capítulo 8

Naruto vio cómo reaccionaba Sakura, cómo tensaba todos los músculos del cuerpo. Observó la angustia reflejada en su rostro, la lucha interna por controlar la situación... y cualquier sombra de duda se desvaneció.

Haru Sakurai era Sakura Haruno.

Debería haberse dado cuenta antes, esa profunda sospecha de que la conocía de algo, los instintos físicos que ella provocaba, la pasión que surgía entre ellos, que su amiga la llamara Sakura... Aunque tenía excusa. Durante todos esos años, había relegado el recuerdo de Sakura a un lugar apartado de la memoria. Y desde luego, los cambios producidos en ese periodo de tiempo y las curiosas circunstancias de su encuentro tampoco habían ayudado mucho. Pero ahora lo veía claro. No sabía qué hacer. Comprendía que se iba a meter en terreno pantanoso y que un paso en falso podría significar la pérdida de cualquier esperanza de tener algo con ella. Sin embargo, necesitaba saber lo que ella estaba pensando, sintiendo. Saber si tenía alguna oportunidad.

Una mala historia, le había dicho Shikamaru, y, por supuesto, había acertado. Solo que en ese caso, la mala historia la había protagonizado él, y no otro tipo rico anónimo. Él era el culpable del daño.

Sakura bajó las pestañas ocultando la verdad de sus ojos, se inclinó hacia delante, tomó su vaso y se puso a juguetear con él para ganar tiempo, para recobrar la compostura. Le temblaba la mano al llevarse el agua a la boca. Él observó el movimiento convulsivo de su garganta al tragar y supo que se sentía enferma. Tan enferma como él por el daño que le había hecho.

No necesitaba que nadie le explicara su comportamiento durante la fiesta... Probablemente, había sentido un deseo irrefrenable de seducirlo y excitarlo, de hacerle necesitar lo que antes había rechazado, de hacerle pensar que la iba a conseguir para después marcharse y dejarlo solo. ¿Tendría planeado seguir tomándole el pelo antes de soltarle todo a la cara? ¿Quién sería cuando dejara ese vaso?

Sakura dio un gran trago. El vaso le sirvió para ocultar la cara y el contenido, para enfriar la fiebre de incertidumbre que la quemaba. ¿Estaría empezando a reconocerla? Que le recordara a alguien no significaba que la hubiera identificado, se dijo seriamente intentando librarse de ese sentimiento de pánico. Quizás ni siquiera era Sakura Haruno en quien él había pensado. Todo su ser le pedía que se enfrentara al pasado. Pero su corazón le gritaba que todavía era muy pronto. No podría soportarlo. Necesitaba esa oportunidad con él, libre de cualquier recuerdo amargo. Necesitaba más tiempo.

Sintiéndose un poco mejor, dejó la bebida encima de la mesa y ensayó una sonrisa.

-No estoy segura de que haya alguna mujer a le guste que le digan eso.

El permaneció en silencio por un momento, digiriendo el comentario con lentitud. Ella esperó su reacción con los nervios de punta. Para gran alivio suyo, él soltó una carcajada.

Se echó para adelante apoyando los brazos en la mesa y le dijo con una encantadora sonrisa:

-No te estaba comparando. Tú brillas con luz propia, Haru, Créeme, me siento increíblemente afortunado por haberte encontrado.

El temor al descubrimiento cedió y su sonrisa se relajó con placer por el piropo.

-Entonces, ¿en qué te recuerdo a alguien?-bromeó, segura de que no había hecho ninguna conexión.

-Son los ojos -aseguró mirándolos directamente-. Ese verde tan intenso... Solo los había visto una vez antes.

Entonces, ¿se habría fijado en ella en aquel tiempo?

-¿Quién los tiene como yo? -se sintió forzada a hacer la pregunta.

Él se encogió de hombros para quitarle importancia.

-Fue hace mucho tiempo. Cuando era pequeño jugaba con muchos críos en el barrio y una de las chicas tenía los ojos como tú.

¡Esa chica era yo!, quiso gritar. Tuvo que hacer un esfuerzo para contener las emociones y aguantar el daño que le hacía que se refiriera a ella como una chica del barrio.

Cualquier persona inteligente habría zanjado la cuestión. Después de todo, no había nada que ganar hurgando en el pasado y mucho que perder.

Haru Sakurai no era «una de las chicas»; en la actualidad, brillaba con luz propia para Naruto.

Pero un diablo la atormentaba insistiendo en que obtuviera más información. Tenía el camino despejado para saber qué era exactamente lo que Naruto había sentido por ella y, aunque fuera doloroso, no podía dejar pasar la oportunidad. Las palabras le brotaron casi sin querer.

-Parece que te acuerdas muy bien de esa chica. ¿Era especial para ti?
-Sí lo era -dijo con una sonrisa-. No importaba las veces que los chicos intentaran echarla, ella siempre se unía a nosotros con determinación. Nunca se quedaba atrás y nunca lloró ni se quejó. Nos seguía a todas partes.

Esa respuesta la tranquilizaba bastante, pero aún quería saber más.

-¿Era una pesada?

-No -dijo con una expresión más seria-. No tenía miedo a nada. Pero había una terrible inocencia en su temeridad. Hacía que quisiera protegerla.

-No me puedo imaginar a la chica que acabas de describir buscando protección.

Él sabía qué quería decir.

-Tienes razón. Era muy orgullosa. Pero yo tenía cinco años más que ella y me sentía un poco responsable.

-¿Por qué tú?

-Creo que porque... -su boca se torció con un rictus irónico-... ella se fijaba en mí. Para bien o para mal, creo que yo era la persona que más le influía -hizo una pausa antes de añadir-: al final tuve que acabar con aquello.

Sakura se sorprendió por esa confesión tan inesperada. Fue imposible contener la siguiente pregunta:

-¿Por qué?

-Se estaba convirtiendo en algo muy personal.

-¿Qué quieres decir? -siguió preguntándole empeñada en llegar hasta el final.

-Mi hermano pequeño, más o menos de su edad, estaba colado por ella.

Sakura no se lo podía creer. ¿Sasori? ¿El tímido Sasori con el que no había hablado de otra cosa que de clases? Siempre había sido amable con él, pero, sobre todo, porque era el hermano de Naruto.

-¿Quieres decir que solo tenía ojos para ti?

-Algo así. Sasori estaba muy enfadado conmigo y eso que yo nunca había intentado nada con ella. Era demasiado pequeña para mí.

-¿Qué hiciste para alejarla?

-Quise dejar claro que estaba interesado en otra persona -dijo con un suspiro.

-¿Y lo estabas?

-Lo suficiente para hacerlo creíble. Conseguí quitarme a Sasori de encima.

-¿Y a la chica? ¿También te la quitaste de encima? -preguntó Sakura con amargura esperando que él no lo notara en su voz.

Por un momento, vio una expresión de dolor en sus ojos y Sakura entendió que el resultado no le había hecho muy feliz.

-En ese aspecto, la maniobra fue efectiva. Pero no salió con Sasori. Tampoco creí que fuera posible. Simplemente, desapareció de nuestras vidas. Un año después, más o menos, su familia se marchó a la costa, a Byron Bay, creo.

-Pero todavía la recuerdas... con mucha claridad -comentó Sakura, escondiendo el sentimiento de ironía que inundaba su corazón.

-Bueno, ella formó parte de mi vida durante mucho tiempo. Seguro que ha habido gente que ha dado color a tus años de juventud -dijo invitándola a recordar con la mirada.

Él los había teñido de negro al rechazarla como lo hizo. Pero, después de todo, no era una rata materialista. Había tenido en cuenta los sentimientos de su hermano.

-¿Dónde vive tu familia, Haru? -preguntó Naruto de golpe.

Sakura intentó liberarse de los recuerdos. Ya meditaría más tarde sobre lo que había descubierto, tendría que analizar su vida desde una nueva perspectiva. El presente tenía prioridad. Tenía a Naruto allí, con ella, y no quería perderse lo que pudiera surgir entre ellos.

-En Queensland. En la Costa Soleada -respondió sin tener que mentir. Sus padres se habían mudado hacía ya algún tiempo.

-Estás muy lejos de casa,

-Sí. He estado viajando por todo el país desde que tenía dieciocho años. Si quieres vivir de la música, tienes que hacer cosas así.

-Por supuesto -respondió comprensivo.

-¿Y tu familia? -preguntó sabiendo que se trataba de un terreno menos peligroso.

-Mis padres todavía viven en Wamberal, En la Costa Central.

Hasta ahí, nada había cambiado.

-El resto de la familia está esparcida -continuó relatando-. Tengo una hermana que vive en Sydney. Está casada y tiene un par de niños.

Mei... era dos años mayor que ella. Siempre había estado muy pendiente de lo que se llevaba. Estaba casi segura de que se había casado bien.

-¿Y tu hermano, el que has mencionado antes?

-Ahora está en San Diego. Está metido en competiciones con yates. Siempre le volvieron loco los barcos.

Recordaba el pequeño catamarán que poseían los Uzumaki. Sasori navegaba con él en el lago Wamberal. Alguna vez, la invitó a ir con él, y ella aceptó en un par de ocasiones, más por tener una experiencia nueva que por compartirla con él. En realidad, le hubiese gustado navegar con Naruto. Qué bien que Sasori estuviera a tantos kilómetros de distancia: así no podría interponerse.

Tres camareros se acercaron a ellos. Uno les ofreció una selección de panecillos, otro puso sobre la mesa los dos primeros y el tercero llevaba la botella de vino. Sakura estaba encantada con el despliegue de actividad que mantenía ocupada la atención de Naruto. No se había imaginado lo difícil que sería hacerse pasar por una extraña. Tenía que pensar cada palabra, hacer que sus preguntas sonaran casuales... Desde luego, suponía un gran desgaste emocional.

Tomó un panecillo, sonrió al camarero que le sirvió la comida e hizo un gesto al último para que le sirviera poco de vino. Mientras tanto, se había convencido a sí misma de que no podía culpar a Naruto por la decisión que había tomado con respecto a ella. Acabar con la relación había sido fácil, pero era imposible acabar con los sentimientos. Quizás se pudieran enterrar, ocultar, transformar... pero nunca se acababan.

Al menos, la recordaba con un poco de admiración. Quizás, también con algo de arrepentimiento por lo que había perdido. Sin embargo, no quería revivir aquella humillación. Necesitaba el bálsamo de la admiración que sentía por ella en el presente para curar la herida que había vuelto a abrir.

-¿Pasa algo malo?

La pregunta de Naruto hizo que tuviera que mirarlo.

-No, ¿por qué? -dijo Sakura con la esperanza de que no hubiese notado su desasosiego.

-Parece que estás mirando los calamares con extrañeza. ¿Quieres pedir otra cosa?

-No. Lo que pasa es que nunca los había visto cocinados así -le respondió con una sonrisa para tranquilizarlo-. Es tan artístico, que da pena meter el tenedor.

Él tomó sus cubiertos para animarla.

-Buen provecho.

Ella hizo lo mismo y comenzó a comer. Se concentró en el sabor de los calamares que estaban exquisitamente tiernos. La salsa que los acompañaba le pareció interesante.

Naruto estaba absorto. Intentaba valorar lo que podía estar pasando por la cabeza de Sakura. Y por su corazón. Seguía con la identidad de Haru Sakurai. No tenía ni idea de si las respuestas que le había dado sobre el pasado la habían complacido.

Solo cabía esperar que entendiera que se habían dado circunstancias especiales y que esto mitigara el dolor.

Ahora ella elegía esconderse y, si quería tener alguna oportunidad con ella, debía respetar esa elección. Estaba claro que no quería contar su punto de vista. ¿Era demasiado doloroso?, ¿demasiado revelador?

¿Estaba Haru Sakurai protegiendo a la niña que un día él conoció o, tal vez, preparaba una venganza para cuando lo viera más vulnerable?

Instintivamente, alejó esos pensamientos. Eran demasiado oscuros. Habían pasado nueve años. Entendía que ella se mostrara cautelosa con él, que evitara sentirse atraída por él. Pero no; no quería creer eso último. La Sakura que él recordaba había sido auténtica en todo lo que hacía y la personalidad de la gente no cambiaba. Quizás intentara ocultar el pasado por orgullo, pero estaba seguro de que no había ninguna falsedad en sus besos. Ningún engaño en su mirada. Había sido demasiado real, demasiado entregada a la pasión que había explotado entre ellos. Deseo mutuo. ¿O se estaba engañando a sí mismo?

Ella dejó los cubiertos sobre el plato y le dedicó una sonrisa

-Estaba delicioso. Muy buena recomendación, gracias.

-Encantado de que te haya gustado -le respondió con suavidad. Su sonrisa había hecho desaparecer cualquier sombra de duda sobre sus intenciones.

La deseaba, independientemente de cómo se llamara, independientemente de a dónde los condujera ese deseo.

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