Especial de navidad.
Era de mañana cuando la tenue luz comenzaba a traspasar las cortinas de su habitación.
Estiró su cuerpo aún tendido sobre la cama y se revolvió entre las cobijas. Emitió un pequeño quejido y al fin,decidido,se levantó de su cama.
Sus cabellos alborotados cubrían mayor parte de su rostro,su pijama un poco torcida y su cuerpo cansado.
— ¡Buenos días! — escuchó decir de parte de alguien,quién asomaba su cabeza por entre la entrada de su habitación. — Ya está el desayuno. Puedes bajar en cuanto estés listo.
— Si, mamá. — respondió en un susurro bajo,al mismo tiempo que se dirigía a su armario y buscaba algo de ropa.
Después de 30 minutos, bajó y se encontró con el par que se encontraba cuidando de él.
— ¡Yuss! ¡Creí que te habías quedado dormido!
— Lo siento. — se avergonzó un poco y se acercó a la mesa,tomando su lugar frente a aquellas dos personas,frente a esa pareja.
«Así que así se sentía la calidez de la familia.» pensó,e inmediatamente una sonrisa leve se posó sobre sus labios.
— ¿Eh? ¿Qué pasa? — escuchó nuevamente.
— Nada. La belleza de papá es tanta que me hace sonreír.
— ¿Verdad? ¡Yuki es tan guapo!
Claramente,mintió. Durante ese tiempo había logrado averiguar cómo congeniar con ambos idols,como mentir y evitar un tema.
— Tienen que trabajar,¿Verdad?
Era víspera navideña. Más bien,era la mañana del 24 de diciembre y Yusushima era consciente. Tenían que trabajar,después de todo,eran idols.
— Si. ¡Pero volveremos por la noche!
«Mentiroso.» pensó Yusushima,desviando la mirada.
Metió su mano en el bolsillo de su pantalón y sacó aquel objeto,perfectamente envuelto por su mano entera y después se la extendió a su padre.
— Feliz cumpleaños, papá.
El contrario extendió su mano y Yusushima le entregó su regalo,pero haciendo un movimiento con su mano sobrante para que su regalo no lo descubriera Momo. Yuki tan solo,al sentir el tacto de un objeto, cerró el puño y le sonrió al menor.
— Muchas gracias, Yusushima-kun.
Por su parte,Momo se inclinó más hacia el lado de Yuki.
— ¿Qué es?
— Mi regalo.
Momo formó un puchero. Después se levantó de su lugar con una sonrisa.
— Nos tenemos que ir. Prometo asegurarme de pasar la noche contigo,Yuss.
— No prometas nada,mamá. — susurró Yusushima,algo decaído. — Pueden tomarse su tiempo. Son idols. Hagan felices a sus fans,eso me haría feliz también a mi.
— ¡Aún así!
Cuando escuchó la puerta cerrarse, dejó caer su cabeza sobre la mesa del comedor. Estaba solo,de nuevo. Era lo mismo de todos los días y,aún así,no estaba acostumbrado.
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Estaba frente a un hogar enorme,mejor dicho: una mansión.
Tocó el timbre que ofrecía aquel enorme portón y la contestadora habló.
— ¿Quién es?
— Soy Kasimoto Yusushima.
Al decir esto,las puertas le fueron abiertas y entró. Al entrar,fue recibido por un mayordomo. Yusushima volvió a buscar en su abrigo y le extendió un sobre beige.
— Ten. Gracias por tu trabajo.
Y siguió su camino. Así era Yusushima,después de todo.
Sus planes no eran visitar a su padre,madre o hermanas. Estaba ahí por una única persona y solo eso importaba. Por lo que se dirigió al estacionamiento.
Los cabellos rubios,la estatura alta,la complexión delgada y el aura brillante eran fáciles de distinguir. Fue entonces que Yusushima sonrió y corrió a abrazar a ese chico.
— ¡Henry!~
El mencionado se sobresaltó ante el tacto de unos brazos ajenos rodeando su cuerpo,a lo que le fue inevitable no reaccionar con un sonrojo que se expandió por todo su rostro. Sobretodo porque aquel que parecía un desconocido le acariciaba con tanta confianza su pecho.
— Mo~ Siempre me gustó esta parte~
— E-esto. . .
Yusushima se dió cuenta de lo que hacía y se alejó un poco,no parecía tener ni un mínimo toque de remordimiento.
— Lo siento. Me emocioné. Hola, Henry. Me da gusto ver qué sigues igual de atractivo que siempre.
El mencionado se dió media vuelta,y en lugar de sentirse incómodo,solo sonrió ante la presencia contraria.
— Muchas gracias,Yuss. Es un halago saber que me veas de esa forma.
Seguido de eso,Henry le guiñó un ojo a Yusushima,del cuál fue turno de avergonzarse.
— Que malo. — Yusushima formó un puchero y se acercó a Henry tanto,que el contrario creyó que le iba a besar. — Henry. ¿Me quieres?
Esa pregunta desconcertó al rubio,que se formulaba un montón de escenarios y preguntas en su enorme imaginación y mente.
— Por supuesto que te quiero,Yuss. Pero,¿Por qué- — no pudo acabar la oración debido a una suave risa que lo atrapó. Era por parte del menor,quién le sonreía con un toque de maldad. Si,lo quería mucho. Demasiado como para soportar seguir trabajando en ese lugar. Demasiado para haberlo dejado ir una vez. Lo quería y atesoraba tanto que sentía que iba a explotar. Y muchas veces se preguntó si querer tanto a una persona estaba bien.
Porque era su jefe. Aquella silueta delgada,de estatura media alta,aquellos cabellos albinos con ese toque de marrón,aquellos orbes rosados pálidos y esa sonrisa de pura ingenuidad y maldad mezclada. Aquella presencia tan encantadoramente dulce como el infierno era su jefe. Yusushima era su jefe. Y Henry era consciente de eso. Por ello,se limitaba.
— Yo también te quiero,Henry. — escuchó decir,con una dulzura increíble y una voz tan tímida que le causó ternura.
Cuando quiso decir algo más,Yusushima le extendió su brazo con su puño cerrado. Henry no hizo más que estirar su zurda y colocarla debajo del puño del chico.
Atrapó aquel objeto y lo observó. Era una pequeña cuenta en color rosa pálido con forma de Sakura.
Henry sonrió.
— Muchas gracias,Yuss. Yo también tengo un regalo para ti.
— ¿Si? — Yusushima trató de contener su emoción. — ¿Qué es?
Yusushima apenas acabó su pregunta, sintió un tacto suave, cálido y amoroso contra su mejilla,junto con unos brazos que rodeaban su cuerpo.
— Desearía mucho estar a tu lado,Yuss. — escuchó la voz de Henry muy cerca de su oído,algo que causó un escalofrío por todo su cuerpo,meramente porque la voz de Henry era profunda pero suave. — Feliz navidad.
Los ojos de Yusushima se llenaron de lágrimas por una razón que Yusushima desconocía. Apretó a Henry entre sus brazos y lloró. Se aferró al cuerpo de aquel chico y se lanzó a llorar. Henry no hizo nada más que sostener a aquel chico tan roto y dejar que el tiempo hiciera de las suyas.
¿Querer tanto a alguien era malo? No. Henry lo creía así. ¿Amar a tu jefe estaba mal? Para Henry,eso sí estaba mal.
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Por si creían que iba a ser un especial de navidad muy feliz,pues no.
Lo publiqué tarde por la mera necesidad de hundirme en la bebida.
— Q.
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