°29°

Capítulo 29
—•—
Altura.

—¡Barbyyyyy!, arriba. —me quejo al escuchar la voz de Kris algo chillona.

¿Qué hora es?

—No quiero...

—Barb, ya es hora de la fogata. —dejé de apoyarme sobre mi cómoda almohada para mirar a la loca de mi prima, así la quiero.— ya es hora de la fogata.

—¿Ya? —ella asintió y señaló debajo de mí.—¿qué pasó? —pregunté alzando una ceja y ella se cubrió los labios queriendo evitar que la viera sonreír.

Estaba en mi habitación así que no veo ningún problema a...

Ay no.

No había tenido ninguna pesadilla, y la almohada de hace unos segundos había sido el pecho de Connor, quien seguía durmiendo tranquilo, y ni estábamos en mi habitación, sino en la sala sobre el sofá amplio.

¿En qué momento me quedé dormida usando el pecho de Connor como almohada?

¡Claro!, cuando estábamos viendo la película de Lilo y Stitch.

Mi madre se había quedado hablando con mis tíos después de comer al igual que el resto de los chicos y mis primas seguían en su maratón de la hada en la otra cabaña.

—Creo que... esto es raro. —me alejé del castaño tan rápido que se despertó de golpe y estaba igual de confundido que yo como hace unos segundos.

—La película, cierto... te quedaste dormida y yo caí después. —pareció recordar suspirando dramáticamente y actuando como sí nada se sentó mejor sobre el sofá mirando a mi prima ahora saludándola con la mano.— Hey K.

—¿Durmieron bien, tórtolos?

—¡Kristine!

—Ya ya, tranquila, Barb. —se rió divertida y me pasó un suéter cerrado.— ponte esto encima, esta haciendo mucho frío, y dudo que ese suéter fino te ayude con la temperatura.

—Es cierto. Gracias, Kris. Ahora vamos a la fogata.

—Andando, señoritas. —Connor se peinó el cabello y nos abrió la puerta para que saliéramos primero.

Así lo hicimos riéndonos tal cual pequeñas.

—Voy a hablar con Romeo afuera.

—¿Romeo?

—Sí, el amigo de Chase, es más agradable que ese tal Jack. —Kris enganchó su brazo con el mío sonriendo relatando de lo agradable que había sido Romeo.

Me quedé callada nuevamente dejándola que hablara.

—¡Ey!, eso suena interesante. —ella se puso más nerviosa y evitó verme a la cara. — tranquila no diré nada. —prometí pero me di cuenta que ya habíamos llegado a la fogata donde hablamos de muchas cosas y luego mis tíos por fin sacaron la versión de una historia que no conocía

Acerca de una supuesta elegida que sería amada por todos la que la conocieran, pero viviría como pequeño castigo más años de inmortalidad.

—Muchos pensaban que el castigo sería algo peor, los guerreros de la reina así lo decían, pero no, Eros no estaba dispuesto a rendirse y perder en el camino  a su amada, a pesar de que se lo prohibiesen. —el tío Brock miró a mi tía y con un asentimiento procedió.— la envidia tras la nueva pareja era notable, nadie estuvo de acuerdo con esa mezcla, y aunque la misma reina no se opuso al principio porque Afrodita la logró convencer lo hizo al final, su hija ya había pagado la terrible condena de su vida. Ya era tarde, Ares dio inicio a la guerra entre esos dos mundos y Evak se fortaleció así asesinando a la reina y a su otra hija, la tragedia creció al escuchar de la muerte de la única persona que podría destruir a Evak... todos pensaron que morirían, pero el rey antes de su último aliento prometió a los dioses que serviría para ellos a cambio del regreso de su familia.

—Es un cuento demasiado ficticio. —Chase se quejó y mi madre le reprendió con la mirada.

—Es como quieras verlo, Chase, es sólo una historia.  —La madre de Ailam sonrió divertida pero le regaló una mirada misteriosa a su esposo, como sí en realidad mintiera.

—Ya calla Chase, deja que el tío Brock proceda.

—¿Quién era Evak? —pregunté esta vez yo.

—El rey de la oscuridad y sombras, más poderoso que el mismo diablo.

—Un idiota sediento de poder en resumen. —bufé y ellos se miraron serios pero luego rieron.—Procede tío.

—Decían que la belleza de las princesas era tan única que con una sola mirada ya cualquier ser caía ante sus pies; aquí es la parte donde Evak entra, pues él se obsesionó con ambas, no sólo la belleza era su poder, y si, Evak quería más poder del que tenía, su deseo de reinar ambos mundos era tan poderoso que no le interesó siquiera quienes murieron en la noche sangrienta.

—Cuando la guerra terminó y el último soldado de los reyes intentó proteger la tumba se sus soberanos los dioses bajaron en su ayuda, permitieron el regreso de la familia, pero a cambio quienes pagarían el precio más caro serían las mellizas. Ambas derrotaron a Evak ese año, pero murieron de nuevo como maldición al haber roto las reglas sagradas.

—Muchos dicen, que el rey oscuro logró concebir un primogénito con una mujer común, y este también regresa al mismo tiempo que las mellizas regresan, pues él fue el asesino de ambas.

—¿Ese es el fin?, por qué no contaron la historia de pie grande o algo así?

—¿Qué diversión le verías a la fantasía entonces? —Kristine le pegó en la cabeza a Chase con la palma y este se quejó mirándola mal.

•••

—Creo que fueron muchas historias de guerra hoy. —Mi madre se estiró levantándose del tronco bostezando, cuando se relajó de nuevo nos dirigió una mirada neutra. —iré a hablar un rato más con sus tíos y luego las quiero durmiendo en la cabaña, ¿bien?

—Sí. —respondimos Kristine y yo al unísono, mi hermana y primas pequeñas ya estaban durmiendo en sus habitaciones pues eran exactamente como las dos de la mañana.

—Iré por mi suéter, vuelvo enseguida, ¿sí?

—Adelante Kris. —respondí sonriente y ella se alejó dejándome sola, pues Connor había ido a hablar con Adam de no sé qué cosa.

—¿Ya dejaste de espantarte con tu propio reflejo? —La voz de Jack a mis espaldas me hizo casi chirriar mis dientes.— ¿quieres que te ayude a dejar de ser tan fea?, podrías empezar por verte como realmente eres, nada.

—¿Alguna vez en tu vida has tenido originalidad? —lo encare pero igual sentí las lágrimas querer escaparse de mis ojos, algo en él me producía dolor cuando se dirigía de esa forma a mí.— déjame en paz, Jack. —me giré dejándolo hablar solo y seguí mi camino hasta el bosque.

Los recuerdos de sus insultos, algunos golpes y cosas así me hacían poner de mal humor, yo no era a la única que molestaban, pero sí la más cercana para ser su centro de entretenimiento cada que podían lastimarme.

Chase estaba hablando con Romeo alejados del chico pálido que era la persona que anteriormente llegó a gustarme.

Recordé las múltiples veces que me hizo asquear de nuevo, el ardor por sus insultos y la impotencia de no poder hacer nada porque algo me retenía.

—¡Barbara! —La voz de Jean se hizo presente pero no pare de caminar.— ¡prima!, espera.

Me detuve a medio camino dándome cuenta que las lágrimas ya caían solas por mis mejillas, en cómo apretaba tan fuerte los puños y de mis labios salían quejidos.

—¿Qué?

No era tonta para dejar pasar que mi piel parecía sanar rápidamente, eran cosas que no tenían cuidado para mí.

Cómo ahora que había clavado mis uñas en las palmas de mis manos y estaban sangrando un poco.

—¿Sabes lo qué pasa cuando corres con resaca?, niña, me costó alcanzarte. —Jean logró recuperar el aire que había perdido, me iluminó con su celular y entonces se quedó con una cara de póker.— ¿q-qué pasó?, ¿qué te hicieron?, ¿qué omitiste contar, Barbara? —no pude más y me abalancé hacía él abrazándolo.

Algo en mi gritaba dolor, y otra parte de mí sólo sentía frustración.

—No quiero hablarlo. —murmuré como pude por el nudo en mi garganta, el bullying y todos esos malos momentos eran como una película en mi mente.

—Salgamos de aquí, primero. —dijo él pasando un brazo por mis hombros, me ayudó a caminar fuera de la carretera hasta sentarnos en una especie de roca, aún permanecíamos cerca de las cabañas, pero teníamos una vista del pequeño pueblo. Él esperó a que hablara, yo no quería decir nada.

Mi garganta seguía con ese nudo terrible.

No me había fijado de que ropa traía puesta encima hasta que me miré.

Un short, la blusa blanca, el doble suéter que me dio Kristine y unas vans blancas.

¿Cómo era que no sentía el frío que hacía?, ni yo tenía respuesta, supongo que a esta altura ni cosquillas me hace.

Casi una hora después de llorar logré contarle todo lo que había ocultado, en esa parte de la inmadurez de esas personas, cuando Jean terminó de escucharme se quedó en silencio, sin ninguna expresión. 

—Voy a matarlo ahora mismo. Matarlos mejor dicho. —gruñó pero lo detuve agarrándolo de la camisa, estaba cegado porque le molestaba, lo sabía, pero quería evitar cualquier escándalo.

Le envié un rápido mensaje a Kris de qué estaría en el pueblo con Jean y ella respondió diciendo que nos veríamos al rato ahí.

Seguimos hablando un rato más caminando hasta llegar al pueblo habían cabañas separas antes de entrar por completo a este; fue de ahí de donde vimos salir a un grupo de chicos con la misma edad de mis primos o hermano, Jean tenía la mirada perdida.

Pero yo sí me había dado cuenta de la mirada que había recibido de ese grupo, mi primo abrió la puerta de una especie de bar y me hizo entrar con él, más que nada era una pista de baile en el centro, luces de colores con todo el establecimiento modernizado.

—El alcohol no es permitido, por eso los menores de edad pueden pasar, sólo venimos a bailar. —comentó el pelirrojo pidiendo dos vasos de refresco.

—Eso explica muchas cosas. —me rió tratando de dejar de lado ese sentimiento abrumador de lado.—Ven, no pienses más en nada y bailemos.

Jean me dio una pequeña sonrisa y asintió explicándome después que al ser sábado era permitida la entrada hasta las cinco, pues también los padres de los chicos que venían les gustaba bailar hasta que los pies les dolieran.

Cuando ABBA empezó a sonar con mamma mia, nos dejamos llevar por el ritmo disfrutando de hacer pasos raros.

—¡Noche de disco! —chillo mi querida prima con emoción apenas llegó a nuestro lado dejándose llevar al son de la canción que sonaba ahora.

Los padres que estaban presentes se reían mientras bailaban, al parecer las personas amaban la noche de disco tal cual lo hacía la pelirroja.

—Escucha esa... ¡DALE A TU CUERPO ALEGRÍA MACARENAAAAAA! —chilló moviéndose al mismo ritmo o intentando seguirlo.

—¡Connor! —animada salté a abrazarlo dejando un pequeño beso en su mejilla como saludo, tome su mano haciéndolo que me siguiera en los pasos que Kris nos había enseñado.— sólo deja que la música te guíe.

Mi cuerpo se dejó llevar a través de cada ritmo que escuchábamos y al rato vi a mis tíos tanto mamá llegar, todos parecían disfrutar al igual que nosotros.

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