dijo Sirius – Pero si Moody confiaba ciegamente en ti... Yo sabia que nunca te pondría en peligro.

Sirius tenía razón y yo me había portado mal con Moody. Desaparecí y nunca lo busqué para darle explicaciones. Tal vez ahora é desconfiaba de mí y prefería hacer que no me conoce.

- ¿Estarás cerca de Hogwarts? – le pregunté

- ¿Tienes interés? – dijo burlón – Sí, pero me suelo mover con frecuencia. Aunque llevar un Hipogrifo conmigo no me permite ocultarme en cualquier sitio.

- Cuando se acabe el curso y Harry vuelva a casa, puedes utilizar esto cuando quieras – dije mirando la casa

- ¿En serio? – dijo Sirius con ilusión - ¿Me puedo quedar?

- Esta también fue tu casa

- Al principio no te gustaba

- Porque al principio tampoco me gustabas tu – le respondí y Sirius sonrió

- Acepto – dijo Sirius. Sin embargo, supe por su mirada que aún tenía algo que decirme. – ¿Y qué pasa con Harry?

- ¿Qué le pasa a Harry? – le pregunté

Sabía a que se refería pero no sabía cómo expresarme. Siempre me había costado explicar mis sentimientos. Ser un hada y una humana al mismo tiempo no era fácil pero aún era peor lidiar con los sentimientos de ambas naturaleza.

- ¿No le dijiste quien eras, no es cierto? – me preguntó Sirius con pesadez. Tenía que admitirlo, siempre me había calado muy bien (calar: Comprender la razón, el motivo o la intención no declarados de algo o de alguien.)

- Me ha visto con mi forma de hada, y como habrás notado es diferente a esta – dije señalando mi cuerpo

Cuando sacaba mis alas era como priorizar mi lado hada. Además de mis alas, la cara se me perfilaba y mi piel se volvía más blanca y los ojos se me oscurecían. Por suerte, no me salían cuernos.

- No podía decírselo – dije al ver la expresión de Sirius – ¿Cómo podría mirarme después? La tía que no se hizo cargo de él...

- Harry no es James

- Eso no lo sabes – le respondí molesta

- Lo sé porque yo si he hablado con él. – dijo Sirius acercándose – Y Harry si entenderá por qué lo has hecho

- No – negué – Conocer mi secreto solo trae desgracias a aquellos que lo saben

- Eso no es cierto – dijo Sirius

- Si lo es. James y Lily murieron, tu acabaste en la cárcel, Moody ni siquiera me recuerda, Dumbledore...

- ¿Qué le pasa a Dumbledore? – preguntó Sirius

No podía contarle lo que había visto. Era el precio a pagar por mi don de ver el futuro. Si alguien conocía su futuro o el de otra persona, acabaría muriendo antes de tiempo. No podía decirle a Sirius que no había visto el final de la historia de Dumbledore y eso solo ocurre cuando Voldemort está implicado en ella, directa o indirectamente. Y lo que más me dolía era no poder prevenir a Dumbledore de ello.

- No le pasa nada – dije intentando parecer lo más sincera posible

- De todos modos, Harry debe saberlo. Y espero que seas tú quien se lo diga – dijo mirándome. Asentí. Algún día me armaría del suficiente valor para decírselo.

Sirius me pidió que le relatase lo que había hecho esos últimos años y como había llegado a Hogwarts. Me escuchó atentamente mientras yo le contaba mi historia, aunque ciertamente no se lo conté todo. No le conté que uno de los motivos por los que había decidido irme a vivir a Francia era porque Inglaterra me recordaba a James, Lily y a Sirius, y eso estaba consumiéndome lentamente.

Cuando la oscuridad se hizo presente fuera de la casa y Sirius se quedó dormido en el sofá, cogí una manta y lo cubrí con ella. Aunque me hubiese gustado quedarme allí, debía volver a Hogwarts y la noche era el mejor momento para volar sobre Londres y entrar al castillo.

El regreso de Hogwarts no fue de los mejores que he tenido. Todo el mundo parecía alterado, mucho más los profesores, tras lo ocurrido a Crouch y Krum. EN la mesa de los profesores, habían añadido una supletoria para que yo me pudiera sentar, así podía observar e l comedor desde el margen derecho.

En el Profeta, no había ni una sola mención a lo ocurrido con Crouch. Por el rabillo del ojo, vi la lechuza de Harry entrar en el comedor con una carta que provenía, seguramente, de Sirius. Podía ver la emoción en los ojos de Harry cuando supo de quien venia.

— ¿Y quién es él para darme lecciones? —dijo Harry algo indignado, doblando la carta de Sirius y guardándosela en la túnica—. ¡Con todas las trastadas que hizo en el colegio!

No pude evitar reírme. Al parecer los años habían convertido a Sirius en alguien más paternal.

Sin embargo, las preocupaciones de Sirius y mías eran las mismas. Alguien había metido el nombre de Harry en el Cáliz con alguna macabra intención; podían haber matado a Harry pero no lo hicieron, no obstante Crouch ha desaparecido.

¿Por qué tras la muerte de su hijo y su esposa, Crouch iría a buscar a Dumbledore cuando lo odia? No tiene ningún sentido.

Mis poderes de hada no me servían para buscar la solución al problema. Pero tal vez si podía usar mis influencias.

Es hora de hablar con el admirador más acérrimo de Harry.

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