Capítulo 31
Todo fue un borrón después de eso. No muy consciente de cómo Daniel entró, me abrazó, tomó mis hombros y los acarició queriendo sacar una respuesta de mí.
—¿Qué pasó, Eloise? —Su voz llegó a mis oídos preocupada y nerviosa. Su rápida respiración chocaba contra mi rostro.
Cuando alcé mi mano hasta mis mejillas apenas me di cuenta que todavía seguía llorando, que todavía tenía un nudo en mi garganta. Apreté mis labios juntos y respiré profundo, me las limpié y me levanté dejando caer lo brazos de Daniel.
—Habla conmigo, Elie —suplicó, con su voz ronca. Pero no tenía nada que decir. Nada salía de mi garganta. Tan asustada como para expresar lo que sentía.
Y así pasé el día. En una burbuja alejada de los que me rodeaban. Oyendo, pero no escuchando lo que hablaban. Dejando a Daniel desconcertado por mi brusco cambio de humor. Dejando preguntas en su mente y haciéndolo enloquecer.
Al igual que a mí, pensando en un futuro próximo, en qué pasaría cuando bajara y pusiera un pie en el muelle. Si él vendría y alejaría todo lo bueno de mi vida ahora que estaba reconstruyéndola de nuevo. Si volvería a manipularme como una muñeca y si venía hacer conmigo lo que quisiese.
Había evolucionado emocionalmente, ya no era la asustada chica de quince años que había dejado atrás, pero era Alexander, conseguía lo que quería a toda costa con un chasquido de dedos, y con la ayuda de alguien, mucho más rápido.
Eso y muchas cosas más me tuvieron en un trence el resto del día que había empezado de maravilla. No tenía planeado una llamada que cambiara por completos mis planes. Que me confirmaría que lo que temía era verdad.
Apreté mis manos juntas en tensión al recordar su voz. Aparte del tono más grave, era la misma que me susurraba o gritaba todo el tiempo. Era la misma que me causaba escalofríos aquellos días donde el accidente había sido reciente. Y lo seguía haciendo ahora, después de seis años. Malvada, cínica y empalagosa.
Tragué mis nauseas al recordarlo llamarme por aquellos nombres. Era la hipocresía misma.
—Eloise, linda, ¿irás con nosotros al Bar cuando atraquemos?—Escuché a una de las chicas, Priscila, preguntarme. Sacándome de mi cabeza.
Pero igual negué, suavemente.
Las chicas, por lo que había convivido con ellas, eran realmente agradables, y cabe destacar, por fin había distinguido sus voces con sus nombres. Además, Daniel antes de la llamada, me había contado que eran buenas chicas. Fueron amigas en la universidad junto a Ryan. Tuvieron mucha diversión esos años y todavía seguían en contacto, y sobre todo me trataban como una igual. Pero ni todo eso me haría poner un pie fuera del yate.
No quería alejarme de su refugio aun cuando sabía que en la mañana estaría en camino de vuelta a casa. Sentía que él podía encontrarme en cualquier lugar.
—Está bien, Pri, nos quedaremos aquí ésta noche. Ve con Ryan y Alina, seguro la pasan bien. —Daniel contestó a lo lejos. Los suaves pasos de Priscila fueron más allá y aunque susurró, aún pude escucharla.
—¿Le ocurre algo, Daniel? Ayer y hoy en la mañana estaba de lo más alegre.
Efectivamente no podía ver la cara de Daniel, pero su tono al decir "No lo sé" fue lo suficiente como para saber que no encontrarse enterado de nada era lo peor para él. Y es que no había manera que las palabras se deslizaran de mi boca. No sabía cómo decirle que podía haber alguien intentando alejarme de él. Solo pensarlo era una apuñalada en mi estómago.
—¿Comemos algo, Elie? Alina dejó comida preparado en la cocina —propuso él al momento que el yate quedó en silencio. Todos se habían ido y únicamente quedaban los sonidos de la noche, el agua chocar contra el muelle de madera y alguna que otra voz ronca gritando instrucciones desde lejos.
Negué todavía inmersa en aquello.
Suspiré mientras pasaba mis manos por mi cara. Estaba dispuesta a levantarme, pero una mano en mi brazo me detuvo.
—Podemos dar un paseo por aquí mismo si quieres, yo...
—No —respondí, cortándole la palabra, soltándome de su agarre. Salí de detrás de la mesa y me dirigí a la izquierda guiándome más que todo por mis recuerdos del lugar y orientación. Con cuatro pasos ya estaba tocando el marco de la puerta de la pequeña cabina, y con un pie dentro escuché la fuerte demanda de Daniel. Quebrada y enojada, su voz se escuchó, más resonante de lo que alguna vez la oí.
—¡Maldita sea, Eloise, dime qué pasa!
Su voz proyectaba las preocupaciones de las cuales era preso.
El remordimiento pudo más que la sorpresa, por su reacción.
No esperaba que actuara tan bruscamente, pero era estúpido no pensar que no se estaría preocupando cuando me veía así y esquivaba cualquier contacto con alguien. Él sabía que algo pasaba, lo sabía desde el día en que visitamos a Ryan. Y yo ilógicamente esperaba que lo olvidara.
—Daniel... —A penas solté mi voz me di cuenta que era sólo un susurro, mi garganta estaba cerrada por el miedo a contarle. De que su forma de verme cambiara al decirle todo.
—Podrías pensar que no me importa, que solo soy una persona pasajera en tu vida. Que me vale una mierda lo que estés pasando o porqué coño estás el santo día metida en tu jodida cabeza sin pronunciar una palabra, dejando atrás a la entusiasmada Eloise por este viaje. Pero me jode, Elie, realmente lo hace verte así. No lo soporto, me fastidia, me enoja. ¡Y no sé lo que hiciste conmigo! Pero me importa cada puto pequeño detalle que pueda borrar esa sonrisa de tu boca. —Sus palabras tenían a mis manos temblando y a mis ojos en lágrimas por la quemadura en mi pecho. Su tono era fuerte y tan seguro de lo que decía.
Y no tardó en acercarse a mí y tomar mi rostro suavemente en sus manos. Yo me sostuve en sus antebrazos, tratando de controlar mi respiración y cerrando mis ojos.
—Me importas cuando ríes, me importas cuando te enojas, me importas cuando lloras. Cada jodido momento, dulzura. Por eso no saber lo que te mortifica me inquieta. —Su suspiro sonó a frustración, pero su voz se volvió más baja y calmada—. Iba a dejar que tú misma tuvieras la confianza en mí para decirme lo que necesitabas, pero no puedo estar en paz cuando te veo así. No puedo, Elie.
Respiré profundo y tragué fuerte. Era tan injusto tenerlo de esta manera viendo como le afectaba.
Él decía que no me merecía, pero en momentos como éste me preguntaba si yo a él tampoco.
Apreté sus antebrazos y dejé que su fuerza me sostuviera y me alentara para decir lo que tenía que decir.
—Lo siento —logré susurrar con mi garganta obstruida.
Daniel bajó sus manos hasta mi cintura y me acercó a él.
—Voy a estar aquí hasta que ya no me quieras o hasta que lo joda todo. Pero voy a estar aquí, Eloise, ¿recuerdas? —parafraseó con voz profunda mis palabras en mi oído—. Conmigo es igual.
Asentí débilmente, estrujando su camiseta en mis manos, las cuales temblaban junto con todo mi cuerpo.
Con un último aliento empecé—:Fue... fue cuando estaba en secundaria...
—Eloise... —interrumpió.
—Si voy a contarte lo que pasa ahora, necesitas saber lo que pasó entonces —insistí y tomé su mano. Él en cambio me abrazó y suspiró en mi oído el cual, ésta vez, me sonó a alivio.
N/A: La que se va a armar. Y no sólo en la historia sino en mi tablero si no subo más seguido.
Hago cuanto puedo ♡
Para última actualización de noticias, Una Vida Contigo ha ganado otro concurso en primer lugar en la categoría romance, y Eloise y Daniel van de los cinco mejores en otro más por personajes😍 Aunque ésto me motive a seguir, ustedes lo hacen mucho más y mejor, los quiero ♡♡♡
(Adelanto del siguiente capítulo)
-¿Él fue el causante, no? -preguntó finalmente Daniel-. Por eso me cuentas sobre él.
Mis lagrimas escaparon de mis ojos al recordar el momento exacto en que mi mi vida se volvió a un sólo color.
•••
-¡Posa para la foto, Alex! -le insistí con una sonrisa en mis labios.
Continuará...
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