Capítulo 33
Éste de igual manera.
—Posa para la foto, Alexander —le insistí, forzándome a mí misma a pretender que no pasaba nada. Él puso sus comunes ojos en blanco y me abrazó desde atrás. Clara Davidson hizo clic con su vieja cámara al ángulo perfecto de nosotros dos en el campo abierto y ya estaba listo el retrato de la hipocresía.
Clara, una chica universitaria que estudiaba fotografía, me había pedido posar para ella en unas cuantas fotos para un trabajo que debía entregar. Amablemente había aceptado, pero para mi incomodidad Alex se había presentado de forma inesperada en la casa y se había unido a la salida no muy satisfecho.
Ignoré el hecho de que no sería bueno cuando estuviéramos a solas y traté de disfrutar el momento en la extensión del variopinto jardín botánico de la ciudad. Los colores y las texturas transmitían una sensación de ligereza y alegría a mi cuerpo, cosa que si miraba a Alexander no había tenido desde hace mucho tiempo.
En vez de eso me invadía una aprehensión y recelo cuando él estaba cerca. Se había vuelto más agresivo y demandante al pasar los días. Ya no tenía intervalos donde era el simpático y dulce Alexander de quien me había enamorado cuando había entrado en la preparatoria. Ahora lo único que lograba era hacerme sentir pequeña y manipulada cada vez que estaba a su lado, me convertía en alguien que no era.
Ya no me sentía segura a su alrededor y mi objetivo del día era evitarlo a toda costa. Pero eso solo lo enfurecía más y hacía que volviera con sus maltratos constantes.
Acaricié mi brazo al recordar su último arrebato por ir a intentar hacer las paces con Melanie. Papá seguía preguntando porqué continuaba usando manga larga en primavera.
Había tenido tantos días oscuros y amargados que no recordaba los buenos. Y ya no quería más de eso, pero el problema es que cada vez que trataba de desafiarlo el venía con más fuerzas.
—Quería salir con los chicos a las dos —aclaró cuando tomó mi mano mientras caminábamos al rededor.
—Entonces ve —indiqué, encogiendo mis hombros. Paré al ver un conjunto de girasoles y solté su mano para tocar uno, más para alejarme de él que para apreciar el intenso color amarillo y el contraste que hacía con el marrón del centro.
—Mírame. —Alex exigió cuando vio que no le prestaba la suficiente atención, me giró brusca y repentinamente por mi brazo herido. Me quejé suavemente al sentir sus fuertes dedos presionarse en el moretón. Mi cuerpo se dobló ligeramente ante el dolor y lo miré a los ojos para ver la frialdad en ellos—. Quería que fueras conmigo y ahora tú has hecho planes con ésta.
—Lo teníamos planeado desde hace dos semanas, tú fuiste el que llegó de forma inesperada —le informé, frunciendo mi ceño, esperando que no explotara en éste lugar. Pero de igual manera veía su puño volverse blanco, así que me solté de su agarre en mi brazo.
—No me dijiste nada —reprochó.
—Nunca te interesas por mis cosas, Alex —recalqué, siendo sincera con él, manteniendo mi voz calmada, evitando uno de sus arranques. De igual manera me miró con su rostro contraído por la molestia.
—Sí, lo hago —aseguró con confianza y en alto—. ¿Estoy aquí, no? —Abrió sus brazos refiriéndose al lugar.
Por mi lateral, miré a Clara observándonos con atención. Asustada de lo que podría hacer Alexander conmigo si replicaba y de lo que ella podría ver, me acerqué y le prometí—: Está bien, terminaremos ésto rápido e iremos con los chicos. Se lo prometí a Clara, no puedo irme ahora.
—Y yo que pensé que ya me había librado de las amigas —susurró, creyendo que no lo escucharía, pero sí lo hice y supe lo que había hecho después de todo. Esa había sido siempre su intención. Tragué saliva sintiendo como mi estómago se comprimía por la decepción, mirándolo con nuevos ojos. De verdad no era el muchacho que había conocido.
En mi interior siempre lo supe, que él había alejado a Melanie a propósito, pero estaba tan cegada por él que no quise creerlo. Le eché la culpa a sus amigos.
Ya sentía mis ojos picar por las lágrimas. ¿Qué había hecho?
Él me miró con atención y adivinó lo que estaba pensando, pero sólo chasqueó su lengua y se alejó fastidiado.
Dejé las cosas como estaban, evitando algo peor, y me volví hacia Clara forzando una sonrisa a pesar que moría un poquito más por dentro. Últimamente eran parte de mi arsenal diario.
Clara me dio un ceño fruncido en cambio.
Fui hasta donde estaba ella y cuando nos encontrábamos cara a cara, preguntó—: ¿Está todo bien allá? —Hizo un ademán con su cabeza señalando a Alexander. Tragué fuerte y traje a mis labios otra sonrisa de apariencia dudosa.
—Por supuesto. ¿Seguimos?
Clara asintió y me indicó dónde podíamos ir a hacer otra toma dada la luz y el paisaje que había. Comencé a caminar junto a ella, no sin antes sentir el brazo de Alexander posado posesivamente en mis hombros.
Pasó una hora entre mueve un pie hacia allá, gira la cabeza hasta acá y deja tu cabello a un lado. Si dejo de lado que Alex no cambiaba su semblante de molestia y que no dejaba de mirar con malos ojos a Clara se podría decir que todo había salido perfecto. Mi aprehensión por él me había abandonado una vez que Clara empezó las tomas y me provocaba pequeñas sonrisas de poses estúpidas que estaban a la moda. Estaba agradecida que me hubiera hecho olvidar por un momento quien estaba a mí lado esperando para poner sus manos sobre mí en todos los sentidos posibles.
Pero no era algo de lo que podría liberarme tan fácilmente.
—Mira, Eloise, tengo unas muy lindas que te podrían gustar. No me sirven para el contexto que necesitaba de mi trabajo, pero podría revelarlas para ti como retribución de pasar el día bajo éste sol —comentó Clara cuando los tres ya íbamos de salida del jardín—. Podemos ir ahora hasta mi casa, tengo mi pequeño cuarto preparado para revelarlas.
Y volví a recordar el acuerdo con Alex para ir donde él quería con los chicos, y estaba a punto de rechazarla cuando se me vino a la mente el comentario sobre deshacerse de mis amigas.
Apreté mis puños resentida, sintiendo de nuevo ese sentimiento de enojo cada vez que trataba de desafiarlo y entonces, sabiendo lo que me esperaba, asentí hacia ella.
—Nunca he entrado en uno de esos. Me gustaría ver como lo haces —acepté. Clara movió su cabeza en acuerdo y se dirigió a su auto. Vi como lo encendía y se despedía por la ventanilla baja.
—Los veo ahí —aseguró agitando su mano. Le imité el gesto sonriendo.
Cuando su auto se perdió de mi vista giré para encontrar a Alexander en una postura que cual conocía a la perfección. Sus piernas ligeramente separadas, sus marcados brazos cruzados en su pecho y sus ojos no augurando nada bueno. Esa expresión que deformaba su natural encanto, y provocaba miedo y aprehensión.
Y entonces todo la molestia que Clara había hecho olvidar volvió .
Sabía que era por lo acordado con ella, sabía que estaba mal porque le había dicho que al acabar iríamos a dónde él quería ir. Pero estaba mucho más allá de obedecer después de lo que había confesado.
Así que sólo me giré de nuevo, caminando como si no me importara que él estuviera ahí esperando por mí, escuchando mis decididas pisadas en el asfalto. Alejándome lo más posible de él, cosa que era inevitable porque al instante oí sus largos pasos acercándose a mí.
Suspiré y apreté mis puños, reteniendo la impotencia que me recorría. Caminé más rápido, pero él llegó hasta mí de igual manera tomando mi hombro y girándome hacia él con un brusco movimiento.
Quité al instante su mano de allí con la mía, dando un paso atrás, con una rapidez que me sorprendió.
—¿Qué crees que haces? —preguntó enfurecido, en un tono profundo y autoritario. Demandante.
—Alejándome antes de que mi cuerpo pague por tus impulsos —contesté defendiéndome.
—Mis impulsos estarían tranquilos si no desobedecieras —exclamó, muy seguro de lo que decía. Confiado hasta la médula que era correcto decir "sí" a todo lo que pedía.
—No eres mi dueño, Alexander. No está bien lo que haces. Si yo quiero ir donde Clara, perfectamente puedo hacerlo porque es mi decisión, no tuya —sisee molesta. Con mi sangre hirviendo y mis puños blancos por la frustración—. Estoy cansada de esto, ya basta.
Él rió burlón, posó sus dedos en su frente y se paseó unos pasos de un lado a otro. Tratando de comprender mi supuesta mi credulidad. La que él creía que poseía.
—Ni siquiera puedes llegar a alguna parte por ti misma, no sé qué querías hacer yéndote sola.
Siguió riendo.
Apreté mis labios y miré hacia arriba para alejar el ardor en mi garganta y las lágrimas de mis ojos por la impotencia y la degradación que él me producía.
—Cállate, Alex, ¡cállate! —exigí fuerte y me fui caminado de nuevo lejos de él.
—¡Deja de actuar como una niña que no consigue lo que quiere!
Ignoré su comentario porque eso es lo que las personas deberían hacer ante la incoherencia. Respiré profundo y limpié mis ojos húmedos. Sorbí y levanté mi mano derecha para parar un taxi que pasaba, pero para mí fortuna, ya iba ocupado. Seguí esperando mientras caminaba un poco más allá de las afueras del jardín botánico.
Sólo veía más allá pastos verdes y una larga carretera, no ayudaba que el dichoso jardín estuviera tan alejado de la ciudad y situado en la nada. Suspiré y seguí rogando para que otro taxi apareciera en esa solitaria calle. Ni siquiera tenía mi teléfono encendido, había muerto.
Así como mis esperanzas de librarme de Alexander, porque escuché como su camioneta rugía a mi lado. De igual manera seguí mi caminata sin girar a verlo.
—Sube a la jodida camioneta, Eloise —demandó, con su voz baja y molesta. Al ver que no le prestaba atención, agregó—: No seas estúpida, es un maldito largo camino hasta la ciudad. Si tu madre te ve llegar sin mí, estarás en problemas.
Miré la solitaria vía y me di cuenta que pasarían horas hasta que otro taxi pasara. Y pedir un aventón a alguien que saliera del jardín no era una opción. Mi garganta ardió al sentir que no tenía otra opción que enfrentarlo y someterme de nuevo. Me detuve un minuto entero sin querer hacerlo, pero me obligué a andar hasta la camioneta. Me dije que sólo era un viaje de media hora y que podría bajarme y liberarme de él de una vez por todas. Sólo unos momentos más.
—Eso es, pequeña, vuelve aquí —cantó, mientras palmeaba mi muslo cuando terminé de sentarme en el asiento del pasajero. Forcé a mis piernas a juntarse ante eso y a recostarme lo más que podía a la puerta.
No le gustó, porque lo siguiente que vi fue su mano dirigirse a mi barbilla. La apretó hasta que dolía y me hizo girar bruscamente hacía él, aun sosteniéndola.
—Vamos a ir donde la estúpida de Clara a buscar la jodidas fotos y después vendrás conmigo y los chicos, ¿ok? ¿Serás una buena chica? —preguntó, con una expresión en su esculpido rostro que me helaba la sangre.
Mis ojos se volvieron a llenar de lágrimas al ver lo suyos desprovistos de toda calidez, mi garganta quemaba. Ya no era el chico que me lanzaba bonitas sonrisas en el pasillo de la escuela.
No. Era alguien completamente diferente, alguien que no conocía y que no deseaba conocer. Por un momento, al mirar sus fríos ojos grises, sentí miedo de lo que podría hacer más adelante. De lo que podría ser de mí si no ponía una barrera entre los dos. Él necesitaba ayuda y yo necesitaba ubicarme a un kilómetro lejos de él y volver a lo que yo era, a la chica alegre y libre que no dejaba que nadie la pisoteara.
Asentí para él, siendo dócil para apaciguarle y para que no sospechara lo que se cruzaba por mis pensamientos.
—Bien. —Fue lo último que dijo antes de pisar el acelerador hasta llegar a cien y soltar mi barbilla sin ningún miramiento.
—¡Ya estás aquí! ¡Pasa! —Clara anunció mi llegada con una gran sonrisa iluminando su lindo rostro de porcelana. Forcé una sonrisa y di un paso hacia adelante, sintiendo a Alexander caminado detrás de mí.
Percibí el momento en que Clara cambió su semblante al verlo. La miré fijamente por si sospechaba algo, pero al momento de darse cuenta que la estaba mirando fijamente ella volvió a su sonrisa blanca dejando explícito que no pasaba nada. Miré de nuevo a Alex, quien la miraba como si ella valiera nada. Bajé hasta su mano la cual se movía inquieta por la ansiedad, sabía que quería salir lo antes posible de aquí.
Apreté mis labios y me dije que sólo era un rato más antes de terminar con ésta pesadilla.
Al acabar el juego incomodo de miradas, Clara carraspeo e indicó —:Um... bueno, es por aquí.
Se giró y empezó a caminar, por ende Alex y yo la seguimos hasta una puerta con fotografías que eran iban desde artísticas hasta simples y genuinas espontaneas. De igual manera, era un placer para mis ojos ver lo que ella retrataba. Tenía talento. Captaba a la perfección la luz, colores, formas y ángulos.
Clara abrió la colorida puerta para dar paso a unas escaleras que eran tragadas por la oscuridad del fondo, no por mucho tiempo porque un interruptor fue activado y la habitación se llenó de rojo. Seguimos bajando hasta encontranos con una larga mesa donde se posaban unos cuantos tazones y una cizalla. De pared a pared, habían hilos de los cuales colgaban diferentes fotos de todos los tamaños y formas. Miré a mi izquierda y había una puerta anexa donde se hallaban más de sus fotografías.
—Papá y mamá arreglaron todo el sótano para mí cuando empecé la universidad. Es ahora como mi lugar favorito en el mundo. Scott dice que también el suyo, pero sabes, creo que sólo lo hace para complacerme y para estar a solas aquí abajo conmigo —comentó divertida, rodando sus ojos con una sonrisa al mencionar a su novio.
Su semblante me decía cuanta pasión le tenía a éste arte, y no pude evitar compararme a mí con Alex. Él sabía sobre mi afición a la cocina, pero sin razón aparente siempre trataba de dejar de lado ese hecho, y se saltaba a la anotación que había marcado en cualquier juego pasado.
Me volví hacía él y lo encontré recostado a una pared cruzado de brazos, moviendo ahora su talón de arriba abajo, apoyándose en la punta de su pie. Notablemente sentía el fastidio brotando de él, amenazando con explotar.
Rogué para que ésto fuera rápido.
—Bien, sólo déjame rellenar los tazones con el químico —mencionó, caminando hacía la puerta que estaba a la izquierda, pero se detuvo al escuchar que la llamaban por su nombre desde lo alto de las escaleras.
—Clara, ¿puedes ayudarme con Marissa un momento? La lasaña está a punto de quemarse y ella necesita soltar sus gases —. La voz cansada de su mamá se oyó a través de la puerta cerrada a lo que Clara respondió en alto—: Está bien, voy en un segundo. —Hizo una pausa y me miró—. Elie, cielo, en ese pequeño cuarto está un bote negro con el químico para revelar las fotos. ¿Podrías buscarlo mientras ayudo a mamá con la bebé?
Asentí en acuerdo—: Ve, tranquila.
La vi desaparecer por las escaleras y cerrar la puerta detrás de ella.
Me volví hasta la puerta para terminar con esto, pero antes de llegar a ella Alex me detuvo con su mano en mi cintura, acercándome sin restricciones hasta su pecho.
—Bueno, si vamos a estar solos aquí por un rato, jodidamente hay que aprovecharlo —pronunció cerca de mi boca, y antes de que pudiera apartarlo él chocó sus labios contra los míos, tomando mi cuello con su otra mano. Manteniéndome presa con su brazo en mi cintura, y no dejando un sólo espacio entre nosotros. Tomándome con todas sus fuerzas.
Presa del miedo traté con más ahínco de apartarme cuando sentí su erección chocar contra mi muslo y su lengua haciendo de todo por adentrase en mi boca. Su mano se escabulló en mi camisa y subió hasta unos de mis pechos.
Me había tenido antes en ésta situación y sabía lo siguiente que trataría de hacer. Si me preguntan, en esos momento prefería lucir un moretón al día siguiente antes que ser forzada a tener relaciones forzosas con él.
—No es como si fuera a tomarte justo aquí, mi pequeña Eloise, aunque se sentiría muy bien hacerlo sabiendo que en el cualquier momento llegaría alguien a observar. —Sus palabras fueron susurradas contra mis labios, rozándolos cada vez que decía algo, al final mordiéndolos sin compasión. Sentía su aliento y su vívida mirada contra mí.
—¡No! Basta.—Contraataque con mis manos en su pecho empujándome lejos de él.
Un último golpe hizo que él chasqueara su lengua y me soltara para amenazarme, diciendo—: Algún día voy a follarte y te va a gustar, bebé.
Sentí la bilis subir por mi garganta y el miedo aumentar mi respiración errática al ver la promesa en sus ojos fulminantes. Quería llorar, quería salir de aquí, lejos de él, porque sabía que seguiría tratando. Estaba cansada de esto, no me hacía bien. No se sentía bien. Nunca pensé que el dicho "Ten cuidado con lo que deseas" pudiera ir contra mí.
Tragué una última vez y me dispuse a ir hasta la puerta para tomar el dichoso químico e ir hasta Clara para agilizar el proceso y así deshacerme de Alex.
Abrí la puerta con velocidad para encontrarme que todo era oscuro dentro. Busqué en la pared derecha por un interruptor y lo conseguí, no obstante, sólo era un mínimo bombillo iluminando el pequeño cuarto repleto de estantes con cientos de embaces acomodados en ellos. Mis fosas nasales picaron por el fuerte olor a químicos.
Agité mi mano frente a mi cara y entré buscando con mi mirada el bote negro. Lo ubique al instante en la sima de un estante.
Suspiré, quejándome de mi metro sesenta y cinco. El fulano estante llegaba casi al techo y junto con él, mi objetivo.
Buscando una solución, miré alrededor por un banco o silla que pudiera ayudarme. Si había potes ahí de alto, debía haber algo para alcanzarlos.
Pero supuse que había un gigante para ayudar a Clara a bajarlos porque no encontré nada que pudiera servir.
Con decisión, caminé hasta el estante y alce mi brazo sólo para darme cuenta que por lo menos me faltaba un metro más para tomarlo.
Al momento de bajar mi mano escuché una risa detrás de mí.
—Nunca lo tomarás —aseguró Alexander recostado en el marco. Su sonrisa burlona picaba en mi pecho, hacía volver mi molestia con él. El desprecio que le había tomado pasado los días.
Le di una mirada de muerte y valientemente puse un pie sobre el compartimiento más bajo del estante y me sostuve del más alto con la intención de escalar hasta la cosa.
—Baja de ahí, vas a matarte —gruñó Alex su orden.
No le hice caso y subí otro más, y otro más... Ya casi...
El bote negro, el cual calculé que podía llenar más de un par de litros dado su altura, estaba retirado del borde y con mi mano, apenas llegando allí, únicamente pude tocarlo con la punta de mi dedos. Estaba buscando subir otra división cuando Alex me jaló con violencia desde la perilla de mis pantalones hacia abajo. Caí al piso viendo como el estante se balanceaba ligeramente por sostenerlo.
—Maldita sea, necesitas obedecer cuando te digo que hagas algo —siseo tomándome de mi camisa y alzándome. Tirándome fuerte contra el estante de metal, éste resonó contra la paré estruendosamente. Mi espalda punzó con dolor y mis pulmones soltaron todo el aire, dejándome sin aliento—. Sólo es una simple acción, Eloise. Y particularmente hoy estás que me tocas los cojones siendo una perra malcriada y llorona, quejándose de cada maldita cosa.
Su voz pasó de un siseo a un grito en segundos. Su cara estaba a centímetros de la mía, podía ver la frialdad en sus ojos, esa mirada enloquecida. Esa misma que poseía cuando tenía estos ataques fuera de control y llenos de furia contenida.
Mis pulmones apenas tomaban aire a causa de mi respiración acelerada. Mis ojos estaban completamente abiertos atentos a lo que haría después. Miré sus facciones contraídas con un ceño, expresando la furia que hervía dentro de él.
—Suéltame, Alex, necesitas ayuda. No puedes seguir con esto —le rogué, con mi voz siendo apenas un hilo. Asustada de lo que su arrebato podría causarme.
—¡DEJA DE DECIRME QUE HACER! ¡CÁLLATE DE UNA BUENA VEZ! —gritó justo en mi cara y fue ahí cuando volvió con todas sus fuerzas, con toda su rabia contenida a azotar mi cuerpo contra el estante. Sentí como mi espalda crujió al momento de chocar contra el filo de una división. Sentí como mi cabeza zumbo al golpearse con la otra más arriba, lanzándola hacía el techo, viendo aturdida e ida por el dolor como el bote negro y unos cuantos más caían al orillo derramando todo su contenido encima de mí. Mi cuerpo no reaccionó al instante ante eso.
—Alex —lloré por lo bajo cerrando mis ojos fuertemente ante un inesperado ardor, uno que seguía aumentando y aumentando al pasar los segundos
—¡Se suponía que ibas a ser una perra sumisa y bonita. Un lindo trofeo para llevar a mi lado, pero todo lo que haz hecho es lloriquear apenas pongo una mano sobre ti!
—¡ALEX! —grité, con mi voz rota por el dolor en mis ojos ahora. Seguí gritando mientras frenética y temblorosamente, levantaba mis manos a mis ojos—. ¡ALEX, AYÚDAME! ¡Mis ojos, Alex!
Sentí cuando sus manos me soltaron y caí desparramada al suelo retorciéndome por el ardor dentro de mis párpados. Sentía llamas abrazando todo dentro. El olor picante del químico inundando mis fosas nasales. A mi garganta rasgarse por mis gritos desesperados y agónicos.
No podía abrir mis ojos, todo era negro. Todo era negro.
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